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Take a look at the world

Te bajas un disco y piensas ya en el siguiente que escucharás. Una vez; suficiente para puntuar con estrellas las canciones que te gusten, y quitar las demás. Placer inmediato. De esto hablaba el otro día con un amigo. Con tanto por escuchar, parece que no haya tiempo para degustar un disco y dejar que te cale poco a poco.


¿Cuánto tiempo dedicas a contemplar una foto de Instagram o Tumblr? Apenas dos segundos, lo que tardes en darle al corazón. Te pasas media vida bajando la barra de desplazamiento, pero no te quedas quieto ni cuando una foto te gusta especialmente. Hay tantas que no has visto que igual la siguiente es más bonita. ¿De verdad importa?

Leía el otro día la experiencia de una profesora de Historia del Arte que desafiaba a su alumnos a contemplar durante 3 horas un único cuadro. Dedicarle toda su atención. Tenían que entender que no era una pérdida de tiempo sino una inversión. Solo así llegaban a captar nuevos matices de la obra y comprenderla a un nivel íntimo.


Escuchar el mismo disco durante varios días, dedicar cinco minutos a una foto de Instagram, releer una y otra vez ese párrafo que te ha gustado de un libro cualquiera. Acabar descubriendo que una puesta de sol es mucho más que el sol escondiéndose tras la montaña: también es el viento que refresca, los edificios cambiando de color, poco a poco cubiertos entre sombras, y entre ellos brotando las farolas como estrellas, los coches como cometas, las ventanas como puertas a otros mundos.

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