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Carlos María Domínguez - La casa de papel

Las personas también cambian el destino de los libros.

Hay libros que llegan a ti como atraídos por un imán. Como si pusiera "Léeme" en la portada. La casa de papel es uno de ellos. Cuando un amigo lo cogió de una estantería de la librería Antonio Machado y me lo enseñó, supe que tenía que comprarlo. Y lo hice. No es casualidad que la novela trate, precisamente, de un libro que le llega misteriosamente al protagonista, y le llama tanto la atención que siente que debe investigar su procedencia.


Más allá del argumento, casi policíaco, lo mejor de La casa de papel son sus reflexiones sobre los libros, sobre el propio acto de leer. Los libros unen a las personas y también las separan. Cada persona tiene sus hábitos para encadenar lecturas y recomendaciones, su manías para ordenar la siempre creciente biblioteca. A veces nuestro método para intuir que un libro es bueno puede parecerle absurdo a otras personas: ¿es mejor leer el primer párrafo o guiarse por los "corredores", esas líneas que aparecen entre las palabras de una página y marcan el ritmo del libro?

¿Por qué nos gusta regalarlos o, incluso, dedicarlos? ¿Por qué hay libros que marcan tanto? Es curioso que cuando visitamos la casa de alguien, una de las primeras cosas que hacemos es cotillear sus estanterías: comprobar qué libros tiene, pero también cuáles le faltan, coger ideas de futuras adquisiciones, sugerirle nuestros favoritos, sorprendernos con ciertas ediciones. Algo tendrán los libros que hacen tanta compañía y nos definen no sólo como lectores, también como personas.


Los libros pueden ser una puerta a otros mundos pero también una peligrosa prisión. Carlos María Domínguez explora en apenas 100 deliciosas páginas estos y muchos otros aspectos de la literatura y la lectura. Ahí reside el encanto de La casa de papel y por ello es tan recomendable a cualquier amante de los libros.

Siguen siendo mis amigos. Me dan abrigo. Sombra en el verano. Me protegen de los vientos.  Los libros son mi casa.

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4 comentarios:

David dijo...

Anotado en la lista de pendientes, por lo que dices tiene muy buena pinta. En mi caso, siempre que entro en casa de un amigo o conocido por primera vez, me quedo mirando los libros de las estanterías. Es hipnótico. Podría tirarme horas. Y miento, no lo hago la primera vez, miro los estantes siempre que voy.

Alex Pler dijo...

Yo confieso que no me conformo con mirarlos, tengo que coger los libros, hojearlos, comentarle a mi amigo si me lo he leído, pedirle opinión si no... Los libros me pueden.

David dijo...

Comprado y leído (en un suspiro, es realmente muy breve y fácil de leer) este fin de semana. Me ha gustado el momento en el que habla sobre cómo las librerías personales siguen creciendo, las dobles hileras también (como las odio... pero como las necesito) pese a que regale libros... el problema del espacio es el más preocupante.

La última parte creo que flojea más, los primeros capítulos (desde esa excelente y soberbia primera frase que remata más adelante con el comentario de Brontë) y en especial el diálogo de la parte central.

Por cierto, en mi caza de libros de este fin de semana, encontré por fin "El ganso salvaje", ¡solo quedaba un ejemplar!

Alex Pler dijo...

La primera frase es soberbia... en el borrador de esta entrada la alababa, pero debí eliminar la frase por error. Yo también creo que en su segunda mitad se desinfla, pero es que el principio y las reflexiones sobre el acto de leer son tan buenas...

Enhorabuena por la adquisición. Cuando sólo queda un ejemplar del libro que buscas, siempre digo: "Te estaba esperando."

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