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La dona vinguda del futur

"T’equivoques si només veus un sol color..."

Había ganas de ver La dona vinguda del futur. Un musical con canciones a cargo de Guille Milkyway tenía que ser poco menos que la séptima maravilla pop. Y así fue. Vestuario colorista, coreografías sencillas pero con mucho desparpajo, proyecciones retro a cargo de Lyona y, sobre todo, la música al servicio del texto de Marc Rosich.


La historia es infantil, sí, pero no trata al espectador como si fuera un niño y hay suficientes guiños picantes y críticos para que el adulto se sienta parte del espectáculo. Se ponen en cuestión los valores de esas familias tradicionales que no hacen caso a sus hijos y caricaturiza la televisión actual y el consumismo sin criterio.

Pausa publicitaria #1.


Pausa publicitaria #2.

Pero sobre todo defiende la imaginación, el optimismo y la búsqueda de nuevas perspectivas a la hora de enfrentarse a las situaciones que se van presentando por la vida. Invita a conjugar ciencia con intuición, Albert Einstein con la purpurina eurovisiva. Un musical, en fin, inspirador en estos tiempos de crisis.


Como les pasa a los personajes de la obra, se te van los hombros y los pies al ritmo de las canciones. Son 6 completas y otras tantas entre jingles y versiones. Desde esa reinvención bailable del Amo a Laura que es Som una família tradicional al apocalipsis Disney de El targeter cromàtic, las melodías pegadizas inundan el escenario.

Mi favorita: Tot és relatiu, que supera el tema homónimo de Fangoria y además tiene la mejor coreografía y la proyección más vistosa. Para una futurible adaptación al castellano, espero que sean más listos y que a la salida de cada representación, vendan un EP con las canciones de la obra. Todos salíamos cantando, por algo será.


STOP! S'han acabat els drames
STOP! Ja no cal patir per les taques
STOP! Xocolata, greix, melmelada
Digueu-los STOP! BYE-BYE! d'una vegada

(Puedes descargar canciones completas, fragmentos y vídeos en la web del TNC.)

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Sobrevolaba sin red la Polinesia meridional

Otro concierto gratuito. La Casa Azul en El Prat. De éste tenía especiales ganas, porque me quedé sin entradas para el concierto que dieron en la sala Apolo en marzo. No me quejo: ese día trajo otras cosas buenas, pero me gusta cerrar círculos y el viernes pude hacerlo y disfrutar en directo de uno de mis discos favoritos de 2011.


Hasta 11 canciones de La Polinesia Meridional sonaron en la carpa instalada junto a la estación. Y es que el concierto duró casi dos horas. Pensábamos que por aquello de ser gratuito, haría una versión breve de la gira, y no, las cantó todas o casi todas. Desde una eufórica Los chicos hoy saltarán a la pista que nos hizo saltar ya desde el minuto uno hasta La niña más hermosa que, por fin, en directo me convenció.

Pasando, por supuesto, por La revolución sexual, alargada y alargada con una intro épica que nos tuvo expectantes. Well, are you ready to go? De este disco no cantó demasiadas, se centró más en el material reciente y en el de sus inicios (genial Chicle Cosmos). Pero no faltaron un remix muy emocionante de El momento más feliz ni un No más Myolastan en clave chundi-chundi. Apocalipsis multicolor.


Aunque todavía no había visto a La Casa Azul en directo, estaba tranquilo porque sabía que llegaría el momento adecuado, y que además, cuando llegase, me conquistarían. Y así fue. Tanto las versiones más fieles a los temas originales como las remezclas me transmitieron el mismo buen rollo que cuando los escucho subiendo escaleras a pleno sol o dando botes en la discoteca.

Las pantallas le daban a todo aún más color. Vídeos y proyecciones (algunas interactivas, como los kame-hame rosas) para potenciar la sobredosis de pop ultra-happy. Mucho vocoder, mucho androide guapo y mucha nostalgia de Japón. Dos horas para bailar y ser feliz non-stop. Si esto es la Polinesia meridional, me quedo.