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Al filo del mañana

"Centrar el objetivo y disparar. Centrar el objetivo y disparar...", repetía Shinji en Evangelion. Era su entrenamiento. Repetir. Repetir tantas veces que gestos sencillos como centrar o disparar perdían todo significado y emoción. ¿Quién le iba a decir que el aburrimiento fuera la única manera de alcanzar la soltura necesaria?


¿Quién se lo iba a decir también a William Cage, protagonista de Al filo del mañana? Pero tampoco es que le quede otra salida: cada vez que muere en la batalla, reinicia su día, su entrenamiento, su desesperada búsqueda de mejorar y esta vez sí, triunfar. Rebobina como en Atrapado en el tiempo, pero esta vez no está en juego el amor sino la vida.

Cuando a la ciencia-ficción se le añade emoción, algo grande sucede en la pantalla. Cuando se aleja de todos los tópicos, de los diálogos a base de chascharrillos, de las banderas estadounidenses. Cuando importa el mensaje tanto o más que los efectos especiales. Cuando después de muchos errores, por fin se hacen las cosas bien, como aquí.


Pruebas y pruebas y vuelves a probar y siempre fallas, parece inútil, pero sigues intentándolo, no porque estés condenado a hacerlo sino porque a pesar de todo, estás convencido de dar pasos en la dirección correcta. Con cada repetición, avanzas un poco. El sol va saliendo en el horizonte, aunque sea despacio. Y algún día, al "mañana" podrás llamarlo "hoy". Lo disfrutarás como la mejor de las recompensas.

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10.000 km

"¿Dónde irás si nunca vuelves?", se preguntaban Pastora en la canción 1.000 kilómetros. Los Ángeles está aún más lejos y esos 10.000 km que la separan de Barcelona dan título a una película acerca de la distancia. No solo la distancia física sino sobre todo la emocional, mucho más peligrosa. Esta es insalvable.


Cuando hay pequeñas tradiciones de pareja, no cuesta crear puntos en común. Trincheras donde acomodarse entre las sábanas, puentes de madera. Nexos inestables que la primera borrasca se llevará por delante. El paisaje cambia y entonces, frente a la ventana o la pantalla del ordenador, es cuando te das cuenta de que no hay vuelta atrás. Todos los defectos encantadores se han convertido en molestias; los pequeños esfuerzos, en sacrificios.

10.000 km muestra la desintegración de Alex y Sergi. Y a ratos es tan realista que casi parece un documental. El desgaste es progresivo, chat a chat, whatsapp a whatsapp. Aun así, hay espacio para el humor, como esa lección de cocina vía Skype. Espacio para el sexo y el cibersexo, para cosas que por un momento parecen nuevas y solo son repeticiones.


Espacio entre dos personas, en fin. Unos lo llamarán diferencia de expectativas o cambio de aires; otros lo achacarán a los años, a los celos, a las circunstancias, a las mentiras. Da igual. El caso es que al final, cuando la distancia se impone, no hay avión en el mundo que pueda reuniros. Intentarás recordar que todo final es un punto de partida. No lo sientes así, todavía no puedes sentirlo así. Pero no te queda otra que intentarlo. Una puerta, una maleta, un rellano... ¿Y ahora qué?


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Nell Leyshon : Del color de la leche

"A veces me tengo que recordar a mí misma que estoy triste por algo.
Si no, me pongo contenta otra vez."

De la vida en el campo no esperas nada. Sembrar temprano, muñir la leche caliente, recoger la fruta madura antes de que caiga al suelo. Repetirlo de sol a sol, como se suele decir. La protagonista está acostumbrada a esto y no aspira a nada más, ni siquiera sueña con el cambio: nunca se lo ha planteado, nadie le pregunta.


Pero los caminos aparecen incluso cuando no los ves, y entonces no queda otra opción que tomarlos. Mary es consecuente. Acepta cada nuevo rumbo de su día a día con la templanza de quien solo sabe hacer lo que le ordenan. Despuntes de genio, rebeldías que no llegan a nada: se apagan en cuanto hay algo que limpiar, cocinar, ordenar.

Mary cuenta su historia con un estilo tan sencillo y limpio como el delantal que tiene que vestir a diario. Sabe lo que es justo y lo que no, sabe que ella es capaz, y te lo demuestra en cada frase. También sabe que en una vida ordenada, aprendes a hacer frente a los imprevistos. Y te descubres valiente incluso cuando más miedo tienes y menos comprendes lo que ocurre. Porque luchar siempre es vivir.

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Dom Hemingway

"A man with no options
suddenly has all options in the world."

Eres quien eres, y te gusta, y alardeas de ello... hasta que ser quien eres te mantiene alejado de lo que quieres. La identidad puede ser una carta de presentación o una cárcel. Irá descubriéndolo Dom Hemingway: cuando queda en libertad tras 12 años prisionero, querrá ser más él que nunca. Como si eso le garantizara algo, como si le acercara a alguien o alguna parte.


El protagonista recibe el puñetazo más doloroso: el de la realidad. Y entonces termina la comedia gamberra sobre delincuentes que hablan de su polla como si fuera una obra de arte. Desaparece la alargada sombra de Guy Ritchie, en favor de un drama extraño. No estás acostumbrado a que alguien como Dom se pregunte según qué cosas. De hecho, él es el primer sorprendido.

¿Qué ocurre cuando dejas de robar todo lo que debería ser tuyo y en cambio confías en la suerte, el destino y su melodía, las oportunidades que puedes tomar o no? ¿Quién puedes ser a partir de ese momento? ¿Llegará lo que deseas o tendrás que armarte de paciencia?


Menudo viaje: de las palabrotas en cada frase con que arranca Dom Hemingway, hasta los diálogos concisos y evocadores del final. De los colores psicodélicos de la vida nocturna a la realidad de un parque soleado, una mañana cualquiera. La vida tranquila. Todos aspiran a eso, pocos lo aceptan o se dan cuenta a tiempo. Y tú, ¿podrás? ¿Estarás a la altura?

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Coldplay : Ghost Stories

El final del amor. La incertidumbre y el no poder creértelo, los celos, dudar si darás el paso, el derrumbe, la nostalgia tan amiga de la idealización, ese paso tras otro que te lleva hacia adelante, el olvido guardado en el cajón como un postal de antiguas vacaciones. Todos sentimos lo mismo, aunque sea en un orden distinto.


Aquí hay canciones pequeñas. Para dejarse abrazar o para abrazarse uno mismo. A base de susurros, los versos intentan aferrarse a algo que ya no existe. Los fantasmas abundan, vagan de una canción a otra intentando comprender. Ecos, pianos. Sonidos para atesorar bajo la almohada. Solo al final vuelve el ritmo. Al final, sí: al borde del próximo principio. La euforia tras la tormenta silenciosa.

Un canto en honor a lo que se alejó por el horizonte y que ahora te lleva a ver las estrellas. Ese cielo lleno, llenísimo de estrellas. Cuando se cierra el círculo, lo confirmas. Continúas creyendo en la magia. Y en adelante, volverás a amar como si el amor fuera eterno, pero recordando que nunca lo es. El final del amor: su tristeza y nuestras lecciones.


And if you were to ask me
After all that we've been through
'Still believe in magic?'
Yes, I do

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Passing birds

¿Puedes pararte en el movimiento? Sería la única forma de conseguir una cosa y su opuesta. Porque me voy dando cuenta de que lo anhelamos todo. Una vida estable y agitada, disfrutar de nuestra soledad con el apoyo incondicional de una pareja, alguien que diga un sí taimado y también alguien que lo grite más fuerte. Lo queremos todo sin comprometernos a nada. Una libertad a medias en la que sentirnos cómodos.


Supongo que no podemos evitarlo. Nos dijeron que soñando todo ocurriría y lo creímos a pies juntillas. Y soñamos, y llegaron cosas, y siguieron apeteciéndonos otras. Contradicciones de la vida moderna cuando todo debería ser más sencillo.

Desde fuera, todo se ve tan claro. Ella debería apartarse de su ex, él tendría que apostar por la opción segura, el otro podría terminar de una en una sus historias en vez de pretender abarcarlas todas. Pero puede que solo estén, estemos jugando. Aprendiendo malabarismos. Y quizás esté bien así, porque si no hemos venido a jugar, ¿qué hacemos aquí?

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El armario de acero

Debió de ser él quien me descubrió que era atractivo
y saberlo puso mi mundo del revés...

"Los rusos no me caen bien. No tengo nada que ver con ellos. Suerte que están lejos...". Relato a relato, los tópicos se van derrumbando gracias a este El armario de cero. Porque de repente te encuentras a un chico como Aleksander Belykh, que adora Japón, estudió japonés y lee a Murakami. ¿Serías tú, de haber nacido en Rusia?


17 autores y nuestros iconos son los mismos, o muy parecidos. Oscar Wilde, Michael Jackson, Hollywood: les gusta lo mismo que nos gusta y quieren tener lo mismo que aquí disfrutamos. Poder ir de la mano con su pareja sin temor a una paliza. Dejarse de sobreentendidos, máscaras, como si el amar a otro no fuera con ellos, escribir con la libertad de saber que no serán juzgados. Sienten lo mismo pero tienen que disfrazarlo.

Son extraños los cuentos y poemas de este recopilatorio. Modernos en la forma, rompedores a ratos, pero describiendo unas vidas que, pese a todos los puntos en común, no podrían ser más diferentes a las nuestras. ¿Pero todo esto no quedó atrás en la época de nuestros padres, de nuestros abuelos? Provoca desazón leer sus miedos. ¿Y si no son los rusos quienes están lejos sino nosotros los que, sin saberlo, nos vamos acercando? Damos demasiadas cosas por sentado.


El armario de acero es el primer libro de la editorial Dos Bigotes. Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo se han lanzado a la piscina con este proyecto que viene a cubrir un necesario espacio: la literatura LGTB al margen de los tópicos. De momento han publicado recopilatorios de autores rusos y africanos, con espacio también para la poesía. Son valientes y les deseo las mejores recompensas a sus esfuerzos.

"No quiero ser un cobarde bastardo
Agarrado a tus piernas, temblando
Y escupiendo en su interior.
Quiero que todos se mueran de risa,
Que amen como yo amo
Que mis versos resuenen en el metro."
(Dmitry Volcheck)

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Aitor Villafranca : Cero

Dos hombres comparten cama pero despiertan en mundos distintos. El punto de partida de la novela me pareció potentísimo desde que el propio Aitor me lo contó hace ya 6 meses. Desde entonces tenía ganas de leer esta historia, y más teniendo en cuenta el buen sabor de boca que me dejó Zodíaco en su día. Las expectativas pueden ser peligrosas, pero en este caso se han visto superadas.


Y es que mientras lo leía en la cama, el libro cobró vida entre mis manos. Dejó de ser un conjunto de páginas escritas para transformarse en un espejo. De repente me vi reflejado en él, expuesto, escaneado hasta la última partícula. Y no solo me vi a mí: también pensé en tantos amigos con miedo a sentir, a volver a entregarse. Cuando te crees inmortal, haces y dices tantas tonterías, como si la recompensa siempre tuviera que estar esperándote cuando tú lo decidas.

Hay una cualidad que admiro en los escritores. Te hablan de esos sentimientos que rara vez compartes. No es solo que no te atrevas, es que no sabrías cómo hacerlo: por dónde empezar o qué palabras elegir. Ellos encuentran esas palabras y no dudan en compartirlas contigo. Leyéndolas, todo parece más sencillo.

Merece la pena conocer a Daniel y Álex. En un mundo donde ocurren tantas cosas extrañas, hasta el punto de no saber si eres la última pieza de un puzzle perdido que nunca encajará, agradeces reconocerte en esos personajes. Te sientes menos solo. Comprendes que los sentimientos pueden existir en cualquier parte, incluso en ciudades torcidas donde la gente levanta llamas verdes a cada paso.

No tenía recuerdos de que la realidad hubiera sido así antes de aquel día. Sin embargo, ese era el mundo en el que existía, así que, a la fuerza, el mundo tenía que haber sido así siempre. Solo había entonces una conclusión posible: era él el que había hecho algo mal, él quien, de alguna forma, había olvidado cómo existir. Las personas que le rodeaban lo habían comprendido antes incluso que él mismo, y ahora le vigilaban recelosos.

La novela Cero está disponible en Amazon y Casa del Libro.

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Nobody said it was easy

Con sus mil caminos, el laberinto te atrapa haciéndote creer que solo tú lo cruzarás. Una posibilidad entre mil que se traduce en dar vueltas y vueltas. Perdido, recuerdas aquel truco. Si siempre eligieras el camino de la derecha, acabarías por encontrar el camino correcto. Eso dijeron, al menos, personas con todo el tiempo del mundo por delante. Tú no tienes ese lujo. Intentas desdoblarte en cada bifurcación, llamas a todas las puertas.


Nunca entendiste la solución al enigma de las puertas parlanchinas en la película Dentro del Laberinto. Si una siempre dice la verdad y otra siempre miente, estás perdido. ¿A quién creer? Has confiado en la gente tantas veces y otras tantas te han mentido... Quizá las relaciones entre personas se basen en eso, en la confianza ciega. No queda más remedio. Te juegas el todo por el todo.

Sientes tanta hambre de mar que buscarás unas rocas para usarlas como trampolín. Sin saber si el agua tiene la temperatura idónea o si llegaste a la playa correcta. Confiarás que al salir no sientas el frío sino el placer. Entonces te secarás, contemplarás el paisaje alcanzado. Mil caminos pero solo uno te llevó hasta aquí.

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La vida inesperada

Siempre hay dos vidas: la que esperas y la que, sin comerlo ni beberlo, llega a tus manos. Como si tu yo futuro te lanzara un salvavidas justo cuando creías que debías seguir nadando en plena tormenta. Ya lo cantaban los Rolling Stone: no siempre consigues lo quieres, pero si lo intentas, a veces encuentras lo que necesitas.


Otra cosa es como aproveches estas oportunidades. Hay cobardes que se creen valientes y hay valientes que creen cobardes. En el fondo, no son personas tan distintas. Los mismos sueños, las mismas cadenas, la misma ceguera para no ver lo que está ahí, a la salida de la boca de metro o en el escaparate de una tienda de delicatessen.

De repente, una Nueva York auténtica, en absoluto de postal. Aparece el Empire State en el póster, para que se la reconozca, pero la película apenas saca ningún monumento ni lugar emblemático. Sus personajes recorren las mismas calles que recorrerías de vivir allí. Los bares de cócteles baratos, los pisos diminutos donde desde el sofá ves el baño, los restaurantes en la otra punta, todas las calles iluminadas y no solo Broadway o Times Square. Se nota que Elvira Lindo es la guionista.


Ironías del destino: cruzaste el charco para acabar encontrando algo pequeño. Y parece tan diminuto en la ciudad más grande... Sabes que hay miles, millones de personas persiguiendo su sueño, pero sentado en un banco, a la espera de esa llamada, quieres creer que esta vez, contra todo pronóstico, serás tú el afortunado.

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Calm after the storm

Cuando estás enfermo, te llegas a convencer de que nunca volverás a estar bien. Te duele la muela o el oído y vas haciéndote a la idea: de ahora en adelante tendrás que vivir así, con este dolor. Nada existirá que no sea eso, piensas. Luego el dolor remite. Y no es que la vida mejore, pero sí vuelve a ser tal como la recordabas, y eso también te gusta.


"Baila, baila, baila", le recomiendan al protagonista de una novela de Murakami que lleva ese consejo por título. Tiene que seguir bailando aunque no sepa o no le apetezca, aunque no se sienta capaz de captar el ritmo. Bailar hasta que llegue la complicidad de una mirada. Irte o quedarte: la certeza de haber elegido bien.

Disfrutarás entonces de la recompensa. Tu calma tras la tormenta. Que no es una imagen única: el azul limpio entre los edificios de siempre y las flores que siguen en pie en todos los balcones, también el ladrido de bienvenida de un perro al abrirse aquella puerta, el café humeante que acompaña a todo nuevo libro, un abrazo doble. Todo habrá pasado y sabrás que lo lograste. De tanto bailar, llegaste al punto de partida.

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The lunchbox

"A veces un tren equivocado
te lleva a la estación correcta."

Así de caprichoso es el azar. Cuando estás atrapado, solo un error podría liberarte. Atrapado embutiéndote en el metro para ir y volver del trabajo, cocinando día tras día para tu marido, observando el giro incesante del ventilador del techo como único pasatiempo. Atrapado en una vida que no te gusta pero es la tuya.


La liberación: el olor del pollo tandoori al brotar de una fiambrera metálica, las palabras de alguien que por fin te comprende. Un desconocido, porque en The lunchbox hay dos desconocidos deseando conocerse. Deseando o necesitando: viene a ser lo mismo. Un error de logística los une y de golpe vuelven a sentirse humanos en medio de una ciudad abarrotada de gente.

Continúan los gestos mundanos: el cigarrillo en el balcón antes de dormir, tocar la ropa tendida para saber si sigue húmeda. Pero ahora con una sonrisa. Como si supieran que al sonreír en medio del tráfico y los compromisos familiares y el papeleo y los matrimonios que se derrumban, llegarán antes a su destino, sea cual sea.


Parece que las mejores cosas ocurren cuando no esperas nada o esperas otra cosa. Como esta película. Fui a verla como contrapunto de las que vi la semana pasada. Estaba casi solo en cine. Se apagaron las luces antes de tiempo y durante hora y media pude compartir olores, colores, dolores. Salí maravillado. El placer fugaz del cine y la buena comida, de los romances.

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Florrie : Sirens

Este EP es un trampolín. Tras año y medio de silencio, Florrie tenía que volver a situarse en tu punto de mira. Tenía que enseñar que el contrato con una discográfica no la había cambiado. Que sigue siendo esa chica con ganas de probar sonidos y ritmos. Y Sirens viene a ser el prólogo de todo lo que es capaz.


Prólogo porque el disco completo llegará a finales de año. Pero en realidad este EP sería un recordatorio: aunque no se parezca en nada a Experiments, sí reconoces esas letras hipnóticas que se repiten y repiten como lluvia, hasta calarte entero, hasta que transmiten mucho más de lo que parecía en un primer momento. Reconoces la voz camaleónica, las percusiones insinuantes, la cadera que se va sola. Como se suele decir, cambiarlo todo para seguir igual.


Estas tres canciones tienen el sabor de los preliminares que te dejan con ganas de más. Será cuestión de seguir nadando, de hacerle caso al canto de las sirenas, tan tentador, y encontrar esa orilla donde todo se cumplirá. Si esto es solo un adelanto, como un primer hombro desnudo al quitarse la camisa, imagínate el resto.