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How about remembering your divinity

Siempre había pensado que el ceder ante ti en las cosas menudas no significaba nada: que cuando llegase un gran momento podría reafirmar mi fuerza de voluntad en su superioridad natural. No fue así. En el gran momento mi fuerza de voluntad me falló por completo.

(Oscar Wilde, De Profundis)

Estos días estoy releyendo De Profundis, de Oscar Wilde, la carta que el escritor envió desde la cárcel a su antiguo amigo/amante y en la que examinaba con una sinceridad aplastante todo lo que había sacrificado, todos los errores que había cometido, y lo que estaba aprendiendo gracias al dolor del presidio. No haré una crítica, porque es un libro que hay que leer. Por su sinceridad, es absolutamente revelador. Es uno de esos raros libros en los que subrayarías cada frase, cada página entera, con un marcador fluorescente muy intenso que te recuerde esas palabras. Espero que las dos citas con las que abro y cierro la entrada de hoy os animen a leerlo.

Vivimos en un mundo perverso donde demasiados libros, películas y canciones destrozan la propia idea del amor. Nos inculcan que por amor merece la pena arrastrarse, que el amor exige sacrificios y tiene que sentirse como mil puñaladas, que todo se puede o incluso se debe aguantar y perdonar por amor. Que estar solo es casi peor que estar muerto porque por nosotros mismos no valemos nada: lo único bueno que tenemos es gracias al amor de otra persona. Que después de una separación el olvido es imposible, las heridas siempre sangrarán. Que es lógico que esa necesidad de amar nos lance una y otra vez a los brazos de alguien que sólo nos hacía llorar. Que el amor es difícil y por tanto cualquier sufrimiento conocido es preferible a la posibilidad de ser simplemente feliz con alguien nuevo. Pero es mentira.


El amor de verdad no duele, no es una jaula, ni siquiera una jaula forrada de terciopelo. Quien bien te quiere, nunca te hará llorar; si acaso, te hará llorar de felicidad, pero llorará contigo. Jamás te obligará a luchar ni humillarte por él, ni siquiera te propondrá sacrificios en su propio beneficio. Quien bien te quiere, sin decir nada, te tenderá la mano para que, con tranquilidad, piedra a piedra, construyáis juntos un refugio para el invierno. Y al terminarlo, entraréis y os diréis el uno al otro "Gracias" compartiendo una sonrisa en los labios.

Es triste que para comprenderlo tengas que llegar al punto de sacrificar, pisotear tu propia idea de amor intentando aferrarte a ese sentimiento, hasta que descubres que no estabas luchando por amor, estabas traicionando aquello en lo que creías. Oscar Wilde tuvo incluso que ir a la cárcel, perder su prestigio y todo aquello que le gustaba (su casa, sus libros, su familia, sus amigos) para darse cuenta. Pero más allá del desierto siempre aguarda un oasis. Pasas de desgañitarte con "Without You" a dar palmas con "Beautiful Life". De "I Have Nothing" a "Firework". Te vuelves a valorar a ti mismo con la certeza de que descubrirás junto a ti a alguien que sabrá apreciarte como siempre mereciste. La vida es bonita y el amor también. Ni más, ni menos.

Hace unas seis semanas el médico me autorizó a comer pan blanco en vez del pan basto, negro o moreno del rancho normal de la cárcel. Es una gran exquisitez. A ti te resultará extraño que un pan seco pueda ser una exquisitez para nadie. Yo te aseguro que para mí lo es tanto que al terminar cada comida me como cuidadosamente las migas que puedan quedar en mi plato de lata, o hayan caído sobre la toalla áspera que se usa como mantel para no manchar la mesa; y no por hambre -ahora me dan de comer bastante y más-, sino simplemente por que no se desperdicie nada de lo que me dan. Así habría que mirar el amor.

(Oscar Wilde, De Profundis)

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