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A moment, a love, a dream, a laugh

Ya existen máquinas del tiempo. Son los olores. Esta tarde mismo el olor de una colonia me ha transportado a Chicago en 2010. De repente estaba recorriendo la avenida principal en dirección a las torres con forma de mazorcas y entraba en un 7 Eleven para comprar una botella de Mountain Dew fresquita .


Hay olores que te recuerdan a una persona, otros a un momento muy concreto, pero también a épocas enteras. Todo 2011, por ejemplo, lo asocio a la mostaza verde de un bocadillo que se llama Polloso. El álbum Nightlife de Pet Shop Boys huele en cambio a una bañera llena: por aquel entonces, era mi banda sonora cuando me bañaba cada domingo.

Y ahora mismo mi olor favorito es 212 Men. Es la colonia del chico al que no sé cómo llamar en este blog. Él. Mi peluche está impregnado de su perfume; bueno, quizá no tanto, sólo lo abraza a veces, pero yo imagino que huele mucho. Oliéndolo, me transporto a las cenas de otros miércoles e incluso a Castellón, donde está él ahora. Y eso que yo nunca he estado en Castellón. Pero los olores tienen ese poder.


Lo más curioso es que con ellos sólo recuerdas las cosas buenas. Al menos a mí me pasa. Será que la nariz es sabia, ¿para qué querrías recordar un instante en el que no fuiste feliz? Mucho mejor tener el poder de saltar otra vez a una noche en la que hiciste el amor, a un festival donde no has estado, a otro verano que fue bueno de una manera muy distinta a éste.

Cada verano, un olor. Éste también huele a sal, la sal del mar, el regreso a la playa, las toallas juntas, los besos entre las olas, los dedos entrelazados. Tirarme al agua y revivirlo. Sentir la compañía en la distancia. El día que inventen una máquina para recrear olores: ese día controlaremos el espacio-tiempo.

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Every time I say it's a brand new day

La canción exacta que te levanta el ánimo. O la entrada de blog que te inspira. Alguien ha colgado, y lo ha hecho en el momento justo, eso que necesitabas disfrutar. Conexiones que te mejoran la vida. Es como asomarte a la ventana y encontrarte siempre un cielo despejado.


No entiendo a la gente que se queja constantemente: del calor que hace en el metro, de los retrasos, de las colas, de cada minucia en la que se fijan en vez de centrarse en el libro que leen, el paisaje, las conversaciones. Las cosas buenas, que siempre las hay. Pero si se las recuerdas, te gruñen.

Preferiré sin duda a las personas que sonríen, o que al menos lo intentan. Que tienen palabras de apoyo y archivos de canciones y orejas y hombros, caricias, collages que todo lo dicen, bailes, abrazos, consejos. No es un don: es un cambio de chip.


Cambiemos las espirales de autodestrucción y quejas por tornados de colores. Construyamos entre todos algo parecido al paraíso. Se puede. Habrá días menos buenos pero si a tu alrededor todos sonríen acabarás haciéndolo tú también. Contagiémonos la alegría. Así de fácil.

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Elton John vs Pnau - Good Morning To The Night

"I used to know this old scarecrow..."

Hay que confiar en los jóvenes. Contagiarse de su energía. Elton John parece haberlo entendido estupendamente al confiar su repertorio de principios de los 70 para que Pnau lo reinvente a base de samples, mezclando canciones y pasándolas por un refrescante rebozado electrónico. La recompensa: su primer #1 en décadas.


Cuentan que Elton John se enamoró del grupo al escucharlos durante un viaje a Australia. Desde entonces ha intentado promocionarlos, pero fue el otro proyecto de Nick Littlemore, Empire of the Sun, el que acabó despegando en todo el mundo. Y precisamente a Empire of the Sun recuerdan algunos de los cortes incluidos aquí.

No son exactamente remixes. Pnau han unido fragmentos estribillos y sonidos de canciones distintas hasta volverlas irreconocibles. Consiguen que un título como Sad esconda un himno de los que levantan el ánimo. Good Morning To The Night es puro Guetta y Phoenix hay que bailarla manos en alto, mientras que otras dibujan atmósferas futuristas como ciertos momentos de The Sound of Arrows.


Parece que poco a poco van llegando los discos del verano. Éste es tan corto que siempre deja con ganas de más. Suena a Ibiza, a fiesta en la playa, a noche especial, a mojitos recién servidos, a buena compañía, a arena y mar, a ese sol que saldrá pronto en el horizonte violeta. Decirle buenos días a la noche. Hay que hacerlo, sí.

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Tengo el presentimiento de que empieza la acción

"Nada se obtiene por las palabras.
He ahí lo esencial de la sinceridad."
(Jing Le Shi)

Le das importancia a las palabras. Será porque lees tanto, será porque escribes. Desde siempre valoras lo que se dice y, por tanto, también te fijas mucho en lo que no se dice. Lo que te gustaría que se dijera. Como si las palabras se jugasen en Apalabrados y cada una sumase puntos.


Vas aprendiendo que no todo el mundo tiene la misma soltura para las palabras. Que la sinceridad auténtica está en los gestos. Ahí sí que todos nos expresamos con libertad. Sin darnos cuenta a veces: caricia inconsciente que se te escapa, dedos que con cariño tiran de los pelos de una pierna. La amiga que dibuja cuando hablas, el amigo que apaga el móvil. Miradas de reojo.

Otras veces, en cambio, se pone toda la intención en un gesto. Porque para eso existen los gestos. Puedes demostrar que estás a gusto a cada instante. Un beso. Un beso en la discoteca. Un beso en la discoteca antes de iros. Sí: nada mejor que los gestos, los matices, las intuiciones. No suman puntos pero avanzan casillas.


Las palabras se las lleva el viento, dicen. No sabes a dónde se las llevará, pero está claro que no es aquí ni ahora. Aquí quedan los cuerpos y ahora hay movimiento. Sentirte bien con el abrazo fuerte de un amigo cuando viene a recogerte o la forma en que Él alargó su "holaaa" esa noche, al volver. Te quedas con eso.

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Jason Mraz - Love Is A Four Letter Word

"If it makes you wanna sing
Just sing it"

Jason Mraz siempre había pululado por mi vida. Estaba presente en playlists y recomendaciones, tenía algún disco suyo. Me gustaba, porque el chico canta bien y es majo. Tiene canciones bonitas de esas que apetece tener puestas de fondo. Y entonces llegó este disco, con ese título y esa portada perfectos.


En la línea de lo que ha hecho siempre: folk pop vitaminado, su voz, una guitarra, orquestra aquí y allá, armónicas, aromas de reggae.... Composiciones recién hechas, cálidas como algo que acabas de sacar del horno. Mira lo que acabo de grabar, te dice el chico con una sonrisa.

"Love..." es mucho más que el disco de alguien enamorado que se declara a esa persona cantándole que para él significa el mundo (The World As I See It). Es el disco de alguien que luchó por encontrar su hogar y ya está en él (93 Miles), que se siente por fin libre y se atreve a cantarlo (The Freedom Song), que tiene muy claro lo que quiere y va a por ello (I Won't Give Up).


Alguien que vive aquí y ahora (Living In The Moment). Ese estado mental en que todo lo cantarías. Pues Jason lo tiene muy claro: "Si te da ganas de cantar, cántalo", recomienda en Everything Is Sound, una de las canciones más más positivas de un disco que ya de por sí es un subidón. Dicen que el verano es la mejor época. Ya iba siendo hora de ponerle banda sonora a éste.

When there is love, I can't wait to talk about it
When things get rough, I like to walk with you
Or when it's night, I like to be the light that's missing
And remind you every minute of the future isn't written 
Not yet


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Gattaca

"There is no gene for fate."

"Un futuro no muy distante", reza el primer cartel de Gattaca. Tan poco distante que ya está aquí, porque el único elemento de ciencia ficción de la película es la velocidad de los análisis de ADN. Y ahí radica el encanto de esta obra maestra, en la familiaridad de lo que cuenta.



Vivimos en un mundo que aspira a la perfección. La perfección mediocre, por supuesto. Prefabricada, clónica. Quien no es perfecto, quien no es igual no existe. Se condena la diferencia porque da miedo. La sorpresa da miedo, lo inexplorado. No se deja margen a la improvisación, no vaya a ser que ocurra algo que te rompa los esquemas.

Ha sido un impacto revisionarla tantos años después, puede que 10. Muchas imágenes seguían grabadas en mi inconsciente, tanto es así que alimentaron el imaginario visual de la novela que estoy escribiendo. Verlas en movimiento y no sólo en palabras me ha dado una energía nueva.


Hay gente a la que le prestas tu cuerpo y también hay gente que te presta sus sueños. Les das forma sin que se den cuenta. Pero se darán cuenta. Lo acabarán apreciando. Porque al final siempre lo ves: ves las cosas buenas y te permites volar hasta el espacio. Fluir para volar, no hay otra manera.

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Alberto Torres Blandina - Cosas que nunca ocurrirían en Tokio

"Las olas cambian, pero el mar siempre es el mismo."

Nadie hace nada en los aeropuertos. Esperas, pero no hablas. Miras tiendas por mirar algo. Sin rumbo. Te sientas, picoteas algo, pasas páginas de un libro. Desearías que hubiera alguien como el protagonista de esta novela, que entretiene a los viajeros contándoles historias.


Les habla de los países a los que viajarán, con tanto detalle que se diría que los ha visitado todos. Les habla de códigos secretos. De otros viajeros, de las peripecias en que se vieron envueltos. Amores eternos, fantasías, juegos peligrosos, transformaciones y viajes interiores.

Salvador es operario de limpieza y es sabio. El autor consigue equilibrar su voz para que aprendas con él sin caer en la pedantería. Es un hombre humilde que todo lo resume así: "Hay muchas formas de mirar y muchas formas de ver". Tan sencillo que a veces lo olvidas.


Sus historias siempre quedan incompletas, se retoman capítulos después. Cambian los viajeros, pero Salvador no deja de hablar. Poco importa si lo que cuenta es cierto. Es todo tan fascinante que deseas que sea verdad, que por una vez la ficción supere a la realidad. Y tienes la sensación de que ahora es tu turno. Disfrutar ese amor nuevo, viajar, descubrir algo, contarlo a la vuelta.

"Depende de lo que preguntemos, la respuesta será distinta."

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Siempre Feliz

Suena Somewhere Over The Rainbow en una de las escenas claves de la película. Y la versión elegida, la del hawaiano Israel Kamakawiwo'ole, encaja misteriosamente bien con esos paisajes nórdicos. Quizá porque de eso va Siempre Feliz, de buscar el paraíso aunque tengas que cruzar todos los arcoiris habidos y por haber.


La protagonista se ha construido un refugio, un cuento de hadas artificial en el que ella siempre sonríe porque tiene que hacerlo. Arquitectura efímera: todo se desmorona en cuanto llegan de vecinos una pareja mejor, más feliz. Cuando las grietas se hacen evidentes te das cuenta de que todo importaba, el mínimo gesto, la pequeña palabra.

La música juega un papel importantísimo en la película. Unos músicos van marcando los capítulos y además se nota una cuidada selección de canciones para acompañar las escenas. Pero destaco sobre todo la subtrama del coro. Funciona como símbolo de atreverse a hacer lo que nunca harías, lo que te habían dicho que no hacías bien. Y lo haces. Vaya que si lo haces.


Destrucción y reconstrucción. Caerse para aprender a levantarse, parece que ése siempre será nuestro ciclo vital. Detectar las minas, seguir adelante por el campo, soltar lastre, abrazar lo nuevo. Sonreír de verdad. Ahora sí serás feliz, porque ahora ya sabes.

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1000 kilómetros

Es curioso esto de echar de menos. No es lo mismo echar de menos a alguien que está a siete minutos de tu casa que echarle de menos a 623 kilómetros. Mirar a la derecha antes de llegar a casa y sentirte reconfortado porque él está allí, a unas cuantas manzanas, o mirar el móvil: ésa es la diferencia.


Pero la distancia temporal es positiva porque sobre todo significa perspectiva. Sirve para ajustar los astros en el telescopio, que se vean más nítidos. Un cursillo acelerado de Barrio Sésamo: esto es cerca, esto es lejos; esto es grande, esto es pequeño.

Lo reconozco: echar de menos no se me da todo lo bien que querría. A ratos mi mente vuela, cuando el que debería volar con cada palabra soy yo, volar y aterrizar tranquilo. Pero mejoraremos. De todo se aprende y todo puede servir para avanzar. Basta desearlo. Basta fijarse en los amigos.


De ellos he aprendido que todos los viajes tienen su regreso. Volverá y entonces tocará explicar, escuchar, disfrutar, reír, proponer, cocinar, bailar, saltar. Habría que positivizar, cambiar los "te he echado de menos" por "qué ganas tenía de verte". Sabes que abrirás otra vez la puerta y le verás con la misma sonrisa tímida.

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El alma del samurái

"Si la gente ignorante intentase caminar sobre el agua
como sobre la tierra, se hundiría incluso en tierra."

Un buen samurái ni siquiera tiene que desenfundar su espada. Desprende tal aura de victoria que sus oponentes se postran ante él. Llegado el combate, tampoco piensa en técnicas, estrategias o movimientos; lo tiene todo tan asumido que simplemente actúa. Actúa y vuelve actuar una y otra vez hasta que vence.


Está mal llegar demasiado lejos o no llegar; mejor el término medio. Cuando se va demasiado aprisa, es porque se tiene miedo o se está nervioso; si vas muy lento, es por timidez o acobardamiento.

Aprender y olvidar lo aprendido. Estar tan seguro de ti mismo, de lo que haces y de cómo lo haces, que te permites liberar la mente. Y liberarla es controlarla: no dejas que se encalle en un único punto, atacas sin fijarte en el resultado. Ves siempre la escena completa, fluyes hacia la siguiente acometida.

"Como es la mente la que confunde a la mente,
no dejes la mente en manos de la mente."

Dejar la mente en blanco: a este concepto está dedicada más de la mitad del libro. El resto, lo ocupa actuar: encontrar la acción correcta bajo cualquier circunstancia. Sigue sorprendiendo lo actuales que son los textos samuráis. Vigentes y prácticos. Dan fuerzas. O te las extraen de dentro, porque la fuerza es tuya.


Por cierto, hay un breve capítulo dedicado a la corrupción política. Ya en el siglo XVII y en un país aislado, en la otra punta del mundo les veían el plumero a sus dirigentes. Nada más reconfortante que leer cosas así hoy, con la que está cayendo.

Los corruptos entre los jóvenes ignorantes que han alcanzado el favor de su señor por un tiempo siempre han tenido mentes perversas y nunca han considerado, ni por un momento, sacrificar su vidas en un momento de necesidad. No he oído nunca de nadie en la historia con una mente corrupta que haya sido de beneficio para su gobierno. (...) Puede que crean que nadie se da cuenta, negando que lo sutil acabe saliendo a la luz, pero lo saben de sobra en sus corazones, y también lo sabe el cielo, la tierra, los fantasmas, los espíritus y las gentes. ¿No es ésa una manera peligrosa de defender el país? Eso es lo que considero una grave deslealtad.

Si el líder es bueno, los miembros del gabinete también lo serán. Si el líder no es bueno, su gabinete y amistades tampoco lo serán. Desatenderán a la población y despreciarán a otros países.

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The view from your balcony

Qué buenas vistas. Se ve toda la ciudad. Bueno, eso es lo que se suele decir siempre, pero en este caso es cierto. Barcelona a nuestros pies, de noche, más allá de la brisa. Por fin hemos subido. No se oye la tele ni los gritos, sólo algún coche, y nuestras voces. El chin-chin de los vasos de cerveza fría.


Hablamos apoyados en la barandilla aún tibia. Confidencias, anécdotas, sensaciones. No llegan a secretos. Por eso no los contamos a casi nadie. Pero esta noche sí, parece que en esta terraza las palabras nos salen más fáciles. También esas palabras que no habíamos pronunciado todavía.

Apenas nos damos cuenta y estalla el amanecer. Es el primero que vemos juntos. De eso me daré cuenta después, al volver a casa; por ahora me limito a disfrutarlo. A mirarte mirándolo. Cuando piensas que no te veo, entrecierras los ojos y sonríes más que de costumbre. Luego te giras y siempre te sorprende que esté mirándote.


Qué tendrán las barandillas para que desde ellas todo se vuelva más importante. La ciudad y nosotros. Menciono la música del vecino y resulta que es la tuya, llega del interior de tu casa. Valoro el detalle. Sacas más cerveza. La última, decimos, como venimos diciendo desde hace horas. Y brindamos otra vez. Sí, es una de esas noches especiales de verano.

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Everything goes my way

Energía. Estás leyendo con música de fondo y entonces en la canción dicen la misma palabra que lees ahora. Tardas un momento, lo que te lleva esbozar una sonrisa, en reparar en la belleza de lo ocurrido. Un libro cualquiera y una canción al azar se han puesto de acuerdo. Te sientes el espectador privilegiado de un truco de magia.


Como cuando el agua de la ducha sale por fin a la temperatura que querías. Cuando el postre es lo mejor del menú, y pagas como más contento. El primer helado del verano y el último polvorón del invierno. Un par de besos indecisos en la boca del metro que te confirman que sí, esto era una cita.

Son momentos en que todo se ordena. El Universo se desabotona la camisa, te guiña un ojo cómplice: hay orden en el caos. Es como tu habitación de adolescente pero a gran escala: tu madre sólo veía una leonera, pero tú lo encontrabas todo. Y en eso estás. Encontrando, disfrutando los momentos de inadvertida felicidad.


Fluyes y todo encaja. Te lo confirma esa "energía" doble, en el libro y en la canción. Porque ahora te das cuenta de las cosas que siempre estuvieron ahí. Las sincronicidades, los mensajes que llegan cuando piensas en esa persona, las aceras al sol, las frases al vuelo que ofrecen respuestas, las cartas y el cuaderno de visualización. La suerte de estar aquí, ahora. No necesitas más, nada te falta.

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Happiness is an option

Acabo de cambiarme de acera. Que no cunda el pánico, siguen gustándome los hombres. Pero me he dado cuenta de que siempre iba y volvía del trabajo por la acera donde hace sombra. Y me he pasado al sol. Atrás he dejado la acera de esas tienduchas que ahora nos venden de negocios ejemplares y en las que yo sólo veo inmigrantes tristes criando a sus hijos sobre un colchón, en la trastienda.


Así que me he pasado a la acera de los bares y las tiendas bonitas. Circulan las bicis y no los coches. La gente escucha música. Y sonríe. Hay vecinos que hablan y turistas guapos. Hay pintadas rebeldes y fachadas luciendo al sol. Cámaras de fotos capturando rincones, conejos en el parque, helados en el banco, brotes verdes en cada balcón y jardín. Ésta es la mejor Barcelona, la del optimismo.

Deberíamos cambiarnos todos de acera. Que se queden ellos en la sombra, como los criminales del Londres victoriano, como los vagos y maleantes, que de esas leyes saben mucho. Que se les atraganten los iPads. Que se estampen en sus coches oficiales y vuelos a Polonia en business. "¿Cuánto vale la palabra de un presidente?", preguntaban hoy en la tele. Para mí nada, porque ni le escucho ni le leo.


Sólo atiendo a la gente que me aporta. Los buenos escritores que me hacen crecer. Los grandes amigos que me abrazan y comparten sus confidencias conmigo. El chico al que llevo tres meses conociendo: con él me siento la mejor versión de mí mismo, me hace feliz con cada palabra que se le escapa, con cada frase. Los blogs amigos y los clientes que saludan al entrar. Los que protestan porque aún piensan.

Toda esa gente es la mía. Caminamos juntos por la misma acera, un camino de baldosas amarillas en el que hay que trabajar, por supuesto, y superar muchas pruebas, pero es un camino de buena compañía, teñido por un flamante Technicolor. No hay tijeras. La Ciudad Esmeralda se ve en el horizonte. Todo es posible cuando caminas por aquí, bajo el sol. Todo, incluso la felicidad.

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Les chansons d'amour

"Quiéreme menos pero quiéreme más tiempo."

Y sigo a vueltas con el cine francés. Esta vez, un musical de la sección retrospectiva de la muestra FIRE. Un triángulo amoroso que acaba convirtiéndose en pentágono aunque le falte uno de los vértices. Todo salpicado de deliciosas canciones y con las calles de un París lluvioso como telón de fondo. (Nota: tienes que volver.)


Sabes que un musical ha triunfado cuando al terminar lo primero que haces es buscar la banda sonora. Ocurre con Les chansons d'amour, sus canciones irrumpen directamente en todas tus listas de reproducción románticas. Y las tarareas asomado al balcón, como si fueras un personaje más.

La vendían en la sinopsis como una película buenrollista. Y a ver, algo hay, algunas escenas como la de Je n'aime que toi te dejan con una sonrisa de oreja a oreja, pero en general la historia no es tan alegre como parecía al principio. Eso sí, lo que ocurre te pone las pilas. Y eso bien vale un visionado y los que hagan falta.


Cuánto tiempo invertido en etiquetar, forzar la mente, tener celos, elucubrar, hacerse el remolón. Con lo fácil que es invertir esas horas en quererse. Abrazados en la cama, dando besos en silencio. Nada más. Las palabras ya las cantarán otros. Ahora importa la acción, cada gesto. Si todavía estamos vivos, aprovechémoslo. Amemos.

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La délicatesse / La delicadeza

"Parece una tontería, pero cuando me toca nada me duele."

Cuesta imaginar al próximo hombre. Después de cada historia que termina, no podrías ponerle cara a tu futuro. No existe ese futuro, te llegas a decir. Te acostumbras al ahora y te anclas en el recuerdo. Sólo los fantasmas tienen cara. Y entonces, un día, cualquier día, le ves de frente y sabes que él será el próximo.


De eso va La delicadeza. Del encuentro con ese alguien nuevo, pero también del reencuentro contigo mismo. Del momento en que toca salir a flote. O no toca, pero lo haces. Niegas la evidencia al principio pero luego te sientes tan y tan bien que qué vas a hacer. Pues fluir, remar, volar, abrazar, besar.

Es una película tan sutil que nunca sabes hacia dónde irá, podría acabar mucho después o mucho antes, y sin embargo, la escena final es perfecta. A priori el inseguro protagonista masculino no encaja con la bella y dulce Audrey Tautou, pero pronto le coges cariño y comprendes que no había elección mejor para subrayar el mensaje: no decides la persona que te remueve. El factor sorpresa por bandera.


En el cine me tocó sentarme junto a una chica sola que lloraba. A ratos de tristeza y a ratos de alegría, como con un buen libro. Quienes hayan sido viudos, cornudos, abandonados o no correspondidos la disfrutarán especialmente y al final se quedarán clavados en la butaca como esa chica. Porque en el fondo siempre lo supiste. Que una noche le abrirías tu puerta a él y ya no haría falta jugar al escondite.

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Francesco Piccolo - Momentos de inadvertida felicidad

Ahora mismo eres feliz. Vas por la calle tan tranquilo, pensando en tus cosas, y algo ocurre o algo ves, algo intrascendente, que te lleva a darte cuenta de un hecho tan simple: eres feliz. Puede ser alguien saltando al recibir una llamada, los cambios de cartel en las marquesinas, el olor de los bares en los que no has entrado...


Te creías el único testigo de esos instantes en los que el mundo pareció desnudarse. Pero en Momentos de inadvertida de felicidad alguien ha recogido todas esas pequeñas cosas que te hacen feliz. Las aventuras de una botella de vino, cuando llega la persona a la que le guardabas el sitio, el mundo que ves desde tu toalla.

Son instantes cazados al vuelo, una especie de blog temático en forma de libro. Recuerdos y sensaciones, notas en una servilleta, flashes que te hacen sonreír porque en muchos casos te identificas con ellos, y con los que no, deseas vivirlos algún día. Te fijarás mejor la próxima vez que vayas a una fiesta.


Un libro para regalar. Para sentirte bien. Para tenerlo cerca, en la estantería o la mesita de noche, y abrirlo al azar uno de esos días transparentes en los que parece que nada ocurre. "Ah, sí", susurrarás, ya más sereno. Otra cosa para añadir a tu catálogo de momentos de inadvertida felicidad: los libros que cierras con una sonrisa.

La lista de todas las casas que se habitan en una vida. El número exacto de besos que se están dando en este momento. Me gustaría que ninguna puerta se estuviera cerrando, que ningún ser humano estuviera tosiendo, que ningún ciudadano no se sintiera ciudadano; y que siempre en este momento alguien estuviera diciendo: qué bonito es vivir aquí. Aunque fuera para sus adentros.

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Let us fly to Bountyland

Qué ricos los mochis. Sobre todo los más grandes, los que están rellenos de helado. Estos, cuando los sacas del congelador, están tan fríos que tienes que ir pasándolos de una mano a otra. La tentación de morderlos enseguida es grande, pero todavía están duros como una piedra. Tienes que esperar.


Ojalá inventasen un sistema para que salieran del congelador ya blanditos, listos para degustar, ese punto justo en que el helado sigue siendo helado, no chorrea, pero puedes mordisquearlo, y el mochi se estira y se estira. Entonces podríais moderlo juntos y no se rompería, como el queso de la pizza.

Tu mochi seguirá duro y frío un buen rato. Piensas: "Te derretiré como mi helado favorito". Como cuando paseas por el puerto un día de sol, sonriendo bajo las gafas de sol, dando cucharadas a la tarrina que acabas de comprar, sin prisa, pero tampoco despacio, que no te gusta pringarte. Todo podría ser así de fácil.


Por ahora te conformas. Imitas al pastelero, acaricias el mochi haciendo círculos con las manos, como el niño de Karate Kid con la cera. Tus manos cálidas poco a poco van derribando toda resistencia y el mochi se ablanda. Eres feliz durante esos segundos previos a la explosión de sabor. En el fondo, el proceso es divertido. Los mochis tienen que ser mochis, por eso te gustan tanto.

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Starships were meant to fly

El sabor del mar al darte un chapuzón. Lo habías olvidado. El escozor dulce de la sal te despeja la nariz. Y te lanzas al agua aunque esté fría, aunque aquí no cubra mucho, aunque entre la arena haya restos de mejillones y alguna que otra alga. Te lanzas con ganas. Tanto tiempo demorando el reencuentro con la playa.


Trece años. Se dice pronto. Trece o catorce, no lo recuerdas bien, desde el último verano que hiciste vela. No te atrevías. Había partes de ti que no querías enseñar. Pero ahora te sientes tan a gusto y tan libre y tan apreciado que eso ya no importa. Ahora importa la playa, el ardor del sol y la crema resbaladiza cuando la extiende él por tu espalda. Las risas y los salpicones.

Importa la toalla nueva pegada a la suya, a cada rato la mueves un poco para que no se vea arena entre ellas. El rumor del mar cuando cierras los ojos. Estás en tu pueblo: ya no vives aquí pero vuelves a sentirte en casa. Ubicado. Has vencido, vuelves a hacer todas esas cosas que habías dejado de hacer.


No era miedo, sino más bien falta de impulso. Pero encontraste el impulso adecuado, esas manos en la espalda, izándote, y ahora saltarás al agua y a donde haga falta. Te desnudas hasta el último centímetro de tu piel, enseñas lo que no habías enseñado nunca. Te atreves. Porque estar vivo es justamente eso: atreverse.

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Two divided by zero


Pet Shop Boys son mi grupo favorito. A menudo se los cataloga como "grupo gay" y sí, es cierto, tienen en su repertorio una buena ración de música petarda y en muchas canciones describen como nadie sentimientos y situaciones del mundo gay. Pero también son mucho más que eso.


La lista de hoy es temática. No son mis 13 canciones favoritas del grupo sino los 13 temas en que mejor cantan sobre el amor. El amor universal, las pequeñas cosas que todos, gays o no, hemos sentido en algún momento. A veces basta un estribillo o un par de versos para exclamar: "¡esta canción habla de mí!".

Asi que si estás enamorado o en proceso de estarlo, si lo estuviste y no te rindes, si aprovechando que es verano te gustaría conocer a ese alguien, o incluso si a ti esto del amor te suena marciano... a todos vosotros, espero que la música de Pet Shop Boys os sirva de banda sonora.

Love comes quickly
Tenías tu vida ordenada y entonces, tarde o temprano, sin avisar, sales del metro y ahí está él.

Did you see me coming?
¿Lo habrá notado? ¿Habrás interpretado bien sus señales? ¿Le dices algo? Y qué mono es. Bueno, es más que eso, ¿verdad?

Heart
Te late el corazón. Vuelves a ser consciente de algo tan simple. Se reactiva. Es un principio.

I wouldn't normally do this kind of thing
Hacer lo impensable. Comportarte como un tonto y como un valiente. Todo a la vez.

Closer to Heaven
Horóscopos, predicciones del tiempo... Nada de eso importa. Importa volar, sentirte en las nubes, lanzarte. Atreverte a fluir.

Forever in love
Así que el sexo era esto. Pum pum pum pum. La conexión última. Y morderte los labios para que no se te escapen palabras todavía.


It always comes as a surprise
Cuando el sol te despierta, sonríes: él sigue ahí. Seis minutos de romanticismo para describir un instante mágico.

Together
Sentirte invencible. Procurar que él también se sienta así. Juntos, un día entre dos parece mucho más que un día.

Was it worth it?
Sí: digan lo que digan, al final todo encaja, todo merece la pena.

Indefinite leave to remain
Los rodeos, los cerros de Úbeda, los eufemismos, los subterfugios, las indirectas, las metáforas. La pregunta.

Miracles
El amor consigue que comprendas la fuerza de los clichés. Ahora escribes poemas cursis porque son verdad.

Love etc.
Compartes lo aprendido. You need more, you need more, you need love...

Two divided by zero
Dos que tienden al infinito. Dos que encuentran su lugar y hacen las cosas que estaban destinados a hacer.

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Moonrise Kingdom

Los hipsters también se enamoran. Podría ser éste el lema de la película, una comedia romántica distinta, tan pretenciosa como encantadora. Él es un hipster de manual: gafas de pasta y gustos de altos vuelos. Ella es una Lana del Rey en miniatura, con ganas de sentirse mujer aunque todavía no le hayan crecido del todo los pechos. Se fugarán juntos.


Los (mal llamados) adultos ejercen de malos de la función. Tan inmaduros y con tantos secretos que no entienden algo tan puro como esas ganas de comerse el mundo de la pareja. Por eso, intentarán capturarles. Todos están interpretados por actores de primera fila en el que probablemente sea el papel más simpático de sus carreras. No ganarán un Oscar pero la diversión no se la quita nadie.

Moonrise Kingdom es un sofisticado juguete donde cada engranaje cuenta. Los planos, la elección de la música, los créditos, el vestuario, el movimiento de la cámara y de los actores... nada es gratuito, se nota medido al milímetro para conseguir una atmósfera de cuento videoclipero. Atención por ejemplo a la secuencia inicial, que presenta el escenario y los personajes como si fuera una casa de muñecas.


Las ganas de encontrar un lugar al que pertenecer y compartirlo con alguien afín. Esa persona que te comprende y acepta. No se trata de huir sino de ubicarte. Ubicaros. Conquistar vuestro pedazo de tierra. Una casita en la playa, una toalla compartida, un tocadiscos retro, latas de comida para la mascota y buenas lecturas. Un día descubres que la felicidad no es más que eso.