Paolo Giordano : El cuerpo humano
Lo dejé a medias. Iba con las expectativas bajas: imposible que me gustase tanto como La soledad de los números primos, ese primer libro que me gustaría haber escrito yo. Y aún así, lo abandoné. No conectaba con esos soldados italianos en una base de Afganistán. Pero a veces merece la pena dar segundas oportunidades.
Así que dos meses después, este sábado, aprovechando que hacía sol, me lo llevé para leer junto al mar. Lo retomé desde el principio, las impresiones se mantuvieron. Los libros los cuido, y éste no era una excepción, hasta que en un paso de cebra, un turista italiano me lo golpeó con su bolso y una de las esquinas se abolló. Sentí pena. Intenté arreglarlo en vano. Después, ya tumbado en la hierba, proseguí la lectura. Y ahí me enamoré. Otra vez. Por fin reconocí a Paolo Giordano.
Los personajes se mostraron en esa segunda mitad del libro como lo que eran. Desnudos y humanos, no soldados. Y entiendo que exista esa primera parte, pero habrá gente que no llegue al valle de las rosas. En adelante el libro vuela, emociona, tiembla, impacta, estremece. Y aunque entiendo igualmente por qué el autor eligió este título, yo recordaré otro, el de ese capítulo precioso: La hierba no deja de crecer.
Porque de eso habla esta novela, al final. De darse nuevas oportunidades a uno mismo, reiventar lo que creías inamovible, tener sueños. Cruzar el límite de tu burbuja de seguridad y asumir riesgos. Apostar por el futuro. Me he imaginado a Paolo Giordano abordando su segundo libro así, como un soldado que se busca a sí mismo frente al teclado y al final se encuentra. Y en las últimas páginas me hizo llorar, el tío. Italiano y guapo y con ese talento único para decir tanto con tan poco. Y aplaudí. Sí. Siempre sí.