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Keep your shoes on

Un concierto en lunes. Qué pereza, piensas a priori. Los conciertos pertenecen al fin de semana. Como no hay otra fecha para elegir, vas puntualmente el lunes al concierto. Y entonces sales extasiado después de saltar y cantar durante dos horas. La semana no podría haber empezado mejor. Todavía dura la sonrisa.


Y es que con la fiesta que trajeron Scissor Sisters a Razzmatazz, cualquiera no se lo pasaba bien. Ni decepción ni sorpresa: eran tal cual me los esperaba, la verdad. Divertidos, traviesos, horteras en su justa medida, juergueros, coloridos y muy sexuales. Sorprendía quizá esa humildad, unas ganas sinceras de mimar a su público. Tan entregados estaban que, aunque las bromas se repitan en cada ciudad (los casi desnudos de Jake, la felación al micro, etc), tú no lo notas, parecen espontáneas.

Enlazaron hit tras hit. Desde una juguetona Any Which Way hasta el apoteosis de Filthy/Gorgeous, uno de sus primeros éxitos, cuando aún parecía que se comerían el mundo. No fue así, pero por el camino nos han brindado una galería de temazos. El lunes los bailamos casi todos: I Don't Feel Like Dancing, irresistible como siempre, las explosiones de Fire With Fire y un Take Your Mama que por fin me encandiló.

Ana Matronic no es la panderetera y corista del grupo (para eso ya están las chonis); de hecho, ejercía de maestra de ceremonias, conectando con el público más que el líder del grupo. Normal: las poses de ella son tremendas, sabe ser chistosa y sexy a la vez. Brilló con Let's Have A Kiki. Aprendimos, eso sí, que con "kiki" ellos no se refieren a un polvo sino a un desmadre de fiesta. Vaya, que los españoles somos más listos.


La gran sorpresa fue Somewhere, la última canción del último disco; en directo recordé lo buena que es. Pero mi canción más esperada era, por supuesto, Invisible Light y aunque el interludio hablado no tiene la misma fuerza con la voz de Ana Matronic, ahí estaba el subidón final para arreglarlo todo. Bravo. Sobre el escenario sólo había temazos y en la pista todos éramos felices. Cada lunes, un concierto.

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Looper

Los viajes en el tiempo molan. La idea, esa paradoja de que si cambiases el pasado, lo alterarías todo. De Regreso al futuro a Minority Report, pasando por Lost, muchas son las historias que han usado el tiempo como fuente de inspiración. Hasta Oscar Wilde tenía un cuento en el que un hombre sufre por conocer su futuro.


Looper no deja de ser Terminator con pinceladas de Akira y, otra vez, Minority Report (me encanta esta película). En definitiva: no inventa nada, pero maneja sus referentes tan bien que viéndola solo piensas en lo bien que te lo estás pasando. Ni te mueves de la butaca mientras esos dos hombres, que son uno solo, saltan, se enamoran (no entre ellos, claro: sería el incesto definitivo), se enfrentan, colaboran a regañadientes.

El primer tramo es épico, sienta las bases de un mundo que podría ser el nuestro si no fuera porque las motos vuelan. Pero la decadencia, el colapso, el escapismo de las drogas y el sexo y el ocio, el tirar adelante a cualquier precio, rebelándote contra ese futuro que quieren dictarte los mandamases, todo eso lo tenemos ya. Así es la ciencia-ficción: muchas metáforas para disimular el espejo.


Al bajar el telón, Looper deja algunos cabos sueltos, como si en el último momento se lo hubieran pensado mejor y hubiesen optado por una historia más intimista, nada de giros de tuerca destroza-mentes en los últimos cinco minutos. Aunque frene a un paso de la línea de meta, la película es de lo mejorcito del año, al menos en su género. No se convertirá en un clásico pero los homenajea a todos.

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Kiss you off

Un beso siempre es un beso. Pero éste se llama el Beso de Marsella. Han pasado apenas unas horas y ya es un símbolo. En Francia y en el mundo entero. Esta mañana, en Marsella, dos chicas se han topado con la protesta "Un papá, una mamá", en contra del matrimonio igualitario y convocada en 75 ciudades francesas, y han decidido besarse delante de las manifestantes.


Lo mejor: las dos chicas no se conocían, ni siquiera son lesbianas. Fue un gesto espontáneo. Tiene más mérito, pues. Un acto de normalidad y un toque de atención. Para estas señoronas (me las imagino gritando "¡esto es un desmadre!") pero también para quienes aún no se atreven a besarse en público.

Y es que hay que predicar con el ejemplo. Acudir a la manifestación del Día del Orgullo y bailotear en discotecas gays está muy bien, pero la normalidad llega por otros derroteros. Poniendo ladrillos arcoiris día a día. Nadie dijo que vivir libre y feliz sea sencillo, pero para estas chicas tampoco ha debido ser fácil besarse delante de una horda homófoba, y sin embargo lo han hecho.


Tenemos la suerte de que, aquí y ahora, podemos ser nosotros mismos. Yo no entiendo otra manera de vivir. Muchas de esas señoras en contra del matrimonio igualitario lo están porque jamás han visto que el amor existe más allá de las fronteras que ellas conocen. Nuestra responsabilidad es enseñárselo. Besar como sientes, escribir como sientes. En la calle, en el trabajo, en las redes sociales. Atreverte, como las chicas de Marsella. Hay que volar a diario.

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Children of the Sun

Supongo que todos lo hacemos. Suena una canción y piensas: sería la banda sonora perfecta para el libro que me estoy leyendo. O caminas por la calle con la música puesta, y de repente, te sientes en medio de un videoclip. No ves las cámaras, pero las escaleras se vuelven escalinatas, haces una aparición estelar a cada paso, caen confettis dorados, la gente te sigue haciendo un divertido flashmob.


Pues bien, el otro día escuché una canción nueva: Children of the Sun de Dead Can Dance, y el impacto fue fuerte. No conocía el grupo, no tenía expectativas. Suena como David Bowie producido por Woodkid. Y lo mejor de todo es que se desplegó en mis ojos una película entera. Ni vídeoclips ni escenas, toda la película ante mis ojos.

Así que pensé que tendría que ponerle banda sonora y me puse a recopilar canciones que encajasen en mi visión. La aventura que yo viviría si la vida fuese una película con monstruos que hay que escalar y niños que vuelan sobre Los Ángeles y relojes que en vez de tic-tac hacen música y príncipes que viven en ruinas escondidas entre las nubes. ¿Cuál es tu película y qué música suena en ella?



Dead Can Dance – Children Of The Sun
Woodkid – Run Boy Run
Brandon Flowers – Playing With Fire
The Black Keys – Lonely Boy
Rufus Wainwright – Sometimes You Need
Emeli Sandé – Read All About It, Pt. III
Lana Del Rey – Born To Die - Woodkid & The Shoes Remix
Natalie Imbruglia – Wild About It
Noah And The Whale – Just Me Before We Met
Saint Etienne – Over The Border
Groove Armada – Hands Of Time
Pet Shop Boys – The way it used to be
The Sound of Arrows – Ruins of Rome
Madonna – Easy Ride
Rebekka Karijord – Wear It Like a Crown

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Frankenweenie

"A la gente le gusta lo que la ciencia le da,
pero no las preguntas que plantea."

Ya tocaba. Llevaba ya un tiempo que las películas de Tim Burton no me emocionaban como antaño. Demasiado Johnny Depp y demasiada Helena Bonham-Carter. Sombras Tenebrosas ni siquiera la vi. Deposité mis esperanzas en Frankeweenie: un perro monísimo, stop-motion, nada de actores fetiche (aunque regresa Winona Ryder).


Todo prometía, y así ha sido. Me he reconciliado con Tim Burton. Veremos cuánto me dura. La película es una versión extendida del mediometraje que le costó su puesto en Disney en los 80... y ahora es una de las apuestas de animación de Disney para el otoño. Las vueltas que da la vida. Nada como triunfar para que te den carta blanca.

Aquí, Tim Burton consigue un equilibrio casi perfecto entre lo tierno y lo macabro. De puro feos, los bichos son adorables. Y hay, sobre todo, muchos, muchísimos guiños al género de terror: Godzilla, la persecución con antorchas de Frankestein, el lavabo de Jurassic Park, las palomitas de Gremlins... ¡Hasta proyectan Bambi en un cine!


Amistad de ultratumba, pero también amor (ya sabes: perro conoce a perra y se chutan la pelota de un lado a otro de la valla). De eso va la película. Y de intentar lo imposible, seguir intentándolo cueste lo que cueste. Pero con intenciones buenas, ojo. Ya que puedes conseguirlo todo, mejor conseguir algo bueno.

Otra virtud del film es su galería de estrafalarios secundarios. El profesor, el amigo jorobado (guiño a Igor, el mayordomo del Doctor Frankestein), la vecina siniestra, la niña cadáver y su gato Bigotitos (#amor) con las cacas-oráculo (#amor2)... Todos tienen su momento en la película. Lo dicho: Tim Burton en estado de gracia.


Técnicamente impecable, de guión algo previsible (o eso crees), con música (claro) de Danny Elfman y un auténtico festival de referencias cinéfilas... lo mejor que se puede decir de Frankenweenie es que me han entrado ganas de volver a leer La melancólica muerte de Chico Ostra. Y eso son palabras mayores.

PD: ¿Soy el único que piensa que la cruz de la tumba es un homenaje a Gaudí?

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Traces of you

Adoro las ilustraciones de eBoy. Ésta no es la primera que pongo por aquí. Adoro su forma de reimaginar el mundo como un amasijo de píxels en perspectiva isométrica, muchos colores y muchos detalles. Lo llena todo de personitas y muñecos y logos y escenas dentro de escenas. Con humor. Para que los descubras.

(Guarda la imagen o ábrela en una ventana nueva para verla en todo su esplendor.)

Mi habitación la preside un póster suyo, su espectacular visión de Tokyo, y a menudo me entretengo explorando todas esas calles, rampas, letreros, rascacielos, poniendo orden al caos aparente. Señalando, sorprendiéndome como ese bebé que sonríe a cada vuelta que da el móvil en lo alto de su cuna.

Las ilustraciones de eBoy siempre guardan secretos, cosas que habías pasado por alto y que ahora que las has encontrado, las disfrutas. Sí, en la fantasía de sus diseños hay mucho de recordatorio de que la vida, tu mundo, son ricos, infinitos aunque no siempre, no cada día te acuerdes de todas las posibilidades que eso te ofrece. Hay que encontrar, hay que disfrutar.


A ver si localizas todos los personajes de videojuegos, series de TV y cómics que aparecen en la ilustración de hoy. Hay literalmente miles. De Lara Croft a Son Goku, pasando por las Tortugas Ninja o (por supuesto) Wally. Seguro que hasta encuentras a alguien que nadie había visto antes. Somos descubridores. ¡Feliz domingo!

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The greatest love of all

Ayer me acordé. Le puse un vídeo suyo a un amigo y me acordé de que Whitney estaba muerta. Ni un año hace. Es de esas cosas que sabes que han ocurrido pero todavía no las has procesado y un día te golpean. Como cuando cumples años y no te das cuenta de lo que implica hasta que rellenas un formulario.


Me dio pena porque fue una muerte tonta. Fruto de no quererse a sí misma, una cantante cuyas canciones, a menudo, hablaban de esa clase de amor, el más importante: quererse a uno mismo en primer lugar. Nos enseñan lo contrario: tienes que sacrificarte, anularte. Luego descubres que no, que para sobrevivir tienes que pensar en ti. Luego ya amarás a los demás, y encima con una sonrisa de verdad.

Pero es algo tan fácil de olvidar. Recuerdo que con mi ex cantábamos The greatest love of all en el SingStar, la bordábamos, y eso que no parábamos de reírnos del vídeoclip, de los looks y las poses intensas de ella, de lo ochentero, del argumento. Nos reíamos de todo, cantábamos cada línea con la máxima puntuación, pero no le hacíamos ni caso al significado de la letra. Como Whitney Houston.


Como los barcos cuando sube la marea, tuve que aprender a flotar. Floté y fluí, y llegué a un remanso en el que no quedaba otra que quererme. Mis cosas y mi mundo. Ahora me gusta estar bien porque puedo compartirlo. Con mis amigos, con mi novio. También con la gente que me lee, por qué no. Me quiero, yo no lo voy a olvidar.

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I got only what I got while I'm alive

Libros antiguos para decoración. Eso ponía el cartel de uno de los stands en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Barcelona. Las encuadernaciones eran preciosas, y para qué engañarnos, en una estantería quedarían de fábula. Vestían mucho. Pero sentí lástima ante aquel cementerio de libros que ya nadie quiere por su contenido.


Hoy casi me atropella un autobús. No circulaba especialmente deprisa ni yo iba muy despistado. Habría sido un accidente tonto, un rasguño en su carcasa y seguramente mi final, pero afortunadamente no ha pasado. He frenado en la acera y el conductor se ha disculpado al pasar de largo. Sigo vivo. Eso tiene que servir de algo, ¿no?

Siento algo extraño cuando veo a famosos más jóvenes que yo llegando a lo más alto. Se parece a la envidia, quizá sea admiración, o culpabilidad por no ponerme las pilas mucho antes. Ellos lo hicieron y ahí están. Tengo 30 años, podría tener varios libros ya publicados si no me hubiese pasado casi 10 años sin escribir. Pero el orgullo de ahora es el mismo: por fin, la novela está a punto de salir del horno.


Ya es un buen paso. Unos cimientos. Pero quiero más. No quiero ser un libro antiguo más en una caja llena de libros ante la que pasa de largo la gente. Quiero hacer algo. No sé si importante, pero algo. Tengo el arco y tengo las flechas, me falta la diana. Quiero sentir el cariño, sentirme vivo mientras estoy vivo.

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Shunryu Suzuki - No siempre será así

"Que las cosas sean como desean ser."

No escribió ningún libro. Maestro zen, Shunryu Suzuki se dedicó a compartir sus aprendizajes en Japón y Estados Unidos. Sus charlas americanas se grabaron en vídeo y No siempre será así recoge las transcripciones de Suzuki. Una idea peculiar que da pie a capítulos breves, chispazos casi.


Siempre lo digo pero es cierto. Todas las cosas llegan cuando tienen que llegar, y este libro es un ejemplo. Me acompañó durante la última semana de septiembre. Me serenó, me ayudó a relativizar. Me devolvió los pies a la tierra, los ojos al cielo, el corazón al centro del pecho, las manos hacia todas esas cosas que puedo acariciar.

Un vaso de agua, un beso, una pizza recién salida del horno, una palabra que vale por todas, una taza más grande para el otoño, un sofá mullido, un graffiti revelador, el sonido del timbre, la primera lluvia, el ecuador de la novela, un helado de chocolate, un trampolín, esa película redescubierta. Todo ocurre ahora. 200 páginas para recordarlo.


Olvidad este momento y convertíos en el siguiente.
Dar en el blanco es el resultado de 99 fracasos.
Conocer a alguien es sentir el sabor de aquella persona, la sensación que os produce.
Si algo viene, dejad que llegue.

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Umami. Hamburguesas gourmet

Llevaba tiempo con la idea en la cabeza. Dedicar, como hace mi amiga Eli en su blog, algunas entradas a mis bares y restaurantes favoritos. De Barcelona, sobre todo, porque es por donde más me muevo. No acababa de dar con la forma de hacerlo. Quería que encajase con el tipo de entradas que suelo hacer. Y eso intentaré.


Umami. Nos dirigimos los cinco al comedor superior, hay más luz y más espacio; es más propicio al reencuentro, a las charlas. No sé si la camarera nos reconoce, venimos bastante, mínimo una vez al mes, pero bromea con nosotros como si viniéramos cada día. Aún con su risa flotando, damos el primer sorbo a las cervezas.

Por más que se llene el local, siempre podemos hablar tranquilos. La vida entre Bruselas y Madrid de Paco y Carlos, el verano viajero de Andoni y Aitor, mis avances románticos. Nuestra última fiesta, o la exposición de CainQ. Películas, música. Aún no hemos entrado a hablar de lo mundano y lo divino (eso en lo que desembocan todas las conversaciones de amigos), que ya nos suben las hamburguesas. Son rápidos.


Como las traen abiertas para identificarlas, veo la pintaza que tienen las hamburguesas de mis amigos. Y querría comérmelas también. Hoy me he pedido una ibérica (con pimiento rojo, jamón y queso) y luce espectacular. Pero es que las demás, con queso de cabra, miel y nueces, o picante con frijoles y jalapeños, o de pollo bien condimentado, me hacen babear también. Grandes y apetitosas.

Hay 30 variedades, así que cada vez pido (pedimos) una distinta. Sólo nos falta marcar con X las que ya hemos probado. Dicen que han dado con una buena receta para el pan de hamburguesa, pero yo siempre las pido con pan de chapata. Está tan rico. Y aunque las patatas son normalitas, apetecen más que la ensalada.


Nos ponemos al día y los platos ya están limpios. Va siendo hora de alargar la conversación en nuestro rincón fetiche, La Penúltima, que queda cerca. Al pagar en el Umami, unos 12€ por cabeza, el camarero de la barra tiene cada noche alguna frase graciosa, nos invita a un chupito. Salgo pensando ya en la hamburguesa que pediré el mes que viene. Pero al final siempre elijo otra.

C/ Floridablanca 148 (Barcelona)

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Friends with benefits

El sábado no me apetecía pensar. Ni pasar miedo. Quería una película entretenida, llevadera y previsible. Nada como una comedia romántica para estos menesteres, siempre están ahí para dejarte con el ánimo feliz, creyendo en todas las cosas bonitas. Que haberlas, haylas. Y hay que atesorarlas, lo dice Friends With Benefits.


No la vi en el cine, me recordaba demasiado a Sin Compromiso, que se estrenó casi a la vez. Y sí, la premisa es la misma: follamigos que pasan a sentir "algo más". Pero Friends With Benefits tiene mejor guión, mejores secundarios, mejor selección musical... y unos protagonistas que convencen. Viva la sexérrima Mila Kunis y viva Justin Timberlake (sobre todo sin camiseta y sin pantalones).

Dejarse llevar y, entonces, atreverte no sólo a sentir, sino a reconocer que sientes. Este proceso atravesarán ambos protagonistas. Cada uno a su ritmo, como tiene que ser. En el ajetreo de Nueva York, contarán con los consejos de Patricia Clarkson (que debería salir más, la adoro desde A dos metros bajo tierra) y de un sorprendente Woody Harrelson (convincente gay promiscuo con un corazoncito escondido).


En fin, película de sábado por la tarde, palomitas, helado y sofá, pero bien hecha. Con escenas para morir de amor, alguna que otra risa agradecida y un final que, dentro de lo previsible, sabe sorprender. La magia de Nueva York. Cuando te apetece contarle a ese alguien especial cómo te ha ido un día cualquiera, cuando escucharle cómo te cuenta el suyo es tu momento más feliz... ¿hay algo mejor?

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Anything could happen

"¿Llegarás hasta ese árbol?", preguntó mi amigo. El árbol estaba a pocos metros, en el mismo paseo por el que íbamos comiendo un helado. Enseguida llegaríamos a su altura. "Claro", dije. "No, no lo sabes", contestó él, con razón. En realidad, podía ocurrir cualquier cosa. Hasta que no llegásemos no sabríamos si, por ejemplo, alguien chocaba con nosotros, nos manchaba de helado y teníamos que tomar otra ruta.


La incertidumbre al pasar de página. Esa sensación perseguías de pequeño al comprarte los libros de Elige tu propia aventura. Pensabas que el autor hacía trampas, quién iba a adivinar que abriendo la trampilla del sótano en vez de la puerta dorada darías con un tesoro. Pero algo tenían aquellos libros: siempre volvías a ellos.

A veces intentabas encontrar todos los recorridos, leer el libro desde el final para desentrañar sus misterios, recomponer las elecciones que te llevarían al mejor desenlace. Pero hacerlo así no era tan divertido. Lo entendiste rápido: no conviene adelantarse. Tu propia aventura, página a página, momento a momento.


Fluir es más que explorar. No avanzas hacia el árbol para saber si llegarás, sino para continuar con tu paseo. Mucho antes de dar con el segundo sabor, al helado ya le habrás dado cucharadas deliciosas. Lametones y risas. Por eso, el mejor momento es ahora. La emoción irrepetible de dar cada paso sin saber dónde te llevará. Si prefieres dejar espacio para las sorpresas, pasa a la página 13.

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I was so lucky

Luck is an attitude. Lo dice ese anuncio de Martini que ya lleva meses circulando por ahí. Y tiene toda la razón del mundo. La suerte es una actitud, sí. O como dice esa frase del Hagakure que siempre acaba apareciendo en este blog: "Hay que ganar desde el principio para salir victorioso siempre."


Los anuncios de Martini siempre los recuerdo ofreciendo "algo más". Por ejemplo, la erotización del hombre en una época en la que parecía que sólo las mujeres podían ser objetos sexuales. Yo encantado de tener a un guaperas poniendo morritos en pantalla, claro. No sé si lo notarían en las ventas. Quiero decir, en Carnaval todo mi instituto se disfrazó de chicos (y chicas) Martini pero no era esa bebida la que pedíamos, entonces éramos de Malibú con piña. Luego ya nos pasamos al vodka.

Este año han optado por un chico Martini menos maromo, más natural. Pero lo interesante del anuncio es cómo muestra muy visualmente, gracias a una pantalla partida, algo que, de tan obvio, la gente a menudo olvida. Tal como sales de casa es tal como va a ser tu día. Si te encoges de hombros, no sólo te mojarás, además resoplarás y renegarás. Pero si sonríes y te lanzas a la lluvia, pasarán cosas.


Antes, yo era el típico que llegaba a la barra del bar y los camareros me ignoraban, no me servían hasta que ya no quedaba a nadie más por servir. Normal: me quedaba en un rincón, agazapado detrás de anchas espaldas. No digo que ahora me sirvan el primero, pero al menos, desde que me inclino en la barra y sonrío, he conseguido volver antes a la pista de baile con mi copa. Para seguir bailando.

Activé los engranajes. Poniendo de mi parte. Dejando de esperar que el mundo en algún momento me prestase atención. La reclamé yo, esa atención. Y esa suerte y ese amor y todas las cosas que, estaba convencido, yo me merecía. La vida no es más que eso: creerte afortunado. Saberte afortunado. Y actuar como tal.

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Take you higher

Algo no funciona. No puede ser que los mismos políticos que luego piden tu voto, estén insultándote cada día. Por catalán o por parado. Por enfermo, por la edad que tienes, por lo que quieres estudiar, por tu sexualidad. Por parásito. Si de verdad sirvieran al pueblo, no legislarían contra él. Tan sencillo como eso. Los políticos deberían mejorar la sociedad, levantarla. Y están haciendo justo lo contrario.


No leo la prensa (y soy mucho más feliz así) y en este blog no suelo hablar de estas cosas. Pero eso no significa que viva en la parra. ¿Hasta cuándo aguantaremos? Me lo pregunto. Quiero creer que es como cuando un amigo te falla. Siempre está de morros, se enfada y no te lo dice, causa malentendidos en el grupo de amigos. Le defiendes porque es tu amigo hasta que un día dices: hasta aquí.

Las relaciones están para mejorarnos. Los amigos, las parejas, los políticos con el pueblo. Si no me vas a tratar bien, no te necesito en mi vida. Lo contrario es masoquismo. Tengo a medio escribir una novela que trata de eso, de cómo social y personalmente se permiten ciertas situaciones por no darte cuenta de que las riendas las tienes tú. Que te den por culo, sí, pero eligiendo con buen gusto quién lo hace.


Hay que tener en la vida sólo a esa gente que te aporta energía positiva. Los amigos que te escuchan y te abrazan, los novios que se acuerdan del vino que te gusta, los contactos de las redes sociales que te inspiran. La gente que sólo sabe quejarse, fuera. Los políticos que atentan contra el pueblo al que dicen servir, fuera. Que te traten bien es fácil: basta quererlo, pedirlo, invitarlo. Y ofrecer lo mismo.

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The School - Reading too much into things like everything

Llevo unos días muy prom night. Me imagino mi baile de graduación con la música de un grupo de chicas cantando a coro. Armonías, trajes de topos, movimientos de manos, diademas y mucha laca. El año pasado estuve en una fiesta donde actuaban tres chicas en este plan y fue memorable su actuación de Oh Johnny Oh.


El caso: que The School suenan así. The Pipettes con un punto melancólico. Esa melancolía se nota sobre todo en la preciosa It's Not The Same, balada otoñal donde las haya. Todo el disco es un poco como el sol en octubre, cuando entra por la ventana: calienta la mesa un rato. Luego apoyas los brazos y lo agradeces.

Para que no busques significados ocultos en los títulos, éstos son largos, lo cuentan todo desde el principio. The Grass Is Always Greener On The Other Side no por típico me gusta menos, es una de las canciones más bailables de un disco breve y siempre optimista. Deja fluir, no analices, disfruta lo que sientes justo ahora.


Me gustan estos discos actuales que podrían haberse grabado hace 40 o 50 años. Esa atemporalidad no es fácil, y estos galeses (cuatro chicas y cuatro chicos) la han conseguido. Regreso al futuro: montas tu Delorean y vas a la fiesta de graduación de tus padres para asegurarte de que se casen y no desaparezcas de la foto.

Y es que a veces, las cosas más improbables salen bien. La soleada Never Thought I'd See The Day, carne de anuncio con sus guitarritas y esas estrofas que con toda naturalidad se transforman en estribillos, da prueba de ello. Los triunfos existen. Basta con apostar a caballo ganador.


Oh here they come
Those feelings I have dreams about for so long
Each stop I make my head spin around
I never thought I'd see the day or hear the sound
Of your voice calling my name

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Sé que es casi nada, pero me sirve de tanto

Secarme en la toalla tras salir del agua. Es una de las sensaciones que recuperé este verano. El escalofrío del viento en la orilla y, poco a poco, el calorcito del sol. Las últimas gotas deslizándose por mi piel. Cierro los ojos, mi respiración vuelve a su ritmo normal. La arena secándose en los pies, pronto será fácil sacudirla.


Esa sensación de bienestar. Como llegar a casa cuando llueve y quitarte la ropa húmeda, los calcetines sobre todo. Ya con el pijama, dejas el paraguas en el plato de ducha, enciendes la calefacción, colocas toda la ropa encima y los zapatos cerca. Acurrucado en el sofá, las manos van recuperando sensibilidad. Sin prisa pero sin pausa. Y podrás doblar los dedos otra vez, coger la taza de leche caliente con fuerza.

Al día siguiente, el paraguas está completamente seco. Nadie diría que llegaste calado a casa. Pasas la cinta alrededor del paraguas, cierras el botón, siempre cuesta un poco, guardas el paraguas en el armario. Hasta la próxima vez que lo necesites. Por suerte, en Barcelona no llueve mucho, así que aún queda tiempo para eso.


El humo del primer chocolate a la taza de cada invierno. Un platazo de pasta los días de resaca. O esa noche que vuelves a casa con frío y decides sacar el nórdico. Habías olvidado cómo enfundarlo; primero quedan bultos, luego ya sale bien, queda mullido. Te metes dentro. Sólo sacarás un brazo a media noche, para comprobar que todavía te quedan horas de cálido sueño. Qué bien. Ha regresado la calma.

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Sobrevolaba sin red la Polinesia meridional

Otro concierto gratuito. La Casa Azul en El Prat. De éste tenía especiales ganas, porque me quedé sin entradas para el concierto que dieron en la sala Apolo en marzo. No me quejo: ese día trajo otras cosas buenas, pero me gusta cerrar círculos y el viernes pude hacerlo y disfrutar en directo de uno de mis discos favoritos de 2011.


Hasta 11 canciones de La Polinesia Meridional sonaron en la carpa instalada junto a la estación. Y es que el concierto duró casi dos horas. Pensábamos que por aquello de ser gratuito, haría una versión breve de la gira, y no, las cantó todas o casi todas. Desde una eufórica Los chicos hoy saltarán a la pista que nos hizo saltar ya desde el minuto uno hasta La niña más hermosa que, por fin, en directo me convenció.

Pasando, por supuesto, por La revolución sexual, alargada y alargada con una intro épica que nos tuvo expectantes. Well, are you ready to go? De este disco no cantó demasiadas, se centró más en el material reciente y en el de sus inicios (genial Chicle Cosmos). Pero no faltaron un remix muy emocionante de El momento más feliz ni un No más Myolastan en clave chundi-chundi. Apocalipsis multicolor.


Aunque todavía no había visto a La Casa Azul en directo, estaba tranquilo porque sabía que llegaría el momento adecuado, y que además, cuando llegase, me conquistarían. Y así fue. Tanto las versiones más fieles a los temas originales como las remezclas me transmitieron el mismo buen rollo que cuando los escucho subiendo escaleras a pleno sol o dando botes en la discoteca.

Las pantallas le daban a todo aún más color. Vídeos y proyecciones (algunas interactivas, como los kame-hame rosas) para potenciar la sobredosis de pop ultra-happy. Mucho vocoder, mucho androide guapo y mucha nostalgia de Japón. Dos horas para bailar y ser feliz non-stop. Si esto es la Polinesia meridional, me quedo.

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Si de verdad quieres...

No es una comedia. La promocionan como tal: "Una nueva comedia del director de El diablo viste de Prada". Y repitiendo director y actriz protagonista, esperarías otra retahíla de frases mordaces y carcajadas. No es el caso. Si de verdad quieres... es una película dura, a ratos incómoda, pero merece la pena verla.


Un matrimonio en un giro del camino. Ni siquiera en crisis. Entre los personajes que encarnan Meryl Streep y Tommy Lee Jones, un día la cosa dejó de funcionar. Simplemente eso. Sin grandes dramas. Para recuperar la chispa, se embarcan en una terapia de pareja dirigida por Steve Carell, más comedido de lo habitual.

Sus fantasías, sus deseos, sus demandas... todo saldrá a la luz. También sus ganas de luchar para que la relación siga adelante. La certeza de que, al fin y al cabo, esa persona que se sienta en el mismo sofá, les hace feliz. Las cosas sencillas: el desayuno, el beso de buenas noches. La película es todo lo gamberra y previsible que permite Hollywood.


Y alguna risa sueltas, claro. Ver a Meryl Streep rebuscando libros picantes en las librerías del pueblo o arrodillándose en medio de un cine para hacer una mamada son imágenes de las que no se olvidan. Y sobre todo, las alas que da esa certeza; hay que defenderla a capa y espada. Si de verdad quieres, puedes.