We could steal time, just for one day
Terenci Moix empezaba "El Beso de Peter Pan", el segundo volumen de sus memorias, con una escena demoledora. A sus 60 años, está en la misma habitación del mismo hotel de París que tantas veces ha visitado a lo largo de su vida: en ocasiones solo, en ocasiones con buena compañía. Fue uno de sus primeros refugios cuando se independizó y le gusta volver allí. Esta vez, viaja con él un chico mucho más joven. A Terenci le fascina el entusiasmo de ese chico al descubrir la ciudad al otro lado de la ventana. Le fascina esa ilusión ingenua, esa felicidad absoluta, esa confianza del chico de que el amor que comparten será eterno. Ahora no tengo el libro a mano (fallo gordo: los libros del señor Moix deberían acompañarme siempre), pero en ese momento Terenci piensa algo así: "Y sé que por mucho que lo niegues, porque todavía no puedes comprenderlo, nuestro amor terminará algún día. Conocerás a alguien, o me cansaré de ti".
La serenidad con la que expone esa certeza de que el amor siempre termina te deja planchado. La vida es así, fin. En esas palabras no hay ni rastro del dramatismo desgarrado de canciones como Who wants to live forever (when love must die) de Queen. Y es que el drama lo hace todo más digerible. Pero no hay drama alguno en las palabras de Terenci, sólo la voz de la experiencia. Una nostalgia triste y pletórica al mismo tiempo. Pletórica, sí. Porque mucho cuidado: tampoco se trata de cerrarse en banda, como una tortuga en su caparazón, para no sufrir en el futuro. Para nada. Escondernos en el caparazón sólo nos lleva a ir dando bandazos, a golpearnos contra la pared una y mil veces, a sufrir más de lo que intentábamos evitar al refugiarnos ahí dentro.
Está claro que nunca te vuelves a entregar tan absolutamente como al primer amor. El temblor de esos besos, esa sensibilidad total con la que vuelves a descubrir el mundo, la eternidad de vuestras promesas, el tiempo detenido, la seguridad compartida de que sois únicos... son cosas irrepetibles. Y así debe ser. Después, recuperas la vista de golpe y el sol te ciega. Debes volver a acostumbrarte a la luz. Toma su tiempo. Las pupilas se contraen despacio; "demasiado despacio", pensarás a veces, esos días en que la luz te quema tanto que jurarías que no volverás a ver de forma normal. Las gafas de sol y las habitaciones en penumbra, como el buen sexo, ayudan a pasar el trago.
"Un primer amor, luego llega el cuarto" cantan Pastora en "Un Pedazo De Tierra". Pues sí. Ésa es la actitud. Ningún amor es eterno, pero todos deben parecerlo. ¿Qué sentido tiene empezar una relación obsesionado por el hecho de que algún día se acabará? "Me dejará, no soy lo bastante bueno, no me merezco ser feliz, no follo bien, no siento lo mismo que con X, ¿para qué decirle te quiero si pasado mañana ya no nos veremos?"... Es absurdo dejar de disfrutar de los besos por culpa de pensamientos así. ¿Y aparte de seguir más solo que la una, qué ganas diciendo "Es demasiado pronto, no estoy preparado para volver a salir con alguien" cuando se te presenta una nueva oportunidad? Nada. Haced caso a Robyn: "I'm gonna love you like I'm indestructible".
Los amores llegan de repente. No hay que empeñarse en buscarlos, pero sí que hay que tener siempre la maleta preparada para embarcarnos en uno en cuanto se nos cruce por delante. Y disfrutarlo como si fuera el último. Disfrutarlo como el adolescente ingenuo que fuiste, pero con la tranquilidad que te da saber que ya no lo eres. De eso creo que hablaba Terenci Moix al describir esa escena en la habitación de París, momentos antes de arremolinarse en la cama junto a su joven amante. El mismo colchón, pero una cama nueva, recién hecha.
2 comentarios:
No me lo he terminado de leer. Es que yo estoy dentro del caparazón de la tortuga creo...
No he llegado a amar, en fin. Tiempo es lo que queda, para mí, y para todos.
Ya te llegará. Nadie se escapa. No tengas prisa ;)
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