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Octubre

Me lancé a correr. Y por una vez, no llevaba reloj. Es decir: no llevaba el móvil encima para mirar la hora. Pero ya me estaba bien así. Correría y correría, sin saber si llegaba tarde o justo a tiempo. Correría desde la toalla en la playa hasta el jersey de punto. Había llegado el frío a la ciudad y esta vez para quedarse. Sí, por increíble que parezca, incluso esas cosas que según los agoreros no iban a suceder, acaban sucediendo.


Tuve que tomar un rodeo. La calle de siempre estaba cortada y los camiones de bomberos y los policías de uniforme y las cintas amarillas me bloqueaban el paso. Confieso que más allá del mero cotilleo, me daba igual lo que hubiera sucedido. Fuera lo que fuese, yo estaba vivo. Así que me alejé del tumulto de gente curiosa y tomé un desvío por mi plaza favorita. A veces olvido que sigue ahí, y ahí seguía. Muy cerca de los árboles, de las puertas cerradas.

También a ella la dejé atrás. Corrí y corrí. Como no tengo coche ni sé conducir, solo podía enlazar un paso tras otro. Lejos, lejos. Porque lejos adquieres perspectiva. Pensaba que de esta manera podría exorcizarlo todo. Dejaría de ser el bufón del cuento. Lo que otros esperaban de mí ya no importaría, solo lo que yo sentía. Lo que de verdad yo deseaba. Lo que ya no importa. Corrí sin rumbo hasta que volví a encontrarme. Y pasó Octubre. Y recordé que si quería, podía tener lo que quería.

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St. Lucia : When The Night

Lo han logrado. Después de varios EPs y mucho batallar, este grupo de neoyorkinos sacan su primer disco. Lo hacen, además, sin renunciar a su esencia. Tan frescos como en aquel lejano We Got It Wrong con que los descubrí. Once temas que te abrazan enseguida. Como esas personas que en cuanto las ves, ya sabes que formarán parte de tu vida.


When The Night es el mejor disco para estrenar el verdadero otoño. Aunque tiene el sabor inconfundible del mar en verano, podrás escucharlo cuando quieras. Decir que cada tema te transporta a una isla del Caribe no es una exageración teniendo en cuenta que han elegido una de ellas como nombre del grupo.

Los chicos de St. Lucia crean de la nada ambientes playeros, como si fueran una especie de Friendly Fires en plenas vacaciones. Tan pronto te hacen cerrar los ojos al ritmo de un ensoñador oleaje como te descubres saltando con ellos por el exceso de mojitos. Patadas en la arena y buena música a través del radiocasete. Porque sí, no sé qué filtros le han aplicado pero su música suena a cinta antigua. Por suerte, hay pilas suficientes para que la fiesta dure toda la noche.


Sospecho que siempre acabo recomendando el mismo tipo de música. Himnos. Pero no de estadio. Himnos íntimos, para darte caña a través de los auriculares y, con ellos de banda sonora, atravesar la ciudad día tras día. Tumblr en forma de canciones, vaya. Pero es que la vida ya es bastante gris a veces como para no escuchar música que le dé color. Me gustaría ser capaz de escribir así, lo confieso.

Elevate sirve de ejemplo. Empieza tropical, luego tiene un estribillo en falsete que te atrapa por lo sincero y todo desemboca en unos deliciosos coros finales que repiten y repiten lo mismo a modo de mantra. Para que te lo creas de una vez. Puedes volar. Solo tienes que ponerte las pilas.

 
You know that I want to get away
And I cannot wait for another day
You know that I want to elevate
Time to pick it up and celebrate

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Haruki Murakami : Los años de peregrinación del chico sin color

Los personajes de Murakami son metódicos. Cocinan fideos, hacen la colada, salen a pasear por la ciudad vacía. Cumplen un horario. Solo a veces se preguntan si están haciendo lo correcto o si pueden pintar en los márgenes. Como ellos, el propio Murakami tiene su método. Sabe qué ingredientes debe mezclar para ofrecer a sus lectores el libro que esperan. Casi siempre le funciona, pero la intensidad varía. Pasa como en la cocina: aunque repitas la receta, los sabores sorprenden vez tras vez.


Y a veces, el escritor decide dar un paso más allá. Ahí es cuando me conquista. Lo ha hecho en Los años de peregrinación del chico sin color. En Japón, la crítica le acusaba de ir en regresión, así que el hombre se propuso superarse. Aunque no ha llegado a las cotas de genialidad de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, su nuevo libro vuelve a mezclar con éxito personajes solitarios, pasados traumáticos que el protagonista no conoce del todo, el mundo de los sueños invadiendo el nuestro.

Pero estamos en 2013 y Murakami lo sabe. En la historia aparecen Facebook, Twitter, Google Maps... Hasta se atreve a incluir chistes privados sobre el Premio Nobel. Y me imagino que la escena de sexo gay explícito habrá chocado en la sociedad japonesa, si me ha impactado incluso a mí, que no se me van a caer los anillos ahora.


Todo esto no es más que el decorado, por supuesto. Lo importante es la historia. Te agarra fuerte desde la desolación de un chico sin color que piensa en la muerte hasta un adulto que acepta todo el espectro de sensaciones que le traerá la vida. En este viaje hay muchas estaciones y en todas ellas se detienen los trenes. Para que mires por la ventana a esas vidas que podrían ser la tuya. Las decisiones tomadas y las sorpresas. ¿Qué haríamos sin ellas?

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Gravity

Salí temblando del cine. Temblando y casi llorando. Entendiendo, también, y por fin, por qué me había costado tanto llegar a ver la película. Y es que no encontré entrada hasta el tercer cine. El primero tenía las sesiones agotadas y en el segundo había una cola kilométrica. A veces, las expectativas están justificadas. Con Gravity sí, desde luego.


No sé qué esperaba encontrarme. Otra joya de ciencia-ficción como Hijos de los hombres, supongo. Pero no hay ni rastro de ciencia-ficción en Gravity. Aquí el espacio es un elemento cotidiano, el día a día de unos astronautas que aún así siguen maravillándose de las vistas que pueden contemplar. Y tú te maravillas con ellos, porque la película está hecha para que las imágenes te superen, engrandecidas en la pantalla, envolviéndote. Técnica y buen gusto: combo perfecto.


Pero el espectáculo visual y la minuciosa recreación de las estaciones espaciales son solo el telón de fondo. Dicen que esta película pincha en su historia. No puedo estar de acuerdo. La historia es sencilla, sí, pero es la historia más importante. La de una mujer que lucha por su vida. Alguien que sigue adelante aunque no le queden fuerzas, ni aire, ni ganas, ni motivos para hacerlo. "No me rendiré", dice a media película. Y no lo hace a pesar del cúmulo de obstáculos, desastres, accidentes a los que tiene que enfrentarse. Ella sigue y sigue. Pase lo que pase, habrá merecido la pena llegar hasta aquí.