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Welcome to life

Siempre hay algo nuevo. Una torre, una cristalera, una piña multicolor coronando un arco. Es normal, la Sagrada Familia sigue en construcción. Las grúas mueven vigas, se colocan piedras, los planos crecen. Es fácil olvidar que los monumentos de tu ciudad están ahí. Te acostumbras. No los ves con ojos de turista.


Para recuperar esa fascinación, hay que provechar eventos como los que se organizaron en la Sagrada Familia durante La Mercè. En primer lugar, la compañía canadiense Moment Factory diseñó un espectáculo audiovisual con la fachada de la catedral de Gaudí como tapiz. Donde antes sólo había piedra, aparecieron latidos y plantas, mariposas. Fluían las cascadas.

Mirase donde mirase, veía colores, formas, brillos. Quince minutos muy emocionantes titulados Oda a la vida. Pero también redescubrí la Sagrada Familia al día siguiente, en la jornada de puertas abiertas. Después de una cola larguísima que gracias a la organización avanzó deprisa, en apenas diez minutos ya estábamos dentro, descubrí que el edificio por dentro es enorme.


Que no es que por fuera sea diminuto, claro, pero en su interior, a pesar del gentío, pudimos pasear tranquilamente por el amplio vestíbulo. Las columnas separaban múltiples espacios y los rosetones y cristaleras dejaban entrar la luz natural, que teñía todas las paredes de amarillo y azul y rojo y verde. Sí, tanta luz sorprende.

Los ojos se iban aquí y allá: frases, inscripciones y esculturas secretas que dejó Gaudí repartidas por toda la Sagrada Familia. Migas de pan guiándote hacia lo desconocido. Para que un día alguien las señalase. Mira. Deberíamos ser así más a menudo: niños curiosos que se transforman en Cristobal Colón. Descubridores del nuevo mundo.


Siento algo parecido en La Penúltima, un bar del Raval. Es acogedor pero pequeño, tanto que enseguida se llena. Me gustan las mesitas del fondo, aunque solemos quedarnos en la barra. Da igual porque desde cualquier ángulo descubro cada noche nuevos detalles. Dibujos y lámparas y figuritas en las que no me había fijado. Hago fotos y todas parecen de un bar distinto. Son bonitas las cosas que día tras días siguen sorprendiéndote. Como abrir la puerta siempre por primera vez.

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You gotta get up and try, and try, and try

"Dar en el blanco es el resultado de noventa y nueve fracasos."
(Dôgen)

Hay quien tira la toalla enseguida. Tú no eres de esos. A veces olvidas que, en pleno desierto, al otro lado de las dunas, hay un oasis; lo olvidas, pero sigues dando pasos, clavas los pies en la arena ardiente, escalas, llegas a lo alto y entonces descubres las palmeras, el lago de agua dulce, el trocito de sombra. Todo aquello que dabas por perdido está ahí delante. A tu alcance.


Fracasar no es más que ponerte en camino hacia el triunfo. De derrota en derrota hasta la victoria final, que dice el dicho. Poco a poco vas entendiéndolo. Vas aprendiendo. Afinas la frecuencia, sabes que no darás con el canal exacto a la primera, pero giras la ruedecilla y la música se escucha cada vez mejor.

No existen las crisis, existen los puntos de inflexión. Si algo no funciona como querrías, lo encarrilas. Lo intentas, al menos. Pero intentarlo ya es hacerlo. La librería se transforma en una tienda japonesa. Las diferencias se convierten en balanza y aprendizaje. Es básico: el pegamento de las cosas en común.


Cuando inventaron la primera rueda, era cuadrada. Imaginas los baches como montar un carro entonces. Un descontrol. Altibajos e incertidumbre, se iba a descuajeringar en cualquier momento. Pero la rueda la fueron puliendo. Y al final dieron con la forma exacta. El carro bajó la pendiente, cruzó el camino de principio a fin, suave. Ahora repites la cara de placer de aquel primer viajero. Estás a gusto, todo funciona.

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A Roma con amor

Roma queda muy lejos de París. Eso ya lo sabía, pero aquí se confirma. El año pasado, Midnight in Paris fue mi película favorita, y este 2012 ya la he visto otras 3 veces. Sigue pareciéndome tan mágica como la primera vez. A Roma con amor no tiene esa magia, ni siquiera te apetece viajar a Roma después de verla.


Para empezar, el título puede ser engañoso. De las cuatro historias que conforman la película (cuatro al principio, aunque se desperdigan), sólo dos giran entorno al amor. Las otras hablan de la fama involuntaria. Y es un amor de parejas en crisis. Se encara esta situación desde la comedia, pero el trasfondo no es cómodo.

No es el Woody Allen más inspirado, los mejores diálogos son los suyos pero casi parecen un añadido de última hora. La verdadera lástima es que la historia que protagonizan Alec Baldwin, Jesse Eisenberg y Ellen Page, con algo más de desarrollo habría sido una buena película por sí misma. Tendríamos así un producto certero.


Pero la película es la que es, no la que te gustaría. Así que sin moverte de la butaca, ríes y disfrutas. En el fondo, de eso se trata. Desearías encontrarte menos recovecos pero es lo que tiene Roma. Ruinas y callejuelas no siempre luminosas que al final desembocan en una plaza con una fuente bonita. Las crisis existen, pero se superan.

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Enjoy the ride


No siempre recuerdas que las cosas son fáciles. O más fáciles de lo que a veces te da por pensar. Fluir en el presente, sentir sin pensar, dar gracias por lo que ya tienes, abrazarlo, empaparte. Un viaje en bicicleta, un chapuzón, el universo en tu toalla. No hay más que eso. El trampolín eres tú.


Las canciones inspiran. Te recuerdan que a veces basta con sentirse feliz, a gusto. Hacer las cosas por el placer de hacerlas. Darte un baño con sales y velas, o sentarte en el sillón a leer un buen libro, encender tu incienso favorito, pasear por la ciudad a esa hora en la que ves otras cosas que no están en tu ruta habitual.

Disfrutar del paseo, tan sencillo como eso. Remar al ritmo del agua. Las 69 canciones de la playlist me inspiran todo eso. Relajación, instinto, centro. Para hacer compañía o disfrutarla. Hoy me apetecía compartirlas. Espero que encuentres como mínimo una que te invite a aceptar el mundo tal cual es.


Carry on smiling and the world will smile with you
Take me on a train 'cos I'm not flying 
Everyday I walk away with the feeling that I'm center stage
Mejor si estás encima, mejor escuchar al pumpum, pumpum
And now I know the truth that anything could happen 
I'm breathing new air, can I take this all in? 
Don't get lost in heaven 
What is there to know? All this is what it is
Sky fits Heaven so fly it
Decide something less decisional 
Strange things will happen if you let them come around and stick around
You've gotta seize the moment before it's gone

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Woodkid - Iron / Run Boy Run

El domingo disfruté del concierto de Woodkid. Gratuito (este año es el que más conciertos habré visto pero también el que he gastado menos dinero), en plena plaza Reial de Barcelona. Los arcos de la plaza parecían sacados de las proyecciones que, sobre el escenario, acompañaban unas canciones dignas de banda sonora.


Y es que las composiciones de este francés está barnizadas con un halo épico. Ya se notaba su gusto por la grandilocuencia del cine en sus vídeoclips para Lana del Rey, por ejemplo. Esto fue a más con el estreno de Iron, single con el que presentó su primer EP. La conquista del paraíso en clave indie. Enarbolar la bandera para liderar una revolución, la de "Aquí estoy yo".

En Barcelona se le notaba con ganas de ser adorado por el público. Y lo conseguía, claro. No sólo es sexy, ese vozarrón profundo lo motiva todo. En las canciones más íntimas, como Brooklyn, Woodkid enamoraba. Una balada sobre la distancia y las cosas buenas que echas de menos bajo un París lluvioso. O Baltimore's Flies, con ese piano que poco tiene que envidiar al de Someone Like You.


El piano y las trompetas, otra de las marcas de la casa. Qué intensidad la sección de viento. Pero todos estábamos esperando el pelotazo: Run Boy Run y sus percusiones sin tregua. La sorpresa es que muchas canciones del futuro disco, previsto para 2013, tenían tambores igual de apoteósicos o más. Safri Duo con alma, lo definimos. Será candidato a disco del año cuando salga. Saltos y emoción a partes iguales.


Run Boy Run! This world is not made for you
Run Boy Run! They’re trying to catch you
Run Boy Run! Running is a victory
Run Boy Run! Beauty lays behind the hills

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I follow rivers

Este verano crucé un río. No sé si era el primero que cruzaba, no recuerdo otros pero pudo haberlos. En todo caso, lo sentí como algo nuevo, excitante. Cruzar un río. Descalzo, haciendo equilibrios, ver el caudal de agua desde el centro como a medio camino de un paso de cebra ves al fondo el Arco del Triunfo. Llegar a la otra orilla.

 
El río había aparecido de repente. Paseaba por el bosque y allí estaba. Había visto otros ríos antes, claro, pero ninguno tan ancho. Tan cruzable. Así que bajé la pendiente, esquivé los matojos, me descalcé sin titubear y empecé a cruzarlo. Como si tuviera un mapa del tesoro y la X estuviera al otro lado.

Pero no tenía mapa, y eso lo hacía más emocionante. A la aventura. Fluir, esa palabra que tanto me gusta. Fluir como el propio río, fluir con él. Llegar a algún lado. Algunas piedras resbalaban. Tuve que aprender a apoyar los pies. A no ir demasiado deprisa. Caminar hacia adelante aunque tuviera que dar algunos rodeos donde el suelo del río era más firme. El agua estaba fría, pero eso mejoraba la circulación de los pies.


Ya en la otra orilla, me senté a descansar en una piedra. Era más alta que el resto. Todas las piedrecitas a mis pies. Sentí que había conquistado algo, por insignificante que fuera. Sobre todo disfruté de la sensación de estar allí, por fin, al margen de todo, bajo el sol. Estaba allí y estaba vivo. No podía pedir más. Sí, este verano crucé un río.

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Alphabeat - Express Non-Stop

Enciendes la radio. Una canción que no conoces te dibuja una sonrisa. Al segundo estribillo ya la tarareas. Esa canción se va tal cual llegó, empieza otra. Nunca sabrás su título pero recordarás la felicidad que te dejó. Pues bien, Express Non-Stop es como un recopilatorio de esas canciones. A tu alcance siempre que quieras que salga el sol, bailar o creer en el amor.


Pop luminoso, optimista, eufórico, enamoradizo. Ya desde su primer disco, es lo que mejor se les da a los daneses de Alphabeat. Pero es que aquí ponen toda la carne en el asador del pop más desenfrenado. El título lo deja bien claro: que la fiesta no pare. Quieren que muevas los pies, y lo haces.

No hay baladas. Desde himnos al poder rejuvenecedor del amor (Younger Than Yesterday) hasta la locura impredecible de Show Me What Love Is, el álbum es un viaje por lo mejor del pop de las últimas décadas. Hay incluso algún momento muy sesentero, como Mad About You, con sus uh-uh-uh, palmadas y shoop-shoop. Pero ellos consiguen que todo suene coherente. Y actual.


No es que el amor sea el tema más original en la música. Alphabeat lo llevan al extremo y todas las canciones de Express Non-Stop hablan de ese sentimiento. De la energía que te da. De los nuevos comienzos que provoca. Así que anímate. Ellos lo llaman Love Sea y suena como la secuela del How Will I Know de Whitney. Ponte tus mejores galas y baila en esta fiesta de promoción perpetua. Te van a coronar.

 
We'll be hanging out somewhere in the clouds forever
Be my parachute, let's set by the Moon together
As good as it feels, can't be real
Too good to be true
I was coming down, I was in the dark til the summer

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Haruki Murakami - Baila, baila, baila

No es un tópico. Murakami tiene algo que atrapa. Hipnótico. No siempre ocurre, a veces me he encontrado con libros suyos en los que no he podido avanzar más de 50 páginas. Pero cuando la magia se activa, Murakami te arrastra con él a ese mundo en el que parece que no ocurre nada y sin embargo pasa todo.


Los personajes del escritor japonés siempre están buscándose a sí mismos. Buscando ponerle nombre a algo que dará sentido a sus vidas. El protagonista de Baila, baila, baila (secuela de tapadillo de La caza del carnero salvaje, aunque se puede leer suelta), también emprende esa búsqueda. Casi sin quererlo. Algunos ascensores se ponen en marcha sin que tengas que apretar ningún botón.

Hay mucha música rock, asesinatos, viajes a la fría Sapporo y a la surfera Hawai, sexo a granel y sobre todo paseos, cocina, cine, lectura, el reencuentro sosegado con uno mismo. Tu casa, tu coche, tu compañía. Tu lugar. Lo que decía: pasa todo sin darte cuenta. Cada día es decisivo aunque "sólo" disfrutes de ti mismo, significa que sigues en movimiento.


Lo he pasado muy bien con esta novela. Pasa a ser una de mis favoritas de Haruki Murakami. Y como todas, ha llegado cuando tocaba. Porque Baila, baila, baila trata sobre todo de conexiones. Conectar los puntos, conectar los cuerpos. Todo es lo mismo. Es muy fácil. Coges el conector y...

No dejes de bailar mientras suena la música. ¿Lo entiendes? Baila. No dejes de bailar. No pienses por qué lo haces. No le des vueltas ni le busques significados.


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El amigo de mi hermana

Mumblecore. Por lo visto, en Estados Unidos, a las películas independientes de bajo presupuesto y mucha conversación ahora se las llama así. Tecnicismos al margen, no os dejéis engañar por el póster: ésta es una película humilde y sencilla, no es la típica comedia romántica de Hollywood.


De hecho, ni siquiera es una comedia romántica. Te ríes, sí, pero siempre con el corazón encogido y entre drama y drama sueltas alguna carcajada. Es todo tan natural como la vida misma, otra de las características del mumblecore: naturalidad. Los diálogos fluyen como si los personajes estuvieran sintiendo y descubriendo las cosas al mismo ritmo que el espectador.

Todo el peso de la película recae sobre tres únicos actores. No improvisan, pero lo parece. Destacan sobre todo ellas. Emily Blunt sigue acertando al elegir sus papeles. Rosemarie Dewitt ya me encandiló en United States of Tara y aquí borda el papel más complejo de El amigo de mi hermana. Un aplauso a la dirección de actores.


La importancia de la sinceridad, de afrontar los retos con honestidad. Expresar tus sentimientos. Quién lo iba a decir: abriéndote al mundo, consigues que los demás se abran a ti. Recuperar las cosas que te gustan, salir de casa. Obligarte a montar en bici aunque ya no tengas el cuerpo para estos trotes.

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MIKA - The Origin of Love

Me gusta Mika. Es decir, me sigue gustando Mika. Siempre lo vi como una versión casi adulta de Aqua, con su apuesta por el desenfado más colorista, su falsete, su mundo de piruletas y poses de Freddie alternándose con muñecos gays y felices mujeres con sobrepeso. Ahora llega otro episodio: el tercer disco, titulado The Origin of Love.


La portada rompe con todo el grafismo anterior. Intuyes que al cambio de imagen lo acompañará un cambio de sonido. Ojalá, piensas, porque su fórmula tenía fecha de caducidad. Y en cuatro canciones, las mejores, es así; pero el resto, por desgracia, suenan a descartes de los discos anteriores. No me refiero a descartes de los de: "¿pero cómo dejas esto fuera?", sino de los otros, de los de "hiciste muy bien".

Por ejemplo: CelebrateLola, que de puro tontas se dejan escuchar pero nunca acaban de despegar. O Love You When I'm Drunk, pseudo-imitación de su propio imitador King Charles. En cambio, cuando Mika se descalza y prueba cosas nuevas, acierta en la diana. Y mira que era fácil, la prueba la tuvo con el pelotazo Elle Me Dit, que aquí aparece en inglés bajo el título Emily. Después de una nueva intro a lo Call On Me, vuelve ese estribillo irresistible: dance, dance, dance.


A bailar te invita también con la trepidante Stardust, imagino que producida por Benny Benassi. Es un viaje de ida y vuelta a las estrellas en busca del amor. Será single y habrá remixes, seguro. La robótica Make You Happy emociona cuanto más se distorsiona la voz. A ratos, el cantante suena irreconocible, pero sabes que es él.

Y entonces llega Origin of Love. No conquista sólo por sus coros a lo Rey León, su ritmo funky, sus palmadas o su melodía de nana eurovisiva. No, lo mejor de todo es que aquí notas a Mika realmente cómodo. Hasta él lo sabe. Éste era el camino. Enamorarte no implica salirte de la línea sino tener ganas de saltar hacia adelante.


Like stupid Adam and Eve
They found their love in a tree 
God didn't think they deserved it 
He taught them hate, taught them pride 
Gave them a leaf, made them hide 
Switched their stories aside 
You know the origin is you.

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Michi Kobayashi - El principio del círculo

"¿Nunca has estado con nadie que necesitara
darte la mano, abrazarte o besarte?"

Parece que la editorial Comanegra se está especializando en editar fábulas de autoayuda con ambientación japonesa. No sé si será un nuevo género, pero ya han editado tres libros así: La ley del espejo, Los cerezos en diciembre y éste. Por mí, que sigan con el proyecto: se leen en menos de una hora y levantan el ánimo.


El círculo de la portada, trazado con pincel y tinta china, es uno de mis símbolos favoritos. Sé que algún día tendré un despacho con un cuadro así. En El principio del círculo sirve para explicar la importancia de la comunicación entre dos personas y, más aún, del contacto físico.

A menudo te quedas en las palabras. Ya lo has dicho todo, tu boca se ha desbordado, ¿qué más podrías hacer? Pues expresarlo con gestos, por ejemplo. Expresarlo de verdad. Demostrarlo. Caricias, abrazos, miradas, besos, mimos, ligeras presiones. Tu cuerpo sólo sabe decir la verdad.


Estás tan seguro de lo que sientes hacia los demás (familia, pareja, amigos), que te olvidas de hacérselo saber. No comparto el aire anti-tecnológico del libro, pero sí defiendo su apuesta por la comunicación. Las cosas que no se dicen, las cosas que no se expresan, no las saboreas tanto como podrías. Toquémonos.

Si evitamos el contacto nos perderemos muchas cosas bonitas. Hay un cuento que dice que, en una ciudad donde pasaban cosas sorprendentes, un día todos los habitantes se despertaron con azúcar en los labios. Pero los granitos de azúcar eran tan pequeños que no se veían. ¿Y sabes qué pasó? Que sólo se dieron cuenta de ese hecho increíble los que, al despertarse, se besaron en los labios.

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I sold my bed but not my stereo

Qué diferencia. Anoche estuve en dos conciertos y no hubo color. Después del riguroso playback de una sosilla Florrie, me golpeó en la cara el espectáculo festivo de Capital Cities. Con ellos empecé 2012, así que tenía especiales ganas de verlos en directo, y superaron todas las expectativas. Luces de colores, lo pasaré bien.


También es verdad que ellos actuaban en la sala principal de Razzmatazz, el escenario era más grande y podían lucirse. Florrie, en cambio, tenía que pedir permiso incluso para mover los brazos y caminaba de puntillas para no pisar los cables, no fuera que desenchufase la voz enlatada y se descubriese el truco.

Pero Capital Cities no se limitaron a tocar las versiones del disco (EP). Las adaptaron al directo, más cañeras, con más electrónica, más ritmo, solos de trompeta animando al personal. Y mucho desparpajo, porque lo que tenían los californianos era sobre todo eso: gracia, carisma. Nos enseñaban coreografías, se permitían locuras. El contraste entre sus trajes y sus camisas hawaianas lo simbolizaba todo.


Quizá Florrie supo a poco porque lo que antes me parecía bien, ahora es sólo el punto de partida. He descubierto que se puede ver el mundo con las gafas enormes de Capital Cities. Arriesgar, probar cosas nuevas, lanzarme. Quiero energía. Que me den energía. Que me electricen como hicieron ellos incitándonos al salto, al aplauso, a la diversión. Quiero sorprenderme cada día con una sonrisa, sí.

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Haruki Murakami - After dark

La ciudad de noche. Personas que deambulan por su calles. Huyen. De fantasmas, de sí mismos, de preguntas que no quieren preguntarse. Murakami sitúa esta novela en un submundo formado por bares aún abiertos, love hotels (bonito eufemismo para esos sitios donde la gente va a follar) y parques oscuros cuyas hojas crujen.


Se trata de su obra más sencilla pero, personalmente, creo que también de las más logradas. Es la segunda vez que la leo y me ha vuelto a sorprender. Porque no dejan de ocurrir cosas. Los personajes actúan, caminan. Hay un propósito. Hay diálogos y giros y vidas entrecruzadas en el transcurro de una única noche.

El estilo de Murakami aquí es más telegráfico que de costumbre, absolutamente visual. Frases bisturí. Una cámara que desnuda a los personajes, los deja vulnerables y luego los arropa un poquito. Podría rodarse una comedia romántica, aunque de comedia tendría poco y el romance se insinuaría apenas.


Un chico que quiere expresarse, una chica hermética y una hermana que duerme. Son los vértices de After dark. A su alrededor, otros personajes sombríos, notas de jazz que se deslizan bajo las puertas de los locales y un latido de fondo, una amenaza, el reloj quizá. Incluso de noche, la ciudad está llena de buenas historias.

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Girls

No ha sido un verano de series. Las series llegarán pronto, con las nuevas temporadas de todas las que sigo. Pero todo el mundo hablaba de Girls, esa serie sobre cuatro chicas con pretensiones hipsters que intentan sobrevivir en Nueva York. Me surgió la oportunidad de verla bien acompañado y como es lógico la aproveché.


Y de eso va esta serie, creo. De aprovechar las oportunidades cuando surgen. No es que las cuatro chicas lo hagan siempre; al contrario, a menudo huyen de aquello que podría hacerlas felices, no saben manejarlo. Pero viéndolas a ellas equivocarse, aprendes tú a caminar recto y con paso firme. Valentía para cruzar cada semáforo.

Girls es un poco Sexo en Nueva York con veinteañeras que no pueden comprarse ropa porque bastante trabajo tienen con buscar trabajo. Eso sí, van estupendas siempre, viven en pisazos salidos de un catálogo IKEA, gastan lo que no está escrito en condones y, por supuesto, van de fiesta en fiesta (en cada capítulo hay un evento, una presentación, un cumpleaños). Ser joven en Nueva York es eso.


Les coges cariño. A ellas y a sus novios, a sus amantes, a sus ligues, a sus follamigos con posibilidades de ser algo más. Les coges cariño porque querrías abrazarlas, que abrieran los ojos. Los abres tú, al menos. Bien acompañado y con una selección musical estupenda, ¿cómo no vas a sobrevivir? Gracias, chicas. Más, por favor.

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Jiro Taniguchi - El caminante

"Camino lentamente por la orilla
donde no hay ningún sendero."

Pasear. Es todo lo que hace el protagonista de este cómic. Pasear por los paisajes de su ciudad. Mientras pasea, aprovecha para observar, escalar, encontrar, descubrir, aprender, exclamar "Ah" ante cada detalle que llama su atención. Un pez en el estanque, una piscina vacía, los tejados vistos desde lo alto de un árbol.


Jiro Taniguchi era una de mis asignaturas pendientes. Sus obras las vendo bien en la tienda y los títulos siempre me habían llamado la atención, así como el estilo de dibujo, con esos escenarios que tiran hacia el fotorrealismo. El otro día, un amigo me definió su estilo como "muy zen" y la curiosidad me pudo.

Y sí, mucho de zen hay en El caminante. No es que se lo mencione explícitamente, es más bien el regusto que dejan unas viñetas donde los personajes apenas hablan, sobre todo contemplan, disfrutan de estar vivos aquí y ahora. Adultos que vuelven a ser niños y que aceptan las cosas tal cual llegan. Simplicidad.


Lees este cómic igual que disfrutarías de un buen paseo: despacio, importa cada paso, cada página, no el destino ni el desenlace. Te relajas como después de una bañera con el agua templada, casi caliente, y mucha espuma. Cada día hay algo nuevo. Basta con salir a buscarlo. Ahora caminas por donde no hay senderos.

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Declare independence

Aprendiste a estar solo. No fue fácil, muchos años sin practicar esa costumbre, pero poco a poco lo conseguiste. Tu espacio, tu pedazo de tierra pa' ti, tu propia bandera. Cómo los disfrutaste, qué nuevos se sentían. Parecía el final del viaje. Ahora descubres que la independencia no era eso.


O que era más. Mucho más. Porque no hay felicidad en las islas desiertas. La hay en los pequeños secretos susurrados, en arrimar el hombro, en escuchar y tener quien te escuche, en las caricias que llegan de repente entre la maleza. Necesitas un espejo mirándote para saber que sonríes.

Ya no crees en muros y tijeras. Crees en los puentes que unen las orillas de dos mundos. No chocan: colaboran, crecen juntos, se miran desde lado y lado, conscientes ambos de que existe ese punto en común. Pueden ayudarse, deben entenderse. Al fin y al cabo, son islas pero no dejan de estar en el mismo mar.


Llegar a ese punto de coexistencia requiere de un proceso de adaptación, claro. Como todo en la vida. Vas dando pasos y entonces llegas. Con este tipo de independencia, las independencias compartidas, todos ganan. Lo tienen todo: su vida propia y un puente común. Pueden cruzarlo siempre que apetezca.

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Miss Tacuarembó

No conocía este película hasta que hace unas semanas me hablaron de ella y me la recomendaron fervientemente. Saber que se trataba de un musical compuesto por el cantante de Miranda me dejó con la boca hecha agua. Este fin de semana, por fin, fue el elegido para disfrutar de Miss Tacuarembó acurrucados en el sofá.


La película es como Flashdance en versión Disney. Ahí está la mala-malísima con el mismo peinado que la madrastra de La Cenicienta y sus hijas gemelas ejerciendo de hermanastras, también el príncipe azul en forma de visión de Cristo, los milagros y transformaciones, el mejor amigo gay (a falta de dragón o mono) y hasta Rossy de Palma en la piel de una presentadora de TV que ejerce de hada madrina.

Pero sobre todo, destaca ese mensaje ultra-optimista de creer en los sueños. La visión Disney de que si cierras los ojos y sueñas algo con todas tus fuerzas, se hará realidad. "Algún día el mundo será nuestro", es el subtítulo de la película y la frase más repetida bajo una bola del mundo que los protagonistas sostienen con los pies.


Bien de color y fotografía moderna (a ratos parece un vídeoclip), pinceladas de crítica a los beatos religiosos (que no a la religión en sí: cada cual que crea en lo que quiera y a su manera), momentos dignos de culebrón y canciones pegadizas, como no podría ser de otra manera viniendo de Ale Sergi. No sé si los sueños se harán realidad pero como mínimo hay que intentarlo. Coger el micro y darlo todo.

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Celebrate

¿Lo ves? Párate. ¿Lo ves ahora? Lo tienes justo delante. Puedes tocarlo, es suave, olerlo, tiene un deje como de colonia, escucharlo, canturrea entre las hojas, saborearlo, como los caramelos con pica-pica que comprabas al salir del colegio. No hay duda: es real. Lo deseaste y aquí lo tienes.


Antes de ir a un museo, has visto mil y una veces los cuadros que contiene. Reproducciones en libros, fotos en la pantalla del ordenador. Anhelabas verlos, tus pintores favoritos y sus obras. Y entonces vas al museo y caminas por un pasillo y de repente tienes que recular, parece mentira pero está ahí, nada más girar la esquina.

Algunos cuadros son minúsculos, la Mona Lisa; otros, en cambio, impresionan más de lo que imaginabas, el de Napoleón en su caballo, la capa al viento. Colgados de una pared delante de ti siempre tienen otro efecto. Con su marco y su textura. Y además, nunca estás solo, otros visitantes los admiran. Tienes que compartirlos.


Disfruta. De estar en el museo, de girar esquinas y descubrir las versiones originales de los cuadros que habías estudiado en el instituto. Disfruta al conocer otros nuevos. Déjate sorprender por las sorpresas que esconden esos pasillos. Atesóralas. No mires el reloj, no pienses en el calendario. Sólo importa este momento, ya lo sabes.

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The xx - Coexist

"You move through the room
Like breathing was easy"

Susurros entre las sábanas. Los escuchas en la penumbra. Dos sombras se mueven por la pared que hay al otro lado de la habitación, las miras con curiosidad pero tardas en darte cuenta de que una de ellas es la tuya. Sí, estás aquí, en la cama, acompañado, y suena música suave.


Vuelven The xx con otra dosis de pop etéreo. Sus canciones llegan por oleadas, y como las olas te relajan. No es casualidad que un tema se titule Tides. Cerrarías los ojos pero no quieres dormirte, quieres estar muy despierto para disfrutar de este sueño. Sientes los latidos y un regusto de guitarras y pianos. El eco de sintetizadores.

Como Heroes de Bowie pero despojado de toda épica o dramatismo. Desnudo encima del colchón, a la espera. Dispuesto a dejarse llevar, como en la creciente Swept Away, por los ocasionales ritmos que toman el control aquí y allá. Ritmos secos, industriales que incrementan la calidez del resto.


Dos voces que han aprendido a coexistir. Que siguen aprendiendo, porque en realidad nunca dejas de hacerlo. Te los imaginas bailando a lo largo del paisaje enrojecido de Sunset, acercándose las manos en Reunion (finalazo, por cierto), escribiendo su propia Our Song con una sonrisa en los labios y por fin saltando al vacío. Pero no caen, flotan más allá de cualquier tejado. Angels.


And with words unspoken
A silent devotion
I know you know what I mean
And the end is unknown
But I think I’m ready
As long as you’re with me

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Ariel A. Almada - Los cerezos en diciembre

"Cuando vayáis a disparar,
no podréis elegir las condiciones externas.
Tan sólo aceptarlas, dejarlas entrar en vuestro interior
y actuar en consecuencia."

Tenía que ocurrir. Si La ley del espejo llegó en el momento oportuno, su secuela espiritual (así la promocionan, al menos), también tenía que venir al rescate. Y así ha sido. Ni antes ni después: ahora. Directa como una flecha, novelita corta que en sus 70 páginas encierra mucho más de lo que parece.


En esta fábula, enriquecida con cuentos de regusto zen, asistes a un entrenamiento. El de Saki y el tuyo. Fijar el objetivo, coger el arco, tensar la cuerda, apuntar, disparar. Por este orden. Qué fácil, piensas. La vida a veces se muestra así: simple, bonita. No cuentas con el viento, la inclinación del terreno, tu pulso. Todas esas pequeñas cosas que desviarán la flecha.

Los cerezos en diciembre insiste en la importancia de focalizar. De dar la vuelta a las dificultades, crecer con ellas y utilizarlas a tu favor. Atreverte a disparar siempre, pero con una dirección clara. Alimentar la pasión, la entrega, la acción. Más que una enseñanza, cada capítulo es un descubrimiento.


El libro se lee en apenas una hora. No lo habrás terminado que ya estarás pensando en recomendárselo a dos o tres amigos. Disparadores de arco que aún no saben que lo son. Como tú, que un día te encontraste con tu arco y tu flecha en las manos y pensaste ya está, ya lo tengo todo. Te faltaba lo más importante, el objetivo. Zas.

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Just like fireworks in the sky

Hace 10 años que no hacía esto. Tu frase estrella de este verano. Ir a la playa, pasar el día en el Tibidabo, bañarte en una bañera, hacerlo acompañado, ir a Sitges a ver el castillo de fuegos artificiales, y un largo etcétera. 10 años como podían ser más, o incluso toda una vida, porque también has hecho muchas cosas por primera vez.


Y no es que antes no hicieras cosas. Era más bien que evitabas ciertos lugares, ciertas acciones. Todo lo que te recordase al pasado, quizá. Estabas tan preocupado por reivindicar lo que ya no eras que olvidaste disfrutar lo que sí eras. Que es mucho. Demasiados átomos encima como para reducirte al chico que medio sonreía al fondo de la foto.

Ahora ya lo sabes. Sabes quién eres, lo que quieres. Pequeños objetivos y grandes métodos. Así que puedes recuperar el pasado, integrarlo en tu vida, ampliar el abanico de actividades y sobre todo disfrutar. Y compartir todo eso, claro. Porque es lo otro que estás aprendiendo este año: compartir.


Este año sí. Te atreves a volver a Sitges para ver el castillo de fuegos en la playa. El pueblo en todo su esplendor pueblerino, la fiesta mayor, sus bailes tradicionales, los reencuentros. Qué bien estar aquí, y no estar solo. Presumes en secreto de ese acompañante que parecía tan lejano en el instituto.

La arena fría y toda la gente y la constelación de barcos en el mar y las luces que se apagan. Esto empieza. Hay petardos nuevos y viejos conocidos. Muchos. Quizá no tantos como antaño, o igual es que ya no eres un niño, no tienes aquellos ojos. Pero sonríes. Tantos colores y tantas formas, tantísimas explosiones, ceniza. Se ha hecho esperar, ya llega la traca. Ahora será cuando de verdad ocurra todo.

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Carlos G. García - Entrada + consumición

"Ninguna buena historia comienza diciendo:
'Me quedé en casa y me fui a dormir triste'.
Es hora de afrontar el presente."

Te sentirás identificado. Vamos, digo yo. Porque lo que contienen las páginas de Entrada + consumición todos lo hemos vivido. O lo hemos pensado. O nos lo ha contado un amigo. Y siempre reconforta leerlo en un libro, ver que alguien más piensa como tú. Sientes complicidad. Que no pasa nada, que no es tan grave.


Por recomendación de Fer y sus Confesiones tirado en la pista de baile llegaba a mis manos este libro. Una novela que empieza como una divertidísima visión de la noche gay y la fauna que la puebla. Luego llegan las máscaras, el momento de quitárselas, las revelaciones y sobre todo los "¿ahora qué?". Ahora el presente.

Hay mucho alcohol y bastante sexo. De hecho, cada capítulo lleva el nombre de una bebida. Los diálogos chispean, hay capítulos (de mis favoritos, y muy bien ubicados) que no son más que conversaciones telefónicas. Hay drama y hay comedia romántica. Humor, ironía. Y tristeza, la de quien tiene que sobrevivir en un medio hostil en el que todos mienten, utilizan, manipulan, abandonan.


Pero hay luz al final del túnel. O debería haberla. Las ciudades son muy grandes, incluso Málaga, donde transcurre la novela. Nuevas gentes, nuevos ambientes, nuevas actitudes, y sobre todo iniciativa. Dar pasitos cuando las oportunidades llegan. Porque es cierto, como dice la cita con la que abría este post: Ninguna buena historia empieza diciendo: "Me quedé en casa y me fui a dormir triste". Así que sal y sonríe.

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Café de Flore

"¡Ah, claro!" Eso lo piensas ya casi al final, cuando la película decide mostrar sus cartas. Hasta entonces, hora y media de puzzle juguetón, será o no será, mucho desconcierto y algo que engancha: los personajes, sus historias paralelas. Una madre lucha por su hijo en el París de 1969 y una pareja inicia un romance en la actualidad.


El nexo es la música. La que escuchas antes de ir a dormir, la que te pones en el coche, la que te interrumpen para poner otra, la que bailas, la que te hace recordar a esa persona especial, incluso la que pinchas si eres DJ como el guapísimo protagonista. A él le gusta parar el ritmo para dar más fuerza a lo que viene después.

En la película las canciones van y vienen, reaparecen, atraviesan el tiempo. Como en la vida misma. Todas se han seleccionado con acierto. Desde varias versiones de Café de Flore hasta la maravillosa Svefn-G-Englar de Sigur Ros, que da lugar a dos escenas, una romántica y otra muy cómica ("It's youuu, it's youuu"), pasando por clásicos de la música francesa como Le Vent Nous Portera.


Amar, olvidar, dejar ir, reencontrar, superar, disfrutar, aceptar, dejarte amar no como querrías sino tal como llega. El amor implica todas estas cosas y muchas más. El amor de una madre y el amor de un amante. Llevados al extremo, quizá no sean tan distintos. En la película queda patente.

Café de Flore explora un misterio, el de las almas gemelas. ¿Existen? Deja la respuesta en el aire: tú decides. Pero sea como sea, si lo encuentras, cuida ese amor, créetelo, aprovéchalo. Disfrútalo. Mientras dure, que sea eterno. Y ponte canciones, y baila, y tararea. Que para eso está la música, para acompañarte.

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Pet Shop Boys - Elysium

"It's taken me all of my life to find you."

Volver de mi retiro espiritual con Elysium. Qué conveniente, después de un verano de mucho relax y bastante playa. Pet Shop Boys también encontraron un refugio; de hecho, para grabar su nuevo trabajo se fueron hasta Los Ángeles. Y a ese rincón secreto le dedican una de las baladas más inspiradas del álbum, Breathing space. Todos lo necesitamos de vez en cuando.


Elysium no es el disco soleado y veraniego que esperarías de un disco grabado en California. No hay aquí ninguna Se a vida é, para entendernos. Es más bien un paseo por la playa en pleno otoño, después de la tormenta. La arena todavía húmeda que pronto se secará, el olor del mar y la lluvia mezclados. Algunas hojas de palmera se han caído pero las palmeras siguen en pie. Como tú.

Hay algo de celebración en este disco, sí. No lo digo sólo por la triunfal Winner. Neil y Chris hablan de pérdidas, de muertes incluso, pero sobre todo de aprendizaje. Crecimiento. La madurez que te empuja hacia la aventura. Ese presentimiento épico, A memory of the future, cuando al fin te apoyas en la barandilla. Y entonces ves una cara. Una cara como ésa en un lugar como éste. Y vuelves a cantar.


Son conocidos por sus himnos bailables impregnados de melancolía y aquí le dan la vuelta a la tortilla. Canciones lentas que te contagian de una alegría innegable. La de estar vivo, cumplir años, volver a enamorarte y a hacer cosas. Requiem in denim and leopardskin, por ejemplo: un funeral, el final de una época que da paso a otra nueva, excitante. Conoces el ritmo pero lo bailas distinto.

Han grabado el disco más optimista de su carrera, más incluso que el anterior, y eso que se titulaba Yes. Sin ir más lejos, la canción Hold on parece sacada de un capítulo de Glee. Pero la joya de la corona es Leaving, con su atmósfera fantasmal cortada por un ritmo que no se rinde, el del corazón latiendo. Descansar para volver con más fuerza. Terminar para empezar.


I know enough's enough and you're leaving
You've had enough time to decide on your freedom
But I can still find some hope to believe in love