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Eight easy steps

Hace casi un año que estoy muy cocinillas. Siempre me ha gustado cocinar, ojo, pero si es para mí solo, por pereza o falta de tiempo lo más elaborado que puedo prepararme es una ensalada de garbanzos o una pizza de salmón y queso crema... cosas así. Ahora, en cambio, los jueves es el día que mi novio viene a cenar.


Él trae el vino y yo me encargo de la cocina. Disfruto probando recetas, mezclándolas, improvisando. Esto es lo que más disfruto, variar la receta sobre la marcha. Experimentos en la cocina: quiches, sushi, champiñones con queso de cabra... Uno de los platos estrella fue una lasaña de verduras que sustituye las láminas de pasta por lonchas de pavo. Más sencilla y mucho más rápida.

En diciembre llegó el turno de la repostería. A base de prueba y error, descubrí que la repostería es química: como cuando mezclabas probetas en el laboratorio, hay que seguir punto por punto las instrucciones. Cualquier variación podría terminar en desastre. De momento he preparado cupcakes, un blondie (brownie de chocolate blanco) y cookies de dos chocolates. Qué emoción cuando la masa sube en el horno.


No me iba a conformar con estar atado a una receta; lo mío es improvisar, ya lo he dicho. Y resulta que incluso en la repostería puedes hacerlo. Otro topping, un relleno, chocolate blanco en vez de negro. Elegir los ingredientes en libertad es lo mejor. Ese placer incomparable el día que los comensales repiten. Tu receta ha triunfado.

(Si alguien quiere alguna de las recetas, no tiene más que pedírmela por FB o Twitter. :P )

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