Paul Pen : El brillo de las luciérnagas
Este libro es como un cuento de hadas. Pero uno de los de antes, esos terribles y sin medias tintas, donde al lobo de Caperucita lo tiraban al río tras rellenarle la tripa de piedras, para que así se ahogara. Sí, El brillo de las luciérnagas es un cuento de hadas sobre la aventura de hacerse mayor. O sobre salir del armario, o independizarse. Ese momento en que abre los ojos y tiendes tus deditos hacia nuevas puertas. Las mentiras de siempre ya no te sirven.
Lo lees con una mano tapándote la boca. Tan pronto da miedo, un miedo visceral, como te emociona. A ratos me ha recordado al mejor Stephen King, el de novelas como Misery o El juego de Gerald, donde el maestro del terror apenas necesitaba un puñado de personajes para mantenerte atrapado hasta el final de la historia.
Una atmósfera igual de claustrofóbica construye aquí Paul Pen. Antes de la página 100 ya quieres salir del sótano donde vive este niño. Un niño curioso y muy imaginativo, como todos los niños, pero que tanto te recuerda a ti. Cuando fabricabas historias en tu mente para creerte en un mundo mejor o más amplio, al menos. Los muñecos hablaban y la soledad dolía menos.
Con 10 u 11 años, yo devoraba libros de terror en la segunda cama del dormitorio de mi abuela. Dormía con ella los fines de semana. A ella le encantaban las historias truculentas. Me hablaba de Jack del Destripador, ponía programas de crímenes reales... y todo eso me calmaba porque mi mundo parecía entonces menos terrible. Eso sí, qué miedo pasaba con los libros. Era el invitado de un mundo que no controlaba.
Pensaba que eso ya lo había superado, que ningún libro volvería a asustarme. Pero he vuelto a sentir pánico con El brillo de los luciérnagas. He recordado lo peor de que es capaz el ser humano. También lo mejor, porque como dice el protagonista:
Quizá no seamos luciérnagas, pero tenemos nuestros propios faros y sabemos encenderlos cuando hace falta. Vamos allá.