Los amantes pasajeros
El primer día de clase, el profesor de dirección de cine nos propuso un ejercicio. Teníamos que coger una escena nuestra, cualquiera servía, y ensayarla durante media hora con un par de actrices de la clase de interpretación. Después la presentábamos delante del resto de compañeros. "¿Qué te ha parecido?", preguntaba nuestro profesor al final de cada presentación. "¿La rodarías tal cual?"
Todos decíamos que sí. Que la rodaríamos así, cambiando quizá un par de frases, pero que en general estábamos satisfechos. Que las chicas lo habían hecho estupendamente. Todos dijimos lo mismo y todos nos equivocábamos, porque en las escenas de los compañeros ya veías enseguida que faltaba ensayar mucho, pulir mucho, descartar mucho, sacarle más partido a otros trozos.
Nos lo corroboró nuestro profesor. Siempre te deslumbra la magia de ver cómo tus palabras cobran vida en las bocas y los gestos de otros. Por eso nos recomendaba filmar los ensayos y repasarlos desde la distancia. Así se consigue imprimirle fuerza al guión, prescindiendo de lo que no funciona y enfatizando lo que sí.
La versión de Los Amantes Pasajeros que se ha estrenado en el cine es una grabación de ese primer ensayo. Solo así se entiende que grandes actores actúen con el piloto automático, que siga ahí la historia de Willy Toledo y en cambio no se saque más partido de los tres azafatos, especialmente Carlos Areces, la auténtica estrella de la función. "Estás hablando con un apóstata, que lo sepas."
Pero mira, el número musical dura tres minutazos fantásticos, también hay 4 frases con las que te ríes, le ves el paquete a Miguel Ángel Silvestre, Raúl Arévalo nunca ha estado tan guapo y al final suena The Look de Metronomy. Ya es algo.
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