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The Future

Esta película gana en el recuerdo. En el cine le notas elementos que quitarías (¡ese gato digital filosofando con voz aguda!), pero esos defectos se olvidan al día siguiente y, a partir de entonces, al hablar de ella, lo haces con un buen sabor de boca.


El Futuro nos cuenta los días finales de una pareja y lo hace con todo el realismo de la situación: con todo lo que tiene de trágico y de cómico, pero sin prescindir de la fantasía (el gato parlanchín que ya he mencionado, pero también cosas como el poder de detener el tiempo).

No es que Jason y Sophie ya no se quieran, es más bien que su relación los ha adormitado. Ya no hay pasión, no sólo entre ellos: tampoco tienen pasión ya por su trabajo, y han renunciado a todos sus sueños. Tienen que romper con eso en lo que se han convertido (una pareja con sendos portátiles que apenas se hablan y no se levantan del sofá ni a por agua) para poder explorar el mundo y descubrir quiénes son, quiénes quieren ser. Claro que eso conlleva locuras y vértigos, y son esas cosas -esas consecuencias de ansiar un cambio- las que explora la película.

Lo mejor: la larga secuencia donde Jason se deja guiar por su instinto y va siguiendo todas esas casualidades que él ve como señales llamándolo hacia su futuro, su nueva vida. Ahí la película me pareció fascinante, cómo van enlazándose todas las pistas hacia una resolución imprevisible.


Pero hay más momentos brillantes: el grito desde la ventana (momento reflejado en el póster), cierta escena de sexo (un culo en pompa como metáfora de la necesidad absoluta de algo parecido a la pasión) o la de la playa, controlando las olas.

Sorprendente, experimental, divertida, implacable y a ratos pretenciosa. Como el futuro mismo. Dadle una oportunidad si tenéis ocasión.

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