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There goes the fear again, let it go

Llega de improviso. Paseas por el centro de tu ciudad, por esas mismas calles familiares en las que tantas veces has reído y comprado, donde tantas veces has buscado un restaurante y te has hecho fotos sonrientes, donde te sientes seguro porque es tu ciudad y nada malo debería ocurrir en un sitio que tan bien conoces. Y entonces aparece de la nada un aluvión de gente corriendo en desbandada; gritan, sus caras parecen desencajadas. Por detrás llegan furgones azul marino, y de los furgones bajan las fuerzas de seguridad, y sin mediar palabra esas fuerzas de seguridad golpean con sus porras y disparan al aire. En cuestión de segundos, lo familiar se transforma en un caos difícil de asimilar.


Te contagias de ese vértigo, de esa incertidumbre, de esa impotencia. Intentas sentir rabia, quizá en la rabia está la respuesta. Deambulas por calles cortadas, dejas atrás miras atónitas y peleas absurdas, Llegas a creer que jamás volverá la normalidad. La curiosidad te lleva a explorar el corazón del problema. La plaza. Allí, la mitad de la gente se ha organizado en un cordón humano. Los demás permanecen sentados en una tensa calma. Te sientas junto a ellos, a la espera de no se sabe muy bien qué. Sabes que no estar solo siempre es un consuelo. El suelo está frío y por primera vez notas el temblor del metro pasando varios metros por debajo. No hay palomas. ¿Dónde duermen las palomas?


Del exterior, llegan los primeros rumores -siempre contradictorios-, los gritos imprecisos, los disparos ciegos. Se alargan los minutos. Te tiemblan las manos, y no eres el único. "Calma, calma" es el mantra que repite alguien. Lo cierto es que cada disparo parece sonar más lejos. Menos imponente. Siempre hay un chico mono con una mochila roja que más allá de sus palabras de ánimo consigue calmarte gracias a su sonrisa y una inesperada palmada en el hombro (y piensas: "Gracias. Más, por favor"). Siempre encontrarás delante tuyo un cartel tranquilizador: "Lucha y sonríe".


Y entonces respiras fuerte y te tranquilizas y decides coger el toro por los cuernos y vuelves a sonreír y te propones tranquilizar a los demás, darles los mismos ánimos y esperanza que tanto necesitabas tú. Con esa intención -iluminarles, inspirarles para que remonten-, les tiendes ambas manos en medio de la plaza mientras los disparos se alejan o escribes entradas en un blog mientras las tormenta amaina.

Llega de improviso, sí. Pero la normalidad acaba imponiéndose. Al final siempre cesa el caos, las aguas vuelven a su cauce. Y el miedo desaparece.

There goes the fear again, let it go
There goes the fear, let it go
Think of me when you close your eyes
But don't look back when you break all ties
Think of me when you're coming down
But don't look back when leaving town today

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3 comentarios:

Unknown dijo...

Ese día, aunque no lo vierais, os tendimos muchas manos desde muchos puntos de España y juntos contuvimos la respiración.
Maravillosa entrada, como siempre..

Alex Pler dijo...

Quizá no se vió pero se sentía. Referencia friki: fue como una gran genkidama ;)

Z dijo...

qué hermoso post. Sigue sonriendo.

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