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Stéphane Hessel - ¡Comprometeos!

Podemos decirnos: "Comprendemos cosas, debemos transformarnos, podemos abordar una nueva fase de la existencia de la especie humana sobre este pequeño planeta que aún puede ofrecernos maravillosos horizontes".

De ¡Indignaos! critiqué su tratamiento superficial. El libro tenía un título con gancho y muy buenas intenciones detrás, pero se quedaba en nada. También noté cierta desconexión con ese público joven, esas nuevas generaciones a las que Hessel quería dirigirse. Pero me alegré del éxito comercial. Cualquier cosa que levante conciencias, bienvenida sea. Ahora quería comprobar si en ¡Comprometeos! el autor repetía los mismos errores pero, para mi sorpresa, los soluciona todos.


El formato funciona: asistimos a un diálogo entre el veterano diplomático Stéphane Hessel y el joven escritor y activista social Gilles Vanderpooten. Ese necesario puente generacional -necesario para transmitir la sabiduría y la experiencia a una generación más joven y con más energías- surge de forma natural entre los dos interlocutores. Hessel consigue conectar así con su público objetivo y Vanderpooten a su vez logra sacar provecho de la voz de un personaje tan excepcional como humilde.

Pero, además, el abanico de problemáticas que se abordan en la conversación es mucho más amplio, más en sintonía con lo que puede preocupar a la juventud europea actual (desafección política, derechos laborales y sociales, los Derechos Humanos, ecología, economía globalizada...). Los temas se tratan en mayor profundidad, Hessel expone perfectamente su punto de vista gracias a lo que ha aprendido de primera mano a lo largo de su vida. Y lo hace de forma clara, concisa, pero en absoluto superficial. A la hora de proponer soluciones (o vías de trabajo), también es mucho más elocuente.

Con todo, la lectura de ¡Comprometeos! resulta tan amena como la del libro anterior, pero sin duda más satisfactoria. Y aunque Hessel está preocupado por el presente, tiene plena confianza en que se pueda trabajar por un futuro mejor. Sigue haciendo gala de un optimismo incondicional del que todos deberíamos aprender.

Resistir supone negarse a dejarse llevar a una situación que cabría aceptar como lamentablemente definitiva.

Creo que vivimos en un mundo de interdependencias en el que los cambios sólo pueden darse todos juntos.

La historia puede producir suerte: es lo que podemos llamar optimismo. (...) Si mi vida constituye para mí la confirmación de que es la suerte la que domina, eso me permite decir que si bien nos enfrentamos a retos cada vez más graves, la posibilidad de superarlos victoriosamente es también cada vez mayor.

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