That sexy smile... you don't fool me
El hombre más guapo que veré en todo el día cobra vida. Es una fotografía colgada en un panel publicitario de la estación de metro de Plaza España. Me recibe mirando al horizonte; el sol del atardecer le baña la cara. Luego me ve y sonríe, finalmente me guiña un ojo. Mientras las escaleras mecánicas me alejan de él, vuelve a sonreír y acaba por desviar otra vez la mirada hacia el horizonte, hasta que dejo de verle. No habla, no es un vídeo-póster como los de "Minority Report", pero casi: se trata de un holograma de tres posiciones. Mirada, sonrisa, guiño.
No es más que la llamativa publicidad del centro comercial Maremagnum. Al ver este póster en movimiento me he dicho: "¡Pues claro!". Porque justo esa mañana, de camino al metro, estaba pensando en sitios a los que podría llevar a alguien que no fuera de aquí, sitios que me gusten especialmente porque no querría enseñarle Barcelona, querría enseñarle mi Barcelona. Pero no conseguía acotar qué es para mí eso de "mi Barcelona". Ha sido al ver el póster y recordar el Maremagnum, cuando me han venido a la mente, de golpe, todos los rincones de esa Barcelona mía. El Maremagnum es uno de ellos, por supuesto: no el centro comercial en sí, sino toda la zona: el final de las Ramblas, el puente levadizo, los muelles a lo lejos, el mar, Colón vigilante, las gaviotas y los peces, el puerto deportivo, la gente yendo y viniendo con gafas de sol, la espectacular entrada al centro con los espejos.
Este panel publicitario siempre se adelanta a mis pensamientos. Me recuerda que las soluciones siempre están delante de las narices. A menudo, de pensar tanto en algo, dejas de verlo. Se trata de este panel en concreto: en un rincón del vestíbulo de Plaza España, a mano izquierda, antes de tomar las escaleras mecánicas. La película que tengo que ver, el lugar donde encontraré justo la ropa que buscaba. Cuando se acercaban las elecciones, por ejemplo, y no sabía a qué partido votar porque a todos les encontraba pegas (estaba empeñado en eso, mira), en ese panel colgaron la propaganda del partido que en realidad siempre había tenido intención de votar. Pues claro.
Y a finales de diciembre y principios de enero, cuando mi cabeza hervía de ideas y sentimientos, y me agobiaba al no poder verterlos de ningún modo (chapoteaban en desorden dentro de mi cerebro y se iban hundiendo poco a poco), colocaron allí publicidad de un curso de escritura creativa. ¡Pues claro! No me apunté al curso (era carísimo), pero sí me animé, después de muchos años donde ya sólo lo hacía de forma muy intermitente, a escribir otra vez. Claro que sí. Y cuánto me alegro de estar escribiendo de nuevo: retomé mis novelas con fuerzas renovadas y abrí una nueva etapa en este blog, de la que estoy especialmente satisfecho.
No me fijo en estos pósters al volver a casa: sólo lo hago por las mañanas. Cuando estoy más receptivo, quizá. Yo, que a menudo alardeo de no dejarme llevar por modas ni anuncios (aunque en realidad nadie escapa del poder de la publicidad, nos demos cuenta o no: ya lo advierte Miranda Priestly en la escena del jersey azul cerúleo de "El Diablo Viste de Prada"), descubro mis ideas guiadas por un panel publicitario. Supongo que todos, por muy independientes que nos consideremos, al final siempre necesitamos algún tipo de talismán absurdo (como todos los talismanes, vaya) que nos dé fuerzas o nos recuerde el camino correcto. Ya sea el tarot, el psicólogo, un panel publicitario o los consejos de una amiga tras un par de gintonics. Lo malo es que pronto dejaré de pasar por delante de este panel. Pero confío en encontrar un nuevo faro. Hasta entonces, disfrutaré de la sonrisa holográfica de este hombre que me alegra las mañanas, bañado él por el atardecer de mi Maremagnum.
2 comentarios:
Soy el Quinitooo!! ;)
Yo también tengo mi Barcelona, Alex.
La Rambla del Mar, también está entre ellas, claro... Simplemente, sentarse a recibir el sol del atardecer, mientras te tumbas en las tablas de madera en un domingo por la tarde, y la gente pasa a tu alrededor... y el mar a tus pies...
Luego caminas hacia la derecha, hacia la Barceloneta, rodeando los barcos y el puerto... Es como dar un salto: pasas a las casas bajas, con las calles abiertas al mar... como otras tantas cuidades de la costa...
Cuando el sol ya ha calentado suficiente, vuelves tras tus pasos, y subien por Laietana, en un momento dado, giras a la izquierda... Las calles estrechas y el anochecer, hacen que la luz sea menor... lo cual añade encanto, a esa pequeña plazita que hay detrñas de la Plaça Nova... Te metes en la tetería Caj Chai, casi siempre con sus puertas abiertas de par en par.. y... Te relajas.
Así de relajado, tras un buen té, te dejas llevar por las calles sinuosas hasta cruzar Las Ramblas, pero sin dejarte atrapar por ellas: el destino es el Raval, otras calles, otras sinuosidades... que desembocan en la amplitud de otra nueva Rambla... Las espinas dorsales de esa Barcelona hecha para la gente.
Ese día, la visita termina ahí. Pero querido Alex, Barcelona es una ciudad que tienen muchos días, muchas visitas... :)
En otra ocasión, te cuentos otras visitas, otros días...
Aixo ho vam parlar aixo a classe de "Teoría de la imatge", que vulgos o no, la publi està pensada per a influenciar-te i fer-te anar cap on vol xD
Així que tots acabem així :3
M'alegro de lo del curs d'escriptura! Ho fas d'allò més be! :3
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