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Horoscopes can't forecast how we'll feel

Ya es el segundo día que te ocurre. Casi te crees la predicción del tiempo de tu móvil y te pierdes un soleado día de playa. Como si ese hombre del tiempo anónimo fuera un nuevo dios al que debes obedecer. Realmente es una predicción minuciosa, hora por hora, y estos días de vacaciones le gusta pintar nubes de más. Y hay nubes en el cielo, sí, pero no tantas como para ocultar el sol por completo.


Por suerte, las ganas de leer en la playa eran tan grandes, que a pesar de las nubes virtuales y de las nubes que veías desde el balcón, has ido a la playa. Y es que en la playa lees más y mejor. Sin interrupciones, sin mirar el móvil. Y sin que nadie te conozca. Esto te encanta, te rodean tantos ingleses, italianos, franceses, alemanes, holandeses... que es como estar de viaje.

Qué sonrisa más tonta cuando sales del metro y el sol ilumina las escaleras, como si se estuviera reservando para ese momento. No las tienes todas contigo a lo largo del paseo, ves a los turistas comiendo paella y helado, las gafas de colores de los top manta, y crees que no te dará tiempo a veranear, que para cuando llegues a la playa, se habrá ido el sol. Pero no. Sigue luciendo. En lo alto, entre las nubes. Colocas tu toalla, te das un chapuzón y retomas la lectura. Por ponerte en lo peor, casi te pierdes lo mejor.

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Banana Yoshimoto : Amrita

"Los descubrimientos más memorables se realizan
cuando nos adentramos en las cosas por nosotros mismos
y, solos, las hacemos nuestras."

Me gusta los libros que te sumergen en su historia. Y en verano más. Una historia sencilla, donde en realidad no ocurren demasiadas cosas, solo el descubrimiento de uno mismo. Cada frase una oleada, el libro te mece y te serena. Te atrapa en ese no pasar nada, porque quieres sentirte como la protagonista. Ella permanece siempre estoica y esperanzada.


Lo leí por recomendación de Aitor Villafranca, que acertó de pleno. Es un libro para las vacaciones. O para cuando necesitas estar de vacaciones. Una ventana a otro mundo donde nada va contigo, y todo ocurre despacio. Como la brisa entre las palmeras. Antes de darte cuenta, tu sofá se ha convertido en una hamaca y en la mano tienes un vaso de piña colada.

Banana Yoshimoto a veces se pasa de cursi. Aquí no. O sí, pero se lo perdonas. Dejas que te vaya desmenuzando la historia de esa chica que vuelve a nacer tras un accidente y poco a poco recupera el gusto por la vida, los detalles que la hacen feliz, las conexiones con viejos conocidos y nuevos amigos. En fin: hay que leerlo para ver la vida con otros ojos.


No tengas la misma prisa que yo. Mira bien la cena que ha preparado mamá, el jersey que te ha regalado. Mira bien las caras de tus compañeros de clase, las casas del barrio que demuelen para construir otras nuevas. Cuando se vive en el mundo real uno no se fija en lo que le rodea, pero estando en el camerino de un teatro no se te escapa nada. Date cuenta de que el cielo es azul, de que tu mano tiene cinco dedos, de que papá y mamá están ahí, lo mismo que las personas desconocidas con las que hablas por la calle: todo eso es como beber agua fresquísima. Si no se bebe cada día no se puede vivir. Si no se bebe, si el agua está ahí y no la bebes a grandes sorbos, la garganta se seca y se muere. No sé explicarlo bien, pero es así. Di que no tengo ningún pesar. Díselo a todos. Yo siempre acababa los deberes de vacaciones en la primera semana, lo mismo que el diario que nos mandaban escribir en vacaciones, y envidiaba a los demás, que lo hacían todo en la última semana deprisa y corriendo. Pero me veía obligada a hacerlos enseguida por miedo. Yo de niña era así. Sin embargo, la próxima vez que escriba un diario no cometeré el mismo error, describiré el calor del verano, los rayos de sol, día a día, tal y como lo vaya sintiendo. Tuve prisa. Eso es todo. (Páginas 259-260)

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Milk and toast and honey

Ya lo sabías. Claro que lo sabías, pero siempre te gusta que te lo confirmen. El potencial de tus ideas. Una idea, no muy grande, más bien pequeña, en la que has depositado algo de esperanza y un poquito de ilusión. "Pues me gusta", dice él. Y sonríes. Le gusta.


No solo eso: le ve futuro, añade. Inténtalo. A lo grande. Corrige esto y lo otro. ¿Será esto la autosuficiencia? Confiar en contar ideas y que a veces los demás den el visto bueno. O que te orienten. Alimentarte de su gesto de aprobación, un leve movimiento de cabeza antes de beber la taza de café.

Te sientes afortunado de tener gente sabia alrededor. Gente con otros ojos y otras voces que te hacen crecer. Siempre a mejor. Poco a poco, por el sendero de las ideas que de tanto soñarlas se vuelven grandes.

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Mr. Unhappy

Ya no le reconoces. Ese chico enfurruñado, desconfiado, al punto de parecer arisco. Esperaba que los demás le dijeran algo porque él se consideraba el centro del mundo. Cuánto sufría, pobrecito. Ahora lo ves tan lejano como si nunca hubieras sido tú.


Te cuesta reconocerte en el pasado. Ahora sabes que cualquier mañana se puede remontar con una visita sorpresa o con una frase tan inesperada como exacta. Sabes que no tiene sentido esperar lo peor, si al fin y al cabo has sobrevivido tantas veces que cualquier naufragio será solo el penúltimo.

También sabes que a veces lo olvidarás. Que en los momentos de flaqueza, llegarás a convencerte de que las reglas del juego han cambiado. Quizá por eso envías mensajes en una botella, para que le lleguen a tu yo futuro y le hagan sonreír. Recuperará las ganas de buscarse a sí mismo, transformarse, afinando cada día un poco más en la criatura que quieres llegar a ser. Tu vida es esto: dejar de reconocerte para continuar conociéndote.


Always saying something is wrong with me
Well, something is wrong with you, man
Because ever since it's over between you and I
I feel so amazing
Mr. Unhappy, why didn't you let me be?

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Keri Smith : Destroza este diario

"Tira esta página y asume la pérdida". Así rezaban las instrucciones de uno de los ejercicios de este libro. Sin miramientos, arranqué la página en cuestión. Como si fuera una revista de la biblioteca y no un regalo de cumpleaños. Salí de casa y caminé hacia mi plaza preferida de Gracia. Quería tirarla allí. A medio camino me dio por pensar que en la vida no puedes elegir cuándo ocurren las cosas. Llegan cuando llegan y tienes que lidiar con ello. Las instrucciones no eran "Tira esta página en tu lugar favorito para crear un recuerdo inolvidable". Se trataba de asumir que hay cosas que se pierden. Para siempre y sin más explicación. Así que solté la página en medio de esa calle de la que nunca recuerdo el nombre. El papel negro voló a mi espalda. No me giré ni siquiera cuando apuntó hacia allí el manguerazo de los servicios de limpieza del Ayuntamiento. Ahora solo me queda quedan los restos de la página arrancada, jirones aún encuadernados al resto del libro.


Así son las reflexiones que me hago con el libro Destroza este diario. La autora invita a la creación a través de la destrucción. Cada página te invita a rasgar, mojar, manchar, pintarrajear, cortar, incluso quemar. Como sé que no haré las virguerías que crea la gente a partir de frases tan lapidarias como "Vierte aquí tu café", yo exploro mis propios límites.

Hay una página que todavía no he hecho. Tienes que llevarte el diario a la ducha. Y ducharte con él, supongo, aunque eso no lo especifica. Tengo miedo de que se moje, como si hubiera otra opción. La ducha conlleva agua, no hay vuelta de hoja. Sé que acabaré haciéndolo. Tampoco me atrevía a destrozar una página a mordiscos, pero luego la descarga de adrenalina que me provocó hacerlo, por el mero hecho de que podía hacerlo, de que me estaba permitido hacerlo, fue una experiencia liberadora.


Y así vas resolviendo este diario. Interpretas las instrucciones, creas tus reglas, las rompes acto seguido, te das cuenta de las tonterías que te bloquean y se te abren nuevas puertas. Lo recomiendo a todos los creadores, pero también a quien quiera conocerse mejor, relajarse o simplemente tener un libro con el que poder hacer lo que no harías con otro libro. El camino más corto entre un espejo y un saco de boxeo.

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Cruel summer

Mi verano no ha empezado todavía. Gajes de ser autónomo, ya lo sabes: trabajas en algo que te llena, pero lo haces cada día y a todas horas. El caso es que ayer libré por la tarde. La primera tarde de fiesta en varias semanas. Nada más salir de la tienda, me vino a la lengua un regusto a verano. El gusanillo. Ni corto ni perezoso, me fui a la playa. No a la de siempre, sino a una por la que solo había pasado por delante. Quería probar.


Busqué un hueco entre la arena y me eché sobre la toalla. Llevaba un libro conmigo, pero lo primero que hice al tumbarme fue cerrar los ojos. Estaba rodeado de personas que no me conocían. Turistas, en su mayor parte, pero también gente de otros barrios, de otros entornos. Me sentí por un momento como si estuviera en la costa francesa o en una isla italiana. Serían los gritos en esos idiomas, no lo sé, pero me sentí acogido en la desconexión.

Tras la zambullida de rigor y un par de capítulos del libro, decidí continuar la ruta turística. Un helado, una foto a la fachada de una iglesia, callejear confiando en las buenas intenciones de los que planificaron esas calles estrechas, descansar junto a la fuente de una plaza, comprar en una tienda donde nunca comprarías. Barcelona con los ojos limpios del turista. Rematé la noche con una copa de vino blanco y una tabla de quesos. Brindé por mis vacaciones de 6 horas. Viene bien mimarse de vez en cuando.

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Running to the sea

La playa es un jaleo. Niños que corren por la arena, turistas que suben la voz, hombres que presumen entre cerveza y cerveza de todo lo que saben de motos, los vendedores de bebidas y las masajistas, más arena, los que juegan a palas o a vóley. Alinear la toalla. Acordarte de aplicar otra capa de crema, contar hasta 100 entre vuelta y vuelta para no quedarte dormido ni quemarte. Cómo colocar el libro, si bocabajo el sol abrasa las páginas y de espaldas no hay quien lo sujete. Y sin embargo volvemos cada día, porque solo en la playa está el mar.

"Sagaro (Water Series)" (Eric Zener)

Pasado un rato, tengo que zambullirme. No hace tanto que recuperé el sabor de la sal y me gusta redescubrirlo en cada salto al mar. Me gusta sentir que el agua cubre en seguida. Nadar, nadar más hondo. Una vez me contaron que las boyas están al doble de distancia de lo que parecen a simple vista. Da igual: sé que lo importante es el recorrido. Miro una última vez la playa abarrotada. Para comprobar que sigue en su sitio; desde aquí, ya no se oye el griterío. Le doy la espalda y sigo nadando.

A medio camino de la boya, me tumbo boca arriba, extiendo los brazos y me uno al vaivén de las olas. Una de ellas oculta el último velero. Estoy solo. Me disuelvo en algua y conmigo mis pensamientos. Durante ese instante, solo existe el mar, el cielo, el sol, el sol reflejándose en las olas que me mantienen a flote. Me hago el muerto para estar vivo. Algún día seré capaz de nadar hasta la boya. Feliz, vuelvo a la orilla.


I remember running to the sea
Remember falling to my knees
I remember gliding off the shore
Until I touched the ocean floor

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Barcelona

"Qué bonita es Barcelona", dijo un amigo. Como si de repente fuéramos turistas. Volvíamos a casa, ya de noche, y los edificios se deslizaban por las ventanillas del coche como una proyección mientras en la minicadena sonaba una canción de Robyn. Tras aquellas palabras, los tres asentimos con una sonrisa. Seguimos disfrutando de las fachadas iluminadas que asomaban entre los árboles, los edificios modernistas alternándose con hoteles de diseño.

Tom Daley a punto de zambullirse en Barcelona.

Me gusta Barcelona de noche, cuando la Torre Agbar se pinta de neón y las calles invitan a pasearlas despacio, a solas y en paz, escuchando música que da sentido a las esquinas anchas y los portales de hierro. Me gusta aún más Barcelona de día, porque entonces se levanta orgullosa y enseña cada edificio como si estuviera recién construido, las piedras acabadas de colocar para que les hagas una foto. Aguántame el helado, que la subo a Instagram.

Y sobre todo, me gusta Barcelona en verano. Gracia, mi barrio, en verano vive sus mejores días. Se acercan las fiestas y ya hay cables colgando de lado a lado de los balcones y pronto colgarán guirnaldas de ellos. Estos días de preparativos, tengo que abrirme paso entre los tablones que pronto serán escenarios donde habrá conciertos. Pero estoy tranquilo, sé que cuando tenga que enseñar las calles adornadas, trazaré nuevas rutas donde todo estará conectado. Disfrutaremos de nuestra ciudad transformada y entre cerveza y cerveza asentiremos: "Qué bonita es Barcelona".


I had this perfect dream (Un sueño me envolvió)
This dream was me and you (Tal vez estás aquí)
I want all the world to see (Un instinto me guiaba)
A miracle sensation
My guide and inspiration
Now my dream is slowly coming true

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This is not a love song

No sabíamos que nos íbamos a encontrar. Misterioso título el de la última exposición de la Virreina. El subtítulo aclara un poco más: "Influencias entre artes visuales y música pop". La primera sala, que realmente era la última, pero es por donde entramos nosotros, ya indicaba por dónde iban los tiros. Televisores con una selección de vídeoclips de todas las épocas y géneros (de David Bowie a Fatboy Slim, pasando por Madonna, Michael Jackson y tantos otros).


El pop, quizá por su elevado presupuesto o por la necesidad de destacar entre mil competidores, siempre ha buscado nuevas formas artísticas. No son pocos directores de cine que empezaron rodando vídeos pop o fotógrafos que han acabado probando suerte con las imágenes en movimiento. La exposición es un recorrido por esas inquietudes, esa zona de nadie y de todos donde el pop también es arte. Instalaciones multimedia que te cautivan, como esa sala flowerpower dedicada al Walking On Thin Ice de Yoko Ono.

Pero la mejor instalación llegó casi al final. Three love songs, una sala con 3 pantallas simultáneas donde 3 cantantes de diferentes épocas se turnan para cantar. Te sientas y las escuchas cantar su amor...




...¿o no son canciones de amor? Porque enseguida te das cuenta de que hablan de guerras, ejércitos, líderes. Con esta creación, Abel Abidin nos enseña tres canciones pop encargadas por Saddam Hussein para ensalzar su regimen. Los dobles sentidos de los vídeos pop llevados al extremo, como recordatorio de lo poderosa que es la música por su capacidad de llegar a la gente.

Porque el pop provoca ese sentimiento de acceder a algo superior cuando en una discoteca o en pleno concierto suena La Canción que tanto significa para ti y todo el mundo a tu alrededor se emociona, salta, la corea. Y esto, en buenas manos, siempre será una herramienta para un mundo mejor. ¿Qué haríamos sin música?

Palau de la Virreina
La Rambla, 99 (Barcelona)
Hasta el 29/09/13.

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En la casa

"La vida sin historias no vale nada."

Pensé que me desmayaba. No por la película, claro, sino por el calor que hacía en el patio del CCCB. Un cine a la fresca no tan a la fresca, con ese bochorno tan barcelonés de cuando parece que va a llover pero no. Sudados y sin agua, no pensamos en ningún momento en irnos. Estábamos clavados a nuestros asientos, pendientes de esa historia sobre un chico que le desgrana una historia a su profesor de literatura.


Es el poder de las historias. Querer saber más y más, cada detalle, qué ocurrirá en la siguiente entrega. La sorpresa y el escándalo que finge quien quería que le escandalizasen. Ese punto cotilla que todos tenemos. En la película hablan de Las mil y una noches, pero yo pensaba en La ventana indiscreta de Hitchcock.

Me sorprende el éxito de En la casa. A mí me interesó muchísimo: veía reflejadas mis inquietudes como narrador, los diferentes enfoques y posibilidades que te vas planteando al plantear las escenas. Cómo mostraban en la pantalla que una misma situación puede transmitir sensaciones contrarias según los ojos que la observan. Unos se fijan en ciertos detalles; otros, cambio, en los gestos. Por eso nos gustan tanto ciertos escritores: porque solo ellos ven el mundo con sus ojos y nos lo describen tal como lo ven.


Habría jurado que este proceso, el de la creación, no nos importaba más que a la gente que, ya sea en cine, literatura, arte, narra historias. Pero el público estaba encantado. Será porque a todos nos gusta ser voyeurs por un día. Y por lo bien hilvanado que está todo para que al final no sepas qué es verdad y qué fantasía, pero poco importa, porque te hace vibrar, y eso es lo que hace que merezca la pena.

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David Hernando : Superman. La creación de un superhéroe

Siempre he sido más de Batman. Nunca le hice mucho caso al otro, el de los calzoncillos rojos por fuera de los pantalones. No diré que partía de cero al leer este libro, porque no se puede negar que Superman es un icono que todos conocemos. Imposible escapar a su sombra. Pero sí que partía con ciertos prejuicios...


Leyendo La creación de superhéroe he entendido al fin los valores que defiende la otra cara de Clark Kent. No solo portar la banderita estadounidense allende los mares, sino la justicia, la defensa de los oprimidos y sobre todo la creencia de que en el interior de cada uno de nosotros hay un superhéroe.

El libro, además, sirve como retablo del mundillo del cómic. Desde sus inicios, en los que Superman supuso el despegue definitivo, hasta las bajas ventas del siglo XXI. Capítulo a capítulo, David Hernando te adentra en un mundo que, como editor de Planeta Cómic, conoce bien: la edición de cómics vista desde dentro, las aventuras y desventuras que vivieron todos los autores que escribieron y dibujaron al personaje.

Fascina ver cómo funciona todo desde dentro. Curiosidades como el renacimiento de los cómics de la editorial DC con Jenette Kahn al mando: una mujer dirigiendo un medio en principio tan masculino como los cómics, en plena década de los 80. Y de paso, con el libro descubres cómo la Historia influyó también en la evolución del personaje y de los cómics: la Segunda Guerra Mundial, la caza de brujas de McCarthy, las diferentes crisis. Todo moldeó el tipo de historias que salían a la venta.


Pero ante todo, Superman. La creación de un superhéroe narra la epopeya de dos muchachos con talento a los que el azar unió. Jerry Siegel y Joe Shuster tenían tan buena sintonía que enseguida vieron que se complementaban. Uno escribiría y el otro dibujaría; entre los dos crearían al mejor superhéroe. Estaban seguros de que tenían algo bueno entre manos. Y aunque, como se ve en este libro, no siempre se les reconoció el mérito, al final triunfaron. Superman surcó los cielos. Y el resto es historia.

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Mysterious times

Estos días ando leyendo a Agatha Christie. La alterno con otras lecturas, para mantener cierta capacidad de sorpresa. Que no me pase como con Sherlock Holmes, que me leí todas sus aventuras del tirón y al final siempre adivinaba por dónde había que tirar del hilo. La solución no, eso estaba solo al alcance del mejor detective.


Ya había visto con mi abuela muchas de las adaptaciones televisivas de los casos de Hércules Poirot y Miss Marple. Pero aún no había leído ninguna de las novelas. En su momento tuvieron que causar sensación hechos tan truculentos donde además, la clasista clase alta salía siempre mal parada ya que eran capaces de cualquier crimen con tal de mantener su estatus. Ahora no nos pilla de nuevo, eso.

Me estoy divirtiendo con las obras completas de esta mujer. Lectura fácil para el verano, que le llaman. Lo mejor de todo es que, entre asesinato y asesinato, Agatha Christie, la autora de best-sellers para el consumo masivo, dejaba caer frases antológicas:

Esto es arte. Pagar el precio, sufrir, perseverar, y al final no solo haberlo aprendido todo, sino tener también el poder de volver atrás, de tornar al principio y recuperar la belleza perdida, y el corazón de un niño. (El canto del cisne)


La ventaja de una isla consiste en la imposibilidad que tiene el viajero de ir más lejos. Parece haber llegado al fin del mundo. (Diez negritos)
 Seguiré leyendo.

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Juan Bonilla : El tiempo es un sueño pop (Vida y obra de Terenci Moix)

"Terenci, aun sin saberlo, fue de esos sabios
que dejaba el pesimismo para tiempos mejores."

Otro de esos libros que dejas en la mesilla. Pasan y pasan las semanas y de repente ya hace año y medio que lo compraste. Nada más salir, como comprabas todos los libros de Terenci Moix desde que lo descubriste aquel aburrido verano en Sitges.


Quizá pensabas que ninguna biografía te descubriría cosas nuevas de un autor que, memorias aparte, volcó su vida entera a lo largo y ancho de su obra. Pero Juan Bonilla lo consigue. El tiempo es un sueño pop ahonda en el personaje y reivindica, al final, a la persona que se escondía entre bambalinas. Con sus claroscuros, contradicciones y virtudes que lo hacían único.

Y reivindica sobre todo los libros que él escribió. Porque fue mucho más que alguien que escribía sobre Egipto o novelas de humor absurdo. También fue un pionero que no dudó en mezclar Hollywood y los tebeos con el arte clásico, sadomasoquismo con costumbrismo. Incluso juntó pornografía gay con ciencia-ficción y crítica al Poder. Él mezclaba y con esa mezcla, la mayoría de las veces, acertaba.


Todo ello, fruto de un hombre culto, aunque a veces él pareciera empeñado en esconderlo. Viajero incansable, también: veintisiete viajes a Egipto (se dice pronto), pero también otros tantos a París, Londres, Roma, Grecia, Estados Unidos... Una vida por la que pasó gente interesante, además. De Pier Paolo Pasolini a Rafael Alberti, pasando por Maruja Torres o Nuria Espert.

Hace ya 10 años que murió y todas las formas de recordarle son bienvenidas. Una puede ser adentrarse en esta biografía, pero la mejor, sin duda, sería darle una oportunidad a sus libros. Las memorias El peso de la paja, el novelón El día que murió Marilyn o incluso, por qué no, la operística No digas que fue un sueño. En todos sus libros se pueden encontrar pistas de un talento y una personalidad desbordantes. A mí me enseñó a vivir como yo quería y a tener ambiciones. Gracias, Terenci.

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Capital Cities : In a tidal wave of mystery

¿Qué se esconde tras una de las mejores portadas del año? No solo unos cuantos animales ambiciosos, desde una ballena voladora hasta una grulla hecha de estrellas. También uno de los discos del verano. Y un grupo con ganas, muchas ganas de que su público se lo pase bien. Hay palmeras en el espacio.


Ya lo demostraron en su concierto en Razzmatazz, donde incluso la gente que no los conocía alucinaba con la fiesta que traía desde California este grupo. Han subido las revoluciones con respecto al EP de su debut. Tienes las cosas claras y disfrutan más que nunca con canciones que no dudan en hacerte bailar entre trompetas y palmadas y gafas de sol gigantes.

Como adelanto del disco, estrenaron un nuevo vídeo para Safe and Sound. Tan festiva como el primer día, sigue siendo su mejor canción. A los temas ya conocidos, se suman, entre otros, el dueto Chasing You y una sorpresa: Origami. Como una figura de papiroflexia, empieza plana, pero va tomando forma hasta convertirse en un humilde himno, Boney M con xilofóno y vocoder. 


Y este efecto, el de mejorar con las escuchas si le das una oportunidad, lo tiene la segunda parte del disco. Así que paciencia. No hay prisa. Te tumbas en la colchoneta mecida por las olas, disfrutas de la puesta de sol y de tu piña colada mientras las canciones van sucediéndose en el stereo. Para cuando te des cuenta, tú también llevarás una florida camisa hawaiana. Con ellos las cosas se ven de otra manera.

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La prima estate

A veces no entiendes nada. Barullo de voces y ruidos, caos de días yendo y viniendo en metro o solapando turnos. Después del relax, toca volver a ser responsable y todo eso. Y a veces, en medio de ese no entender nada, el mar deposita en la orilla frase o una canción para darle sentido a todo. Escapismo que todo lo ordena.


Justo lo que ha ocurrido con La prima estate, el nuevo single de Erlend Øye, miembro de Kings of Convenience. La canción, a medio camino entre La Casa Azul y un tema euriovisivo de los años 70, la canta en italiano. Su estancia en Sicilia ha dado frutos. Escuchándole, viajas a Italia, a una isla, a una playa, a algún lugar no demasiado escondido donde la vida es más fácil y todo, simplemente, ocurre.


Desde ya, es uno de los temas de este verano. Gafas de sol, descapotable, comida rica y buena compañía. No necesitas mucho más para llegar al fin del mundo.