No me considero independentista. Ni siquiera 100% catalanista: aunque he vivido siempre en Cataluña, nací en Logroño, hijo de madre riojana y padre catalán y supongo que me siento como a caballo entre dos aguas. No me gusta identificarme con banderas, no me gustan las fronteras y no considero que los patriotismos sean positivos ni algo por lo que merezca la pena luchar, gastar la vida o perderla. Cumplo el
aburrido tópico de "ciudadano del mundo". Pero como de algún lado hay que ser, pues ante todo soy barcelonés, luego catalán, después español, seguidamente europeo y por último del mundo.
En cualquier caso, Cataluña es la tierra que he aprendido a querer. Paso de castellers, sardanas, barretina y botifarra pero cuando paseo por las calles de Barcelona, Sitges, Tarragona, Cerdanyola o cualquier otra población catalana me siento en casa. Considero que Cataluña no es perfecta, pero sí es especial, como tierra de paso que siempre ha sido, por su proximidad con Francia, porque los romanos desembarcaron aquí, porque es una tierra de acogida y diversidad, más europea que la mayor parte de España y al mismo tiempo igual de pueblerina. Una curiosa (y bonita) mezcla de contrastes. Sólo Cataluña pudo dar luz a gente como Gaudí, Dalí o Terenci. El catalán es mi lengua tanto como el castellano, me considero afortunado por dominar ambas y me gusta que en las conversaciones familiares o con amigos, podamos mezclarlas fluidamente, saltar de una a otra según con quien estemos hablando, pero siempre entendiéndonos. Esto es la verdadera cultura.
No me gustan los catalanistas "de pura cepa", con sus castas y su eterno victimismo, que se cierran en banda a cualquier cosa que venga de fuera y lo desprecian, se pasan la vida
fent país (haciendo país), consideran que lo catalán es mejor sólo por ser catalán, repiten consignas que no saben ni lo que significan y reclaman la independencia como si fuera tan fácil, sin pensar en todo lo que eso implica. Lo viví de cerca en mi infancia y adolescencia en Sitges (sí, no es tan cosmopolita como os pueda parecer; 9 meses al año es un pueblo-pueblo de la Cataluña profunda) y lo sigo viviendo hoy en día en mi librería de la moderna Barcelona, por ejemplo con gente que se compra libros originalmente en castellano traducidos al catalán (!!!). A todos ellos, Terenci Moix los retrató muy bien en su libro
El sexo de los ángeles (de donde proviene mi nick Lleonard Pler, por cierto). Acabó escaldado de tanto
fer país.
Pero aún me gustan menos los españolitos que hablan con desprecio de "nacionalismos periféricos", que mienten y tergiversan sobre el día a día en Cataluña, que se inventan cazas de brujas, que promueven muy efectivamente el odio a Cataluña mediante el engaño. Que demonizan el uso del catalán (y jamás del valenciano, el euskera o el galego: por cierto, ¿por qué jamás subtitulan a los gallegos en los telediarios?). Que recurren el Estatut que hemos votado y refrendado los catalanes, y no sólo no recurren los Estatutos de otras comunidades con artículos polémicos muy parecidos sino que los votan a favor, demostrando una hipocresía máxima y el verdadero quid de la cuestión: odian a Cataluña y si pudieran, erradicarían su cultura. Me parecen gente siniestra. Como los maltratadores (algo tan ibérico), se ven atrapados en lo de "ni contigo ni sin ti". Digo yo que si tanto nos odian, lo más sano para todos sería permitir independizarnos. Pues no. La maté porque era mía.
La sentencia del Tribunal Constitucional ha sido una de cal y otra de arena. Después de un proceso vergonzoso y homérico de 4 años, ha quedado demostrado que el PP exageró las cosas y que no había tanta inconstitucionalidad como esgrimían, "sólo" 14 artículos. Pero a cambio, los jueces han reinterpretado la constitución, matizando cosas que suponen un paso atrás con respecto a lo acordado en el Estatuto de Autonomía de 1979 y perjudicando a Cataluña con respecto a las otras comunidades autónomas, minando su autogobierno. Para atrás como los cangrejos. Volvemos peligrosamente a la España una, grande y libre. No quieren una Cataluña integrada sino sometida. Y eso sí que no puedo permitirlo. Ojalá pudiéramos vivir en harmonía, entendernos y respetarnos todos, poder sentirnos catalanes dentro de España (yo siempre optaría por el federalismo, que tan bien funciona en países menos extremistas que el nuestro), pero desde luego, si tengo que elegir entre agresor o agredido, defenderé a este último.
Así que esta tarde he acudido a la manifestación. No para reclamar la independencia, sino para defender a Cataluña. He ido solo, ya que como sabéis Enric está en Chicago y lo he decidido a última hora, cuando ya era tarde para contactar con cualquier amigo. Me he puesto una camiseta de Enric para que al menos estuviera presente de forma simbólica. Ha sido muy emocionante ver a tanta gente colapsando el centro de Barcelona (la guardia urbana habla de 1.100.000 manifestantes, otros de 1.500.000; espectacular en cualquier caso). No he coreado los omnipresentes gritos de "independència" pero sí he aplaudido, y mucho. He pasado un poco de vergüenza cuando la gente silbaba a Montilla y aplaudía a Mas (olvidando quizá que CiU pactó con el PP cuando le convino; nadie tiene las manos limpias) pero en general me lo he pasado muy bien. Una experiencia satisfactoria, de las que hacen historia.
Eso sí, con semejante paisaje, uno se replantea lo de ser o no ser independentista:
VISCA!!!