Este blog se ha trasladado, buscando el nuevo blog...

Pages

19 comentarios

Roxette - Charm School

Después de 10 años, un cáncer, algunos discos en solitario y 300 recopilatorios, vuelven Roxette con un nuevo álbum de estudio. Siempre han sido uno de mis grupos favoritos, con esa habilidad tan suya de crear melodías perfectas, ya sea en forma de baladas (con la preciosa voz de Marie) o de temas más cañeros. El último álbum, "Room Service" era muy flojo, ¿recuperarán la forma con "Charm School"?


1. Way Out
Seguramente, si no fuera por los ocasionales coros de Marie, la canción parecería un descarte de los álbums en solitario de Per Gessle. Pero ella, por poco que cante, consigue traer la canción a terreno propio. Podría ser de "Crash! Boom! Bang!". No es la bomba, pero sirve de carta de presentación.
Sometimes you don't decide for yourself.
8/10

2. No One Makes It On Her Own
¿"Spending My Time (2011)"? Eso parece. De esas canciones que comienzan intentando aparentar indiferencia y acaban desgarradas. Una pequeña maravilla que te va enamorando escucha a escucha.
Have you ever been loved and thought it would last forever? Well, then you know nobody makes it on her own.
9/10

3. She's Got Nothing On (But The Radio)
100% Roxette. Suena moderno y clásico al mismo tiempo. Creo que no ha convencido a mucha gente, pero a mí me apasiona. Quiero decir, que no desencajaría para nada en un recopilatorio junto a otros clásicos cañeros del grupo. Para mí, el disco ya merece la pena sólo por darnos esta canción.
What she got she got to give it to somebody...
10/10

4. Speak To Me
En las previews parecía bonita, pero al escucharla entera la decepción ha sido mayúscula. Genérica, que es lo peor que puede ser algo.
Speak to me loneliness, speak to me bitterness.
5/10

5. I'm Glad You Called
También genérica, pero la letra tiene más gracia. Cuando ya crees haber olvidado a alguien, y te llama, y todo vuelve a tu cabeza, y sientes al mismo tiempo tedio y alegría.
Hate to say I'm glad you called but you know I always tell the truth.
6/10

6. Only When I Dream
No está mal, creo que puede ser una de las growers del disco, pero le pesan 2 cosas: estar precedida por otras 2 canciones lentas y no llegar a la altura de la canción homónima de The Corrs, que abría "Talk On Corners".
Only when I dream I touch you and I breathe you...
5/10

7. Dream On
Empieza muy Roxette. Muy de sus canciones tranquilas y melancólicas que nunca serán singles pero que te gusta encontrar y redescubrir al escuchar cualquiera de sus álbums. Suena atemporal, y supongo que eso es bueno. Personalmente, me recuerda a "Cinnamon Street".
Dream on, yesterday is gone and it's clear I'll never get out of here...
8/10

8. Big Black Cadillac
Vuelve la caña. Sintetizadores, guitarras enlatadas y un ritmo contundente nos introducen en un tema que intenta ser "Sleeping In My Car (2011)". Se queda muy lejos de conseguirlo, claro, pero no por ello la canción es peor.
I'm sure you missed my touch, I never really, really missed you that much.
9/10

9. In My Own Way
A mí es que cualquier canción que incluya versos como "I'm a woman" me aburre.
I don't want to own you, I don't want to lead you, I just want to love you in my own way.
4/10

10. After All
Típico tema correcto que te deja indiferente el 1º día y con los años se acaba convirtiendo en uno de tus favoritos. Desenfadado, muy de anuncio de Vodafone.
Your life goes on and on and on after all.
6/10

11. Happy On The Outside
Es bonita, vale, pero quizá esa letra tan tópica y previsible la hace más olvidable de lo que debería.
So be ready to fall in love though her heart hides the scars.
5/10

12. Sitting On The Top Of The World
Típico tema de cierre de disco: pequeño, con sonidos de burbujas por doquier, coros etéreos y Marie cantando estupendamente.
I'm sitting on top of the world and I like it
7/10

En resumen, un disco muy, muy mejorable pero donde como mínimo todas las canciones suenan a los Roxette clásicos. El genio de antaño queda lejos. Es como un recopilatorio de no-singles, con todo lo que ello implica.

0 comentarios

Historia de un parque

Barbra Streisand, tú eres diva como yo...
Ayer me reí como hacía semanas que no me reía gracias a la obra "Historia de un parque". Buena compañía, una sala acogedora, un público lleno de monumentos y de "señoras que", un escenario, un banco, una farola. Y tres actorazos defendiendo con ganas un buen texto.

El punto de partida: tres hombres practicando cruising en un parque, por la noche, cuando ya no queda rastro de las familias con niños y las parejas de enamorados que lo habitaban de día. Pero la obra no se centra en lo excitante o escabroso que pueda ser el sexo anónimo detrás de unos matorrales, sino en los deseos y los frustraciones de esos tres personajes, sus tres formas de encarar la vida, su supervivencia a base de mentir y disfrazarse. Y al fin y al cabo, se trata de comprobar cómo al final nadie somos tan diferentes. Todos somos esclavos de nuestras pasiones y de nuestros miedos, y por más que intentemos engañarnos y rebelarnos contra ello, todos necesitamos sentir un poco de cariño.

La obra es muy divertida, con grandes escenas y diálogos y monólogos hilarantes, aunque por supuesto no faltan los momentos más serios y emotivos. Los tres actores lo bordan: Ramón Reche (Jonás, "el duro, pero..." - buf!, podría enamorarme), Álex Molero (Gabi, "el ingenuo" - monísimo, y con un cambio del personaje muy bien defendido), y Antonio Nieves (Ángel, "el plumífero"... enorme, genial, a ratos lleva todo el peso y con él las carcajadas están aseguradas). Se nota la ilusión de los 3 en la obra, tienen muy buena química entre ellos y una complicidad con el público muy de agradecer. A destacar también los momentos musicales (personalmente, me quedo con el breve uso de la versión de "Somewhere" de Pet Shop Boys, pero todos son brutales).

Recomiendo ir a verla incluso si el tema del cruising ni te va ni te viene. La mejor prueba: las señoras que teníamos detrás no paraban de reír (fan de ellas). Al fin y al cabo, ese tema es sólo una excusa para reír y hablarnos de todos nosotros.

No os la perdáis si queréis pasar un rato más que agradable. Más información en su blog oficial.

2 comentarios

Now I've changed my mind, this is my religion

Paseando por un hermoso bosque, un niño encontró un pozo. De su estructura, pendía una gruesa cadena, bloqueada en lo alto por dos piedras enormes. "¿Quién las habrá clavado allí arriba?". El niño estiró con energía desde un lado, estiró con energía desde el otro; sus esfuerzos para desencallar la cadena sólo provocaban que los cantos de las piedras hicieran saltar partes del esmalte gris. Los eslabones emitían ruidos extraños, lamentos de cansancio. No podían avanzar, no podían retroceder. Las piedras los mantenían anclados.

El niño suspiró. Sintió que resolver ese enigma era su misión. "Seguro que el pozo oculta algún tesoro", pensó. Así pues, decidió acampar allí mismo, aferrándose a la certeza de que, algún día, la cadena acabaría liberándose o rompiéndose. Y él quería -necesitaba- estar ahí cuando aquello ocurriera y así extraer el tesoro de aquel agujero oscuro. De hecho, una parte de él creía firmemente que, si se concentraba lo suficiente, su mirada desintegraría aquellos malditos pedruscos.

Y empezó a clavar sus ojos en lo alto de pozo, sin cerrarlos ni pestañear siquiera. A la intemperie, los días de lluvia, el agua oxidaba la cadena y calaba sus ropas; los días de sol, la luz quemaba la cadena y desteñía sus ropas. Pero el niño permanecía impasible. Sus ojos resecos no se apartaban de los eslabones entre los que mucho tiempo atrás alguien cruel, para hacerle desistir del tesoro, había incrustado aquellas piedras. A veces, éstas, con el roce del hierro, crujían y dejaban caer un fino polvillo blanco. El niño se obsesionaba: "Es un signo de erosión, tienen que romperse pronto".

Una noche, el niño se despertó de golpe, escaló el borde de piedra del pozo y de puntillas, tambaleante, intentó arrancar los dos pedruscos con sus propias manos: sólo consiguió rasguños y cortes, sangre. No volvió a intentarlo hasta que las heridas ya habían cicatrizado lo suficiente. Insistió infinitas veces pero siempre obtuvo el mismo resultado: rasguños y cortes, sangre.

Pasaron los años. Y un día, las manos completamente magulladas, sin uñas en esos muñones que en el pasado habían sido dedos, el niño se rindió. Agotado, se dio la vuelta y empezó a caminar. Dejó atrás las dos piedras y la cadena y el pozo y el bosque, los olvidó.


Al día siguiente, el cielo tenía las mismas nubes y el mismo sol, los árboles se mecían bajo el mismo viento. Pero ese día tan vulgar como cualquier otro, las dos piedras acabaron por romperse en mil guijarros. Nadie las había tocado. La cadena estaba por fin libre y retomó su avance. Con un relajado tono metálico, los eslabones susurraron: "Tu mundo vuelve a girar".

El sufrimiento es el voraz apetito de encontrar seguridad en lugares donde no puede hallarse.
(Buda)

(Y por cierto, con ésta cumplo 100 entradas en el blog.)

5 comentarios

Don't be a drag, just be a queen

Leo estupefacto la letra de "Born This Way", el próximo single de Lady Gaga. Pero más estupefacto me dejan los comentarios en Twitter, tildándola de magistral, fresca, original, inspiradora, brillante, trascendente, rompedora, comprometida con la actualidad (!!! - es que menciona a un libanés, ¿sabes?) y mil calificativos de admiración más... Debo haberme perdido algo, porque no es más que un refrito de todas las frases que podrías encontrar en el libro de autoayuda más cutre de la pila de saldos de cualquier hipermercado. (Como mis entradas de blog últimamente, vaya.) Aunque supongo que pedirle al fan medio de Lady Gaga que sepa lo que es un libro de autoayuda es pedirle mucho. Pero ojo, leer sí saben, que han leído la letra de "Born This Way" y les ha cambiado la vida.

Y tampoco es que Lady Gaga haya sido jamás una gran letrista. Las letras de su primer álbum no distaban mucho de la cantante de pop media: baile, fama, chicos, dinero, fiesta, yuju. Sólo en "The Fame Monster" se empezaban a intuir atisbos de talento: la forma de narrar esa relación obsesiva de "Bad Romance" (frases demoledoras como I want your revenge y expresiones icónicas como la de I'm a free bitch, baby), las letras de "Dance In The Dark", "Alejandro", "Speechless", "Monster"... No eran poesía, pero al menos eran diferentes, con algo de personalidad. Es lo que me llamó la atención y me hizo disfrutar de ese EP, cuando temas como "Just Dance" o "Poker Face" me dejaron más frío que otra cosa.

Pero es que lo de "Born This Way" es de traca, y más después de toda la expectación que está causando y de asegurar cosas como que lanzará el mejor álbum de la década. Es como una parodia de lo que tanto critiqué de su concierto: esos discursos de autoayuda en plan "quereos, que nadie os cambie ni os diga lo que tenéis que hacer, creedme, que yo era fea y sea reían de mí". Y así 20 veces para rellenar 2 horas de concierto. Y ojo, que todas las actuaciones me parecieron fantásticas, la puesta en escena espectacular, el vestuario deslumbrante, las pantallas muy resultonas... En los momentos de música, me lo pasé genial. Pero los discursitos me sobraban, ya lo dije en su día y lo reitero.

Y "Born This Way" no deja de ser un discursito de esos condensado en 3-4 minutos (aunque lo mismo la canción al final dura 7 minutos, porque ella hace arte). "Dios me ha hecho así", "Quiérete a ti mismo", "Seas del color que seas", "Sea cual sea tu sexualidad", "Quiere a tus amigos", "Me gusta mi vida", "Nací para sobrevivir", "Mantén la cabeza alta y llegarás lejos", "Sé tú mismo"... Por favor, hay canciones benéficas con menos tópicos por metro cuadrado en la letra, seguro.

Lo único que me ha hecho gracia ha sido el verso: "Don't be a drag, just be a queen". Simple, pero mira, bastante ingenioso. Eso sí, estoy convencido de que cuando salga la canción, me encantará y la bailaré y la cantaré como el que más. Segurísimo. Con lo que me gusta el petardeo... Pero por favor, que no me vendan la moto de que la letra es magistral, trascendente o life-changing, que por ahí no paso.

El mérito que sí le reconozco a Lady Gaga es conocer a su público principal y cuidarlo al máximo, darle exactamente lo que esperan de ella. Adolescentes marginados, críos que descubren su sexualidad, crías que buscan su lugar en el mundo, personas en definitiva que se sienten inseguras y necesitan que les digan que no, que todo irá bien y hay sitio para ellos en la vida... Ya que no van a leer un libro de autoayuda, ella es generosa y se lo resume. "No sois raros, sois especiales". Mientras otras les darían la enésima canción de amor o de emborracharse en la discoteca, Lady Gaga les ofrece un himno para subirles la autoestima. Y mientras otras cantantes con mayoría de fans gays sacan perfumes para chica o ropa para chica, Lady Gaga lanzará un perfume con olor a sangre y semen. Bravo. En este sentido, me quito el sombrero ante su habilidad mercantilista: está superando ampliamente a Madonna.

Paz y amor, little monsters. Escribid vuestro propio destino.

BORN THIS WAY
WRITTEN BY: LADY GAGA
PRODUCED BY: LADY GAGA, FERNANDO GARIBAY, DJ WHITE SHADOW
MIXED AND ENGINEERED BY: DAVID RUSSEL

INTRO:

IT DOESN'T MATTER IF YOU LOVE HIM, OR CAPITAL H-I-M
JUST PUT YOUR PAWS UP
'CAUSE YOU WERE BORN THIS WAY, BABY
VERSE:
MY MAMA TOLD ME WHEN I WAS YOUNG
WE ARE ALL BORN SUPERSTARS
SHE ROLLED MY HAIR AND PUT MY LIPSTICK ON
IN THE GLASS OF HER BOUDOIR

“THERE’S NOTHIN WRONG WITH LOVIN WHO YOU ARE”
SHE SAID, “‘CAUSE HE MADE YOU PERFECT, BABE”
“SO HOLD YOUR HEAD UP GIRL AND YOU’LL GO FAR,
LISTEN TO ME WHEN I SAY”

CHORUS:

I’M BEAUTIFUL IN MY WAY
‘CAUSE GOD MAKES NO MISTAKES
I’M ON THE RIGHT TRACK BABY
I WAS BORN THIS WAY

DON’T HIDE YOURSELF IN REGRET
JUST LOVE YOURSELF AND YOU’RE SET
I’M ON THE RIGHT TRACK BABY
I WAS BORN THIS WAY

POST-CHORUS:

OOO THERE AIN’T NO OTHER WAY
BABY I WAS BORN THIS WAY
BABY I WAS BORN THIS WAY
OOO THERE AIN’T NO OTHER WAY
BABY I WAS BORN-
I’M ON THE RIGHT TRACK BABY
I WAS BORN THIS WAY

DON’T BE A DRAG -JUST BE A QUEEN
DON’T BE A DRAG -JUST BE A QUEEN
DON’T BE A DRAG -JUST BE A QUEEN
DON’T BE!

VERSE:

GIVE YOURSELF PRUDENCE
AND LOVE YOUR FRIENDS
SUBWAY KID, REJOICE YOUR TRUTH
IN THE RELIGION OF THE INSECURE
I MUST BE MYSELF, RESPECT MY YOUTH

A DIFFERENT LOVER IS NOT A SIN
BELIEVE CAPITAL H-I-M (HEY HEY HEY)
I LOVE MY LIFE I LOVE THIS RECORD AND
MI AMORE VOLE FE YAH (LOVE NEEDS FAITH)

REPEAT CHORUS + POST-CHORUS

BRIDGE:

DON’T BE A DRAG, JUST BE A QUEEN
WHETHER YOU’RE BROKE OR EVERGREEN
YOU’RE BLACK, WHITE, BEIGE, CHOLA DESCENT
YOU’RE LEBANESE, YOU’RE ORIENT
WHETHER LIFE’S DISABILITIES
LEFT YOU OUTCAST, BULLIED, OR TEASED
REJOICE AND LOVE YOURSELF TODAY
‘CAUSE BABY YOU WERE BORN THIS WAY

NO MATTER GAY, STRAIGHT, OR BI,
LESBIAN, TRANSGENDERED LIFE
I’M ON THE RIGHT TRACK BABY
I WAS BORN TO SURVIVE
NO MATTER BLACK, WHITE OR BEIGE
CHOLA OR ORIENT MADE
I’M ON THE RIGHT TRACK BABY
I WAS BORN TO BE BRAVE

REPEAT CHORUS

OUTRO/REFRAIN:

I WAS BORN THIS WAY HEY!
I WAS BORN THIS WAY HEY!
I’M ON THE RIGHT TRACK BABY
I WAS BORN THIS WAY HEY!

I WAS BORN THIS WAY HEY!
I WAS BORN THIS WAY HEY!
I’M ON THE RIGHT TRACK BABY
I WAS BORN THIS WAY HEY!

5 comentarios

Wacthing the signs as I go, I think I'll follow the sun

Ayer bajaba yo las escaleras mecánicas del Metro de Plaza España dándole vueltas a algo que tengo ganas de dejar atrás definitivamente, bastante sufrí ya. Pero cierta canción ("La pequeña edad de hielo", de Fangoria) había saltado en el aleatorio del iPod, llevándome a pensar en eso. Y de repente, justo al llegar al último pasillo, al hombre que iba delante mío se le rompió la correa del pesado maletín que llevaba a cuestas. El maletín cayó al suelo como una losa. Pum. Me sentí profundamente identificado con el pobre hombre, con la mezcla de angustia y alegría que detecté en su cara al verse liberado por unos segundos del exagerado peso que había estado cargando. De hecho, vi esa anécdota como una señal. Las cargas hay que soltarlas, romper la correa si es necesario.

No soy supersticioso, no soy creyente, en general paso de los horóscopos (aunque lo cierto es que soy MUY Géminis), en "Lost" estaba del lado de Jack (ciencia) y detestaba a Locke (fe)... Me gusta ser racional. Y sin embargo, debo admitir que sí creo en las señales. Digo señales por llamarlas de algún modo. Esas pequeñas casualidades que el destino va sembrando a nuestro alrededor, encadenando unas con otras, un camino de baldosas amarillas guiándonos hacia la dirección que de verdad queríamos tomar. Y así vivir nuestra vida, y no otra. Casualidad vs Causalidad.


Y suena ridículo, en el fondo es una chorrada, lo sé, pero a mí me fascina el tema. Me fascina en la vida real y, desde luego, me fascina en las obras de ficción que se basan en esto: "Lost" misma o "Dos vidas en un instante", por ejemplo. En algo hay que creer, supongo. O quizá precisamente creo en las señales y causalidades en mi intento de racionalizarlo todo, porque es más tranquilizador pensar así que creer en el azar y el caos absolutos.

Hace unos días hablaba de señales con un buen amigo. Horas después, mientras le explicaba a fondo cierto encuentro reciente que me impactó y las consecuencias del mismo y todas las dudas que me provocaba, decidimos poner el VidZone. Puse uno de los canales aleatorios para no tener que ir buscando vídeoclips yo mientras hablábamos. Como no podía ser de otra manera, como para disipar cualquier duda posible, el primer vídeoclip que saltó fue el de la canción que más he escuchado a lo largo de estos dos meses pensando en ese encuentro que le estaba explicando a mi amigo. "No te invité a dormir". Y no es la única canción que me recuerda a este tema, claro, hay otras 3 que he tenido en repeat en el iPod estos meses y que por si fuera poco también me han perseguido últimamente al entrar a bares, tiendas y discotecas varias. Justo cuando mi cabeza pensaba: ¿sí o no? Pues depende.

Hay señales de todo tipo, y no siempre son fáciles de interpretar, y menos a corto plazo. A veces son sólo eso, una canción (pero no una cualquiera, sino ESA canción) sonando cuando más lo necesitas. Otra posibilidad son esas coincidencias tan metafóricas: el pesado maletín que se le cae a otro en el metro mientras ibas pensando en algo que te agobia; o que se te estropee el coche justo cuando empezabas a valorar la posibilidad de comprarte uno nuevo. Otras veces, en cambio, sí parece inmediatamente que todo se haya alineado a tu favor, como cuando en Abril de 2003 me había pedido de fiesta en el trabajo un día cualquiera, estaba un poco quemado y me apetecía un día de relax. Ese preciso día se murió Terenci Moix, mi escritor favorito, y gracias a estar de fiesta pude acudir a su capilla ardiente y despedirle. Si se hubiera muerto otro día, si yo no hubiera estado mal en el trabajo y no me hubiera pedido el día de fiesta... ¿Casualidad? Pues sí, pero para mí significó muchísimo poder decirle adiós a quien tanto me había marcado con sus magníficos libros. Jamás me habría perdonado no poder hacerlo.


La relación más importante y más larga de mi vida también empezó gracias a una casualidad similar, una quedada que se celebró justo durante la única semana de vacaciones que tenía. Irónicamente, esta relación terminó influida por dos hechos, dos hechos que se produjeron sólo porque trabajé dos días en los que en teoría iba a tener fiesta. Dos días alejados en el tiempo, pero unidos íntimamente por similitudes y diferencias perfectamente simétricas, como un espejo frente a otro. ¿Y por qué tuve que trabajar esos días? Más casualidades, claro: una feria inesperada, unos billetes de tren agotados. Detalles, sin embargo, imprescindibles para que todo ocurriera como tenía que ocurrir. Pero no son cosas que puedas forzar. Fluyen sin que te des cuenta.

Y es que la mayoría de las veces las señales son eso, nada más que un cúmulo de casualidades y decisiones aparentemente triviales de cuyo alcance no eres consciente hasta que, más adelante, lo analizas con suficiente perspectiva: decides que ese disco que quieres se lo pedirás a tu abuela por Navidad, pero ella no entendió bien el título y te regala otro que ni conoces, lo dejas apartado en la estantería hasta que un buen día te animas a escucharlo y resulta que te gusta, y se lo comentas a una amiga y ella aprovecha para te invitarte a un concierto de ese cantante porque le sobra una entrada, en la cola del concierto conocéis a otra persona muy simpática, esa persona os invita a una fiesta al día siguiente, de camino a esa fiesta pierdes el autobús, entonces decides ir en metro pero te despistas leyendo el mismo libro que recomendaban en un blog al que no recuerdas como llegaste, y te pasas de parada. Y justo al subir las escaleras de la estación de metro, a punto de echar a correr para no llegar aún más tarde a la fiesta, el mundo se detiene: acabas de cruzar la mirada con el amor de tu vida. Y todo porque tu abuela no entendió bien el nombre del cantante cuyo CD querías en realidad.

Decidir viajar a la ciudad X en vez de a la ciudad Y, aceptar una oferta de trabajo en vez de otra, coger un avión o el del día siguiente, ir o no ir a una fiesta que no te apetece, que te presenten a alguien que quizá conozca o quizá no al amor de tu vida, aceptar o rechazar la invitación a un concierto, llamar al timbre equivocado, entrar a un chat aleatorio un día cualquiera, ir a la piscina en vez de a la playa, tener que bajar al super otra vez porque te has olvidado algo, haberte aficionado a ese disco en vez de al otro de la misma cantante, seguir un link que has encontrado en una página que te habían recomendado, que te abandonen hoy y no mañana, que en un escaparate decidan poner tal o cual objeto, olvidarte un móvil o encontrar el monedero de otra persona, girar una esquina o esperar a la siguiente... Por si solo, nada nos cambia la vida. Una casualidad, al fin y al cabo es eso: una casualidad, ¿no? Pero si lo analizas bien, con perspectiva, abruma el montón de casualidades y decisiones en que consiste tu vida. El invisible camino de baldosas amarillas que te ha traído hasta aquí, precisamente aquí.

7 comentarios

La diferencia entre la fe y la ciencia

Llevo unas semanas muy Fangoria. Y eso que los había llegado a detestar después de los espantosos 2 últimos álbums. Pero los Reyes me trajeron el recopilatorio (con un packaging espectacular, por cierto: must have absoluto), lo pasé al iPod, me puse todos sus discos en Spotify... y chico, parecía que todas las canciones hablaban de mí. Nuevamente fan.

Este mes, mis viajes en metro y autobús no habrían sido lo mismo sin Fangoria en el iPod. A veces le presto tanta atención a las letras (aunque ya me sepa las canciones de memoria) que soy incapaz de concentrarme en el libro que voy leyendo. Y qué bien se suben las escaleras con los subidones de "Hombres" o "No sé qué me das". Para confirmar que mi Enero pertenece a Fangoria, cuando estuve hace un par de semanas en Elche, el DJ Raúl Electroesperma entre temazo y temazo (y es que además de guapo, tiene buen gusto) pinchó 3 canciones suyas a falta de una. Digo 3 pero puede que fueran 4. Y las canté como loco, claro.

Así que ahí va un humilde top, seleccionando 14 de mis canciones favoritas del grupo (hay más, pero en algún momento tenía que parar, ¿no?). ¿El criterio? Escaso. Para empezar, mezclo 12 canciones de Fangoria con 2 de las nuevas versiones que han hecho de la etapa Dinarama/Pegamoides. La mayoría son singles, otras son menos conocidas pero me apasionan igual; y excepto las 4 primeras, el orden de las demás podría cambiarlo por completo según sople el viento.


14. Absolutamente
¿Os podéis creer que tuvo que llegar Sara Montiel para que le hiciera caso a esta canción? Me sigue sobrando ese polítono choni de fondo. Qué cosa más épica habría sido esto si hubieran cuidado más la producción, como antaño. Pero soy fan de estas letras de dignidad absoluta...
Científicamente yo tengo la prueba que demostrará despiadadamente que todo da igual.

13. No será
La descubrí hará un par de semanas al escuchar "Una temporada en el infierno" en Spotify y me impactó. El flechazo fue instantáneo. Y no será porque ya no soy feliz...
En otoño siempre me pongo mal y en invierno igual porque se acaba el año.

12. La verdad
De la BSO de "Mentiras y gordas". Algo bueno tenía que tener la película, aparte de disfrutar de los cuerpazos del plantel protagonista (ni en las orgías de Corbin Fisher hay tanto buenorro reunido). Una canción minimalista sobre las múltiples versiones que tiene cualquier historia.
Y no me importa nada distorsionar la verdad y que me acusen de vender y comprar...

11. Un hombre de verdad
La original no la conocía, así que la alegría ha sido doble. Y parece que Carlos Jean está intentando imitar a RedOne. Si le salen producciones así de geniales, por mí que siga intentándolo. Es difícil encontrar un hombre de verdad, pero con esto de banda sonora, al menos el mal trago es más divertido.
He puesto anuncios en la prensa: no pudo ser, no resultó, nadie llamó.

10. Electricistas
Durante toda la canción te preguntas "¿Por qué se llama 'Electricistas' en vez de 'Ven, sube a mi nube'?". Y entonces te golpea ese puente. Ay, si el Dr. Frankenstein pudiera arreglar los problemas de amor...
Es un problema eléctrico que sólo afecta al corazón, comienzo la investigación.

 9. Entre mil dudas
Tiene algo que atrapa. Serán esas percusiones insistentes, esa letra de quitarse el sombrero, esos "me arrancaría el alma" del puente... Será todo.
Perdido el norte me encontré entre la angustia y el placer.

8. Ni contigo ni sin ti
La producción está más cercana a Camela de lo que debería permitirles el decoro, pero ni aún así estropean un temazo de letra demoledora.
Si querer es poder y yo quiero aprender a vivir ni contigo ni sin ti.

7. Eternamente inocente
Todo es perfecto, hasta que deja de serlo. A la canción le pesa esa producción noventera y esos coros horteras del final, pero aún así, siempre diré que es perfecta. Perfecta y preciosa. Sí.
Éramos tan perfectos tú y yo, que apostábamos y jugábamos a parecer como el resto.

6. La pequeña edad de hielo
Esta canción la descubrí en el recopilatorio. La verdad es que en su día no le hice mucho caso a "Absolutamente", me daba (y me sigue dando) una pereza enorme. El estribillo en plan copla chirría, pero por lo demás tenemos un tema elegante, con Alaska cantando de forma muy peculiar. Y mucha metáfora metereológica.
Después de tanto desdén, habrá que reconocer que el sol no va a calentar la indiferencia total, la nieve en el corazón.

5. ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?
La original estaba muy bien, pero a esta acertadísima nueva versión le han incrementado el dramatismo. Apoteósica. Necesito un extended mix. Y aprender a conducir.
No!!! me arrepiento, volvería a hacerlo, son los celos.

4. Hombres
Y es que haberlos, haylos. Puede que esta extraña e hipnótica canción tenga tres de las mejores frases de la historia de la música en español. El 2:33 es lo más.
Hay quien apuesta fuerte y decide quererte sabiendo lo fácil que resulta perderte.
Hay quien no tiene suerte y prefiere engañarte sabiendo lo fácil que resulta ganarte.
Esto no lo tengo, esto no lo hay, esto no lo quiero y es lo que me das.

3. La diferencia entre la fe y la ciencia
Mi 2ª favorita del "Arquitectura Efímera", quizá por esa innegable inspiración en el "Nightlife" de Pet Shop Boys. Lástima que esa outro no dure aún más... ¿Por qué no fue single? Ellos verán.
Sé que se reirán las hienas, pero soy feliz.

2. No sé qué me das
Temazo donde los haya. El amor es una droga. Literalmente.
Como el viento cuando cruza la ciudad, con el rumbo fijo y sin mirar atrás.

1. Retorciendo palabras
La mejor. Fangoria + Carlos Jean en su cúspide creativa. Producción perfecta, letra perfecta, voz perfecta. Por más que retuerza, no tengo palabras para decir lo identificado que me siento con la letra...
En fin, de qué sirve un futuro ideal, construido en terreno ilegal.
 
Y que conste que sigo detestándolos. Por haberse convertido en la Nancy Zanahoria y la Nancy Calva, por ejemplo.

5 comentarios

Before Sunrise / Antes del amanecer

Una pareja discute en un vagón de tren. Gritan tanto, que obligan a una de las pasajeras (Céline) a cambiarse de sitio para poder continuar su lectura con tranquilidad. La causalidad la lleva a sentarse cerca de otro pasajero (Jesse) que también intenta leer. No pueden evitar mirarse, como diciendo: "vaya par de locos, cómo gritan". Pero basta esa mirada para que entre Céline y Jesse haya una conexión instantánea.


Así empieza "Antes del amanecer" y así la empecé a ver, no sin cierta incredulidad, en TV3 una noche de domingo a finales de los 90. Me esperaba la típica comedia romántica pastelosa (y yo encantado, oye... no le hago ascos a nada si me entretiene) y en cambio me di de morros con una de las películas que más me han impactado, marcado y fascinado en toda mi vida. Así que ya tocaba rendirle un pequeño homenaje en este blog. (Y aviso, no me voy a ahorrar spoilers, así que si todavía no la habéis visto... corred al videoclub, o miradla en YouTube, que está entera.)

Después de charlar un rato y comprobar que esa conexión no era imaginaria, Jesse le propone a Céline una locura: bajarse con él en Viena y pasar el resto del día juntos, para hacer tiempo hasta que salga su avión a la mañana siguiente. Que se conozcan durante unas horas más, sin ataduras, que compruebe que es un tío como otro cualquiera y así dentro de 40 años ella no tenga que lamentarse "¿Y si aquel tío del tren hubiera sido el hombre de mi vida?". En la vida real, ni de coña haríamos caso a un desconocido (por mucho que se parezca a Ethan Hawke) pero la magia del cine es así.


El resto de la película es nada más y nada menos que el proceso de enamoramiento de Jesse y Céline por las calles de Viena, siempre con el peso del reloj sobre sus cabezas. Superada la confusión inicial ("¿y ahora qué hacemos?"), la química entre Julie Delpy y Ethan Hawke es tan brutal que consiguen que olvides que estás ante una película y ante dos actores. Cada mirada, cada gesto, cada sonrisa son perfectamente naturales, espontáneos. Nada falta, nada sobra. Estás viviendo la primera y última cita de una pareja que podría ser perfecta pero está condenada a separarse. Apenas puedo describir lo que transmiten escenas como la de la cabina: en dos minutos, sin intercambiar palabras, los personajes dicen y se dan cuenta de tantas cosas...

Pero si algo brilla en la película son los diálogos. Guiados por las gentes variopintas que pueblan las calles de Viena (actores estrambóticos, poetas vagabundos, adivinas...), Jesse y Céline saltan de un tema a otro de forma casi esquizofrénica: anécdotas de infancia, la vida y la muerte, lo humano y lo divino. A un mal chiste lo sigue una disquisición trascendente. Sus puntos de vista son habitualmente opuestos pero, al mismo tiempo, muy cercanos. Todas las frases están perfectamente medidas para que tú mismo te enamores de esos dos extraños, con sus estridencias, sus virtudes, sus ingenuas ganas de cambiar el mundo. En el fondo, todos hemos sido así de idealistas, de románticos; todos hemos sentido esas ganas de compartir nuestra opinión con alguien que no nos juzgará.


Sientes en primera persona la angustia de ver cómo se les agota el tiempo, cómo se saltan una regla tras otra para intentar convertir en eterno algo que sólo debía durar unas horas. La separación final es desgarradora, dejándote con esa incertidumbre: ¿se reencontrarán o preferirán guardar el buen sabor de boca de unas horas perfectas? Bueno, al menos la incertidumbre existió en su época: ahora ya hay una secuela (de la que hablaré otro día, porque también es maravillosa) que rompe parte del encanto.

Cuando termina, no puedes evitar sorprenderte: la película es todo diálogo, no ha pasado casi nada. Y sin embargo, sí han pasado muchas cosas. El ritmo está cuidadísimo: no es trepidante, pero sí fluido, cada escena se enlaza con la anterior como un beso se funde con otro. No hay enredos amorosos, ni gags, ni persecuciones, ni actuaciones musicales, ni cameos famosos, ni artimañas made in Hollywood para animar el cotarro. En ese sentido, "Antes del amanecer" se acerca más a una obra de teatro que a una película. Hay que tener mucho arte para conseguir que no te aburras con hora y media de diálogos incesantes sobre todo y nada entre un chico y una chica perdidos en Viena.

Es brutal cómo esa pareja ilumina todos los rincones de la ciudad, y qué vacíos parecen esos mismos rincones en la última secuencia, cuando Céline y Jesse ya se han separado y se suceden planos de todos los lugares en que habían estado. Llegas a preguntarte si las calles y plazas y parques de cualquier ciudad, que tan anodinos parecen cuando pasas por delante en tu camino a la rutina diaria, no habrán vivido en realidad miles de historias similares.


Muy pocas películas consiguen emocionarme con cada revisionado como la primera vez. Ésta es una de ellas. De hecho, diría que lloro incluso más, y sé que no soy el único. Como decía, la magia del cine es así: todos querríamos sentir esa conexión instantánea con un extraño, todos querríamos tener el valor de bajar del tren, todos querríamos evadirnos en una noche inolvidable de agradable conversación y no menos agradable compañía, sin preocuparnos del pasado o el futuro.

A la hora de la verdad, si algún día llegas a sentir esa conexión (eso que si nos ponemos cursis llamamos flechazo o amor a primera vista), seguramente te ocurrirá en el peor momento posible y además, con toda seguridad, te ocurrirá en el lugar menos idóneo para dejar que el romanticismo siga su curso. Problemas y preocupaciones varios impedirán que te bajes del tren con tu Jesse o tu Céline particular. No te puedes permitir aparcar tu vida sólo porque sientas que esa persona podría ser La Persona. Hay otros asuntos que resolver antes, hay otra gente a la que atender primero. Y bastante tienes en la cabeza como para intentar averiguar si esa persona ha sentido lo mismo. Te consuelas pensando que seguro que no, que sólo tú has sentido ese magnetismo, sólo en tu interior ha girado esa pieza (click) para avisarte de que el destino siempre está al acecho. Lo jodido vendrá después: los remordimientos ante una ocasión única que se ha evaporado. Cuánta razón tenía Jesse: "Así no tendrás que preguntarte si yo era el hombre de tu vida". Y qué bien hizo Céline bajándose del tren.

Y creo que por eso impacta tanto la película: nosotros nunca bajaríamos de ese tren.

En fin, que si ésta no es una de las escenas más románticas de la historia del cine, no sé cuál lo será...

1 comentarios

La carta en el cajón

Todo acaba por romperse. Absolutamente todo, incluso la carta que durante casi una década Eduardo había conservado en el cajón de su mesilla de noche. Apenas la sacaba una o dos veces al año, cuando necesitaba recordar la ilusión del principio, tan lejana ya como ese último trueno que se dispersa en el aire después de una tormenta.

El tiempo y los descuidos habían acumulado en la superficie del papel un intrincado mosaico de pliegues, manchas, huellas, borrones. Eduardo podía recordar el momento exacto en que se produjeron cada una de aquellas imperfecciones: la madrugada de invierno que posó la taza de café sobre una esquina de la carta porque sus ojos sólo podían mirar abajo, a la calle, a la espera del coche de Daniel; la noche que se estaba arreglando para la cena del sexto aniversario con pulso tan tembloroso que no pudo evitar que unas gotas de colonia se derramasen y diluyeran parte de la palabra “siempre” de la posdata; la tarde lluviosa que cerró de golpe un libro, atrapando la carta entre sus páginas, porque había creído oír una llamada de Daniel en el móvil...

Precisamente porque acumulaba tantas pequeñas tragedias, esa hoja de papel amarillenta parecía indestructible. Eduardo estaba convencido de que, ya anciano, en su lecho de muerte, cuando el recuerdo de Daniel fuera apenas la silueta fantasmagórica de una antigua mancha de humedad y otro hombre estuviera junto a él, velándole encorvado, tendiéndole una mano tan fría como la suya, aún podría leer aquella primera carta. Leerla con ojos vidriosos, susurrando cada palabra. Leerla una última vez y que, al terminar, las arrugas de su cara se desplazasen para dibujar algo semejante a una sonrisa.

Y sin embargo, no le sorprendió la facilidad con que la carta se rompió la mañana de aquel 31 de Diciembre. Acababa de desayunar, ya se había cepillado los dientes, tenía el pelo húmedo por la reciente ducha y estaba a medio vestir: descalzo, la camisa abierta. Todavía le quedaba más de una hora para llegar a la oficina. Dejó el cinturón encima de la cama. La mitad de Daniel estaba sin deshacer; no había dormido allí. Eduardo sacó la hoja del cajón, como siempre. Y también como siempre, la desplegó con un vestigio de ansia juvenil. Primero, apareció una pequeña grieta; un instante después, el papel tantas veces doblado cedió y se partió en dos. Eduardo se quedó con un trozo en cada mano.

Su primera reacción fue ponerse los calcetines. No había encendido la calefacción y el suelo era una pista de hielo. Tras los calcetines, se colocó el cinturón. Tuvo que ceñirlo un agujero más de lo habitual. Después, acabó de abotonarse la camisa, se anudó la corbata con una inesperada facilidad, deslizó los pies en los zapatos y se ató los cordones despacio, asegurándose de que los nudos quedasen bien firmes; no le gustaba que a lo largo del día se aflojasen y tuviera que agacharse en plena calle para volver a abrocharlos.

Sólo cuando estuvo completamente vestido, examinó por fin la carta; es decir, los dos pedazos de papel que hasta cinco minutos antes habían sido una carta. Rotas, las frases pálidas a las que tan a menudo se había aferrado, ahora ya no significaban nada. Eran jeroglíficos escritos con una caligrafía que recordaba vagamente a la de Daniel, sí, pero que Eduardo se vió incapaz de reconocer. Tinta levemente azul manchando aquel feo y áspero papel acartonado.

Cogió los dos pedazos y los rasgó. Repitió el proceso otra vez, y otra, y otra, y no se detuvo hasta que los fragmentos fueron tan pequeños que se deslizaron entre sus dedos y cayeron al suelo. Una lluvia de confetis maltrechos. Exhausto, sentado en el colchón, notó cómo sus labios crujían para formar una sonrisa. Corrió al espejo del baño para comprobarlo. El cristal estaba sucio y ni siquiera había encendido la luz pero sí, no había duda: sonreía.

Barrió. Tiró todos aquellos papelitos en el cubo de la cocina y los sepultó con los restos de una cena solitaria. Antes de salir de casa, volvió al dormitorio. El cajón de la mesilla continuaba abierto. Al agarrar el tirador, la pieza se desprendió y rodó bajo la cama. No se molestó en recogerla. Empujó el cajón con delicadeza, dejándolo cerrado. Cuatro meses más tarde, la mujer de la limpieza de los nuevos inquilinos descubriría aquella bola roja en un rincón. Todos los muebles habrían cambiado, por supuesto, sustituidos por otros mucho más nuevos, así que al buscar a su alrededor uno al que pudiera pertenecer aquel extraño tirador, la mujer no lo encontraría. Se guardaría la pieza de madera en el bolsillo del delantal y seguiría limpiando y tarareando la canción que sonaba en la radio.


Alex Pler
23-24 de Enero, 2011

0 comentarios

Ogai Mori - El ganso salvaje

No sé si será gracias al Book Journal que me autorregalé en Navidad, pero llevo un mes en el que no dejo de devorar libros. Siempre digo que desde que tengo la librería, leo menos que nunca; increíble pero cierto. Y aún así, me las apaño para recomendar títulos (y acertar a menudo). Ahora, quizá será por la chorrada de que me hace ilusión completar la ficha de los libros que leo, pero por fin he retomado un buen ritmo de lectura. Desde cuentas pendientes como "Un mundo feliz" o "La isla del tesoro" a apuestas personales como este "El ganso salvaje" que hoy voy a comentar, de Ogai Mori (autor japonés de principios del siglo XX que personalmente desconocía).

El libro es nada más y nada menos que la disección de una oportunidad perdida. Qué se esconde detrás de un hombre y una mujer que se enamoran a través de una ventana pero nunca llegan a conocerse. Dos personas a quienes la vida, tan casualmente como los juntó, los separa. No estoy soltando spoilers, ojo: esta oportunidad perdida es el eje de toda la narración.

Conocemos la historia a través de un personaje externo, un mero espectador que se limita a aportar objetivamente toda la información que ha llegado a sus oídos a lo largo de los años. No hay lugar para sentimentalismos ni drama, que es lo primero que podríamos pensar al leer la sinopsis. El testigo nos habla de las vidas de esas dos personas (y de la gente que los rodea), nos describe su día a día, su rutina y sus pequeñas miserias, nos desgrana cómo un cúmulo de casualidades une y separa a ese estudiante a punto de graduarse y a esa mujer, amante forzosa de un usurero.

De una sencilla imagen (una mirada cómplice en un Japón donde las apariencias y los roles establecidos lo son todo), acaba surgiendo un estudio desapasionado (pero no por ello menos conmovedor) sobre las pasiones humanas y sobre cómo nos enfrentamos a la necesidad de sentirnos menos solos: mientras unos están dispuestos incluso a pagar por un amor fingido, otros nunca se atreverán a decir un simple "Hola".

No negaré que el libro me ha impactado muchísimo. En cierto modo, es la cara negativa de una de mis películas favoritas, "Antes de amanecer" donde los dos protagonistas, tras tener un flechazo en el tren, sí se atreven a conocerse aunque sólo sea durante unas horas.