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Gado Gado. Cocina de Indonesia y del sudeste asiático

Por qué no vendré más. Lo pienso en cuanto me siento en una de las pequeñas mesas de Gado Gado y consulto la carta que me ofrece una camarera, toda ella sonrisa. Los ojos se me van a los currys: pollo con curry verde, pescado con curry rojo... Es uno de mis restaurantes favoritos de Gracia pero lo piso muy de vez en cuando. En ocasiones especiales, como hoy, que ha venido Lidia, mi amiga amarilla.



Es medio nómada, ella, se pasó un año recorriendo la India y buena parte de Asia, así que parecía adecuado traerla aquí, un restaurante especializado en cocina del sudeste asiático. El espacio es reducido pero tiene buena acústica, invita a las confidencias. Los colores, verde y naranja, un espejo y algunas figuras de madera son toda la decoración; el toque exótico necesario sin parecer Port Aventura.

Lidia y yo todavía estamos comentando nuestras últimas andanzas cuando llegan los entrantes: tahu isi (buñuelos de tofu y verduras) para ella y rollitos con salsa de cacahuetes para mí. Al final los compartimos. Con ella siempre decimos que hay que atreverse a experimentar, así que cojo uno de mis rollitos y lo unto en la otra salsa, fresquísima, como con limón. No será la combinación indicada pero está buenísimo.


Al final me he pedido, por supuesto, el pescado con curry rojo. Es abundante: un filete de merluza con arroz de acompañamiento. Delicioso y picante. Lidia, mientras picotea su plato de verduras salteadas (algún nombre colorido como Chap Chai), me cuenta sus viajes, pasados y futuros. Enseguida dejamos los platos limpios, y eso que no paramos de hablar, pero los sabores nos atrapan.

Coronamos la comida con un guilty pleasure: rollitos de chocolate y plátano. No sé en qué país los inventarían, los he visto en varios restaurantes asiáticos. Hasta hace poco pensaba que eran japoneses. En cualquier caso, benditos sean. Estos son crujientes y tiernos, calentitos, con helado. Lo tienen todo.



La charla continuaría durante horas pero toca volver a trabajar. Aún con el regusto del curry y el chocolate, salimos otra vez a Gracia. Aún nos dará tiempo a tomar un batido de café detrás de la plaza de la Virreina. Viendo desde fuera el restaurante Gado Gado, con su gente hablando alrededor de platos vistosos, no sé por qué nunca he tenido una cena romántica aquí. Sí, sigo enamorado de los colores.

C/ de l'Or 21 (Barcelona)

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