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Cougar Town

You can't pack your past in boxes, it's always going to be part of who you are.

A veces las chorradas más grandes te transmiten muchísimo porque estás en el momento justo para conectar con ellas. Es lo que me está pasando estos días con "Cougar Town", la nueva serie de mi adorada Courteney Cox, que voy intercalando con mi primer revisionado de "Friends". La serie no deja de ser una tontería, pero una tontería que me encanta.


Courteney interpreta a Jules, una cuarentona que después de 20 años de matrimonio, de repente se encuentra otra vez "sola": divorciada, con un hijo mayor de edad y sobre todo con muchas ganas de volver a sentirse joven, disfrutar todo lo que había dejado atrás. Se siente como una quinceañera a las puertas de la edad adulta; en muchas cosas (ligar, salir, sexo, emborracharse, lucir su atractivo, llenar todo el tiempo libre del que dispone ahora, etc) es casi una novata. Tiene unas ganas enormes de hacer cosas, pero al mismo tiempo no puede evitar sentirse ridícula al tener ya una edad y no saber cómo comportarse ante ciertas situaciones. Ese contraste salvaje de entusiasmo vital y torpeza inexperta, es el alma de la serie.

Llevo vista la mitad de la primera temporada y parece que el argumento no dará para mucho más. De hecho, la idea inicial (mujer asaltacunas, que se liga a chicos de la edad de su hijo) la van dejando poco a poco de lado y poco a poco "Cougar Town" se va convirtiendo en una serie familiar sobre esa mujer redescubriendo el mundo. Redescubriendo el mundo y dándose cuenta de que el pasado siempre va a formar parte de su vida, que no puede borrar 20 años de un plumazo. Tiene que aplicar todo lo aprendido para aprovechar al máximo esta nueva etapa.

El papel de Courteney Cox es adorable, me siento identificadísimo con ella, y la rodean un elenco de divertidos secundarios: la compañera de trabajo petarda que la ayuda en ese proceso de segunda juventud, la vecina y amiga que la envidia, el vecino buenorro con el que hay una química inconfesable, el ex-marido canalla, el hijo avergonzado... Memorable también Barb, rival de Jules, una sesentona con un apetito sexual voraz que aparece muy esporádicamente, pero todas sus escenas son brutales.


Son desternillantes las situaciones en las que se va encontrando Jules, y reales como la vida la misma. Desde el guaperas atormentado por la relación traumática con esa ex que le abandonó hasta el chico enamoradizo que la asusta por querer ir tan, tan rápido. Lo mejor es la falta de pretensiones de los guionistas. Estoy harto de series que pretenden revolucionar el panorama televisivo, "contar algo" o ser la nueva "Lost". Y como buena serie dirigida a mujeres y gays, cada capítulo tiene su conveniente ración de maromos sin camiseta.

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I live and breathe this Philadelphia freedom

Llevo varios días acordándome de una escena del último capítulo de Neon Genesis Evangelion. Para mí es mucho más que una serie de anime: un pozo de sabiduría escondido bajo un batiburrillo de simbologías. En la escena que quería comentar, el protagonista, Shinji, flota por un espacio blanco, infinito. Quería libertad y ésa es la libertad absoluta: una nada absolutamente vacía, sin limitaciones ni emoción.


"Necesitas un suelo", le dicen. Y de repente aparece la línea del horizonte y rasga ese espacio blanco. Shinji deja de flotar, se posa en el suelo. "Ahora has perdido un grado de libertad, pero también has ganado en comodidad. Ahora puedes caminar. Ahora puedes decidir adónde caminar". Y Shinji camina.

Es increíble cómo pueden explicar de una forma tan visual y tan simple en qué consiste la auténtica libertad: en admitir las limitaciones (las tuyas y las de tu mundo), pero aprovecharlas a tu favor. Saber abrazar todas esas necesidades, reglas, costumbres, leyes, defectos inevitables y características intrínsecas para disfrutar de una vida más rica.

Darte cuenta de que hay gente a tu alrededor, de que necesitas a todas esas personas (las que te hacen feliz y las que no te comprenden o incluso te odian), porque sin ellas no existirías: con sus miradas, te dan identidad, eres la suma de todos esos Shinjis distintos que ellos ven. Por eso, tienes que dejarles su espacio. Permitir que te miren.


Libre no es la gente que se mantiene al margen de todo, en plan rebeldes sin causa, ni tampoco aquellos que agachan la cabeza y se dejan arrastrar por sus cadenas. Libre es la gente que abre los ojos y toma consciencia: de sí mismos y del mundo y de quienes los rodean. Aceptan las limitaciones y el sufrimiento y las pérdidas; los conocen pero no permiten que eso les frene.

Sí: necesitas un suelo. Acéptalo, sé valiente, usa ese suelo para caminar. Así llegarás a tu lugar soñado.

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Many roads will cross through many lives but somehow you survive


Querida Lara,

No recibirás esta carta pero en el futuro te gustará pensar que alguien te la escribió. Estás atada de pies y manos, te revuelves por el barro malherida. No comprendes qué ocurre: estabas en lo más alto, lo tenías todo, el mundo a tus pies. Cuesta aceptar que esas nubes que te mantenían flotando se han ido y te has estampado contra el suelo. El brazo roto, moratones, mucha sangre y un desánimo paralizador nublándote la vista. Cuando más invencible te crees, más vulnerable te descubres.

Ahora toca empezar de cero. Aprieta los puños, desentumece los músculos y aclara la garganta. Toca buscar un nuevo hogar, poner a prueba tus instintos. Recordar los errores y aprender de ellos. El método de prueba y error nunca falla. Toca volver a confiar en los desconocidos: algunos te engañarán, otros te sacarán de quicio con sus titubeos, pero también aparecerán buenas personas que te ayudarán a avanzar. Por supuesto, gente conocida te dará la espalda. Y muchos te criticarán, no lo dudes. A la gente débil le asustan las personas que toman las riendas de su vida, que incluso en momentos difíciles no tienen miedo a mirar adelante con paso firme. Es triste pensar que hay gente que no soporta ver a los demás disfrutando su vida. Despréndete de lo malo, de todo lo que te hace daño. El camino tiene espinas, por eso en cuanto sientas su pinchazo, ten por seguro que hay que cortarlas.

No te preocupes: a cambio de las deserciones, viejas amistades volverán con fuerzas renovadas. Nada como las dificultades para saber en qué personas puedes confiar. Cuídalas bien. ¿Problemas económicos? Seguro: los desastres no llegan solos. Pero aprenderás a moderar los gastos, a comer mejor y reducir los caprichos. Poco a poco mejorarán tus cuentas. Hay un dicho oriental que reza: "Cuando el agua sube, el barco también". No dudes en abrir las puertas a nuevas enseñanzas, y no dudes tampoco en revisitar los libros antiguos que ya leíste mil veces: ahora te revelarán lecciones y consejos tan nuevos como útiles. Reconcíliate con todas esas partes de tu pasado que consideres que te ayudarán a pasar página con la conciencia más tranquila, satisfecha. No te guardes nada dentro, ni siquiera rencor. Persevera. Recuerda que en los templos oscuros y las densas junglas que deberás explorar para encontrar ese tesoro que tanto sueñas, te espera mucha soledad: por eso, acompáñate de toda la música que te inspire. No desprecies el poder de una buena canción: no hay un talismán mejor.

Saldrás adelante. Vendarás tus heridas, te cambiarás la ropa y el peinado, tendrás armas más potentes y lucirás un fulgor muy intenso en tu mirada. Con el tiempo volverás a ser tú misma, pero lo serás de una forma diferente, de una forma nueva y mejor. Más fuerte, más consciente, más sabia. Contra todo pronóstico, descubrirás que tienes fuerza suficiente en tu interior. Que siempre la tuviste. Sonreirás. Y sobrevivirás, una vez más.

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Albert Espinosa - El mundo amarillo

Lo importante no es qué miras, sino qué te transmite mirar.

Soy bastante alérgico a los llamados libros de autoayuda. Hasta ahora sólo me había leído uno entero: "Tus zonas erróneas" de Wayne W. Dyer, para un trabajo del instituto. Pero a Albert Espinosa decidí darle una oportunidad después de que la energía que desborda me enamorase con películas como Tu vida en 65 minutos y libros como Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo y el emocionante y 100% recomendable Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven.


Y aunque mi opinión de los libros de autoayuda no ha cambiado, tampoco me arrepiento de haber leído "El mundo amarillo". Quizá porque con Albert (que se pasó de los 14 a los 24 años de hospital en hospital luchando contra el cáncer y perdió por el camino una pierna, un pulmón y un trozo de hígado) sientes que de verdad ha pasado por una experiencia de la que ha aprendido todas esas lecciones que te explica. Que le motiva algo más que el cheque astronómico de la editorial. En general, no es que te enseñe nada que no sepas ya (las pérdidas en realidad son ganancias, no hay que temer a la muerte, no hay que tener miedo de hablar de la muerte, ríe, comparte, aprende del pasado y no te arrepientas de tus decisiones, etc) pero sus palabras consiguen iluminarte. Que ya es mucho.

El concepto más original de todo el libro son "los amarillos". Esa gente que no son amantes ni tampoco exactamente amigos (aunque pueden haberlo sido o llegar a convertirse en uno de ellos) pero que con su presencia y sus palabras te inspiran, llenan tu vida, te ayudan a avanzar y evolucionar. Yo ya he descubierto a unos cuantos amarillos en mi vida (de hecho, por fin he sabido cómo llamar a ciertas personas que forman parte de mi vida: "mis amarillos"), y ahora espero con una sonrisa, los ojos y los brazos muy abiertos, a los que me esperen por el camino.


Cerraré con algunas de las citas de "El mundo amarillo" que más me gustaron:

Las casualidades son subrayados, subrayados para que sepamos que debemos fijarnos en algo.

No tengas miedo de ser la persona en quien te has convertido con tus decisiones.

Los sueños son el norte de todo el mundo. Si los cumples, tendrás que ir al sur.

Como reza una de las mejores frases de "Si tú me dices ven...", estar vivo es dar vida a los que te rodean. Y eso es lo que intenta Albert con todas sus obras, darnos vida. Conmigo lo consigue.

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Stéphane Hessel - ¡Indignaos!

La peor actitud es la indiferencia.

Frustración. Es lo que sentí al acabar este "¡Indignaos!". Y es que si este texto es lo que tiene que poner en pie a la juventud europea, vamos apañados. Lo llaman libro pero en realidad es poco más que un folleto de 30 páginas con tipografía enorme y un prólogo de José Luis Sampedro casi más largo que el propio "libro". Un folleto que se queda en agua de borrajas: lo más revolucionario que tiene es el título y la imagen de la portada. Eso sí: buena voluntad no le falta.


Y me da lástima. Me da lástima poque Stéphane Hessel, resistente francés durante la Segunda Guerra Mundial y uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a sus 93 años siente que su vida llega al final y no quiere dejar el mundo tal como está. Luchó por un mundo mejor, y quiere que los jóvenes sigan su ejemplo. Quiere pasarles el testigo. Para ello, pone todo su empeño y sus mejores intenciones en escribir una especie de libro-despertador.

Pretende que los jóvenes se movilicen, aboga por una indignación pacífica. Recuerda que no hay que depositar las esperanzas en gobiernos ni opositores, que no hay que permitir a los poderosos que nos manejen. Hay que coger las riendas, protestar. Y todo esto está muy bien, pero Hessel se queda en la superfície, acaricia muchos temas sin llegar a desgranar ninguno. Y se quiere comunicar con los jóvenes, abrirles los ojos para que vean cómo se les está arrebatando su futuro... pero no creo que la mejor forma de que reaccionen sea hablándoles del trato a los gitanos o de la situación en Palestina. ¿De verdad no podía buscar ejemplos de problemáticas que afecten mucho más directamente a los jóvenes europeos?

El folleto viene precedido de un éxito sin precedentes en Francia: 800.000 ejemplares vendidos en apenas cuatro meses. Estos buenos resultados se han repetido aquí: ha sido el libro de no-ficción más vendido este Sant Jordi, muy por encima de libros mediáticos y de autoayuda. Desde luego, en este éxito ha ayudado el precio: 5 €. Y encima regalar falsa rebeldía siempre queda bien, es como regalar una camiseta del Che. Pero es una rebeldía de cartón piedra, como una colonia: huele mucho cuando te lo pones, pero su olor acaba diluyéndose con el paso de las horas. Los lectores de "¡Indignaos!" cerrarán el librito con ganas de cambiar el mundo, pero al día siguiente seguirán viviendo exactamente como siempre. Eso sí, presumiendo de que se han leído "¡Indignaos!".


¿De qué extrañarse? No olvidemos que, en España, la editorial que ha publicado este texto que clama contra los poderosos, pertenece nada más y nada menos que al Grupo Planeta. Es lo que advertían en "The Matrix": destellos de libertad, de revolución, ilusiones para disimular las cadenas y que las masas sumisas no enloquezcan. Pero mejor esto que nada, supongo. En el fondo, es más esperanzador que "¡Indignaos!" sea el libro más vendido, y no uno sobre el Barça, sobre un programa de television hortera o la enésima autoayuda descafeinada de algún charlatán. Por mi parte, seguiré recomendando Nada de Janne Teller, que eso sí que es auténtica terapia de choque.

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Alessandro Baricco - Seda

Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto.

Hasta ahora no había leído esta novela breve que, como librero, me he hartado de vender en Navidades y Sant Jordis varios. Supongo que es de esos libros que siempre queda bien regalar: no es muy largo, es famoso pero tampoco cabe desprestigiarlo como best-seller, la temática es exótica, la portada es atractiva, está bien escrito pero es "fácil de leer"... Lo leí en una tarde y, aunque no es una obra maestra y quizá ha tenido más éxito del merecido, sí reconozco que es un libro bonito. Sencillo, pero muy bonito.


Sus capítulos cortos se suceden como finos hilos de seda, entrelanzando con elegancia una historia sobre la costumbre versus la pasión. Más que capítulos, se trata de una sucesión de pequeños poemas en prosa, frases a modo de pinceladas que nos hablan de amores que no fueron, pájaros que quieren escapar de sus jaulas y gusanos de seda que mueren a medio camino sin cumplir su cometido. "Seda" nos  habla del enorme poder de atracción que tiene lo misterioso o inalcanzable. Recurre a tópicos continuamente (lo misterioso = lo exótico, Japón) pero construye una atmósfera tan etérea, tan de cuento de hadas que ninguno de esos tópicos chirrían.

No he visto la película, pero intuyo que difícilmente consiguieron capturar esa belleza contenida del libro, habrán trufado esta historia de mucha acción y diálogos innecesarios. Es una novela triste, muy melancólica. Muy oriental, supongo, porque se basa en los gestos y en lo que no se dice, en la fuerza de las bellas imágenes que describe: labios que se acercan gracias a una taza de té, lagos que se rizan con el viento y bandadas de pájaros surcando el horizonte... La verdad es que mientras leía "Seda", sentía que estaba leyendo uno de esos preciosos cuentos ilustrados "para adultos", algo de Benjamin Lacombe o Rebecca Dautremer, pero una edicíón de la que alguien cruel había arrancado las ilustraciones.


Todo es previsible, pero se lee tan rápido que apenas te da tiempo a adivinar. Al final te quedas con la sensación de tener un retazo de seda en las manos: tan magnífico como liviano, valioso pero casi intrascendente. Lo dicho: muy de regalar para quedar bien y muy de leerlo con una sonrisa si os lo regalan.

Es un dolor extraño. Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.

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Scream 4

Cuánto me duele no haber visto "Scream 4" en el Festival de Cine de Sitges para poder aplaudir efusivamente tras cada escena, cada frase y cada guiño. El ambiente friki-festivo que se vive en Sitges es único. Las butacas están pobladas de gente variopinta, unidos porque disfrutamos del cine fantástico y de terror, nos lo pasamos bien y lo compartimos. Cada película allí es una pequeña fiesta. Aplausos, risas y gritos.  Es un festival que le sentaría como un guante a una saga cinéfila y traviesa como "Scream". Nada que ver con la desoladora sala medio vacía que me encontré el miércoles: una pareja de chinos que creo que no entendían castellano, otra pareja que iban allí a liarse, un grupo de amigas que pretendían contarse media vida y un grupo de críos que sólo querían reírse con cada salpicadura de sangre para demostrar que no pasan miedo, que ya son mayores. En fin, yo a lo mío.


Sospecho que no fui el único que se echó a temblar cuando anunciaron la cuarta parte de "Scream". ¿De verdad era necesario resucitar 11 años después esta saga? ¿No habíamos tenido suficiente con el espanto de "Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal"? Pero es que, como ya ocurría con "Toy Story 3", precisamente la fuerza, la razón de ser de "Scream 4" es el largo tiempo que ha transcurrido desde la anterior entrega. Hemos crecido, el cine de terror ha evolucionado, la industria del cine naufraga en un mar de remakes y reboots, ahora las grandes historias se cuentan en las series de televisión, tenemos vida 2.0 y móviles con todas las aplicaciones imaginables...

Todo eso lo coge "Scream 4" y lo aprovecha para armar una celebración del cine de terror, con todo lo bueno y todo lo malo del género. Es un emotivo homenaje a la saga, un fan-service descarado y contínuo. Hay sustos, claro, pero la intención primordial es que los espectadores se diviertan. Incluso que se rían, con un espíritu autoparódico sanísimo y desternillante que las prescindibles "Scary Movie" jamás podrán alcanzar. Su público objetivo somos aquellos que crecimos con "Scream", que las vimos en el cine y después las alquilábamos en VHS, que íbamos a ver en tropel sucedáneos descafeinados como "Sé lo que hicistéis el último verano".


Desde un prólogo deslumbrante a un tercer acto apoteósico, la película se resume en dos frases: "New decade, new rules" y "Don't fuck with the original". Lo han conseguido. Una secuela digna (tan digna que es la mejor película de la saga tras la primera parte), un gran homenaje que mantiene el espíritu pero también sabe renovarse. Hay fallos, claro: el ritmo a veces decae, las muertes no impactan tanto como deberían y se le podría haber sacado aún más jugo a la vida 2.0. Pero da igual: me conformo con haber disfrutado tantísimo con algo que pensaba que iba a ser aún más espantoso que la resurrección de Indy. Supongo que no se comerá un rosco porque las nuevas generaciones no la entenderán (ni se molestarán en informarse y descubrir que ese "4" implica que hay tres entregas anteriores), pero pueden sentirse orgullosos de dejarnos tan satisfechos a quienes sí crecimos con "Scream".

A todo esto, la obra magna del metacine, de los homenajes, parodias, guiños y ejercicios de estilo en torno al cine fantástico y de terror, sigue siendo la serie de televisión "Supernatural". Salí del cine con unas ganas inmensas de retomarla.

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Sant Jordi Reloaded

Adoro Sant Jordi desde bien pequeño. Mis primeros recuerdos son de perderme junto a mi abuela entre las paradas y el bullicio de gente. Siempre hacía sol y por una vez parecía que todos leíamos. Recuerdo que pensaba que las rosas no se compraban, que en las paradas las regalaban; todo el mundo sonreía tanto al comprarlas que no daba la impresión de que las pagasen a precio de oro. Mi abuela era muy especial, por eso uno de los primeros libros que me regaló -tendría yo 11 o 12 años- era un estudio pormenorizado sobre los crímenes de Jack El Destripador, libro que aún atesoro junto a otros del mismo tema que me he ido comprando yo mismo con los años.


Sant Jordi para mí significa (cómo no) libros: libros baratos, libros anunciados, libros expuestos, libros comentados, libros regalados, libros disfrutados. Sant Jordi implica esa curiosa imagen de encontrarte al día siguiente mucha gente leyendo en el tren y el metro. Sant Jordi me recuerda también al mejor día del colegio y el instituto: los resultados de los "Jocs Florals", certamen literario en el que a menudo ganaba gracias a alguno de los relatos y poemas que presentaba. Era el único día "de clase" (aunque en realidad fuera fiesta) donde nada se torcía, nada ni nadie me estropeaba esos momentos de satisfaccion.

Mi abuela murió una semana antes de Sant Jordi, y aquel año, en su honor, inicié una tradición: autorregalarme un libro cada Sant Jordi. Tradición un poco absurda, leo tanto que me compro libros casi cada semana, pero los libros de Sant Jordi tienen algo especial. Me encanta tener "fichado" el libro que me compraré desde mucho días antes y esperar impacientemente a comprarlo el 23 de abril. Es como si lo leyera con más ganas, como si significase mucho más que otros libros. Suelo dejar aparcadas las demás lecturas para darle prioridad a los libros de Sant Jordi.

Y por supuesto, me gusta que me regalen libros y me gusta regalarlos. Lo que más me gusta es sorprender, y por supuesto que me sorprendan (sobre todo porque no lo pongo fácil: soy ávido lector y encima librero, combinación terrible para quien tenga que regalarme un libro). Este Sant Jordi será la primera vez en 10 años que no siga esta parte de la tradición de Sant Jordi. Ni regalaré ni me regalarán. Y la verdad es que lo echaré de menos. El último libro que me regaló mi ex fue nada más y nada menos que "La soledad de los números primos", probablemente mi libro preferido de esta década y de lo más bonito que he leído jamás. Las vidas de Alice y Mattia me marcaron tanto que aún hoy sigo acordándome de ellos. Como dos viejos amigos que no volveré a encontrar. Veo difícil que alguien supere este regalo.


Este año voy a autorregalarme no uno sino dos libros. Y una piruleta con forma de rosa. Esta vez me ha costado más que nunca elegirlos, pero ya los he decidido: Las obras selectas de T.S. Spivet (Reif Larsen) y Antes de las jirafas (Matías Candeira). Ya los comentaré puntualmente en este blog.

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Our aspirations are wrapped up in books


Hoy haré un repaso por todos esos libros que más me han marcado. Todo lo que me han enseñado y lo que me han hecho disfrutar. Me voy a dejar muchos en el tintero (es el problema de leer "demasiado" y no tener tan buena memoria como me gustaría), pero intentaré que esta selección sea un pequeño repaso de mi vida lectora. Y a vosotros, ¿qué libros os han marcado a fuego?


Michael Ende - La historia interminable
Ya lo dije hace un par de días: fue mi primer libro "de mayor". Sigue fascinándome cómo trata la relación que se establece entre un libro y su lector. Cómo incluso el libro más vendido consigue hacerte sentir su único lector mientras navegas entre sus páginas. Sólo yo he cruzado junto a Atreyu el oráculo de las esfinges. Imprescindible tener la edición con las ilustraciones que abren cada capítulo e impresión a dos tintas.
Los buenos libros te absorben absolutamente.




Andreu Martín + Jaume Ribera - Serie Flanagan
En este caso, no se trata de un solo libro, sino de toda una colección narrando las aventuras de Flanagan, un detective adolescente. De pequeño, mi sueño era ser detective. Con estos libros, aprendí que ni siquiera los detectives se libran de hacer los deberes y sufrir. Mucho humor y casos que enganchan. Novelas juveniles que se pueden disfrutar incluso de mayor. Porque si por algo destaca Flanagan es por describir mejor que nadie qué significa crecer. Libro a libro, creces y evolucionas con Flanagan. Mi favorito: "Los vampiros no creen en Flanagan", pero todos son fantásticos y aún hoy devoro cada nuevo libro de la serie que publican.
¿Ser detective? No hay nada más misterioso ni fascinante que vivir.




Michael Crichton - Parque Jurásico
Después de ver la película 4 veces en el cine, todavía me quedaban ganas para más dinosaurios, así que me compré el libro. Y me encontré la mejor novela de aventuras, además de la mejor novela de Michael Crichton. Una fábula sobre la codicia del ser humano, sobre cómo se ordena el caos, sobre cómo la naturaleza siempre encuentra su camino. Fascinante es poco. Mucho más que un best seller.
El libro siempre es mejor que la película.




Arthur Conan Doyle - Estudio en escarlata
Sherlock Holmes es un personaje imprescindible de la literatura. Drogadicto pero lúcido, antisocial pero con don de gentes, descuidado y analítico, científico y artista... Un cúmulo de contrastes que lo hacen único. Un consejo: no os leáis las aventuras completas de Sherlock Holmes de una tacada porque aparte de un empacho literario, llega un punto que detectas enseguida los trucos de Conan Doyle, los casos pierden todo su misterio. De todos modos, lo que más fascina de estos libros es el propio personaje de Sherlock Holmes, todo lo demás es accesorio para que él pueda lucirse. Mi favorito: "Estudio en escarlata".
Las respuestas están en los pequeños detalles.




Stephen King - It
Empecé con 11 o 12 años a devorar los libros del señor King. Y entre mucha morralla (que la tiene), hay verdaderas obras maestras: "Misery", "Carrie", "Apocalipsis", "La larga marcha", "El juego de Gerald", "La tienda", la saga "La Torre Oscura", etc. Pero "It" es el mejor de todos. Qué bien explota los miedos que todos hemos tenido. Un lavamanos nunca había sido tan terrorífico. Y si el problema de Stephen King son los finales (sus libros suelen desinflarse en la última recta), ésta es la excepción: qué llorera. El inevitable olvido.
La vida nos tiene reservados caminos separados para cada uno, y eso no es malo.


Terenci Moix - El día que murió Marilyn
Mi libro favorito de mi autor favorito. También fue el primero que me leí. Me enamoré ya de sus primeras frases: "A veces, aún te deseo. Quizá ahora mismo. Ahora, quizá te abrazaría. Pero siempre con miedo, siempre con miedo y un poco más de tedio". Retrato generacional. La posguerra a pie de calle. La aventura de hacerse mayor en un mundo donde los adultos son más inmaduros que tú mismo. Los amores y los amigos perdidos. Las vacaciones de verano que no volverán. Nostalgia en estado puro. No sólo del pasado: también nostalgia del futuro que no fue. Hay cierta despedida bajo la lluvia que me parece lo más emotivo y verdadero que se ha escrito jamás. Tengo pendiente releerlo, ya haré crítica completa en el blog.
Te conviertes en un verdadero adulto el día que te das cuenta que sólo puedes depender y apoyarte en ti mismo.


Oscar Wilde - El retrato de Dorian Gray
Y mi otro libro favorito junto al anterior. Una obra para la que no pasan los años; cada vez que la leo me parece más actual. Oscar Wilde en estado de gracia. Diálogos brillantes y una historia descarnada sobre la vanidad. El culto al físico por encima de todo lo demás, todo lo que sacrificamos a cambio de cosas fugaces. También habla de lo monstruosos que nos volvemos por culpa del amor... o de la ausencia de él. Recomiendo la lujosa edición de Galaxia Gutenberg, una maravilla.
Acepta tus defectos para vivir libremente y sin hacer daño a los demás.




Bret Easton Ellis - Glamorama
Después de dos autores tan recargados como Oscar Wilde y Terenci Moix, el estilo glacial de Bret Easton Ellis me impactó. Sus libros siempre retratan con precisión quirúrgica a gente perdida en un mundo absurdo del que no saben salir. Flotan por la vida dando torpes brazadas. Todas sus novelas son magníficas, pero personalmente me quedo con "Glamorama". Ese mundo de modelos terroristas y gente tan famosa que ya ni se reconocen unos a otros.
No busques la perfección: todo tiene manchas.


Mark Haddon - El curioso incidente del perro a medianoche
El mundo visto a través de los ojos de un niño autista. A estas alturas, quizá el libro os parecerá sobrevalorado, se le ha dado mucha publicidad. A mí me sigue pareciendo una joya. A través de las reglas "absurdas" por las que se rige el mundo de Christopher, te replanteas tu forma de entender lo que te rodea. ¿Por qué hay cosas que damos por sentadas? ¿Por qué un buen día es ése que hace un sol radiante y no el día que te cruzas con cinco coches rojos?
Nada como un cambio de enfoque para verlo todo más claro.




Chuck Palahniuk - Nana
Con un estilo clínico y salvaje parecido a Bret Easton Ellis (sin llegar a su altura), se trata de otro autor imprescindible, aunque sus 2 últimos libros (Rant y Snuff) sean espantosos. "Nana" me parece su mejor obra, incluso por encima de "El club de lucha" o "Monstruos invisibles". Una road movie enloquecida para destruir todos los ejemplares de un libro de poemas africanos con el poder de matar a quien lo escucha. Como siempre, Palahniuk no deja títere con cabeza. No tiene piedad. Nosotros tampoco.
A menudo olvidamos el poder de nuestras palabras.


Kazuo Ishiguro - Nunca me abandones
Triste y desolador. Durísimo, tan duro como esos días negros en que parece, que tu vida se derrumba. Al terminar el libro, no pude dejar de pensar en él durante semanas. Hablé más a fondo de todo lo que me transmitió esta historia en la crítica de la película. Una pequeña joya a la que afortunadamente, ahora se le hace un poco más de caso gracias a la película. Esta semana he vendido varios ejemplares en la tienda y no podía dejar de sonreír.
Aprovecha cada segundo, porque al final del día no hay mayor recompensa que haber vivido.


Haruki Murakami - Crónica del pájaro que da cuerda al mundo
Para mí (a falta de leer "1Q84"), el libro más críptico, intimista, apasionante y complejo del autor japonés de moda. Es de esos libros en los que "no pasa nada" y sin embargo te mantienen enganchado. No puedes soltarlo. Alucinas con el protagonista mientras su vida se va volviendo más y más absurda. Su mujer le ha dejado por causas desconocidas,, y en la búsqueda de respuestas, primero tendrá que volver a descubrir quién es él. Se rodeará de gente muy extraña que no sabes si quiere ayudarle o todo lo contrario.
No te reencontrarás a ti mismo en el fondo de un pozo: sal de ahí.




Paolo Giordano - La soledad de los números primos
Quizá el libro más bonito que he leído jamás. La sensibilidad de Giordano es única. Se fija en los pequeños gestos, defectos y manías de sus personajes para explicarte no sólo cómo es su vida: también cómo es la tuya. No me cansaré jamás de recomendar esta maravilla. Una oda a la compañía del silencio. Es un libro que todo el mundo debería leer, aunque muy poca gente será capaz de apreciarlo. O eso creía, porque hasta ahora me consta que todos los que lo han leído gracias a mi insistencia, han quedado fascinados por sus páginas. Siento que mi primera crítica no le hacía justicia a su grandeza, tengo que releerlo y recomentarlo.
Hay que aprender a soltar lastre y seguir adelante.

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C'est l'homme ideal, charme au masculin... Sexy boy

No me considero fetichista de nada. Pero no sé qué tendrán los chicos que leen que me vuelven loco. Basta con que sean mínimamente monos y tengan un libro entre manos. La atracción aumenta si además el libro es bueno: algún clásico, algún autor poco conocido... todo lo que se aleje de los best-sellers. Los veo concentrados en la lectura, en el tren, el metro, un parque o un banco, ajenos a lo que los rodea, con el ceño fruncido y esa media sonrisa muy seria que todos tenemos cuando disfrutamos de un libro, y mi imaginación se dispara, mucho más que si estuvieran enseñando carne.


Quizá influye que, por desgracia, no sea tan habitual ver a un hombre joven leyendo. Y menos gay. Recuerdo cuando en el colegio y el instituto me tildaban de gay por preferir quedarme sentado leyendo la bibliografía entera de Stephen King en vez de darle patadas a un balón. Y yo pensaba: sí, soy gay y sí, me gusta leer, per una cosa no tiene que ver con la otra. Tuve que crecer para confirmarlo. Tengo amigos gays y lectores, pero son los menos. Que tampoco pasa nada por no leer un libro, nadie se muere.

Pero los libros constituyen una parte muy importante de mi vida, así que para mí es un tema de conversación casi imprescindible con alguien. Poder hablar de literatura y autores y recomendaciones y capítulos y frases, lo que me ha transmitido cierto pasaje. Disfruto más de esto que hablando de otros temas divertidos sin duda pero que no me llenan del mismo modo. Por eso me apasiona tanto ser librero, y así poder hablar con los clientes de tal o cual libro. Ahora menos, pero en mi anterior librería generalista, me pasaba horas hablando de los libros, los que teníamos en la tienda y los que no. Iba conociendo a los clientes, sus gustos, y les recomendaba libros acordes: a veces a sabiendas de que les gustarían, a veces por intuición. Rara vez fallaba. La gente menos lectora me miraba con cara de susto y preguntaba: "¿Pero te los has leído todos?". Ojalá.

Y volviendo al fetichismo que comentaba al principio, una de las primeras cosas que valoro cuando conozco a algún chico u hombre que me gusta es si tiene o no tiene "cara de leer". No sabría describir qué significa eso de "cara de leer", pero no suelo equivocarme. Supongo que me fijo en eso porque para un polvo da igual, pero no podría compartir mi vida con alguien que no le guste leer. Y otra cosa que me vuelve loco son los escritores guapos. Y que escriban bien, claro. Soy capaz de comprarme toda su obra. Bret Easton Ellis no es guapo pero escribe de tal manera que me da morbazo. Javier Montes y Paolo Giordano son mis últimos descubrimientos: tan guapos como buenos escritores. Supongo que los clásicos estarían orgullosos de mis manías. Mens sana in corpore sano.

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Hidden on the pages is the answer to a neverending story

Libros. Como librero me paso el día rodeado de ellos. Y como lector, además me sumerjo cada día en ellos. Siempre han formado parte de mi vida y aunque no necesite un 23 de Abril que me empuje a regalarlos, comprarlos o leerlos (garantizo que hay gente que se piensa que sólo vendemos libros ese día), sí me gusta el día de Sant Jordi. Celebrar la cultura, la lectura. Por eso, estos días que quedan hasta la Diada los voy a dedicar en mi blog a los libros, a mis libros, a lo que significan para mí y lo que me aportan.


Los libros siempre han formado parte de mi vida, desde muy pequeño. Tengo la suerte de pertenecer a una familia con tradición lectora. Al menos por parte de algunos miembros de la familia: mis abuelos, mi madre, yo. Otros familiares no han abierto un libro en su vida. Está bien: el placer de la lectura no es algo que se pueda forzar. De hecho, ése es el error del sistema educativo: en vez de incentivar la lectura, los profesores asustan a los críos imponiéndoles unos libros que no me leería ni yo. Deben hacerlo por venganza de habérselos tenido que leer ellos.

Ya desde pequeño recuerdo que mi abuela me llevaba a un Happy Books hace años desaparecido, cerca de Paseo de Gracia, con una enorme cafetería y un jardín. Era una gozada merendar rodeados de libros. Con nueve años me animé a leer "La Historia Interminable", sentí que era mi primer libro "de mayor". Dejaba atrás unos libros que me tenían fascinado, en plan "Elige tu propia aventura" pero con ilustraciones llenas de pruebas visuales, secretos y laberintos. "La Historia Interminable" me marcó tanto que, años después, nuestra primera librería le rendía homenaje, llamándose Koreander.


Desde entonces, mi vida ha sido un no parar de leer libros, descubrir autores, maravillarme con los mundos en los que me sumergen. Ha habido muchos libros buenos, unos cuantos brillantes y también alguno malo, aunque a estos último no les doy muchas oportunidades: si un libro no me engancha, lo dejo. Los libros me han acompañado en los peores momentos, me han dado fuerzas para seguir, me han enseñado valiosas lecciones. También me han iluminado, me han hecho llorar y reír, me han distraído, intrigado, emocionado, horrorizado. Me han reconfortado.

De adolescente, iba mucho a la biblioteca, pero con el tiempo dejé de ir: hace años que no piso ninguna. Y es que los libros me hacen tanta compañía que necesito tenerlos conmigo, sentirlos bien cerca. No me gusta pensar que ese libro que estoy disfrutando tanto tendré que devolverlo. Me gusta conservarlos en la estantería, saber que están ahí si algún día necesito sus consejos o su magia. Cuando hago una mudanza, no me siento en casa hasta que no tengo mis libros favoritos y mis autores fetiche bien a la vista. Es curioso porque al releer un libro, siempre te cuenta algo nuevo. Como si el escritor lo hubiera corregido mientras no mirabas, le hubiera añadido nuevas palabras y nuevas páginas. Hay un libro para cada momento. Un libro que hoy te deja frío mañana te marcará, y al revés. Quizá incluso hay un libro para cada persona.


Mi sueño siempre ha sido llegar a publicar un libro. Estoy en ello: después de años de letargo, me he puesto manos a la obra y he retomado con ganas una novela que tenía a medio escribir.  Tengo ganas de terminarlo y poder sentir el mismo orgullo que cierto amigo que cumplió su sueño de publicar: orgullo hacia su criatura, su creación; satisfacción. Quiero tener esa sonrisa que se le pone a él cuando habla de su libro, cuando explica detalles y secretos de su elaboración. El día que pueda poner mi propio libro junto a los demás libros que me han acompañado a lo largo de mi vida, sé que todo habrá merecido la pena. Todo.

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Source Code / Código fuente

-What would you do if you knew you had one minute to live?
-I'd make those seconds count.

Tenía muchas ganas de ver esta película. Duncan Jones (director de "Moon" y además hijo de David Bowie) y Jake Gyllenhaal son ya dos motivos potentes para ir al cine. Si además le sumas una buena historia que mezcla thriller y ciencia ficción con la dosis justa de romance, no hay excusa. Ya soy un habitual de los cines Verdi, tengo que averiguar si tienen algún abono porque cada semana me tienen allí gracias a su espectacular cartelera.


Colter se despierta a bordo de un tren con destino a Chicago. "He seguido tu consejo", le dice la chica que está sentada frente a él. Más tarde averiguará que se llama Christina. Al cabo de 8 minutos, el tren explota y Colter vuelve a despertarse, esta vez dentro de una cápsula, donde descubre que le habían transportado a la mente de uno de los pasajeros del tren, para que recopile pruebas que ayuden a detener al terrorista que lo hizo explotar. Colter tendrá que volver una y otra vez al tren, hasta cumplir su misión. No se trata de cambiar el pasado. Se trata de evitar futuros atentados gracias a la información que obtenga.

Está claro que cada cual interpreta las cosas a su manera. He leído opiniones muy dispares sobre el mensaje de "Código fuente". Por ejemplo, en una de las críticas que leí, comentaban que la película habla de disfrutar del ahora y de las cosas pequeñas que nos brinda la vida. En otra, que el amor nos lleva a perseguir lo imposible. Y en la maravillosa crítica de Blog de Cine, destacan que "Código Fuente" habla de deseos, de decisiones, de ver lo que tienes, descubrir lo que deseas e ir a por ello. Ninguna de estas interpretaciones son mentira, todas me parecen muy válidas.


Pero para mí, la película habla de nuevas oportunidades. De que siempre es posible empezar una etapa nueva de tu vida, de que tienes derecho a hacerlo. Todos los sacrificios y toda la mierda que has soportado no pueden ser en vano. Para ello, primero tienes que reconciliarte con ese pasado que quieres dejar atrás, cerrar todos los cabos sueltos. Con la tranquilidad de que ahora tomarás las decisiones correctas gracias a los errores cometidos en el pasado. Y, entonces sí, liberado de ese pasado, aceptarás la persona en la que te has convertido ("That's the new me") y disfrutarás relajadamente, con una sonrisa de satisfacción, de todo lo que has conseguido. Que no es poco.

"Código fuente" va rizando el rizo. Sin estridencias. Juega a sorprenderte cuando creías que ya lo sabías todo. Pero lo mejor es que se trata de una película humilde, honesta, sin más efectos especiales de los necesarios ni momentos trascendentales fuera de lugar. Podría decirse que se trata de una película de ciencia ficción contenida, intimista: al final, lo importante es, siempre ha sido la peripecia personal de Colter. Su evolución, o su aprendizaje.

Por eso emociona tanto ese plano congelado de puro cine (cuando lo veáis, sabréis cuál es), porque consigues sentir lo mismo que Colter. Es un momento mágico, de esos por los que te satisface haber pagado 8€ de entrada y así disfrutarlos en pantalla grande de alta definición y con sonido envolvente. Preocuparse de que lo que se expone en la película no es científicamente plausible sería desviarse del tema. "Código fuente" es una bonita fábula. Tan irreal como la gota de mercurio que hay en pleno Millenium Park de Chicago, y sin embargo tan real como esa skyline curvada que refleja.


Everything's going to be okay.

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Gang Bang (Obert fins a l'hora de l'Àngelus)

El mundo ha acabado. Es terrible no tener nunca suficiente.

La polémica vende. Y polémica es lo que han buscado con esta obra. Desde el propio título hasta la ambientación: situar la acción durante la visita del Papa a Barcelona. Las malas lenguas dicen que incluso el famoso incidente en que dos espontáneos interrumpieron una de las primeras funciones al grito de "¡Viva Cristo Rey!" fue un montaje para compensar las malas críticas del estreno. No me extrañaría: ya es casualidad que esas personas irrumpieran justo el día que estaban allí las cámaras de BTV y que además pudieran salir sin ser identificados de una sala cuyo pasillo es tan largo como estrecho y te obliga a pasar junto a numerosos miembros del personal del teatro. Pero en fin, no nos vamos a caer ahora de un guindo, ¿verdad?


Lo triste es que, por lo general, estas polémicas se hacen cuando no hay nada más que ofrecer. El mensaje es tan vacío que hay que ponerle un envoltorio que dé que hablar. Un ejemplo reciente: Lady Gaga y su refrito "Judas". Y digo que lo de "Gang Bang" es triste porque detrás de tanta polémica, detrás de todas esas escenas escatológicas, lluvias doradas, actores en calzoncillos, slings, puños, cadenas, chistes sobre la Iglesia y demás intentos de transgresión, se esconde una buena historia. La polémica la lastra. La polémica y la pretenciosidad: demasiados personajes, demasiadas líneas de acción simultáneas, demasiadas tintas cargadas contra demasiados frentes.

Le quitas todo eso, y te queda la emocionante historia de unas personas atrapadas en la oscuridad de un local llamado "La Luz". Allí, esperan furiosamente un último tren que les saque de una vida que no les gusta. Todos acumulan frustraciones, todos buscan algo allí que nunca van a encontrar, y lo saben perfectamente pero dejan que las horas pasen confiando estar equivocados. Todos necesitan un cambio en su vida, todos culpan a los demás de sus desgracias, todos dan vueltas sin rumbo a lo largo y ancho de La Luz. Todos se sinceran con desconocidos porque eso es más fácil que sincerarse con uno mismo. Necesitan un milagro. Pero ¿existen los milagros? Quizá.


Me quedo con el personaje de Adela (enorme Àngels Poch), la dueña de ese local donde los hombres van a desahogar su sed de sexo. Ella es la que tiene las mejores escenas y la que pronuncia las mejores frases. Gran momento cuando descubres que la mujer se ha tatuado los nombres de los hombres que la han traicionado a lo largo de su vida, para no olvidarlo y no perdonárselo a sí misma. Adela también asegura que se fía sin problemas de toda esa gente influyente que acude anónimamente a su local: "De los que se desahogan te puedes fiar. Los peligrosos son los otros, los que se reprimen; ya sabes cómo acaba eso."

Pero su gran discurso lo pronuncia a media obra y para mí resume perfectamente de qué va "Gang Bang" debajo de todo ese maquillaje. He intentado buscar las frases exactas por Internet pero no lo he conseguido, así que voy a recrearlo de memoria. Espero encontrar el texto original algún día, porque es un monólogo fascinante. Verdades como puños.

Te pasas toda la vida esperando a que ocurra algo, una señal, que llegue esa fecha concreta. El 11 del 11 del 11, por ejemplo. Ése día será único, por fuerza tiene que ocurrir algo. Tu vida cambiará. Seguro. Pero luego llega ese día, y no pasa nada, todo sigue igual que siempre. Así que continúas adelante, como siempre, y te inventas una nueva fecha mágica en la que depositar todas tus esperanzas.

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Janne Teller - Nada

Significado. Vosotros no nos habéis enseñado nada. Así que lo hemos aprendido solos.

De novela vetada a lectura recomendada en los institutos. Ésa ha sido la trayectoria de este libro en Dinamarca, Francia y Alemania. Parece mentira. A estas alturas, y en plena Europa, pero así están las cosas. Debe asustar que alguien haga pensar a los jóvenes. Que no les escriba una novela juvenil sobre amores insulsos sino sobre ellos mismos, sobre el mundo en el que viven, sobre lo que importa y lo que no. Afortunadamente, hay escritoras como Janne Teller, dispuestas a asumir el riesgo.


La sombra de "El señor de las moscas" planea sobre "Nada", que no llega a la altura del clásico pero consigue removerte las entrañas. Te marca. Es la historia del aprendizaje que vivirá la clase de 7º A de un pequeño pueblo danés. Uno de los alumnos, Pierre Anthon, se sube un día a un árbol y se niega a bajar de allí: "Nada importa", recita mientras lanza manzanas a quienes se acercan. "No merece la pena hacer nada". Sus compañeros deciden demostrarle que se equivoca, que hay cosas que sí importan.

La novela es la búsqueda de todas esas cosas que importan. Los alumnos de 7º A van desprendiéndose de sus objetos favoritos, acumulando lo que ellos llaman "una montaña de significado". Sus ganas de derrotar el nihilismo de Pierre Anthon son tan fuertes que se meten en una peligrosa espiral. "Nada" nunca pierde su fría elegancia, pero la búsqueda de significado se vuelve más cruda y salvaje a cada capítulo. Asistes aterrorizado a la crueldad inocente de esos críos, empeñados en demostrar lo indemostrable.


Al final, la novela te obliga a hacer examen de conciencia. ¿A qué cosas llenas de significado has renunciado a lo largo de tu vida creyendo que no importaban? "Nada" nos recuerda lo barato que nos vendemos: al mejor postor, al mejor mentiroso, a los poderes absolutos, por un poco de amor, por un poco de dinero, por un poco de fama. Sacrificamos todo a cambio de nada.

Al cerrar el libro, me sentí absolutamente vacío. No sé si vacío es la palabra. Limpio, como después de una intensa ducha de hora y media. Estuve diez o quince minutos en silencio. Observando mi salón, lo que había más allá de la ventana; hojeando otra vez el libro, anotando las mejores frases en mi Book Journal. Pensando, pensando mucho. Acumulando en mi mente, despacio, con cuidado, mi propia montaña de significado.

Leedlo.

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David Monteagudo - Fin

-Creo que hemos venido aquí para eso -dice Cova buscando los ojos de Hugo-, para acabar. Todo se ha acabado, también nosotros, nuestro matrimonio, nosotros mismos... Esto es el final, ¿no lo entiendes? ¡Es el final de todo!

No es habitual que un libro de la editorial Acantilado (que sólo publica Literatura) se convierta en superventas. Así que cuando el pasado Sant Jordi noté que "Fin" de David Monteagudo iba a ser uno de los más vendidos (y sí, al final lo fue), me sorprendí y me alegré. No lo había leído todavía, pero si lo publica Acantilado tienes la garantía de que un mínimo de calidad tendrá. Hoy me he enterado de que Alejandro Amenábar ha comprado los derechos de adaptación del libro. He esperado casi un año a leerlo. Como siempre, parece que los libros no se enfadan, esperan pacientemente a que los cojas en el momento idóneo.


El argumento no es gran cosa: un grupo de amigos se reúne en un refugio de montaña para hablar y ver las estrellas, y recordar así la última noche que pasaron juntos hace 25 años. Se produce un apagón y las estrellas brillan más que nunca. A la mañana siguiente, uno de ellos desaparece. La tensión desata viejas rencillas enterradas, pero nunca olvidadas. Y así, lo que empieza como una versión castiza del "Cazador de sueños" de Stephen King (libro que tras 100 páginas prometedoras se derrumba y es uno de los libros más ridículos del autor), pasa a ser una especie de "Diez negritos" de Agatha Christie en medio de la desolación de "La carretera" de Cormac McCarthy.

Desolación es la palabra clave de "Fin". Porque el libro te atrapa, no puedes soltarlo (yo lo he leído en apenas 4 días), pero te deja más y más desolado página tras página. Intuyes lo que ocurrirá, pero sigues leyendo con la esperanza de estar equivocado. No hay efectos especiales, sólo un magistral trabajo de personajes: los llegas a conocer tanto que sufres con ellos; sientes su miedo, su desorientación, su necesidad de respuestas e incluso su odio.


Los diálogos son espectaculares: parece que haya una grabadora registrando todo lo que hablan los personajes y reproduciéndolo tal cual en el libro; oyes sus voces, las reconoces sin necesidad de que se especifique quién dice qué. El narrador, por su parte, es despiadado: se comporta como una cámara enfocando de un lado a otro, deslizándose en silencio, sin juzgar pero sin ofrecer ayuda tampoco. Y la ambientación resulta terrorífica incluso a pleno sol, con destellos de una naturaleza cada vez más desatada. No hay escapatoria.

"Fin" mezcla géneros: drama, realismo, ciencia ficción, terror. Más allá de etiquetas, considero que esta historia es una contundente alegoría sobre los efectos devastadores del desprecio, el sentimiento de culpa, el rechazo, los reproches, la incapacidad de pedir perdón. Lo cierras temblando, en plena catarsis. Para mí, este "Fin" ha supuesto un nuevo e instructivo comienzo.

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Let it shatter the walls for a new sun

Estoy bastante harto de los aires apocalípticos cada vez más presentes en películas, libros, videojuegos, videoclips, etc. Y mira que me atraen desde siempre los ambientes apocalípticos; no en vano, adoro cosas como "Akira", "Neon Genesis Evangelion", "Hijos de los hombres", "Mecanoscrit del segon origen", "La carretera", etc. Yo mismo llevo medio escrita una novela ambientada en un mundo que se ha ido al traste. Pero creo que últimamente, con la excusa de que el 2012 se acerca, se están pasando. Hay una saturación brutal en todos los medios. Sin ir más lejos, el otro día salía a la venta un juego de coches ambientado, cómo no, en un mundo destruído. 4x4 y karts saltando entre edificios en ruinas y carreteras levantadas. ¿De verdad es necesario?


La gente, en general, está encantada. La muerte nos asusta, pero parece que esa catástrofe cósmica inminente nos fascina. Morir solo aterra, morir junto al resto de la humanidad es un espectáculo del que hay formar parte. Y los más listos se aprovechan editando todo lo que pueden y más. Libros desérticos, películas de catástrofes bíblicas, videojuegos apocalípticos... No sabes si intentan prepararnos "por si acaso" o si corren a enriquecerse antes de que se pase la fecha. Da la sensación de que la única intención sea recrearse en la destrucción gratuita.

Intuyo que el año que viene va a ser agobiante. Si ahora ya cuando ocurre alguna catástrofe natural, la prensa se ensaña y le da una trascendencia mística, como telepredicadores intentando que nos sintamos culpables de algo, no quiero ni imaginarme qué harán conforme se acerque el 21 de Diciembre de 2012. Y la de sectas que surgirán. Ya ocurrió con el año 2000, y entonces no había una profecía maya por cumplir.

Por eso, en medio de este panorama, me parece muy positivo que aparte de canciones optimistas como "Firework", "Raise Your Glass", "We R Who We R", "I'll Be Yours" o incluso "Born This Way", haya videoclips como el de "Till The World Ends" de Britney Spears. Con los teasers, me enfadé: "Hasta ella sucumbe a los tintes apocalípticos". Edificios derrumbándose, gente buscando refugio y demás. Afortunadamente, el vídeo acaba con un sol saliendo por el horizonte. Britney sale de las cloacas y sonríe.
 

Por eso creo que me gustó tanto Berlín: han pintado las ruinas y han cubierto los edificios grises de la postguerra con graffities, coloristas y reconfortantes. Del desastre han creado cultura. Por eso me gustan también los japoneses: tienen tan asumido que nada es eterno, que no sólo disfrutan del momento actual, sino que tras una desgracia saben reponerse y resurgir como un ave fénix.

La noche que precede al nuevo día. "Cambio de ciclo", que dice una amiga mía. Y sí, espero que sea eso lo que ocurra el 22 de Diciembre de 2012. Que el sol salga como siempre pero parezca más nuevo que nunca. Y el mundo siga adelante con fuerzas renovadas. Los finales no son el final: las cosas que terminan nos enseñan a evolucionar, a dejar la puerta abierta a nuevas cosas por venir.

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I've said too much, I haven't said enough

Por lo general, me gusta que las cosas se digan sin ambages. En ese sentido, no me gustaría ser japonés. Para ellos, el "no" rotundo no existe, todo tienen que ser rodeos y sutilezas, mucho tacto, mucho estudiar los gestos para acabar descifrando que ese "Es muy posible" en realidad significa "Ni en broma". Debe ser agotador. Pero en el fondo les comprendo, porque a veces ser directo asusta. A veces da miedo esa incertidumbre. Da miedo decir demasiado, pero también da miedo no haber dicho suficiente. Y en ambos casos lo que más asusta es la respuesta, o incluso la ausencia de ella.


Ninguna canción describe tan bien este proceso mental como "Losing My Religion" de REM. Sí, quizá nunca le habíais prestado atención pero la letra no va de Dios ni de la religión ni de la fe. Nada de eso. Una buena amiga me hizo abrir los ojos una noche que vimos el vídeoclip en Rac 105. Va de esperar ansioso a que el otro mueva ficha, de reconcomerse por dentro pensando que nos hemos excedido, o que quizá no hemos sido lo bastante explícitos. Va de estar eufórico al creer que detectas una reacción del otro, y hundirte después cuando ves que era una falsa alarma.

Esta entrada viene a raíz de la película Bon Appétit, que me hizo recordar esos momentos de incertidumbre que todos hemos sentido, cuando te debates entre la posibilidad de estropear algo bonito y la angustia de dejarlo escapar si no haces nada. "Hay que dejar fluir", suele decir esa amiga mía. Y es cierto, hay que dejar fluir, que las cosas vayan ocurriendo con naturalidad y las piezas encajando como tengan que encajar, pero es mucho más sencillo dejar fluir cuando sabes el punto exacto de desembocadura. En caso contrario, más que dejar fluir parece que estés flotando por el espacio, sin rumbo y con el oxígeno agotándose.


Así que si tenéis ganas de decir algo, decidlo. Entre decir demasiado y no decir nada, siempre es mejor decir demasiado, porque en realidad ese demasiado nunca será tan bestia como parecía en vuestra cabeza. Eso sí: primero, preparad bien el terreno para que se den las circunstancias más propicias, tened paciencia, buscad las palabras correctas y, llegado el momento oportuno: gritadlo. Que no pueda venir luego Isabel Coixet a grabar una secuela de "Cosas que nunca te dije". La respuesta nunca será peor de lo que habíais imaginado; de hecho, generalmente será mejor y os dejará con una sonrisa. Serenidad, por fin.

Una cosa hecha con moderación puede ser juzgada insuficiente. Es necesario "hacer demasiado" para no cometer errores.
(Yamamoto Tsunetomo, "Hagakure")

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#CainQshot / It must have been some old pictures I found

No podía faltar a la primera exposición de mi amigo Coque (CainQ). Aún recuerdo cuando hace 11 años él estudiaba cine en Barcelona y, sentados en nuestro rincón del Schilling, me hablaba con ilusión de los cortometrajes que planeaba rodar, todas esas historias e imágenes que desbordaban su mente. Al final los sueños de ser director de cine se quedaron por el camino. Los suyos y los míos. Pero el arte sigue presente en nuestras vidas. Yo sigo escribiendo y él ahora hace fotografías. ¡Y qué fotografías!


CainQ tiene un talento especial, no sólo para despertar el morbo del espectador (que también, y no sólo enseñando carne: su foto más morbosa para mí sólo muestra a alguien vestido, medio mordiéndose el dedo). Tiene un talento especial para sacar lo mejor de todos sus modelos. Todos sin excepción salen más guapos que nunca, más seguros de sí mismos que nunca. Y eso se nota. Da igual que estén encima de la cama, en un descampado, en medio de una fábrica o afeitándose la cabeza en un pequeño lavabo. Esa belleza sale al exterior, desbordada, esa seguridad les otorga un aire inconfundible de reyes del mundo. No he posado para él todavía, pero no negaré que a pesar de mis reparos (odio hacerme fotos), tengo cierta curiosidad de comprobar por mí mismo porqué se da este fenómeno...

Me impactó entrar al Espacio Crea (Elche) y ver sus fotos expuestas en una sala que casaba tan bien con ellas: tan neoyorkina, tan urbana con  sus paredes rugosas y sus columnas llenando la amplitud del espacio. Ya conocía la mayoría de fotos, de hecho le ayudé a seleccionar un par con las que tenía dudas, pero verlas todas ampliadas, en un buen soporte y colgadas en fila a lo largo y ancho de 3 paredes fue una sensación maravillosa. Inolvidable. Era volver a descubrir imágenes antiguas como si fueran completamente nuevas, dejarme sorprender otra vez por ellas, encontrarles una emoción nueva. Nostalgia, felicidad, pasión, amistad, cariño, orgullo, morbo, decisión, desparpajo... Compartiendo esos retazos de su vida, esos recuerdos que se ha construído para él, CainQ nos evoca también instantes similares de nuestra vida.


Es curioso cómo comentando la exposición con otras personas, todos teníamos nuestra foto favorita y en ningún caso coincidía. No sé si eso es una muestra de la variedad o de la calidad, o de ambas cosas... Si pasáis por Elche, no perdáis la oportunidad de comprobarlo vosotros mismos. Y sino, siempre tenéis el Tumblr donde CainQ promociona sus obras.

¿Mi favorita? Su autorretrato con los ojos cerrados y confettis cubriéndole ambos párpados. Pura poesía. Al subir las escaleras hacia la calle (decoradas, por cierto, con otra foto fragmentada), no pude evitar recordar todo lo que hemos vivido en estos 11 años. ¿Dónde estaremos dentro de otros 11? ¿Cuántos nuevos sueños habremos cumplido? ¿Cuántas nuevas fotos nos lo recordarán? Muchísimas, espero.