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Mark Daumail : Mistaken

Si Mistaken fuera un disco, sería de los mejores del año. Pero "solo" es un EP con 3 canciones y 3 remixes. Mark Daumail se lanza en solitario tras disolver Cocoon y de momento nos ofrece esto a modo de aperitivo de un disco que llegará más adelante. Habrá que armarse de paciencia.


Él, al menos, se muestra paciente en todos los temas. No tiene ninguna prisa. Confía que en esta aventura encontrará buenos frutos, tarden lo que tarden. Y sin una segunda voz entrelazándose con la suya, ahora Mark suena más fuerte y también más desnudo que nunca. No puedes echarte a nadar sin perder la ropa por el camino.

La canción Mistaken cuenta un aprendizaje. A cada segundo descubres nuevos sonidos igual que en el pasado fuiste descubriendo los pequeños pecados del otro. Cayeron las máscaras y los santos dejaron de serlo. Ahora ya da igual. Has madurado y puedes componer temas así de buenos. Crecen y crecen como lo haces tú.


Por su parte, Monsters es un espejo. Esas palabras que llegan en el momento justo. Quien las escribió no te conocía, pero las escribió para ti. No estás solo, otros han pasado por lo mismo y sobrevivieron como sobrevivirás tú. A veces podemos ser monstruos, sí: unos monstruos capaces de comerse el mundo. Y eso transmite la canción: una conquista. Cuando dejas de esconderte y pasas a la acción.


El resto del EP es un extra. Aunque se agradece que el viaje dure un poco más, a estas alturas lo importante ya está dicho. Próximo destino: la plenitud.

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Cuando todo está perdido

Todo está cerrado o en obras. La ciudad mantiene las distancias bajo la lluvia. Llegas corriendo al cine. El tercero ya, porque la cartelera online prometía la película en sitios equivocados, pero tus ganas de verla te han traído hasta aquí. No te has rendido.


Este momento no lo habías ensayado. Pides una entrada para Cuando todo no está perdido, añadiendo un "no" sin darte cuenta. La taquillera te entiende de todos modos y te da el trozo de papel; no podría importarle menos si todo está perdido o no, ella tiene suficiente con su estufa. Sus pies no están mojados como los tuyos.

Robert Redford sí te comprende. A él se le mojan los zapatos nada más empezar la película. No hay mal que por no bien no venga, decía tu madre, y frente a la pantalla tienes que darle la razón. De repente la puesta de sol tiene otro color y hasta disfrutas el tacto de la misma lluvia que hace un momento evitabas.


Y entonces todo se tuerce. Toca convertirse en héroe. No sabes de dónde las sacas, pero te quedan fuerzas. En el caso de Robert Redford tiene mérito. Sandra Bullock volaba grácil por el espacio, pero para nuestro náufrago, cada movimiento será una gesta. Y con razón: tiene que enfrentarse solo a los elementos.

Cuando todo está perdido, aprendes lo que nunca te hubieras planteado aprender. A guiarte por los astros, a utilizar la condensación para obtener agua potable, a recuperar el equilibrio... a pescar, incluso. Enfrascado en tantas acciones nuevas, el final apenas importa. Desfalleces y a ratos te sientes desvalido, pero eres capaz. Estás luchando y eso nadie podrá arrebatártelo jamás.

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Don't you want me

No eres exactamente tú, pero de tanto mirarte al espejo te acostumbras a imaginarte así. Como ese desconocido que el reflejo te devuelve. Más o menos os parecéis, aunque él siempre será zurdo y tú diestro. En cambio, las fotos y los vídeos muestran a una tercera persona. Con entradas más pronunciadas y algo más gordo, la nariz enorme por más que intentes no salir de perfil. Llegas a pensar si en realidad no serás así y tú eres el único que no se da cuenta.

 
Dicen en Evangelion que eres la suma de esas imágenes que los demás tienen de ti. Una visión distorsionada que a ti te aterra. Qué pensarán cuando fuerzas un chiste o te pillan en una contradicción, cuando escribes una frase más brillante que el resto. Disfraces momentáneos que engañan para siempre. Que emborronan la única verdad, tu identidad normalucha, la que llevas dentro y querrías mostrar pero no te ves capaz de hacerlo, al menos no de forma limpia y sincera.

Cada gesto es otro adorno. La naturalidad relegada por completo, como cuando te enfocan con una cámara, sí: de repente haces caras extrañas sin pretenderlo. Lo que pensabas que sería una sonrisa los demás lo han visto quizá como una mueca psicópata. Por suerte la cámara no lo capta, solo capta una boca torcida, medio oculta detrás de otras cabezas. La sonrisa convertida en trazo y la identidad en naufragio. Si ni siquiera el espejo se pone de tu parte, nunca podrás estar seguro de ser quien crees.

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La LEGO película

¡Una frase inspiradora! Al principio de la película, le sueltan al protagonista una que me gustó mucho. No la anoté porque estaba absorto en la genialidad que se proyectaba en pantalla. "Pero la recordaré", me dije. No fue así: después vinieron tantas frases inspiradoras que perdí la cuenta.


Sí, aunque cueste creerlo, La LEGO película tiene más chicha de la que podrías pensar por el póster. No solo intentan venderte cajas de LEGO, además quieren inspirarte a que seas más creativo. "Atrévete a crear", repiten una y otra vez. Dentro de las normas o al margen de ellas, pero crea.

Recuerdo que, cada mañana de Reyes, me gustaba montar mi nuevo castillo LEGO siguiendo paso a paso las instrucciones. Luego me daba pena desmontarlo, pero no podía evitarlo: quería mezclar sus piezas con las de otras cajas que ya tenía. El castillo con el barco con la isla pirata con la comisaría y sus coches. Con un amigo, hasta inventamos un juego de rol que usaba nuestros LEGO como tablero.


Será por eso que babeé tanto el domingo en el cine. Las piezas, mis piezas, habían cobrado vida. Porque eran mis piezas, sí: el astronauta de la película tenía el casco roto como el mío, el barco pirata se movía gracias a aquella clavija que acabé perdiendo. Las historias que ideé tirado en el suelo de mi habitación ahora se movían y hablaban, hasta cantaban una canción pegadiza. Lo que siempre quise ahora es una realidad.

La LEGO película está hecha con tanto mimo, técnicamente te maravilla tanto en cada plano y sobre todo tiene un mensaje tan necesario, que al terminar los créditos dije: "la mejor película de animación 3D". Y lo sigo pensando. ¡Todo es fabuloso!

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Set fire to the rain

Salí del cine y llovía. Acababa de ver una película que me había encantado, incluso inspirado, pero la noche me recibía así. Transformando las gotas aisladas de la tarde en un chaparrón. Bajo el porche del acuario, los demás esperaban pacientes a que amainase. Yo tuve que echar a correr porque no me quedaba otra. Tenía que llegar a tiempo para el último metro, a tiempo de cenar a una hora decente. Solo haces locuras cuando el reloj aprieta.


Me empapé enseguida. Era una lluvia fría como todas las lluvias de invierno, una lluvia fina y constante que me iba calando sin darme cuenta. Luego me secaría el pelo con la manga del abrigo, pero en ese momento solo pensaba en cruzar el puente por el camino más corto, esquivar charcos, desear que los semáforos se pusieran de mi parte. Corrí hasta que me faltó el aliento.

Y eso no tardó en ocurrir porque no estoy acostumbrado a correr tanto. Bajando el ritmo, pareció que la lluvia también disminuía. Los círculos que se dibujaban en el mar desmentían esta impresión, pero sí, yo noté menos lluvia. Como los samuráis, me había hecho a la idea de que iba a mojarme y lo disfrutaba. Mejor eso que protestar en vano.

Alcé la cara para recibir las gotas con la boca abierta. Y allí en lo alto vi una mariposa. Una mariposa de fuego enorme, quieta, brillando a pesar de toda el agua que caía contra ella. La mariposa resistía. Y a pesar de toda el agua que caía contra mí, sonreí al verla. Ya en la estación, justo entonces se abrió el ascensor que baja al vestíbulo y lo cogí por primera vez en mi vida. Bajé, me sequé, esperé, leí. Llegué a tiempo.

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Al encuentro de Mr. Banks

"Murió sola y sin nadie que la amase". Así recuerdan sus nietos a P.L. Travers. La autora de los libros de Mary Poppins murió sola y sin nadie que la amase. Se lo merecía, piensas al comenzar la película. Se lo merecía porque era una gruñona y una repelente y encima no quería que se rodara una de las películas más míticas de tu infancia. Se lo merecía, sí.


Te gusta juzgar. O no te gusta pero no puedes evitarlo. Es como si criticando a esta señora huraña y quisquillosa que odia los peluches de Mickey, le dijeras al mundo la gran mentira: "Yo nunca he sido así". Porque yo me subo a todas las atracciones de Disneyland, me gustan los musicales y en la barra de un bar pido cócteles sofisticados, no un té de las cinco de la tarde.

Tan ocupado con tu felicidad que no se te ocurre mirar qué hay debajo. Debajo del cardado, de la mueca en los labios, de los trajes de solterona inglesa. Debajo de todo eso hay una niña. Y quiere que el señor Banks arregle la cometa para cantar con él aquello de "Let's go fly a kite and send it hoaring".


Algunas personas no saben ser felices. No les han enseñado. Y como nadie se toma la molestia de pintar dibujos animados saltarines en su vida en blanco y negro, así mueren, solos y sin nadie que los ame. Es curioso que estas personas solitarias sean también capaces de llenar de color la vida de miles de niños y adultos.

Dejé de pensar que ella "se lo merecía" cuando lo recordé: gracias a P.L. Travers existe Mary Poppins. Aunque en su cabeza, el personaje no fuera como en los bocetos o en la gran pantalla. Y Walt Disney era consciente de ello y le estuvo siempre agradecido. La imaginación fue el puente para comunicarse. Esta película te enseña que forjar sueños no siempre es fácil. Incluso la felicidad exige sacrificios.

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Daniel Fernández : La confabulación de Eros

Hay temas universales. Que nunca pasan de moda, en todas las épocas y países están presentes. El amor, qué duda cabe, es uno de los temas más importantes, sino el que más. Si algo te sorprende cuando lees una novela como La historia de Genji, escrita en el Japón del siglo XI, es que por encima de las exóticas costumbres de la corte imperial, te reconoces en esos personajes porque se preocupan por lo mismo que tú. El amor. Esa inquietud por encontrar (o conservar) alguien que les quiera. Y algo así deberán sentir también los habitantes del año 3077 al acceder al blog Proudstar in the City.


Ese es el punto de partida de La confabulación de Eros, debut literario de Daniel Fernández. En el siglo XXXI, basta con pulsar el botón de la aplicación Eros para encontrar una pareja compatible. Amor garantizado durante un mínimo de dos años. El paraíso. O eso parece, porque alguien encuentra los archivos informáticos de un blog de hace mil años y entonces todo cambiará. Sí, a veces basta una sola voz diciendo lo de siempre para cambiar las cosas.

En el libro hay ciencia-ficción desenfadada (que disfrutarás especialmente si te gustan los cómics y las películas de superhéroes), hay mucho humor, hay referencias a la música pop, pero sobre todo hay una historia de amor preciosa a través del tiempo. La de Joel y Proudstar. Y te engancha de verdad. Al menos, yo lo leí casi del tirón, en dos días, porque necesitaba saber su destino y ya de paso, si eso, el del resto de la humanidad.


Después de años relatando en el blog Proudstar in the City su vida madrileña y sus encuentros y desencuentros amorosos, Daniel Fernández (Proudstar) se animó a recopilar las mejores entradas. A sugerencia del editor de Stonewall, escribió una nueva historia tomándolas como base, y ha sido un acierto. De hecho, a ratos parece que originalmente se escribieron con este proyecto en mente.

Y además, cierras la novela con ganas de haber conocido antes el blog, de haber leído todas las entradas en su día. De haber llorado en el hombro de Proudstar cuando las cosas se torcían, de haber reído con él la mayoría del tiempo. De haberle dado ánimos. Todo saldrá bien. "Nothing really matters, love is all we need." Lo dicen las canciones pop y ellas siempre tienen razón.

Nuestras mentes han estado conectadas todo este tiempo. Cuando el Universo se percató del error que había cometido, decidió ayudarnos, creando esta línea de metro que recorre la frontera que separa el destino de la casualidad.