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Musashi Miyamoto - Dokkôdô (El camino que se debe seguir solo)

Este Dokkôdô lo escribió el guerrero Musashi Miyamoto apenas una semana antes de su muerte, confinado en la cueva donde pasó la mayor parte de sus últimos años. Es lo último que se conserva escrito de su puño y letra y lo forman 21 preceptos con los que el maestro intentaba resumirle su propio código de autodisciplina a su discípulo favorito. Es un texto corto pero fundamental y especialmente críptico, hay frases que pueden significar cosas muy distintas según la traducción (algunas interpretaciones, incluso nos chocarían hoy en día).


Como ocurre con todos estos textos ancestrales (por aquí ya he comentado el Hagakure y El Arte de la Guerra), conviene no tomárselos al pie de la letra: al fin y al cabo, son fruto de una época y unas circunstancias muy concretas. Hoy ya no quedan guerreros que deban mantenerse fieles a la estricta doctrina del bushidô. Pero, como sea que el texto pretende aportar las claves para una vida más honesta y noble, sí deberíamos ser capaces de extraerle la esencia y quedarnos con aquello que nos pueda ser útil.

En cualquier caso, creo que resulta fascinante poder disfrutar del legado filosófico de un samurái mítico, acerca de cuya vida se han hecho decenas de películas, novelas, mangas, ensayos... Hay ciertas frases impactantes, otras evocadoras y algunas que quizá provoquen indiferencia. Pero no dejan de ser las últimas palabras que quiso transmitir el maestro y quizá por ello, las más importantes.

Os dejo los 21 preceptos, seleccionando para cada uno de ellos la traducción que más me ha gustado.


Acepto todo de la manera que es, no me rebelo contra los caminos del mundo.

No siento parcialidad por nadie ni nada.

Nunca intentaré aprovechar ningún momento de facilidad.

Pienso ligeramente en mí y profundamente en el mundo.

Estoy libre de codicia a través de mi vida.

Nunca lamento algo que he hecho.

De ningún modo envidio a otros por su buena suerte, o me quejo de la mía si es mala.

No me lamento de aquello que se ha ido.

El resentimiento y las quejas no son adecuadas ni hacia mí mismo ni hacia los demás.

Nunca sueño en sucumbir bajo el enamoramiento.

Gustos y aversiones, no tengo ninguno.

Sea como fuere el lugar donde vivo, jamás tendré ninguna objeción en su contra.

No persigo los platos más refinados para contentar el cuerpo.

No me aferro a posesiones que ya no necesito.

Nunca actúo siguiendo costumbres o supersticiones.

No busco especial sofisticación en las armaduras del guerrero.

No temo que la muerte me encuentre en el Camino.

No trabajo con la intención de poseer riquezas en mi vejez.

Respeto a los Dioses y los Budas, pero nunca dependeré de ellos.

Prefiero dar mi vida que deshonrar mi buen nombre.

Nunca, ni por un momento, ni en cuerpo ni alma, me alejaré del Camino.

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Adam Soboczynski - El arte de no decir la verdad

Uno debe siempre controlarse para no dejar pasar ninguna oportunidad.


El arte de no decir la verdad viene a ser un cínico recordatorio de que nos pasamos la vida mintiendo, diciendo medias verdades, organizando estratagemas, para que la convivencia sea más fácil, cómoda incluso, sin mostrarnos más vulnerables de la cuenta. Sonreírle a un vecino que no conoces o desearle "Buenos días" a un compañero de trabajo insoportable son sólo dos ejemplos rápidos de esos falsos cojines que utilizamos para desenvolvernos existosamente en la sociedad. Si siempre dijéramos todo lo que de verdad cruza por nuestras cabezas, acabaríamos todos de ermitaños en una montaña remota.


Detrás de un título travieso que sin duda llama la atención, se esconde un libro a medio camino entre el recopilatorio de relatos y la autoayuda. No queda muy claro si con este repaso de mentiras universales el autor está realmente defendiendo su postura o dejándola en evidencia. Quizá ambas cosas, como diciéndonos: actuar así no está bien, lo sabemos, pero es inevitable, la única salida airosa en el mundo actual. Porque lo cierto es que existe una gran diferencia entre el dejarse llevar por todos esos engaños que nos inculcan desde pequeños y el ser capaces de utilizar estas armas a nuestro favor, sin perder por el camino la conciencia de quienes somos.

No sólo de mentir va la cosa: controlar los arrebatos, rechazar a las personas enamoradas, parecer auténtico (pero nunca parecer perfecto), ser capaz de disculparse, seducir y embaucar, inspirar confianza, cambiar de opinión, no hacerse nunca pesado, hacerse el ofendido, vestirse con habilidad... Muchos y muy variados son los temas que el autor trata a lo largo de los 33 capítulos del libro. Siempre, con la intención de ayudarnos a socializar y triunfar sin dejar de ser nosotros mismos, pero con escudos.

El mayor acierto del libro es que las vidas de estos personajes que mienten están entrelazadas: relato a relato, acabas conociendo todas las caras de la historia, las mentiras de uno afectan el porvenir de otro que también ha mentido. No hay víctimas, no hay verdugos tampoco. Con el mosaico completo, te das cuenta de que, efectivamente, sin esas armas, sin perfeccionar eso que el autor llama "el arte del fingimiento", estarías en clara desventaja.


Tan irónico y mordaz como útil, este libro es imprescindible. Os puedo asegurar que funciona. Conviene tenerlo en la mesilla de noche. Y estar preparados, eso sí, para guardarlo rápidamente en el cajón cuando vengan visitas, no vaya a ser que descubran vuestros trucos. Ésta es una de las críticas que más me ha costado escribir, es un libro difícil de explicar y aún más de asimilar. Ya lo decía antes: lo más curioso es que, a la hora de la verdad, el libro no te está instando a ser falso, sino a sacarle todo el partido a quién eres de verdad; eso sí: dosificándolo y sin exponerte ni quedarte indefenso. Parece contradictorio pero no lo es, hay que leerlo para comprenderlo. Y precisamente, descubriremos que mucho de lo que Adam explica ya llevabámos tiempo haciéndolo por pura intuición, si bien no con tanto garbo. Siempre hay lugar para la mejora.

Nos pasamos la vida actuando, teniendo que actuar, para expresar deseos, pensamientos y anhelos que en realidad ¡son fingidos! Y todo para tratar a los demás con delicadeza, para que en el futuro no nos perjudiquen y para tomar ventaja frente a nuestros competidores. Para ello, nos servimos del cuerpo y del lenguaje, frágiles herramientas que ponen al descubierto que desde que nos asomamos al mundo, una grieta nos recorre; que estamos escindidos en un interior espiritual y un exterior corpóreo; que queremos ser auténticos y, como mucho, lo parecemos. Nunca somos del todo nosotros mismos.

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There where the air is free, we'll be what we want to be

Hubiera dado el mundo por haber tenido valor para decir la verdad, para vivir la verdad. (Oscar Wilde)

Llevo días retrasando una entrada con mi reseña del libro "El arte de no decir la verdad". La tenía reservada para hoy, en plan crítica cáustica a ciertos aspectos del a menudo superficial mundo gay. Pero no me parecía justo. Así que prefiero homenajear a todas las personas que han luchado, trabajado o simplemente aportado su granito de arena para que hoy, en efecto, podamos disfrutar de todos los derechos que tenemos, gozar de un legado cultural envidiable y caminar con la cabeza bien alta. De ellos, y de muchos otros, sí estoy orgulloso. Estos son algunos de mis ídolos paganos. Como se suele decir en estos casos, no están todos los que son, pero sí son todos lo que están.


Hubo otros tiempos donde el amor entre dos hombres era aceptado con más o menos normalidad, incluso (o sobre todo) entre los más poderosos. Tenemos, por ejemplo, al Emperador Adriano: humanista, pacifista (prefería consolidar fronteras que expandirlas), apasionado y divulgador de la cultura helenística, promotor de la cultura en general, precursor de la multiculturalidad, viajero incansable... Su gran amor fue el efebo Antinoo; tras su muerte, lo deificó y fundó en Egipto una ciudad en su honor: Antinópolis. Eran otros tiempos, desde luego; entonces se comprendía que el amor tiene otros nombres (si bien no para las mujeres, que todavía no tenían derecho al placer). Tampoco me olvido de Alejandro y Hefestión, de Aquiles y Patroclo, de los filósofos griegos, de otros emperadores... Precursores nuestros, todos ellos.


Cabe dar gracias también a todos los artistas que a lo largo de la historia han representado sin pudor la belleza del cuerpo masculino. Deleitándonos la vista, estoy convencido de que también han contribuído a que haya más visibilidad, menos puritanismo. Miguel Ángel, Leonardo, los escultores de la Grecia y la Roma clásicas, y tantos otros. Me parece absolutamente transgresor que en su época, Miguel Ángel erigiera una estatua como el David, que más allá de su inspiración bíblica, es un canto al ideal de belleza masculina.


En tiempos donde parece que los militares gays sólo existen en las películas porno y aún colean los efectos de la campaña "Don't ask, don't tell", es gracioso recordar que hubo tiempos en los que las castas guerreras no sólo aceptaban sino que incluso incentivaban el amor homosexual entre sus guerreros. Se entendía que estas relaciones entre dos soldados incrementaban la fidelidad, el entusiasmo y el coraje de las tropas, y por ello existían rigídas normas de conducta. Ocurrió así en sitios tan dispares como la Grecia clásica o el Japón de los samuráis.


Desafiar las leyes y la hipocresía de su época le acabó costando la salud al pionero Oscar Wilde, que murió a consecuencia de las inclemencias por las que pasó en la cárcel. Mientras les hizo reír exponiéndoles sus miserias, la alta sociedad le permitió ser excéntrico, tener sus caprichos e incluso pasearse del brazo con su amante Bosie. Pero cuando se atrevió a denunciar a uno de "los suyos", la sociedad bienpensante se vengó con furia. Resulta muy inspirador leer sus discursos durante los juicios, pero sobre todo nunca me cansaré de recomendar toda su obra: ya sean sus bellos relatos, sus cínicas obras de teatro, sus poemas o su única novela, la eterna El Retrato de Dorian Gray, eterna porque además de estar muy bien escrita, su temática sigue teniendo vigencia máxima.


Más suerte tuvo Terenci Moix, que ni siquiera durante el franquismo escondió su homosexualidad: ni en las entrevistas ni, desde luego, en su obra. Se estrenó con La torre de los vicios capitales (si bien algunos relatos no superaron la censura), siguió con un título tan marica como El día que murió Marilyn, pronto llegó Mundo Macho... Lo suyo nunca fue la militancia, sino la normalidad. Escribía sobre lo que sentía, lo que amaba, lo que deseaba, lo que pensaba. Y quizá por eso siempre gozó del apoyo y el cariño del público, de la crítica y de todos los sectores, incluso de la derecha. Por encima de todo lo demás, en la prosa de Terenci aprecias su sinceridad absoluta. Sinceridad a menudo desgarradora, como en No digas que fue un sueño y su secuela El sueño de Alejandría, pero también en obras presuntamente petardas como Garras de astracán. Recomiendo especialmente sus tres volúmenes de memorias, claves para entender un personaje tan especial. Gracias por todo lo que me has aportado y enseñado, Terenci. No es casualidad que mi nick en internet sea Lleonard Pler, en honor del protagonista de uno de tus mejores libros, El sexo de los ángeles.


Freddie Mercury era muy tímido pero lo compensaba con sus dotes de estrella sobre el escenario. A pesar de la discreción con la que siempre llevó su vida privada, es indubable que su muerte contribuyó a sensibilizar al mundo sobre la tragedia del SIDA. Pero prefiero quedarme con sus gestos teatrales y su excentricidad, con su voz potente: cantando, actuando, Freddie Mercury te invitaba a ser tú mismo. Bien conocido es todo el repertorio de Queen, pero hoy también quiero destacar la calidad de su carrera en solitario: sólo nos dejó dos discos y varios singles dispersos, pero todos ellos son más que recomendables. Podéis empezar a conocerlo con el reciente recopilatorio Lover of Life, Singer of Songs (precioso título, por cierto: qué bonito que te recuerden así).


Tampoco quiero olvidarme de David Bowie, que sin ser gay, sí ha abierto mentes coqueteando con la bisexualidad y la androginia. Lo suyo siempre ha sido la transformación constante: en looks, en sonidos, pero siempre imponiendo su personalidad apabullante. Con sus personajes, su estética revolucionaria y sus temas, él también ha sido una pieza clave de la transgresión de ser uno mismo. Un auténtico Rebel, Rebel, sin duda. Sin él no existirían Madonna, Marilyn Manson, Lady Gaga ni muchos otros.


Y no puedo dejar de hablar de Pet Shop Boys. Mucho antes de que, a principios de los noventa, el cantante Neil Tennant saliera del armario, ya nos habían dejado numerosos vídeos e himnos donde la homosexualidad estaba presente de forma más o menos obvia: Opportunities, West End girls, It's a sin, Domino dancing, Being boring, Was it worth it?, Go West... Sus letras siempre se han destacado por la normalidad. Si te gustan los hombres, ¿por qué deberías cantar sobre otra cosa? Lo de cantarles a chicas inexistentes se lo dejan a otros. Por tanto, su arte es así no para vender más sino por coherencia con ellos mismos. La hipocresía de la gente hizo que a partir de la salida del armario se les criticase por lo mismo que ya llevaban años haciendo y que en cierto modo se los marginase por ello, pero Pet Shop Boys no han cambiado. Pocas formaciones pueden presumir de 25 años de buena música, buenos vídeos y buenos conciertos, todo presentado con el envoltorio del buen gusto. Imprescindibles.


Y por supuesto, no quiero despedirme sin dar las gracias a todos los hombres y mujeres que han luchado -y siguen luchando- en épocas y lugares donde ser uno mismo podía o puede implicar la muerte. Es gracias a ellos que hoy en día tenemos los derechos que merecíamos, es gracias a su lucha que podemos caminar orgullosamente y sin miedo, ir de la mano en público, incluso casarnos. Somos afortunados porque gracias a ellos hoy, aquí, ser gay y ser persona ya no es un sueño.

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Dido - Safe Trip Home

Empiezo a pensar quizá no hay cosas que no nos gusten, sino momentos más o menos propicios. De Dido nunca me había dado por escuchar un disco entero suyo. Me gustaban canciones sueltas (los singles y sus temas más electrónicos) y llevo tiempo muy viciado a Everything To Lose, un señor temazo que sigue pareciéndome lo mejor con diferencia de esta mujer. Pero nada más allá de eso. Hasta hace unos días. Estaba yo leyendo en la cama tranquilamente, la primera noche de verano, estrenaba sábanas y brisa, acababa de encender mi nuevo incienso japonés, y entonces me vino la inspiración: "vamos a ponernos Safe Trip Home". Y eso hice.


Me enamoré del disco. O quizá sería más preciso decir que conecté con él. Últimamente, este tipo de conexiones instantáneas sólo me suelen ocurrir con temas más alegres y optimistas. Dido no es precisamente la alegría de la huerta, pero me sentí muy identificado con la serenidad y madurez que desprenden todas las canciones de Safe Trip Home. Ya sea en los temas que hablan de autosuficiencia (Don't Believe In Love, Look No Further...), en los que tratan de despedidas (The Day Before The Day, Grafton Street...) o en todos los demás: incertidumbre, esperanza, reencuentros, soledades, cambios de humor.

Aquí no hay dramas, no hay letras desgarradas ni sentimientos absolutos. Dido lidia con la soltería forzada y la muerte de su padre, pero lo hace con un temple, una sabiduría envidiables. Las letras son cercanas, destilan un "es lo que hay" muy sereno; no cuesta empatizar con ellas porque todos nos hemos sentido así en algún momento. La portada no engaña: un astronauta que vuelve a casa sano y salvo tras un largo viaje por el espacio. Tampoco engañan las producciones: Dido ya es de por sí intimista, y aquí repite la fórmula, sin ninguno de los momentos electrónicos inesperados de discos anteriores (eso parece que lo deja para el próximo disco, que seguirá los pasos de la bailable Everything To Lose).


En definitiva: un disco tranquilo, para acompañarte durante esas noches en las que, sin perder la sonrisa, necesitas relajarte. Relajarte y hacer balance, reconciliarte contigo mismo, perdonar, "dejar ir y avanzar" (let it go, move on). Darte cuenta de todo lo que has recorrido, pero también sentirte muy tranquilo porque aunque todavía quede mucho camino por delante, ahora tienes un mapa y un destino. Llegarás a casa.

I can't stop and catch my breath
And look no further for happiness
And I will not turn again
'Cause my heart has found its home


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One should never forget that there are wonders we haven't seen yet

Hoy tenía otra entrada planeada, pero la dejo para mañana porque el día de hoy ya tiene nombre y apellidos: la nueva versión de M.A.G.I.C. de The Sound of Arrows. Esta animada canción la adoraba desde hace años, cuando la comentaron por primera vez en PopJustice. Desde entonces, he seguido el grupo con interés y algo de impaciencia: nunca se deciden a sacar un disco completo. Parece que este año será el elegido para que publiquen, por fin, su debut. Por ahora, presentan nuevo vídeo y nueva versión de M.A.G.I.C.

Se nota que es verano y en verano no existen las canciones tristes. Estos meses sólo existen canciones que huelen a sol y a vida, a renovación. Y me gusta que sea así, me gusta especialmente este verano. Y me gustaría que siguiera siendo así el resto del año. Por eso, os animo a todos a cantar siempre, a abrir los ojos y aceptar todos los caminos, redescrubir quiénes sóis, explorar -o seguir explorando- todas las posibilidades. Abrazar la magia. Saltar al vacío.


Ayer tuve el sueño más largo, soñé que el mundo era una infinidad de posibilidades. Me quedé pensativo: uno jamás debería olvidar que hay maravillas que todavía no hemos visto.

Aprovecha una oportunidad, persigue un sueño. Sé tú mismo, no hagas planes ni estratagemas porque lo que hagamos, no importará demasiado: enigmas y dudas, misterios y demás.

Calcular y analizar, mi cabeza da vueltas por culpa de todas esas mentiras. Vivía engañado, un caos lógico en un tiempo de hechos, cifras y aflicción.

El mundo está lleno de magia.



Yesterday, I had the longest ever dream,
that the world was endless with possibilities.
It had me thinking, one should never forget
that there are wonders, we haven't seen yet.

Seize a chance, follow a dream.
Be yourself, don't plan and scheme.
For what we do, won't matter that much.
Puzzles and wonders. Mysteries and such.

So calculate and analyse.
My head is spinning from all of those lies.
It had me fooled, a logical mess.
In a time of facts, figures and distress.


The W.O.R.L.D. is full of M.A.G.I.C.

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I want to know everything, maybe someday I will

Empezar por el primer capítulo. Parece la forma más sensata de ponerse a escribir una novela. Primero escribes el primer capítulo, después el segundo, y entonces el tercero, y así hasta llegar al final. Con este método, sólo he conseguido escribir una miríada de novelas incompletas, historias a medio nacer y personajes sin un futuro claro. Coitus interruptus literarios, y no hay nada más frustrante.


Como sea que una de mis metas antes de cumplir 30 años es terminar como mínimo uno de estos manuscritos, opté por encontrar un nuevo método de escritura, algo que me desbloquease la mente y me permitiera llegar a buen puerto. Con esa intención, retomé el proyecto que más me ilusiona hoy por hoy. Prefiero no mencionar su título real todavía pero el nombre del documento Word es "Máscaras".

Siempre pensé que era una novela tristísima sobre un futuro sin futuro. Leídas con perspectiva, las páginas que ya tenía escritas me revelaron la semilla de una historia optimista que siempre estuvo ahí. Un personaje luchando no sólo por su felicidad sino también la de quienes le rodean. La larga travesía que te lleva de la negación a la aceptación, de la densa oscuridad a la luz empalagosa.

Así que fui valiente y escribí el último capítulo del libro. Le di a Klaus todo lo que quería, o mejor dicho, sólo lo que necesitaba. Le descubrí ese futuro que le esperaba en la última página, ése que se merecía. Y entonces fluyeron todas las ideas, todas las opciones, todas las páginas que quedaban por escribir antes de llegar allí. Ahora sólo queda ir rebobinando: primero el último capítulo, luego el penúltimo, después el antepenúltimo, y así hasta volver llegar al primero. Es curioso, pero me resulta mucho más fácil escribir de esta manera.


Cuando no conoces el final que quieres, es muy tentador o incluso inevitable acabar perdido en el bosque, dando brazadas inútiles en el océano mientras te hundes poco a poco. Sólo conociendo de antemano la meta -su aspecto, su posición exacta- serás capaz de explorar todas las posibilidades sin desviarte de tu rumbo. Mi meta no es otra que la felicidad. La de Klaus (el protagonista de la novela) y la mía. Una felicidad autónoma, si se puede expresar así; una felicidad que dependa única y exclusivamente de uno mismo. Klaus ya ha llegado a ella, ahora sólo me queda acabar de dibujar el camino que tuvo que recorrer hasta llegar a ese escenario helado lleno de promesas.

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Mathias Enard - Habladles de batallas, de reyes y elefantes

Los puentes son cosas hermosas, siempre que permanezcan. Todo es perecedero. Eres capaz de tender una pasarela de piedra, pero no sabes abandonarte a los brazos que te esperan.

Hacía tiempo que no me sumergía en una librería tranquilamente: explorar sus mesas, deambular entre sus estantes, hojear los libros que ya conozco, dejarme sorprender por nuevos títulos y llamativas portadas... Sentir ese canto de sirena del próximo libro que deberás leer. Y así ocurrió con este Habladles de batallas, de reyes y elefantes. En cuanto lo vi en la mesa, al ladito de Pigmeo, lo nuevo de Chuck Palahniuk (autor que me encanta pero que últimamente me provoca cierta pereza), supe que este libro de Mathias Enard sería mi próxima lectura. No fallaba nada: buen título, buena portada, buena sinopsis y evocadoras frases iniciales: "La noche no conduce al día. Arde en él."


Nos pasamos la vida construyendo puentes. Algunos seguirán en pie después de muchos años, otros se derrumbarán demasiado pronto. Construimos puentes de una orilla a otra; puentes entre culturas y religiones, entre pueblos; puentes para entendernos, para ayudar a un amigo; puentes hacia un nuevo amor; puentes hacia el pasado, para acariciar los recuerdos; puentes entre una página en blanco y una página escrita, dibujada, abocetada. Puentes que no siempre nos atreveremos a cruzar, a pesar de la satisfacción que sabemos que nos daría llegar a la otra orilla y volver la vista atrás. Admirar cuánto hemos caminado, aprendido.

Habladles de batallas, de reyes y elefantes nos habla de todo lo que enumera el título, claro, pero también del diseño de un puente con el que Miguel Ángel intentará unir las dos orillas de Constantinopla, aún sabiendo que Leonardo Da Vinci fracasó antes que él. Mezclando historia y ficción, Mathias Enard teje una bellísima historia donde sus breves capítulos son casi poemas en prosa. No hay una palabra fuera de lugar, todas están escogidas y colocadas con el mayor de los mimos. Sientes en tu piel la fascinación de Miguel Ángel por ese ambiente desconocido, esa Constantinopla esplendorosa, llena de luz y de rincones oscuros en los que dar rienda suelta a los instintos.

Página a página, asistimos a un canto sobre el amor y el deseo: amor y deseo por las personas, por los cuerpos, por las ciudades, por las culturas, por la música, por todo lo nuevo y todo lo antiguo... Amor también por la creación: buena parte de la novela consiste en la lucha de Miguel Ángel por derrotar a la página en blanco. ¿A quién no le gustaría espiar al artista mientras busca la inspiración? Aquí podemos hacerlo.


Cierras el libro como cuando te despides de un gran amor. En el estómago, una emoción extraña: mezcla de alegría por lo vivido y nostalgia por esos dedos que no volverán a rozarse. Sólo cabe darle las gracias a Mathias Enard por construir para nosotros este delicado puente hacia una historia que, como las mejores historias, quizá nunca ocurrió. Carne de museo.

Nada nos pertenece. Encontraremos la belleza en terribles batallas, el coraje en la cobardía de los hombres, todo entrará en la leyenda.

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Hanna

-I tried to prepare you.
-You didn't prepare me for this.

"Hanna" es un cuento de hadas clásico. Con su historia simple y universal, su princesa en apuros, su lobo feroz, su madrastra, su malo-malísimo, su casita de chocolate, su paisaje nevado y sus amables desconocidos. Tiene todos los elementos de los cuentos, sólo le falta una voz en off que nos vaya explicando la historia escena a escena antes de irnos a dormir.


Hanna sólo es una chica que quiere ser normal. Quiere descubrir el mundo, oír música. Es fácil sentirse identificado con ella porque en algún momento de nuestras vidas todos hemos pasado por un proceso de autodescubrimiento similar. Ese momento en el que, a pesar del rechazo o la incomprensión de tu entorno, sientes que debes poner en práctica todo lo que llevas aprendido para ser, por fin, más tú que nunca. La huída como búsqueda de uno mismo, la huída como la única vía posible para experimentar todo aquello que te ha sido negado.

"Hanna" no sería lo mismo sin Saoirse Ronan, espectacular en el papel de chica autosuficiente pero vulnerable abriéndose a la vida. Qué expresividad en la mirada. También ayuda la música de The Chemical Brothers: consiguen que las escenas de acción no pierdan la elegancia casi mística del resto del metraje. El tramo final de la película, con su punto onírico, me ha recordado a los mejores momentos del maestro del anime Satoshi Kon.


Hay que verla. No es la gran película del año, no está libre de defectos (es larga y es previsible), pero conviene acompañar a Hanna en este viaje iniciático. Todos deberíamos desprendernos de esos prejuicios dañinos que nos han inculcado (el miedo, por ejemplo) y, liberados, aprender a sobrevivir en un entorno hostil. No es tan difícil.

-Are you scared?
-Scared of what?

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Niccolò Ammaniti - Que empiece la fiesta

Adoraba el hambre y odiaba el apetito. El apetito es la expresión de un mundo ahíto y satisfecho, dispuesto a rendirse.

Creo que ya he comentado alguna vez que soy bastante difícil a la hora de que me regalen un libro: si me gusta, es muy probable que ya lo tenga. Además, reconozco que quizá peco de ser demasiado esnob para leer según qué cosas. Con el cine y la música soy menos exigente, no así con los libros: leo para vivir. Mi amigo Álvaro me pilló perfectamente el punto sorprendiéndome con este libro de un autor italiano que desconocía pero de quien, después de esta lectura, me voy a hacer con sus anteriores libros. Regalazo doble, pues: un buen libro y un nuevo autor en mi vida.


Álvaro no lo sabía pero me fascinan los libros protagonizados por hombres guapos y exitosos, tan crápulas como magnéticos e inteligentes. Si ya además son escritores, gloria (es el caso de uno de mis libros favoritos: "El sexo de los ángeles" de Terenci Moix). Y todo ello se cumple en "Que empiece la fiesta", protagonizada por el escritor Fabrizio Ciba: famoso, promiscuo, con miedo de tener sentimientos reales porque teme que dejaría de amar a los personajes de sus libros, creído, con un talento natural para el engaño... Una joya. Quieres odiarle y tienes la certeza de que te enamorarías de alguien así, de sus ojos y su aura prefabricada de artista torturado.

Lo que empieza como una novelita muy distraída en torno a la preparación y el desarrollo de "la fiesta del siglo", acaba siendo una crítica feroz a una sociedad adormilada, que desfila de fiesta en fiesta, demasiado ocupada mirándose al ombligo entre risas como para acordarse de lo más importante: vivir. Picotean en vez de comer porque hoy en día comer -comer de verdad- está mal visto aunque te mueras de ganas de hacerlo. Hay protocolos inquebrantables y acuerdos tácitos que respetar. Los vistosos manjares que preparamos son sólo para admirarlos desde la distancia y tocarlos con la punta de los dedos, para socializar hablando de ellos, pero nunca para servirte el pedazo que te apetece, y repetir si hace falta.

Todos los personajes están tan hartos de sus vidas y tan necesitados de atención que quieren morir siendo mártires: prefieren ser recordados por un sacrificio inútil que por una vida plena. El tramo final del libro, con su inesperado guiño a "Jurassic Park", es tan salvaje que ni en las catacumbas se está a salvo. La carcajada intrascendente de los capítulos anteriores muere congelada en los labios. El hombre se cree un depredador intocable pero, por mucha fiesta y mucha opulencia con que lo adorne, siempre encontrará a un depredador mucho más poderoso y hábil que él. Al final a todos nos espera la misma muerte.


¿Hay lugar para la redención, para una segunda oportunidad, para un pedazo de esa felicidad que queremos devorar? Por supuesto. Depende de nosotros decir "no" y salir de ese círculo. Coger las riendas. Deberíamos apostar por un individualismo que nos mejore como personas y, por extensión, como sociedad.

En definitiva: gran toma de contacto con Niccolò Ammaniti, que a ratos me recordaba a los momentos más divertidos de Bret Easton Ellis. Repetiré, sin duda.


Vamos, salgamos de aquí, el mundo verdadero nos espera.

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You Will Meet A Tall Dark Stranger / Conocerás al hombre de tus sueños

Shakespeare said life was full of sound and fury and in the end signified nothing.


Después de reconciliarme con Woody Allen gracias a Midnight in Paris, me apetecía darle una oportunidad a otra de sus películas recientes. Me encontré más o menos lo que esperaba: buenas ideas desperdigadas a lo largo de un guión enclenque y sin gracia. Como resultado, una película que se hace larga (sin serlo) y con actores que chirrían en los papeles que les ha tocado interpretar. Pero si la estoy reseñando en el blog es porque la esencia que desprende "You Will Meet A Tall Dark Stranger" me gustó, va muy en la línea de lo que intento transmitir entrada tras entrada.


No envidio a quien tuviera que traducir al castellano el título de esta película. Humildemente considero que "Conocerás a un misterioso desconocido" habría sido una opción mejor, manteniendo la ambigüedad original. Ambigüedad que es la clave de la película: al recibir la noticia de que conocerá a ese "desconocido alto y moreno", la ingenua Helena opta por interpretarlo como que conocerá al hombre de sus sueños. Su yerno, más pragmático, le dice que no sea absurda: la única persona que le queda por conocer al final del camino es La Muerte.

No es lo mismo dejarse llevar por la ilusión que permitir ser empujado por la desesperación. Optando por la ilusión a menudo puedes parecer ridículo pero estarás más receptivo a las sorpresas de la vida, más atento a esos pequeños detalles que la endulzan. En el lado opuesto, la insatisfacción te lleva a perseguir aquello que no tienes, pero también a actuar con egoísmo y precipitación, arriesgándote a perder aquello que sí tienes o podrías tener.

Entre estos dos polos, ilusión y desesperación, se enfrentan los personajes de "Conocerás al hombre de tus sueños" al miedo a envejecer, el miedo a la muerte, el miedo a no tener tiempo de hacer realidad sus proyectos... Esos miedos nos llevan a cambiar, no siempre de una manera inteligente.


Con un guión más trabajado, con un casting que prescindiera de estrellas y buscase actores que encajen en los personajes (pienso en los dos Antonios: fuera de lugar ambos), y con algo más de garra, estaríamos hablando de una buena película. Habrá que conformarse con rascar en su superfície banal para extraer ese recordatorio de que nunca hay que perder las ganas de ilusionarse, que hacemos muy bien en conservar ese punto naïf que nos ayuda a recorrer el día a día con una sonrisa. Sólo así ese misterioso desconocido a la vuelta de la esquina sea quizá el hombre de tus sueños esperándonos con un libro bajo el brazo y no la muerte con su guadaña.

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Florrie - Experiments

Experimentos. Sonoros, personales y sobre todo profesionales. Florrie es fascinante por su autosuficiencia, aspecto que se refleja en sus letras, fotos y vídeos, pero también en la forma de afrontar su carrera. A pesar de haber recibido numerosas ofertas de discográficas, por ahora la chica prefiere mantenerse independiente y administrar ella misma su carrera, sus conciertos, sus lanzamientos, su tienda oficial... Todo lo lleva ella. El dinero que pierde en los conciertos lo compensa consiguiendo acuerdos como el de Dolce & Gabbana.


Después de generar expectación a finales de 2010 con el EP "Introduction" y el single Call 911, ahora Florrie vuelve a la carga con un nuevo EP, "Experiments". Contiene 6 temas tan excelentes como variados, siempre enmarcados dentro del pop electrónico. Empezamos fuerte con Speed Of Light, canción que hace justicia a su título: trepidante y llena de efectos. Es de esas canciones que son buenas pero además ganan con cada escucha: ya te gustaba pero de repente un día descubres que no puedes parar de escucharla.

Pronto llega la joya de la corona: Experimenting With Rugs es melancólica y bailable a partes iguales, de ese tipo de baladas uptempo que tan bien se les dan a artistas como Pet Shop Boys. No hay un estribillo claro porque todas las estrofas son igual de eficaces y pegadizas. El final del amor cantado como una nueva oportunidad de abrir los ojos y ser feliz. Y cuando irrumpe esa guitarra tan New Order, sabes que Florrie ha alcanzado la perfección electropop. La elegancia se mantiene en What You Doing This For?, el tema más relajado del disco.

Recuperamos el ritmo con I Took A Little Something y sus guitarras etéreas. Suena a Xenomania, y eso es bueno. Begging Me debe ser difícil de cantar en directo: el estribillo no da tregua, porque no se puede dar tregua a quien te hace daño. Soy fan incondicional de los últimos versos: "I won't lose the battle, not in love, not in war, 'cause I got something to fight for". La autosuficiencia que os comentaba antes. Finalmente, She Always Gets What She Wants suena fiestera, con esas trompetas y percusiones. Su letra, como no podría ser de otra manera con un título así, es otra declaración de intenciones.


En definitiva: estamos ante un pack con 6 temas muy sólidos, bien producidos y mejor cantados. Por ahora, este "Experiments" es lo más interesante que nos ha traído la música de 2011. Sorprende una obra tan madura en una artista recién llegada: no suena a segundo EP sino a cuarto álbum, el álbum de la madurez.

Si algunas cantantes aprovechan el dolor para crear arte (Robyn o Adele) y otras para construirse una imagen de diva que al final siempre acabará arrastrándose otra vez por los hombres (pienso sobre todo en Lady Gaga, pero también en Madonna), Florrie aprovecha la experiencia para aprender. Para experimentar. Para mantenerse al margen haciendo (y compartiendo) lo que le gusta. Ella misma se basta y se sobra. Y lo hace con un estilo y una clase únicos. Dadle una oportunidad.


"Experiments" ya está a la venta por 1,99€ en iTunes o si lo preferís en formato CD, lo encontraréis por sólo 4,50€  en su tienda oficial (y no, no me he equivocado con los precios). En su web podréis escuchar gratis todas las canciones, y también en Spotify.

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Matías Candeira - La soledad de los ventrílocuos

A lo mejor no hace falta mucho para que uno se acostumbre al ruido de una existencia distinta.

Y con éste ya he disfrutado de todos mis autorregalos de Sant Jordi. El debut literario de Matías Candeira es en realidad el segundo libro suyo que leo (tras el recomendable Antes de las jirafas), y se trata de otro recopilatorio de relatos donde lo extraño y lo absurdo se abren paso entre lo cotidiano con una naturalidad muy creíble. Queda claro que es marca de la casa.


Quizá por tratarse de su estreno, aquí a Matías Candeira lo noto más comedido, no llega al punto de ciencia ficción y pulp de "Antes de las jirafas", es todo más poético y simbólico. Y lo cierto es que, quizá por eso, lo he disfrutado más. Hay algunos relatos donde parece que el autor se centra más en acumular imágenes chocantes, pero son minoría: cuando se dedica a utilizar esos elementos extraños para narrar, consigue emocionar como pocos.

Ese funeral a una nevera como despedida de nuestra normalidad, ese bombardeo de flores lanzado no tanto para contraatacar como para recordarle qué son los sentimientos a un país demasiado bélico, las cuerdas que utiliza el destino para movernos como marionetas (un destino que con valor quizá podamos controlar), ese agujero que le canta a nuestra pareja como símbolo del amor que se escurre entre los dedos y sin remedio, el romance con una mano que nos recuerda a la de alguien que se fue (¿buscamos siempre el recuerdo de patrones que ya supimos amar?)...

Pero si tengo que quedarme con un relato, será sin duda con "La segunda vida": la emocionante historia de un cartero que lleva cartas a un edificio ruinoso pero todavía en pie a pesar de la lluvia eterna que se filtra por todos los rincones. En ese edificio, sus extravagantes inquilinos se refugian a la espera de las cosas buenas. Es el relato más largo de todo el pack y me ha dejado con ganas de más, de un libro entero con esta ambientación y estos personajes. Fascinante. Seguiré con interés la carrera de Matías Candeira, y ojalá nos sorprenda pronto con una novela que siga la línea de "realidad fantástica" de sus relatos.


"La soledad de los ventrílocuos" es una soledad autoimpuesta, quizá melancólica pero en absoluto triste. Es la soledad de los que esperan sabiendo que lo mejor todavía está por llegar, la soledad de los que aprenden a valorar la belleza de las cosas poco comunes, la soledad de los que descansan merecidamente antes de volver a coger su machete para adentrarse en la jungla del destino. La soledad paciente y feliz.

Si les describía esos lugares infrecuentes del mundo, esos instantes que sólo podían ser ciertos si uno fabricaba un pequeño hatillo y se lanzaba al interior de un paisaje lluvioso, quizás aquellos hombres de musgo, que se encerraban día a día en sus habitaciones con la solemnidad de los gusanos de seda, decidieran salir y abrir los ojos; salvarse de esa vida encenagada que también se había cebado con el edificio y lo había carcomido hasta dejarlo con la forma de una muela podrida.

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Reif Larsen - Las obras escogidas de T.S. Spivet

No me parece que sea nada que yo haga. El mundo está ahí fuera, yo sólo intento verlo. El mundo ha hecho todo el trabajo por mí. Los modelos ya están ahí, y veo el mapa dentro de mi cabeza y luego lo dibujo.

Pobres murciélagos, piensa T.S.: siendo ciegos, están condenados a no conocer nunca su "Aquí" y con su oído apenas pueden intuir el eco del "Allí". Pobres criaturas, vagando sin rumbo y sin hogar. Para no ser como uno de esos murciélagos, para transformar en familiar lo desconocido, para acortar el abismo que separa aquí y allí y volverlo menos misterioso, T.S. se dedica con sólo 12 años a dibujar mapas. Mapas, gráficos, ilustraciones, estadísticas, planos... todo le sirve para saciar su curiosidad.


La suya es una curiosidad insaciable. La forma de comer de su padre, las detonaciones de diferentes escopetas, el recorrido de un tren de larga distancia, su habitación, los parques de Washington DC o la soledad de los transeúntes: de todo crea mapas con una precisión envidiable. Se fija en detalles que pasan inadvertidos para la mayoría, le da importancia a banalidades que quizá no lo sean tanto. Clasifica, memoriza. También es un perfeccionista.

Los lectores disponemos de una privilegiada ventana al imaginario de T.S. Spivet gracias a una edición espectacular con ilustraciones en los márgenes. Me encanta que mientras algunos vaticinan el fin del formato físico, escritores como Reif Larsen apuesten por un libro sólo posible en papel. Y es que las ilustraciones al margen son imprescindibles porque no sólo ilustran, sobre todo complementan el texto; lo tiñen con las sensaciones y emociones de este crío, reflejan con acierto su peculiar forma de observar la realidad que lo rodea. Y no es que Reif Larsen escriba mal, al contrario: página a página, plasmas toda la inteligencia y toda la ingenuidad del protagonista, toda la emoción y toda la crudeza de su viaje.

T.S. Spivet pasa de una vida confinado en un rancho de Montana a descubrir lo inabarcable del mundo que le esperaba fuera de sus vallas. Y dibuja, y dibuja y sigue dibujando para entender -para intentar entender- ese mundo, para intentar pertenecer a él. Dibujará cosas que jamás imaginó que existían y se verá incluso desbordado por todo lo que tiene que aprender todavía. Cosas buenas y cosas malas, porque fuera de la seguridad del hogar se encontrará con numerosas sorpresas desagradables. El mundo de los adultos le enseñará los dientes mientras le da palmaditas en la espalda y le ríe las gracias.


Como todas las historias protagonizadas por un crío explorando el mundo, estamos ante un viaje de iniciación, de aprendizaje, de entrada en la edad adulta, pero también de reconciliación (con uno mismo, sobre todo). T.S. comprenderá que al final del día más importante que hacer las cosas, lo es saber que eres capaz de hacerlas. Por eso, decir "no" conscientemente nunca podrá ser considerado una derrota.

"¿Será posible coleccionar todo lo que tiene el mundo? Si todo lo que existe en el mundo se encuentra en tu colección, ¿seguiría siendo una colección?"

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I’d rather be a comma than a full stop

"Inicio de las obras en esta calle: 7 de Junio", anunciaba el letrero. La casilla para la fecha del final de las obras estaba en blanco. Todos los comerciantes de la calle se llevaron las manos a la cabeza: se sabía cuándo empezaban las obras pero no cuándo terminaban. "La cosa irá para largo", dijo alguien. Entre rumores y especulaciones, se empezaron a describir futuras imágenes apocalípticas: el tráfico cortado, las aceras levantadas, la calzada abierta para acceder a las tuberías que tenían que cambiar, la gente evitando adentrarse en una calle tan impracticable.


"Todo el verano perdido", dijo una segunda voz. "Nos vamos a arruinar", añadió alguien con desesperación. Y un apunte ingenuo: "Parece mentira: hace dos días que pintaron las señalizaciones ¿y ahora van a levantar toda la calle para volver a pintarla después? Cómo se nota que no es su dinero". Quejas y temores, temores y quejas. Yo me mantuve cauto. El aviso era confuso, sí, pero eso no tenía necesariamente por qué ser malo. Ya se vería. Angustiarse con tanta antelación me parecía absurdo.

Después de semanas de angustia y quejas, el día tan temido por los comerciantes llegó. De buena mañana, los cristales de las tiendas temblaban al ritmo de los motores de los camiones gigantes, los obreros gritaban en sus idas y venidas frenéticas, resultaba casi imposible atender a los -pocos- clientes bajo el ruido de las taladradoras que destripaban la calzada, por el resquicio de las puertas entraba contínuamente humo y polvo y costaba respirar con el olor que llegaba de las alcantarillas abiertas. Imaginarse varias semanas trabajando con este caos era poco menos que una pesadilla.


Falsa alarma: el letrero no indicaba la fecha de finalización de las obras porque éstas sólo iban a durar tres horas. A mediodía, realizado su trabajo, los obreros volvieron a asfaltar rápidamente la calle. Sólo habían tenido que levantar una mitad, así que las señalizaciones recién pintadas que tanto habían preocupado a uno de los comerciantes continuaban intactas. Las máquinas se fueron; volvió el silencio, la tranquilidad. Los clientes siguieron comprando. Y por la tarde llovió y el asfalto antiguo, al mojarse, igualó el tono oscuro del asfalto nuevo.

Por la noche, después de cerrar, la dependienta de la tienda contigua me sonrió: "Tenías razón. Al final las cosas nunca son tan terribles como te las imaginabas". Volví a casa contento, con un buen libro bajo el brazo y una canción inesperada animándome desde el mp3.

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Sun Tzu - El arte de la guerra

Conócete a ti mismo, conoce a tu enemigo, y tu victoria nunca estará en peligro. Conoce el terreno, conoce tu tiempo, y tu victoria será entonces total.

Dicen que todas las respuestas están ya escritas en los clásicos. No sé si será verdad, pero lo cierto es que nunca dejará de sorprenderme que textos ancestrales como este "El arte de la guerra" sigan teniendo plena vigencia. Y no me refiero exclusivamente a la hora de aplicarlos al mundo de los negocios o, por supuesto, a la guerra (leyéndolo entiendes mejor ciertos acontecimientos y conflictos, y también te lamentas de que haya capítulos "pacifistas" del libro que se olvidan demasiado a menudo), también me refiero a aplicar esos mismos textos -Hagakure sería otro ejemplo- al día a día de cada uno.


Sería discutible si estos autores clásicos aprobarían que sus textos pudieran aplicarse lejos del terreno bélico, pero yo creo que no sólo darían el visto bueno, sino que incluso en el momento de escribirlos ya previeron esa posibilidad. Ya fuera un general chino como Sun Tzu o los samuráis del Japón medieval, todos entendían el entrenamiento del guerrero como una forma de vida, como una filosofía más que como un adorno o algo puramente físico.

Se trataba del desarrollo como persona y mente pensante, no como cuerpo mercenario. Al contrario del falso individualismo moderno -que intenta convertirnos en consumidores-máquina, tan egoístas como clónicos-, ellos proponían un individualismo al servicio de la sociedad: mejorando como persona, contribuías a mejorar la sociedad. Y quizá por eso, por priorizar el desarrollo personal y la filosofía -incluso siendo una filosofía bélica-, resulta tan fácil extrapolar ahora sus lecciones a un terreno más íntimo.

"El arte de la guerra" te recuerda cosas que ya sabes y te abre los ojos ante detalles cuya importancia habías pasado por alto. La importancia de la estrategia, pero también del factor sorpresa; la importancia de respetar las normas sin renunciar por ello a la intuición propia; la importancia de ser consciente de los defectos propios para recordar cuáles son las virtudes de las que podemos sacar provecho; la importancia de tener al enemigo controlado pero sin parecer receloso. Si bien es imposible caerle bien a todo el mundo, tampoco es cuestión de plantearse la vida como un campo de batalla lleno de enemigos potenciales de los que desconfiar. Hay que ser precavido, claro, pero sin dejar de lado el optimismo o la afabilidad. Y conviene recordar que muchas veces, ese temido enemigo es uno mismo.

Un clásico eterno, muy accesible, cuya lectura recomiendo (y si ya lo habéis leído, nunca vendrá mal una relectura).


Y como viene siendo habitual, os dejo una selección de las citas que me han parecido más interesantes:

Cada día, cada ocasión, cada circunstancia exige una aplicación particular de los mismos principios.

El segundo peligro es una atención demasiado grande en conservar la vida. Uno se cree necesario para el ejército entero; uno no quiere exponerse; uno no se atreve, por esta razón, a proveerse de víveres en el campo enemigo; todo inspira desconfianza, todo da miedo; siempre se está en suspenso, uno no se decide a nada, se espera una ocasión más favorable, se pierde la que se presenta, no se hace ningún movimiento; pero el enemigo, que siempre está atento, se aprovecha de todo y pronto hace perder toda la esperanza a un general tan prudente.

Un general que no sabe moderarse, que no es dueño de sí mismo y que se abandona a los primeros movimientos de indignación o de cólera, no puede dejar de ser víctima del engaño de sus enemigos. Le provocarán, le tenderán mil trampas que su furor le impedirá reconocer y en las que caerá infaliblemente.

Un general debe saber disimular; no debe desanimarse después de algún fracaso, ni creer que todo está perdido porque haya cometido algún error o haya sufrido algún revés. Por querer reparar el honor ligeramente herido, a veces se pierde sin remedio.

En las ocasiones en que todo es de temer es cuando no hay que temer nada; cuando uno carece de recursos es cuando hay que contar con todos; cuando uno es sorprendido es cuando hay que sorprender al enemigo.

¿De qué sirven la bravura sin la prudencia, el valor sin la astucia?

Sé vigilante y manténte informado, pero muestra en el exterior mucha seguridad, sencillez e incluso indiferencia; manténte siempre vigilante, aunque parezca que no pienses en nada; desconfía siempre de todo, aunque parezca que no receles de nada; sé extremadamente secreto, aunque parezca que lo haces todo al descubierto; ten espías en todas partes; en vez de utilizar palabras, sírvete de señales; ve por la boca, habla por los ojos. 

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I'm so thankful that we're strangers when we meet

Curiosa sensación cuando te reencuentras con algún antiguo compañero de clase y y compruebas cuantísimo habéis cambiado ambos con el paso de los años. No hablo de reencontrarse fugazmente en la calle ni tampoco de cambios físicos -tan visibles como inevitables-, sino de redescubriros como personas: quedar para tomar algo y hablar tranquilamente hasta que te parece casi de ciencia-ficción el haber conocido a esa persona antes de esta conversación.


Superado el trámite de las preguntas de rigor -¿dónde vives ahora, acabaste por fin la carrera, a qué te dedicas ahora?-, de repente surgen temas más profundos, y os ponéis a hablar de ellos con una naturalidad y una firmeza inesperadas. Problemas de verdad. Vivencias impensables años atrás. Muertes, operaciones, sexo (sexo real, no la anticipación del sexo de la adolescencia). Cuestiones políticas, por ejemplo. Utopías para cambiar el mundo. Temas que quedan muy lejos de aquellas horas del patio, los bocadillos de paté, los créditos variables, los profesores odiosos, el último episodio de Bola de Drac, los tazos y las partidas de cada tarde al Street Fighter II.

También existe el caso de antiguos compañeros que no han evolucionado un ápice: siguen con los mismos intereses, su visión del mundo es la misma de años atrás, como si hubieran vivido encerrados en un huevo. Si intentas hablarles de tu nueva madurez se ríen porque son incapaces de concebirla, se piensan quizá que les estás tomando el pelo. No pueden concebir un mundo en el que la gente aprende, evoluciona, avanza. Hablando con esta gente también sonríes: te sientes lejos. Afortunadamente, tu tren prosigue su marcha mientras ellos, atrapados en el andén, se hacen cada vez más pequeños.

Es curioso porque al darte cuenta de cuánto ha madurado -o no ha madurado- la otra persona, por primera vez eres consciente también de cuánto has cambiado tú. Todos los aprendizajes, experiencias, naufragios, opiniones, decisiones... todos esos pasos que, poco a poco y sin hacerse notar, te han ido moldeando para que fueras quien eres hoy. Y sonríes porque el viaje ha merecido la pena. Piensas: que siga la conversación con esa persona que también ha avanzado por su cuenta, que me interesa. Y seguís debatiendo apasionadamente acerca de la situación mundial actual, de las verdaderas injusticias, de vuestro último fracaso, del miedo y de la felicidad, de lo que os ha enseñado el último libro leído.


He experimentado esta sensación con unos cuantos conocidos ya. En ciertos casos, no hemos vuelto a quedar jamás, quizá sólo necesitábamos constatar que, efectivamente, habíamos avanzado y que seguiríamos haciéndolo. Pero en muchos casos, después de este reencuentro la amistad se ha afianzado, como si hubiéramos necesitado ese largo paréntesis para retomar ahora la relación con más ganas. Para ser amigos de verdad teníamos que convertirnos en las personas que somos ahora.

Sigamos evolucionando, aprendiendo, sigamos sintiéndonos agradables extraños cada vez que nos volvamos a reencontrar.

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Andrea Corr - Lifelines

Lifelines. Las líneas de la palma de la mano, pero también las cuerdas salvavidas. "Lifelines" es un título evocador, intencionadamente ambiguo para esta colección de versiones de 11 canciones que -en palabras de la propia Andrea Corr- no sólo la marcaron, también la salvaron. "Lifelines" nos muestra un recorrido vital, el de una vida a veces a la deriva, pero siempre manteniendo la esperanza de encontrar un poco de luz, de llegar a un futuro con más -y mejor- vida. Todo el álbum es un homenaje a la música, la música entendida como biografía y como refugio.


En "Lifelines", estamos en las antípodas de esos discos donde artistas en horas bajas se ponen a versionar clásicos ya mil veces versionados. Aquí Andrea Corr no está intentando reflotar su carrera. Gracias a la tranquilidad que debe de dar el estar casada con un multimillonario, la vocalista de The Corrs se ha permitido el capricho de grabar y traer a su terreno sus canciones-talismán, canciones más o menos conocidas, pero en ningún caso obvias. Velvet Underground, John Lennon, Vangelis, Roy Orbison, Nick Drake, The Blue Nile...  La selección da prioridad a lo que ha significado cada canción en la vida de Andrea.

Si en "Ten Feet High" se la notaba incómoda, esforzándose sin éxito por sonar moderna, pícara o incluso trascendente -el primer single pretendía ser un himno antibélico-, en "Lifelines" a Andrea Corr se la nota simplemente sonriente, cantando en bata y zapatillas, con el pelo recogido, una taza de la café en la mano y muchas ganas de pasarlo bien. Y es así cómo conectamos con el disco, sentimos incluso un poco de envidia porque a todos nos gustaría poder ponerle voz a todas esas canciones que van llegando a nuestra vida en el momento oportuno: describen exactamente cómo nos sentimos, el punto exacto en el que nos encontramos, son unas canciones que parecen escritas por y para nosotros, no podemos dejar de escucharlas una y otra vez.


Andrea canta con un sentimiento inusual, utiliza su fragilidad invulnerable para teñir las canciones de un optimismo que, en la mayoría de casos, originalmente no tenían. Esto se nota sobre todo en el corazón del disco, el tándem formado por "State Of Independence", "No 9 Dream" y "Tinseltown In The Rain"; con estos 3 medios tiempos, el álbum parece coger fuerzas. Suenan a sonrisas bajo la lluvia, a ese instante preciso en que el sol resurge tras las nubes.

El resto del álbum es más melancólico, a menudo habla de mantenerse a la expectativa ("Pale Blue Eyes""I'll Be Seeing You", "Blue Bayou""Tomorrow In Her Eyes") y nunca se deja arrastrar por la tristeza, ni siquiera en los temas más oscuros, como "Some Things Last A Long Time" o "Lifeline". Ésta última contiene, de hecho, el momento más divertido de todo el álbum. A media canción, Andrea imita el sonido que haría alguien ahogándose en un cómic: "blurb-blurb-blurb", pero notas que Andrea está aguantándose la risa, está disfrutando como una niña. Nos recuerda así que nunca te ahogas, aunque lo parezca.

Los productores John Reynolds y Brian Eno consiguen que este conjunto de 11 temas suene muy coherente a pesar de sus orígenes dispares. Por eso, el disco funciona tan bien como conjunto, algo rarísimo hoy en día, que los discos parecen hechos para que cada cual se haga una playlist con sus 5 o 6 favoritas. Hay algún que otro guiño al pop-folk de The Corrs, son momentos muy puntuales que tampoco desentonan. Al fin y al cabo, Andrea Corr está trayendo las canciones a su terreno, no se limita a copiar los originales.


Cuando meses atrás supe que la chica iba a lanzar un disco de covers levanté la ceja, escéptico. Y al final me encuentro con un disco perfecto, sin pretensiones, muy agradable, de esos que ganan con cada escucha y que te apetece que te hagan compañía trabajando, leyendo, cocinando, paseando. ¿Qué haríamos sin música en un mundo en el que todos, alguna vez, somos náufragos?

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Les Petits Mouchoirs / Pequeñas mentiras sin importancia

154 minutos. "¿Dónde me he metido?", pensé al descubrir en el programa -me fascina que algunos cines conserven todavía la tradición de ofrecerte estas fichas de la película; yo las colecciono- la exagerada duración de "Pequeñas mentiras sin importancia". Empezamos con un plano secuencia impactante, atronador y acabamos con un plano congelado agridulce y mudo. En medio: dos horas y media con muchas carcajadas y alguna que otra escena dura, a veces incluso te descubres riendo con el corazón en un puño (la ridícula desesperación de esa mujer refugiándose de madrugada en el porno virtual, por ejemplo).


No diré que al final la película se pasó como un suspiro, porque no sería exacto -la película es larga y no lo intenta disimular-, pero sí diré que salí del cine deseando más, mucho más, deseando una serie entera dedicada a estos personajes: dos temporadas como mínimo, cada una con 13 capítulos de 45 minutos. Tan humanos son los personajes y tan identificado te sientes con ellos, tanto cariño les coges a pesar de sus defectos (que son muchos), tantas ganas te quedan al final de seguir sabiendo de sus vidas.

"Pequeñas mentiras sin importancia" gira en torno a las vacaciones de verano de un grupo de amigos; unas vacaciones vistas no sólo como un acto de escapismo, sino también -y sobre todo- como el ejemplo máximo de su egoísmo. Y es que en esas ganas de pasarlo bien, esa necesidad de que nada se tuerza, de que ni siquiera las comadrejas amenacen la calma del refugio playero, hay mucho de dar la espalda a la realidad, a sus problemas y a los de los demás. Se consuelan pensando que no han abandonado a su amigo hospitalizado porque van a acortar las vacaciones: dos semanas en vez de un mes, y al fin y al cabo sólo estarán a una hora de avión de París.

Así somos. Nos acomodamos en las pequeñas mentiras porque es más fácil así, porque mentir en las pequeñas cosas parece un acto inocente. Mentimos a los demás autoconvenciéndonos de que es lo mejor para ellos, cuando en realidad lo que hacemos es mentirnos a nosotros mismos, retrasar ese momento en el que habrá que afrontar la verdad: la persona a la que verdaderamente quieres, lo que verdaderamente te llena, la sexualidad que verdaderamente sientes. Y mientras estás mintiendo, ese momento de sinceridad parece muy lejano, como la costa cuando navegas en barco bajo el sol, pero a menudo olvidas que también existen bancos de arena, golpes imprevistos que te obligarán a mirarte al espejo y ser sincero de una vez por todas.


"Pequeñas mentiras sin importancia" también nos recuerda la importancia de lo que se dice, y de cómo se dice. Hay un personaje que, a modo de ejemplo, explica un experimento de Masaru Emoto que no sé si será verdad pero en cualquier caso me fascina como metáfora. Emoto puso arroz hervido en dos tarros y los cerró; a un tarro le colocó una etiqueta con la frase "Te quiero" y al otro una etiqueta con la frase "Te odio". Día a día, al primer tarro le agasajaba con palabras cariñosas, mientras al segundo le escupía palabras llenas de rencor. El arroz odiado se pudrió enseguida, mientras el arroz amado seguía intacto.

Y de eso se trata: de hablar pero hablar bien, de cuidar el lenguaje, de quejarse menos (o directamente, no quejarse), de proyectar una imagen más optimista de nosotros, de dedicarles a la gente que nos rodea las buenas palabras que merecen. Toda esa energía positiva acabará llegándonos de vuelta. En ese sentido, estad muy atentos a cuál es el único personaje que termina la película mejor de lo que la empieza. No hay que conformarse con las mentiras, hay que aprender a hablar y hay que aprender a escuchar.


Cine francés generacional, cinta coral ensalzada por un reparto excelente, comedia y drama muy bien hilados, canto a la amistad (pero a la de verdad), un pequeño empujón para que seamos optimistas, sinceros y hablemos de las cosas que nos importan, banda sonora de lujo (mezcla de canciones muy famosas con momentos indie)... Todo eso y mucho más. Una sorpresa agradable sobre las sorpresas desagradables de la vida.