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Beauty is where you find it

¿Esperarías al león o te quedarías con la jirafa? Diálogo clave de la película Beginners. Quedarse con la jirafa no es conformismo sino llegar a un punto en el que entiendes que lo mejor no es solo lo que más deslumbra sino lo que más te llena. Claro que tienes que quererte mucho, desprenderte de cualquier expectativa o necesidad y tener la mente muy receptiva para llegar a ese punto. De lo contrario, no distinguirías entre una jirafa y un clavo ardiendo.


Es un poco ese "retornar a la belleza de las cosas inconexas" que canta La Casa Azul en La Fiesta Universal. O tu boca abierta ante la insignificante maravilla que te llevará a escribir un haiku eterno. Convertirte otra vez en niño, pero un niño muy sabio: ya no se cree lo primero que le cuentan. Un niño que sabe que los Reyes Magos no existen pero la magia sí. Por eso abres los ojos y sonríes y fluyes sin más: confías en que todo encajará. Y lo hace.

Te dejas llevar, receptivo, como cuando viajas a Berlín, por ejemplo. Es una ciudad monstruosa. Ya te pueden vender lo contrario: llegas y todos sus edificios son grises, con la arquitectura funcional de la posguerra, cuando ya solo importó construir rápido y barato habitáculos en los que almacenar gente y más gente. Sin embargo, sus habitantes han conseguido extraerle la belleza a la ciudad y sus calles sucias, convertirla graffiti a graffiti en una jirafa. Berlín la adoras al segundo o tercer día, cuando ya permites que te abrace y notas que, contra todo pronóstico, ese abrazo es mágico. Admiras cada rincón.


No te quedes esperando al león. O mejor: descubre que las jirafas también son leones, de hecho tienen colores más puros. Y no necesitan rugir para conseguir lo que quieren: tan solo levantan el cuello y llegan más alto. Viaja, sorpréndete, confía en la magia, salta, atrévete a actuar. Mírate al espejo y date cuenta de que te has convertido en esa persona que conseguirá justo lo que querías. Las cosas realmente bellas, al contemplarlas de nuevo, te provocarán el mismo impacto de la primera vez. Merecerá la pena.

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La mente del samurái

"Ahora que sabes que esta energía existe, búscala."

No es el primer libro de samuráis que reseño por aquí. Éste me ha impactado tanto que, cuando lo llevaba a medias, tuve que dedicarle una entrada entera a una de sus frases: El oponente existe porque nosotros estamos presentes. Es la mejor frase de todo el libro, pero no la única. De hecho, con este tipo de libros creo que puedes abrirlos por cualquier página y dar con un tesoro.


La mente del samurái no es un libro fácil de leer. Consta de 5 tratados de 4 autores distintos y las palabras de todos ellos suenan curiosamente actuales, sí, pero al mismo tiempo requieren de toda tu atención. Hay momentos densos o tan simbólicos que es tentador quedarte en la superfície, no ver más allá del sable físico. Tienes que atravesar muchas puertas para acabar empuñando un sable, el tuyo, y con él cortarlo todo.

Cada maestro samurái entiende la esgrima de una forma distinta, por eso lo que más llama la atención es que en este libro todos coinciden en un punto: la confianza en uno mismo. Confianza extrema. Fuera de toda duda, fuera de cualquier límite. Si quieres, ganas; si dudas, fallas. Tan fácil como eso. Eso y llegar a un punto de habilidad tal en el que no tienes que recordar técnicas, aprendizajes: simplemente actúas, te adaptas a los meandros de cada situación.



He avanzado tanto y se han abierto tantas puertas desde que he empezado a poner en práctica todo esto, que la gente se toma a broma que la energía me la haya dado un libro o incluso una sola frase (la del oponente). Los preparativos ya estaban allí, claro, todo es un proceso y esa frase fue el chispazo final e imprescindible. La energía de los samuráis la llevas dentro siempre pero, hasta que no comprendas su magnitud, no intentarás utilizarla. Nada como este libro para ponerte en la casilla de salida.

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M. Pokora - A La Poursuite Du Bonheur

La búsqueda de la felicidad. Menudo título el del nuevo álbum del francés más guapo (con permiso de Guillaume Canet). Bueno, supongo que el título significa eso; no sé francés aunque últimamente me está entrando el gusanillo de aprenderlo. Y quizá por eso, por no saber francés, le hice más caso al único disco que Matt Pokora sacó en inglés, años ha. Eso sí, un temazo lo reconozco sea cual sea el idioma, y el año pasado su himno A nos actes manqués se coló en mi top de mejores canciones de 2011. Tuve la intuición de que el nuevo disco seguiría por esos derroteros.


Y efectivamente: A La Poursuite Du Bonheur hace justicia a su título. Una colección de canciones muy luminosas que dejan de lado las composiciones urban y r'n'b tan características de Pokora, apostando claramente por el pop veraniego. Bien de guitarritas, bien de percusiones y bien de coros. A veces parece que esté Martin Solveig de por medio intentando grabar una canción del verano.

Dale al play. Sonreirás desde la desenfadada Juste Un Instant, que abre el disco con una fiesta en la playa en la que bailas con los amigos y esa persona que te gusta, hasta la triunfal On Est Là, donde el despelote y el alcohol ya han hecho acto de presencia, alguien ha improvisado una batucada y tú saltas, ¿qué otra cosa puedes hacer cuando eres feliz? Pues saltar y gritar y mover las caderas y dar patadas a la arena.


Canciones como Cours y la preciosa Reste Comme Tu Es bajan el ritmo ligeramente: Pokora prueba otra ruta, persigue tu sonrisa en otro rincón del paisaje, pero incluso los medios tiempos tienen el mismo sabor a arena y sal marina que las demás. Las pocas baladas están bien repartidas para que no corten la fiesta. Con Mon Evidénce parece que estés en una colchoneta, alejándote poco a poco de la orilla hacia aguas mejores.

También hay momentos de baile intenso, claro. En la parte más nocturna y discotequera del disco, destacan Encore + Fort (tiene cierto regusto a lo que hizo con Timbaland) y Danse Sur Ma Musique (tralla al estilo de David Guetta: sonidos hipnóticos que crecen y crecen). Bailar hasta sudar es otra forma de buscar la felicidad. Y Pokora es buen bailarín, qué duda cabe. Seguro que sudar también lo hace muy bien.


¿Sabes cuando viajas a una ciudad que te encanta y en todas partes suena cierta canción que parece perfecta para definir tus vacaciones? No sabes cómo se titula, pero escucharla te hace sonreír en tus paseos y tus compras y tus cenas. Pues eso es lo que transmite, canción tras canción, A La Poursuite Du Bonheur. Es ideal para ponértelo en modo aleatorio, para salir de casa estrenando una camiseta nueva cada mañana y gritarle hola al sol aunque llueva. ¡Toca sonreír!


Il nous disais hors jeu
Nous pensés plus du tout du moment
On fait parti de ceux qui ne savent qu'aller aller de l'avant
On est là
Pour mener la danse

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Les herbes folles

"One's whole life revolves around a chance meeting", leía ayer poco antes de entrar al cine. Era una frase de Neil Tennant, cantante de Pet Shop Boys. Razón no le falta. En su caso, ese encuentro casual fue con Chris Lowe, la otra mitad del dúo, en una tienda de instrumentos electrónicos. Buena parte del cine y la literatura que me gusta gira alrededor de estos encuentros casuales. El de Las malas hierbas, para muchos la despedida del cine de Alain Resnais (Hiroshima mon amour), empieza con una casualidad tonta, como todos: a Marguerite le roban el bolso y Georges encuentra su cartera. "Todo empieza por alguna razón", dirá luego la colega de la protagonista.


Dos personajes tan peculiares estaban destinados a encontrarse. Excéntricos y hasta neuróticos, Marguerite y Georges sienten que no encajan en sus vidas y buscan vías de escape. Pilotar aviones, por ejemplo. Atención a la presentación de Marguerite, sin enseñarnos su cara parece que ya la conocemos de toda la vida. Las primeras frases que oíremos: "Ella tenía unos pies fuera de lo común. Por ese motivo, se veía obligada a ir a sitios a los que no habría ido de tener unos pies normales". Como para no enamorarse de alguien así. Es lo que deberíamos hacer todos: usar nuestras diferencias a nuestro favor. Somos únicos.

Las malas hierbas trata del deseo de deseo. La necesidad de la que hablaba ayer. Esa necesidad atrae tensión e historias irreales a las que uno se agarra porque no tiene nada más. Asistes desconcertado a este duelo titánico entre dos extraños (en todos los sentidos de la palabra). No es que estén locos o no entiendas nada: es que la película se atreve a trasladar en imágenes lo intangible: las idas y venidas, las actitudes contradictorias, el pánico que produce el vacío que descubres al ver tu reflejo en el otro. "El oponente existe porque nosotros estamos presentes."


Una película extravagante que condensa muchas de las cosas que venía comentando en el blog estos días. Gracias a Alain Resnais por está lección de cine valiente. Sales del cine descolocadísimo, pero con la sensación de que, más allá de todas esas transiciones imaginativas y tantos planos espectaculares (con más de uno estuve a punto de aplaudir), la película te ha hablado. Señales, como siempre. ¿Subirás al avión? Yo prefiero comprarme otros zapatos para mis pies poco comunes.

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Cojo la bici, vamos allá

"¿Has conocido a alguien?", te suelta una amiga cuando le dices que tienes muchas cosas que contarle y ella te nota especialmente feliz. Es inquietante, la verdad. ¿Acaso conocer a alguien es lo único bueno que puede ocurrirte? Una cosa es que tu abuela siempre pregunte cuándo te casarás y otra que una amiga, que te conoce mejor, piense eso. Que estás solito, incompleto, y necesitas a alguien. Con toda la buena intención, pero lo piensa.


Precisamente, lo mejor de estar libre es llegar a ese estado de ausencia de necesidad. Es entonces cuando llegan las cosas buenas. Los polvazos, por supuesto, y los ligues y las citas para ir al cine, pero sobre todo los viajes, las fiestas con amigos, las risas, el día que por fin sacas la chaqueta de entretiempo porque ya calienta el sol en Barcelona, los libros inesperados, las mañanas de domingo viendo Friends, el descaro, la nueva barba o los pantalones recién estrenados, la receta para cocinar una pizza blanca de salmón. Como no necesitas nada, lo disfrutas todo.

Observas con cierto cariño a la gente que necesita. Necesitan una pareja, necesitan acompañantes para ver cualquier película, necesitan fabricarse otro cuerpo porque no les gusta el suyo, necesitan objetos, necesitan aprobación a cualquier precio. Y cuando consiguen algo de todo eso, necesitan más. Siempre más. No hace tanto que tú eras uno de ellos, lo sabes bien. Y en cierto modo, sigues siéndolo. Nos han programado así, no es tan fácil ser libre. Todavía se te escapa algún "necesito" cuando ves cosas que te gustan. Pero te vas desprendiendo de las ansias.

Ventanas que dan a otras puertas, sonrisas que flotan, tu sable que todo lo corta, los placeres que tú eliges disfrutar. Comprendes estos conceptos y entonces disfrutas de todo tal cual llega. Cualquier momento es el tuyo. Y si alguien te dice que tiene algo bueno que contarte, tú ya solo pensarás en las cosas simples de una vida tranquila: "¿Has visto una paloma graciosa? ¿Has hecho un viaje secreto? ¿Has comido el primer helado del año?".  Cambiemos los "necesito algo" por los "yo disfruto ahora". Es un buen principio.


"Poor is the man
Whose pleasures depend
On the permission of another."
(Madonna)

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Natsume Sôseki - Haikus zen

Ha tenido que llegar este libro, el segundo de Sôseki que leo, para descubrir que este autor promulgaba un tipo de individualismo muy parecido al que defiendo yo en este blog. No es que los poemas vayan de eso (¿de qué va un poema? ¿merece la pena descubrirlo o es mejor hacerlo tuyo, sentirlo?), es algo que se menciona en el prólogo y en lo que ahondaré con otros libros suyos. Pero empiezo a entender por qué fue uno de los primeros autores que descubrí a principios de año. Me ponía en la casilla de salida.


Haikús zen es un libro pequeñito, tan bien editado y atractivo como todos los que publica Olañeta, una editorial cuyos títulos da gusto toquetear, exponer en la estantería. Diría que éste es su primer libro íntegramente de haikus, la poesía japonesa más universal: tres versos breves que capturan la emoción de un instante. Sôseki lo hace con especial sensibilidad, a veces con un sentido del humor chocante, como si estuviera profanando un género. Y al mismo tiempo es muy fiel: los haikus deberían recoger una estación, y los suyos tienen el sabor indudable de cada una. La edición la acompañan dibujos y caligrafías del autor.

El "zen" del título no viene muy a cuento, porque todos los haikus deberían serlo ya de por sí. Escribir haikus es comprender que no hay mejor momento que éste en el que estás ahora mismo. Es abrir la boca y los ojos extasiado por una libélula que cruza el aire, es saltar al vacío sabiendo que siempre podrás agarrarte a una rama desde la que, colgado, contemplarás la luna llena. Siempre digo que terminas de leer haikus y sales a la calle con otra mirada. Y es verdad.



El gato en celo
ha adelgazado tanto
es solo ojos

Arroyo primaveral
que fluye
abrazando la roca

Con una mano
no bato palmas, pesco
un pez en el reflujo

Volviendo a ver las cosas
al subir y bajar como antes
el monte de otoño es nuevo

Ahora me atrevería
a entrar en la cueva del tigre
esta mañana de intensa nevada

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Madonna - MDNA

MDNA es un buen disco. Partamos de ahí. Madonna no ha acertado con la promoción: había canciones más representativas que los singles elegidos, se podría haber mejorado el orden y la selección de temas, algunos productores no parecen los más acertados para producir ciertas canciones... Fallos de principiante, casi. Parece que estar encorsetada en Warner podía reportarle ciertos beneficios. Pero volvamos a la sorpresa inicial: contra todo pronóstico, MDNA es un buen disco.


En muchos sentidos, es un recorrido por la carrera de Madonna: su ADN, entendemos. Recién liberada (atrás quedan Guy Ritchie y su discográfica de toda la vida), toca exorcizar demonios. "¿Y ahora qué?", se pregunta sola en medio de la pista de baile. Pues ahora el dance desinhibido de sus inicios que ya revisitó en Confessions On A Dance Floor, ahora la rabia y la frustración de Erotica, ahora la desorientación post-divorcio de Like A Prayer, ahora la esquizofrenia musical de American Life y Music, ahora la ingenuidad de True Blue, ahora las concesiones comerciales de Hard Candy y Bedtime Stories, ahora la sinceridad y la búsqueda de Ray Of Light (pero sin el misticismo: es todo más descarnado).

Eso sí, MDNA no tiene La Canción. Ese tema que justifica toda una era, que arrasa en las listas, que todo el mundo adora porque llega acompañado de un vídeo que impacta. Te podrán gustar unas canciones u otras del disco, pero aquí no hay un Like A Prayer, un Vogue, un Frozen, un Music, un Hung Up, nada que se le acerque remotamente. Por suerte, como conjunto, el disco funciona muy bien.


¿Y cómo definir cuál es ese conjunto? Demasiadas canciones, cambios en el tracklist a pocas semanas del lanzamiento, ni siquiera queda muy claro cuál es la portada del disco (la que todos recordaremos y se utilizará dentro de un años en las retrospectivas de Madonna). ¿Qué sentido tiene que se promocione más la portada de una edición deluxe que, como tal, debería ser limitada y dirigida solo a los fans?

Al disco no le ha beneficiado esta ausencia de organización, de sentido y dirección claros, y por eso, aunque suelo disfrutar los discos de principio a fin, tal y como fueron concebidos, en este caso defenderé que cada cual se confeccione su propio MDNA. Escuchas todas las canciones, te quedas con las que te gustan, descubres qué historia explica para ti este disco, lo haces tuyo, y en base a ello le encuentras una estructura. Esta crítica va a ser la de mi MDNA. Os invito a descubrir el vuestro.


1. I'm Addicted
Madonna en medio de la discoteca. Va tan puesta de todo que hasta la voz se le distorsiona. Un clásico techno-bakala sobre flechazos bajo las luces estroboscópicas. Ese instante que dejas de prestar atención a todo lo que te rodea, a la canción que suena incluso, porque notas la pistola del otro apretándose contra ti. No es Impressive Instant ni llega al nivel de trallerismo de Where Have You Been de Rihanna, pero esos "M-D-N-A, M-D-N-A" son irresistibles.
I'm willing to take this chance, I need to dance!

2. Gang Bang
Co-escrita por Mika, Gang Bang es lo más cerca que llega MDNA de conseguir La Canción. Oscura, hipnótica, amenazante. Creo que cualquiera que haya pasado por una ruptura se sentirá identificado, pero pocos se atreverían a poner en palabras esa rabia contenida. Madonna sí, menuda es ella. Egoísmo irracional: desearías que la vida del otro se detuviera, ser tú el único que sigue adelante porque eres el único que lo merece. Dita sigue viva y se ha comprado una escopeta.
How could I move on with my life if you didn’t die for me baby?

3. I'm A Sinner
William Orbit es consciente de lo que muchos esperaban de él: reciclar Beautiful Stranger de forma que suene fresca. Y no defrauda. El desparpajo sesentero queda perfecto para una canción tan hedonista. Digan lo que digan, asegura Madonna, todos somos pecadores. Disfrutémoslo.
Saint Sebastian, don't you cry, let those poison arrows fly.

4. Girl Gone Wild
Algo pasa con esta canción. Como single no le veo la fuerza suficiente, pero como canción de disco es espectacular. Así supera Madonna la ruptura: volviendo a nacer, orgullosa de desfasarse ahora que ya no tiene quien la rectifique. Brazos al aire, boa de plumas, Tanqueray en vena, ye-ye-ye.
My inhibition's gone away, I feel like sinning.

5. Turn Up The Radio
Coges el coche, no le dices a nadie a donde vas, ni siquiera tú lo sabes, pones música, el volumen al máximo, pisas el acelerador, las ciudades desaparecen, los paisajes se desdibujan, el rugido del motor ya se confunde con la música, el sol se pone, se encienden los focos, termina la carretera pero sigues conduciendo, sigues adelante, sigues y sigues, el mundo desaparece, solo quedas tú, sonríes al reconocerte en el retrovisor. Por primera vez en mucho tiempo sabes quién eres.
Turn down the noise and turn up the volume.

6. Some Girls
Sigue el revival noventero con una canción extrañamente adictiva. En cierta manera me recuerda a Scheiße de Lady Gaga, pero afortunadamente sin las mismas pretensiones de hacer arte. Reafirmarte bailando: sabes que eres único, el mejor, y que bailas como nadie. Y llega quien lo aprecia.
Some girls are not like me, I am better than you will ever be. 


7. Beautiful Killer
El encantador de serpientes, el escorpión con carita de ángel, el asesino disfrazado de Armani. Es guapo y su mirada hipnotiza. Quieres que te abrace y quieres que te mate. Nada de eso ocurrirá. Lo sabes muy bien, es una historia que se repite. Y por eso cantas. Adoro ese interludio con los violines recreando la melodía del estribillo, tiene un sabor clásico, de película francesa. Grower oficial.
Can’t really talk with a gun in my mouth.

8. Masterpiece
Lo dije en su momento y me reitero: To Have And Not To Hold 2.0. Se compuso para la película W.E. pero encaja sorprendemente bien en un disco que al fin y al cabo trata de lo que pierdes y lo que encuentras cuando las historias terminan: ventanas que dan a otras puertas. Para mí, Masterpiece va dedicada al Beautiful Killer de la canción anterior. Por fin consigues pasar página y solo puedes sentir lástima por esa persona que posa haciéndose el inalcanzable.
'Cause after all nothing's indestructible.

9. Love Spent
El juego de palabras del título es múltiple, como múltiples son los estribillos y los recovecos de esta canción juguetona. Banjos, samples de ABBA, abusos de vocoder y un crescendo muy cañero que refuerza el significado de este disco: nunca es el final, sino un nuevo principio.
I guess if I was your treasury, you'd have found the time to treasure me.

10. Best Friend
La letra más sincera del disco. Madonna recita todo lo que echa de menos de Guy Ritchie y reconoce que, aunque haya quitado su fotografía de la pared, a partir de ahora todos los hombres tendrán que compararse con él. Toda la sinceridad queda escondida bajo una producción electrónica y traviesa: los sonidos vienen y van, camuflan la voz, la transforman en algo frívolo, como si a estas alturas ya poco importase lo que se puede decir o callar.
Still I have no regrets, 'cause I survived the biggest test.

11. I Fucked Up
De la sinceridad, pasamos a la humildad. Otro lado poco habitual de Madonna: ni en Ray Of Light llegó al extremo de pedir perdón a nadie. Si en su disco más místico Madonna se reconciliaba con el mundo, en MDNA se reconcilia con ella misma. Se reconoce humana y pasa página.
You wanna know how to make God laugh, tell him your plans.

12. Falling Free
¿A quién le canta esto Madonna? ¿Al pasado o al futuro? No importa. Ha sobrevivido, ha aprendido, ha crecido, tiene la llave que abre todas las puertas. Es libre.
When I let loose the need to know, then we're both free, we're free to go.

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The Ides of March

Estoy desconectado de la política. Ya he dicho alguna vez que prefiero no ver telediarios ni leer la prensa. Se vive más feliz así. No se trata de ignorancia si no de buscar vías alternativas para informarte: foros, Twitter... De lo importante te acabas enterando. De todo lo demás, todo ese relleno con que los medios de comunicación solo pretenden asustar, controlar, indignar a la población, domándola gracias al estado de apatía en que la sumergen, no me entero. Políticos corruptos a los que no les pasa nada, por ejemplo.


Con este punto de partida, imaginaréis que una película sobre las turbiedades de la política y su trastienda no era lo que más ilusión me hacía. Por suerte, en Los Idus de Marzo, ese mundo de los políticos corruptos y toda la gente que se dedica a cubrirles las espaldas y limpiar o silenciar sus desaguisados, es solo el atrezzo. La excusa para hablarnos de la transformación de un hombre, Stephen, que durante una campaña de primarias perderá la inocencia. Cambiará el lirio en la mano por un instinto de supervivencia casi darwinista.

Los Idus de Marzo resulta al final muy interesante: por temática (ver desde dentro algo que aquí nos parece lejano como las primarias estadounidenses, un tipo de proceso en teoría mucho más democrático pero que conlleva una lucha de poder sin precedentes), por evolución del personaje principal (Ryan Gosling, que proyecto tras proyecto se está convirtiendo a paso agigantados en uno de los grandes actores de su generación), por puesta en escena (hay secuencias magníficas: las conversaciones encadenadas en tres despachos distintos, el backstage, la tensa espera en coche para conocer la decisión del gobernador...).


"Tienes que pensar en ti" fue el mejor consejo que me dieron el año pasado. Algo parecido acaba descubriendo Stephen. Si no te cuidas a ti mismo y piensas que los demás siempre estarán apoyándote y protegiéndote, acabas tirado en la cuneta o -peor todavía- traicionando tú mismo tus ideales. Lucha por lo que crees y cuida de quienes merezca la pena hacerlo, pero primero lucha siempre por ti.

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Would you be wonderful if it wasn't for the weather?

-¿Cuál es el problema ahora?
-Me duele la cabeza. La resaca. Tengo mal despertar.

Podía escudarme en muchas excusas. Y ninguna sería exactamente mentira. Supongo que en verdad era tan sencillo como que no me apetecía. Así que, de forma unilateral, decidí que seguiríamos durmiendo. La luz ya entraba por la ventana pero todavía no había sonado el despertador.


Dos o tres cabezadas después, le descubrí con sus ojos legañosos clavados en mí. Debía de llevar un buen rato así, esperando a que nuestras miradas se cruzasen. Estábamos tan cerca que él parecía un cíclope. Despeinado y guapo, pero cíclope.

-¿Cuál es el problema ahora? -repitió.

Dudé: ¿no me había oído antes? ¿O no le habían parecido lo bastante buenas mis excusas? Probé con otras:

-Tengo que ir a trabajar. Va a sonar la alarma en cualquier momento. Prefiero hacer las cosas bien, con calma.

Todo eso tampoco era mentira.

-¿Cuál es el problema ahora? -insistió él.

Estaba claro que esperaba la respuesta correcta por mi parte. Una palabra clave. Muerto de sueño, deseando acurrucarme entre las mantas, me acordé de Indiana Jones resolviendo los enigmas cuando todo parecía perdido, recuperando su sombrero un segundo antes de que la compuerta se cerrase para siempre, escapando por los pelos. Pero lográndolo siempre. ¿Cuál es el problema ahora? Y dije:

-Ninguno.

Mi respuesta no había sonado muy convencida pero él sonrió, satisfecho. Y entonces comprendí. O mejor dicho, recordé. Y ya todo fue bien. Muy bien, de hecho. Más tarde, al salir a la calle, Barcelona esa mañana de sábado parecía más llena que nunca de detalles sobre los que escribir poemas y de las sonrisas de gente que paseaba sin mapas. Se dejaban guiar simplemente por la luz del sol al torcer la siguiente esquina.


"Los caminos se pierden cuando se ponen excusas."
(Hagakure, Yamamoto Tsunetomo)

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Why can't you choose yourself like your enemy?

Ocurre a menudo: una frase en apariencia simple se te graba a fuego. Otros quizá no entenderán su fuerza, por más que se la intentes explicar, pero para ti esa frase lo significa todo. Ahora mismo, al menos. Me pasó el otro día leyendo La mente del samurái. De repente, una frase saltó del texto y algo hizo click dentro de mí. Siete palabras conformando una llave que abría todas las puertas.

"El oponente existe porque nosotros estamos presentes."


Entiendo la palabra "oponente" de muchas maneras. Un oponente puede ser un problema que te preocupa, una persona que no te cae bien, alguien que ves en la discoteca y te lo quieres ligar, una madre a la salida del colegio taponando la acera. Personas, situaciones a las que le otorgas tal importancia que te abruman. Te bloqueas porque te sientes muy inferior al problema, al obstáculo, a la persona que tienes enfrente. Pero cuando eres consciente de que ellos no existirían si no estuvieras tú, que en cierto modo son un reflejo tuyo y por tanto tú tienes su misma fuerza... la cosa cambia. Ahora el control lo tendrás tú. Te sentirás tan seguro de ti mismo, actuarás con tanta decisión que serás imparable.

En cierto modo se trata de convertirte en agua: fluir con las cosas y aprovechar esa fuerza que les otorgabas a tus oponentes para activar tu propia fuerza. Estar seguro de que si tienes un problema también conoces su solución y además, por el camino, aprenderás algo nuevo de ti mismo; utilizar la persona que no te cae bien como recordatorio de todo lo que sí te gusta ver en los demás, recordar la clase persona que quieres ser, la que luchas por ser; acercarte al ligue con paso firme (te está mirando: no dudes); cambiar de acera para andar libre por otra y así fijarte en detalles que no habrías visto desde la que no podías avanzar. No protestes: agradece cada reto, porque de todos ellos saldrás reforzado, incluso recompensado.


Así que tengo que darle la razón a Issai Chozan: el enemigo existe porque tú estás presente. Llevo dos días resolviendo todas las situaciones con esta frase en mente y los resultados no podrían ser más espectaculares. Pruébalo, a ver. Igual acabas como yo: dando las gracias a todos los samuráis por ofrecerte, a través de tantos siglos de distancia, las palabras acertadas, transformándote tú también en un samurái moderno e imparable.


"Hay que ganar desde el principio para salir victorioso siempre."
(Hagakure, Yamamoto Tsunetomo)

"No te surge ningún problema para el que no conozcas la solución. Todo problema surge para aprender algo importante."
(La ley del espejo, Yoshinori Noguchi)

El oponente existe porque nosotros estamos presentes. Si no estuviésemos, no habría oponente. El término "enemigo" u "oponente" denota confrontación. Es lo mismo que yin y yang, o fuego y agua. Todo lo que tiene forma, tiene oposición, pero si tu mente carece de forma, no puede tener oposición. Cuando no hay oposición, no hay oponente. Eso se llama "sin enemigo, sin sí-mismo". Al olvidarte tanto del sujeto como del objeto, cuando asumes un estado de sosegada inacción, te sincronizas... y cuando quiebras al enemigo, apenas te das cuenta. En ese estado, no eres inconsciente, sino que, como no hay pensamientos conscientes, te mueves por intuición.
(La mente del samurai, Issai Chozan, Página 25)

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Intouchables

Basada en un historia real, diferencia de clases (hombre rico contrata a un joven de los suburbios), un tetrapléjico y su cuidador... ¡Espera! No huyas, vuelve. Intocable coge un material que se prestaría a todos los tópicos habidos y por haber, toda la pastelada posible con tal de arrancar las lágrimas de rigor al jurado de la Academia que tendría que nominarla a todos los Oscar. Pero no es una película de Hollywood sino francesa. Por eso se atreve a mezclar el drama con un humor muy fresco, a veces incluso muy negro. Trata las cosas de frente, sin sensiblería barata y te ríes gracias a la licencia que te da el saber que, al fin y al cabo, es una historia real.


De primeras, no parece que haya un educador menos idóneo que Driss (Omar Sy): descuidado, juerguista, ligón, alguien que se salta todas las normas y protocolos, basto. Pero todo eso es lo que le gusta a Philippe (insuperable François Cluzet). Le gusta por ejemplo que Driss le tienda el móvil, olvidando que no puede cogerlo. Le gusta que no le trate como "alguien en su estado". Porque es tetrapléjico pero está vivo. Y eso lo olvida su entorno demasiado a menudo.

Intocable te remarca cómo siempre acabas conociendo a alguien que te anima a ser más tú que nunca. A hacer las cosas que nunca harías pero siempre querrías haber hecho. Fumar, bailar, correr, volar, comer, ver el mar, mandar fotos, sonreír, hacerte valer, pasear de noche, conducir a toda velocidad, escuchar Earth Wind & Fire, pintar tu primer cuadro, esperar, confiar, reír. Los amarillos de Albert Espinosa.


No te la pierdas. Te enamorarás de sus protagonistas, te encariñarás de su galería de secundarios (¡el ama de llaves!), desearás que las dos horas que dura hubieran sido cuatro y sobre todo saldrás del cine con una sonrisa de oreja a oreja: ganas de comerte el mundo, un "todo es posible" mayúsculo. Pocos placeres iguales encontrarás por el precio de una entrada de cine.

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Journey

Journey lleva meses levantando expectación, y eso que los datos llegaban con cuentagotas. Era una expectación merecida. Thatgamecompany se ha labrado cierto prestigio gracias a sus no-juegos ("experiencias zen", los definen ellos) para PS3: el adictivo flOw en el que encarnabas a un microorganismo luchando por sobrevivir en un medio hostil y el hipnótico Flower, en el que manejabas la brisa recogiendo pétalos para devolver el color a unos escenarios apocalípticos. Con estos antecedentes, la duda lógica: ¿qué es Journey? ¿Un juego? Sí. ¿Un experimento? También. La experiencia más zen de todas. Literalmente, además. Y por eso, este título no gustará a todo el mundo, pero todo el mundo debería probarlo. Sentirlo como mínimo una vez.


Despiertas solo en el desierto. A lo lejos, una montaña iluminada. Nadie te lo indica, pero echas a andar hacia ella. La vida es eso: una cadena de intuiciones. Avanzar porque, de algún modo, sabes que solo así aprenderás, descubrirás, vivirás. El camino es bellísimo (¡qué colores, qué arena, qué iluminación!). Y tiene sus dificultades, claro: dunas entre las que orientarse, ruinas que explorar, enemigos que evitar, montañas que escalar. Pero será, precisamente, gracias a cada uno de esos obstáculos, que aprenderás algo de ti mismo. La victoria más útil: has mejorado. Te sientes vivo. O mejor dicho: te sientes recompensado por estar vivo.

Por el camino, se perdieron muchos compañeros que desistieron de ir a tu ritmo. Y entonces llegará alguien con quien te compenetres a la perfección. Alguien que por su cuenta, en otras partidas, ha mejorado también, ha acumulado experiencia, ha aprendido a confiar en sus intuiciones. Para comunicaros no necesitaréis palabras, ni gestos. De hecho, ni siquiera sabréis vuestros nombres. Eso ya no importará. Habréis desarrollado un sentido más perfecto: la compenetración. Te adelantarás a lo que el otro necesita y él te enseñará cómo llegar hasta todas las cosas nuevas que tenías a tu alcance y no lo sabías. Y avanzaréis juntos. La montaña sigue en lo alto. Lucharéis contra el viento. Os daréis fuerzas cuando todo parezca perdido.


Olvídate de puntuaciones, objetivos, duración, expectativas, prejuicios, amortización, precio. Disfruta del camino. Simplemente eso. De la compañía, también. De cada paso que des en la arena. Hinca bien los pies, confía en ti, ábrete, explora: es tu momento. Bienvenido a Journey.

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Kenneth Bernard - Entre los archivos del distrito

"La verdad siempre estaba presente;
solo hacía falta percibirla."

Segundo libro de Errata Naturae en llegar a mi colección. Éste acaba de salir. En los créditos lees que en Estados Unidos se publicó en 1992: veinte años se ha tomado esta joya en desembarcar en castellano. Lo bueno se hace esperar, ya lo dicen, pero es que este libro es demasiado bueno como para que hayas tenido que esperar tanto. Un futuro distópico, mezcla de 1984 y del mejor Franz Kafka, que como siempre ocurre con la buena literatura, te habla de ti, de tu momento presente. Tampoco tienes otra cosa, ¿verdad?


Los capítulos de Entre los archivos del distrito son, en teoría, entradas de diario pero más bien me parecen cuentos casi independientes. Eso sí, cada capítulo funciona (tiene más fuerza) gracias precisamente a todos los que les preceden. Te adentras en un mundo extraño, extrañamente familiar, el de las obsesiones cotidianas de John: qué cola irá más rápido en el banco, los vecinos huraños, el cambio de la actitud de las cajeras que ya no ponen los productos dentro de las bolsas de plástico, entrar en un club funerario cuando la muerte se acerca... Apenas se justifican las cosas. Todo es así porque así está decidido que sea.

Pero el protagonista no se resigna. Se atreve a ser rebelde con sus pequeños gestos. La rebeldía de abrir los ojos, observar, poner en duda, permanecer vivo, ser siempre subjetivo, mover los brazos como una gaviota... La transformación de John a lo largo del libro es tan espectacular, es tan sutil y está tan bien escrita, que no cambiarías ni una coma, todas las palabras son exactamente las que tienen que ser. Aplaudo la traducción de Carmen Torres García. Pocas veces he tenido esta sensación de que un libro me llega traducido tal y como se escribió.


Y en realidad, me parece muy acertado que se publique Entre los archivos del distrito justo ahora. Es necesario recordar la importancia de nuestras acciones individuales. Una de ellas, quizá la más importante, la decisión de ser feliz. Contra eso nadie te podrá vencer, porque tu sonrisa es tuya. En cualquier parte, en cualquier momento. Ahora.


Tal y como he visto la historia en la piedra, veo la belleza en los escombros. Creamos nuestras propias fronteras, nuestros propios límites. Toda belleza, exagerada, es fea. Nuestros ojos son como microscopios y telescopios. Se posan donde quieren, o bien donde los dirigen, y alimentan el celebro con su medida. Me encantan los márgenes. (Página 207)

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Good Old War - Come Back As Rain

Fue empezar a escuchar este disco y llegar antes de hora la primavera. Me viene bien este calorcillo, para qué decir otra cosa. Pasear sin chaqueta como si las calles fueran parques y encontrarme cada dos pasos a alguien apoyado en un poste o un alféizar, con los ojos cerrados, la cara hacia el cielo, recibiendo el sol con una sonrisa de oreja a oreja. Barcelona en primavera es un poquito más Barcelona.


Desde hace unos meses, escucho bastante de eso que se conoce como folk-pop: Cocoon, Kings Of Convenience, Noah And The Whale... No es que crea en las etiquetas. Es que se trata de música que me viene fenomenal para escribir. Y que además me anima. Melodías desenfadas, de mucho sol, guitarra en mano, cantadas generalmente por chicas y chicos monos, voces entrelazadas, armonías, letras positivas y las caderas que se te mueven, y de repente silbas porque estás feliz y te apetece contagiárselo al mundo.

Eso mismo es lo que transmite este disco, el tercero ya, de Good Old War. Lo lanzaron la semana pasada, presagiando ya no solo la primavera, también el verano. Reflejan esa sensación de sentirse bien, de "buen tiempo pase lo que pase" en la portada y en las fotos promocionales: una campiña bajo un sol que invita a ir de picnic cuanto antes. Pronto sonarán en Cougar Town, lo sé. A destacar la edición especial del disco, con once postales, una para cada canción, con foto y letra. Da gusto comprar ediciones así.


Es un disco tan homogéneo que si te gusta una canción te gustarán las demás. Ideal para escuchar en la terraza leyendo, en la playa rebozándote en la arena, en el parque jugando, en la calle saltando, en la campiña comiendo, en el coche contemplando el paisaje que se acerca. No destacaría ninguna canción porque todas me iluminan por igual, pero para que te hagas una idea, pondré Better Weather. Puedes escucharlas todas gratuitamente en su web oficial. Optimismo contracorriente, no te hundirá nada ni nadie, mañana hará sol aunque llueva.


"Maybe tomorrow the storm will blow over
The river won't overflow
Nobody knows what tomorrow will bring
That's why we rely on hope

Oh, we'll pray for some better weather
Oh, we'll pray for some better weather"

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Waiting for forever

Diría que esta película no se ha estrenado en España (todavía). Me habría fijado en su póster: llama la atención. Ese corazón saliendo de un sombrero que no es la chistera de un mago pero podría serlo. El gesto del chico: "Así de fácil". La expresión de ella, indescifrable. Y ese título. 


Waiting for forever no es la típica comedia romántica. Si es que ese género sigue existiendo, porque todo lo que veo ya se sale de la norma (¡y que dure!). Hay comedia y hay romance, claro, pero aquí el clásico "chico conoce" a chica se sustituye por un "chico persigue a su amiga de la infancia" cuyo alcance completo tardas en comprender media película. El guión se toma su tiempo para desnudarse al completo y llegar a la escena que en otra película habrías visto a los cinco minutos. Pero es que solo así llegas a entender la complejidad de lo que ocurre. Por qué a Will necesita tanto hablar con Emma pero se asfixia cuando lo intenta.

Eso sí: ya en sus títulos de crédito habrás notado que estabas ante algo especial, con un uso potente del flashback, una canción que parece hecha para ese momento (lo está: se titula Worlds Apart y la compusieron para la película junto a otra aún mejor que descubriréis al final) y esa euforia de Will (un carismático Tom Sturridge).


La magia de Will desequilibrará al resto de personajes. No es que sea exactamente mago: es que cree en la magia, el amor, los sueños, la visualización, la atracción y todas esas cosas que su hermano banquero no puede comprender. El resto de personajes (un colorido elenco de secundarios que darán pie a más de una escena memorable) tendrán que decidir su bando: ¿creen en esa magia invisible pero palpable de la que habla Will o piensan que las cosas son simplemente como parecen? "¿Y tú qué piensas, espectador? ¿Está loco Will?", se diría que te pregunta la película escena a escena.

Amar no es lo mismo que amar bien. Eso lo aprendes luego. Que amar ya de por sí es un regalo, y que ese regalo lo tuerces cuando exiges algo a cambio. Tú ama, dedícate a lo tuyo, estate por ti, confía que las cosas siempre fluyen, sigue activando la magia a tu manera... y lo que tenga que llegar, ya llegará. No esperes. O mejor, espera sin esperar nada. La puerta entreabierta y el entusiasmo liberado.


"Truth is nothing. What you believe to be true is everything."

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Yuksek - Living On The Edge Of Time

La soledad de las habitaciones de hotel. Dicen que casi todos los segundos discos de artistas y grupos que han tenido éxito con su debut tratan de eso. La fama conlleva una sucesión de conciertos y aeropuertos y viajes por carretera y escenarios y camerinos, todo ello lejos de casa y de tu gente. Cuando vuelves al hotel no sabes en qué ciudad estás, ni qué estás haciendo allí. Casi no sabes ni quién eres.


El francés Yuksek no rompe la tradición y en su segundo álbum usa como fuente de inspiración la soledad que sintió durante la gira del primero; pero le da una vuelta de tuerca y Living On The Edge Of Time es una colección de himnos luminosos, eufóricos. Unos teclados insistentes te dan la bienvenida a Always On The Run, que pronto evoluciona en algo casi rockero y reivindicativo. Le sigue White Keys, que podría haber salido de un disco de Justice, coros de niños incluidos. El pop más inmediato llega con Off The Wall, veraniega y optimista. ¿Seguro que no te has teletransportado a un disco de MIKA? Imposible no mover los pies, imposible no tararear esos "ooh-ooh".

On A Train suena (incluso en la voz) al Tiga de Far From Home pero mete un acelerón al final de cada estribillo y al final parece que ese tren vaya a atravesar a toda pastilla las mismísimas puertas del Cielo. La sombra de Justice vuelve en Say A Word. La verdad es que el disco suena a catálogo de influencias, a esas selecciones en plan Back To Mine en que los artistas comparten sus canciones favoritas, imprescindibles para entender su estilo. Lo digo como algo positivo: Yuksek sabe bien lo que le gusta, lo demuestra y está tan seguro de sí mismo que salta de un estilo a otro sin despeinarse. To See You Smile es casi una balada. La pausa viene bien porque dejamos atrás la mitad popera del disco y entramos de lleno a la discoteca.


The Edge es arrolladora. Yuksek da en el clavo: así se siente la independencia. La canción crece y crece y sigue creciendo, así que levanta los brazos y salta al ritmo si no quieres quedarte atrás. Te vas a comer el mundo. Fireworks continúa la fiesta en una sala un poco más oscura de la discoteca, o quiza hay más humo o has bebido más. Los brazos siguen en alto. Miracle suena a los mejores LCD Soundsystem, los que te hacían sudar con Losing My Edge o Daft Punk Is Playing At My House. Piensas que podrás descansar con You Should Talk pero no: la locura se desata, Yuksek hasta se olvida de cantar, ya solo importa el ritmo en perpetuo crescendo. El medio tiempo Dead Or Alive y su letra introspectiva ponen el punto y final perfecto a un viaje que en el fondo se trataba de reencontrarse a uno mismo. Verte en el último borde y atreverte a dar ese salto mortal como si tuvieras alas. Porque las tienes.

Tengo que darle las gracias a Yuksek por el viaje y el salto y la música. Es francés, es guapérrimo, hace música electrónica y se sobrepone a la soledad cantando himnos de autoafirmación. Está claro que tenía que adorarle sí o sí. Y encima hace vídeos como éstos, candidatos serios a Vídeos del Año:


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Frank Hessel - Romance en París

"¿Para qué capturar aquello que revolotea?"

Te adelanto que he empezado a coleccionar los libros de la editorial Errata Naturae. La conocí en la librería madrileña Tipos Infame, creo que era la editorial del mes o algo así, porque tenían un expositor dedicado a todos sus libros. Me gusta su línea editorial, me gustan sus ediciones (las portadas siempre llamativas y el tacto de las cubiertas: un detalle importantísimo para mí; es importante que te guste tocar al compañero de tantas horas compartidas). Siempre había querido coleccionar los libros de una (buena editorial). Ésta me ha parecido inmejorable para comenzar el intento.


¿Un Romance en París con esa portada? Pues sí. Lo entiendes al explorar las páginas del libro. Y es que lo del romance es lo de menos. Hessel retrata en el libro la vida de los extranjeros en París. De cómo juntos se adentran hasta en el último antro, las trastiendas del Moulin Rouge. Nómadas de buhardilla en buhardilla que fuman, se divierten, van al teatro, pasean de noche, no dejan placer por probar.

Son tiempos felices, la guerra parece todavía ciencia ficción sobre la que teorizar en el bar, entre trago y trago. Y quizá el amor sea eso: probar todo lo que las ciudades nos ofrecen, la lluvia y la guerra bien lejos, sentirse extranjero en cada ciudad para contemplarla así con los ojos más curiosos... Hessel parte de una anécdota para hablar de toda una época. Consigue trasladarte al dulzor de los cafés parisinos justo antes de que estalle la Primera Guerra Mundial.


El libro me ha gustado. Mucho. Pero la construcción de algunas frases me ha parecido más confusa de lo que debería ser: quizá el estilo del autor es así o quizá sea efecto de la traducción. En cualquier caso, un gran libro que invita a vivir todos los callejones de París como si fueras un niño enamorado, a punto de soltar un globo solo para ver cómo se alza entre los tejados.


No hay nada más completo, Lotte, que la mera existencia, no puede haber nada mejor. Y deje que sigamos siendo extranjeros en París. Llevo aquí ya cuatro años y sigo siendo un extraño. París es la ciudad más carnal que pueda existir: por eso nos hemos vuelto aquí puro espíritu. Vamos a través de las miles de tentaciones de la realidad como a través de un jardín floral. Lo que otros llaman pecado es para nosotros una mariposa multicolor. ¿Para qué capturar aquello que revolotea? (P. 98-99)

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Me gustas tú

Me gusta descubrir sonidos nuevos en canciones que creía conocer como la palma de mi mano.  Me gusta, ya lo dije, comprar en la panadería del chico italiano porque me recibe con su mágico "¿Qué te apetece hoy?". Me gusta toparme, en las calles por las que paso cada día, con edificios que no había visto hasta ese momento. Me gusta sentirme extranjero en las ciudades que voy pisando. Me gusta viajar sin mapas (esto lo descubrí el pasado fin de semana).

Me gusta mezclar ingredientes que no casarían; crepes con pollo y chocolate, por ejemplo. Me gusta la gente que está sola en los bares, la que lee o escribe, la que toma desvíos que nadie tomaría, la que viaja con su mochila a cuestas. Me gusta sentir una atracción inmediata por el disco de un grupo desconocido: ver una portada y sentir que tengo que escucharlo (también me pasa con algunos libros).  Me gusta ver por la calle a un desconocido que coge su móvil emocionado y sonriente: le acaban de dar una buena noticia y necesita compartirla. Me gusta el poder de una buena red social: Tumblr, Facebook, Twitter, los blogs, los foros.

 Me gusta la música que se puede bailar en la cama. Me gusta sentir el tacto de una consola nueva. Me gusta leer, leer por las noches sobre todo, aunque en Febrero he descubierto que también me gusta hacerlo por las mañanas, nada más levantarme: un buen libro te da vida ya antes de salir de casa. Me gusta Japón, pero aún me gusta más conocer ciudades, países, culturas, estilos, cosas que no conocía o no creía que pudieran interesarme; últimamente, sin ir más lejos, me gusta el cine francés. Me gusta el daiquiri de fresa y chocolate.


Me gustan los bares acogedores que, sin embargo, suben la música a tope; he comprendido que lo hacen para que así oigas solo a tu acompañante. Me gusta ir a estos bares bien acompañado pero si voy solo o estoy esperando, me gusta hablar con los camareros simpáticos. Me gusta descubrir a alguien que me hace una foto desde lejos. Me gusta un buen viaje en tren: sentado, viendo pasar las estaciones entre lectura y lectura, pasatiempo y pasatiempo. Me gusta creer en el destino, en la causalidad y en el poder de decisión que todos tenemos. Me gusta el modo aleatorio de los reproductores de música: la sorpresa, que siempre encaja. Y me gustarás también tú cuando aparezcas.

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School Of Seven Bells - Ghostory

"Who was just a place to hide from light?"

¿Puede existir una música de baile que más que para bailar sirva para escuchar echado en la cama? School of Seven Bells parecen haber dado con la fórmula. Sus canciones incitan al baile más enérgico de la misma forma que escuchándolas te apetece cerrar los ojos, acercarte los auriculares a la oreja, y entender esa historia de fantasmas. Serán las atmósferas que construye el grupo, será esa voz cantando a base de susurros fuertes que sin embargo se diluyen entre la magia de los loops, será ese regustillo a Florence + The Machine puesta hasta los topes en medio de la discoteca.

Ghostory tiene unas letras crípticas. Hablan de fantasmas, pero nunca queda muy claro quién es el fantasma: si la persona ya no está o la que se ha quedado. O si la persona está cantándole al espejo. Informándote sobre el grupo, piensas que algo habrá tenido que ver en todo esto la deserción, en plena promoción del anterior disco, de la hermana gemela de la cantante. Este disco, el tercero, lo lanzan ya como dúo. Puede que les falte un brazo pero no piensan dejar que se les note. Han aprendido, han crecido, han madurado y el disco te recibe pletórico con The Night.

El primer single, Lafaye, es una psicofonía grabada desde esa sala secreta que debe de haber al lado de toda pista de baile. A ratos los cánticos recuerdan a la mejor Enya, pero subida de revoluciones, claro. También hay temás más tranquilos, como la etérea Reappear. Lo que hace grande este disco es lo bien que fluyen unas canciones con otras, da ganas de escucharlo entero en modo repeat. Para desentrañar sus misterios, adentrarte en su bosque de antiguas columnas de hielo y metal, bailar bajo los focos que reflejan los espejos venecianos.


La joyita del disco es sin duda Low Times. Seis minutos y medio inquebrantables, con un hit hat que no perdona. El ritmo corta el aire con la fuerza de una lección aprendida. La canción habla sobre esos momentos en que te viniste abajo, pero está cantada cuando ya vuelves a estar en lo alto, dándolo todo, de ahí la euforia que transmite, especialmente en sus dos últimos minutos. Me habría gustado bailar esto a los pies de la Alhambra pero entonces aún no conocía este disco, lo conocí nada más volver. "No volverá a ocurrir", te escupen al oído. Así que baila conmigo.


Who watched me lose my life?
To a thief without a care
Who let my heart fall?
Hard to see, to disappear
Who was just a place to hide from light?
Just a cheap turf with a bigger house
You
Low low low times

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You're only a young thing 'bout to sleep with a sea of men

Viajar a solas parece un contrasentido. Viajar es algo que damos por sentado como cosa de (al menos) dos personas: dos que viajan, o uno que viaja y otro esperándole en destino. A mí, este sábado, al bajar del tren solo me esperaba Granada. Y la ciudad te recibe anónima, como todas las ciudades: con una plaza y una calle que podrían estar en cualquier país porque no parecen de ninguno. Viajaba con la excusa de inspirarme para mi novela. Me había ido de Barcelona por todo lo alto: comprando el billete apenas tres horas antes de la salida, dejando la vuelta abierta, sin mapas ni guías de la ciudad, sin planes previstos, sin reserva de hotel, encendiendo el móvil solo para hacer fotos.

Seguí el traqueteo de las maletas de la gente. Llegué a una avenida vacía. Todos los comercios con las persianas echadas, todavía: eran las ocho de la mañana. Desapareció la gente, desaparecieron las maletas y yo solo llevaba una mochila. Pensé: "¿Y ahora qué?". Granada te da todas las respuestas. Ahora caminar. Ahora seguir las inclinaciones del terreno, escalón arriba, cuestecilla abajo, plaza a través. De sorpresa en sorpresa, fuentes que empezaban a echar agua, campanadas desde el fondo de cada callejón, graffitis imitando a Magritte, frases-talismán tras cada esquina. "Quiero ser poeta > Escribe".

Fue una mañana fantástica. Exploré la parte antigua de la ciudad, adoré sus callecitas llenas de cuestas empedradas, tomé un vermut delante de la Alhambra, escribí mucho y encontré un hotel bien barato en una plaza pequeña y encantadora, con sus naranjos y su iglesia reconvertida en universidad. Pero por la tarde me derrumbé. Me sentía desorientado, me dolía la pierna, a mi alrededor todo eran parejitas y familias y grupos de amigos. Era una soledad que muerde. "¿Qué hago aquí, si ya he visto la ciudad entera?", pensaba. El hotel estaba pagado pero a punto estuve de pedir el billete de vuelta para aquella misma noche. Al final, en plena puesta de sol, recapacité sentado junto a la orilla del río Darro, en un rincón con las ruinas de un arco. Ayudaron El arte de la paz y un par de mensajes de amigos ("Improvisación es amor" y "Disfruta del paseo de tu literatura").


A eso había venido a Granada. A improvisar, a escribir, a vivir para escribir. No tenía mapas y estaba solo, sí, pero eso me permitía improvisar, y eso lo adoro.(Cuando volví a Barcelona, un amigo me contó que él, en sus viajes a solas, también había tenido puntos de inflexión similares.) Así que acabé de saborear el libro y aprovechando que lo tenía justo al lado, me metí en el Rincón de San Pedro, un garito gay muy acogedor, con ambientación retrofuturista: naves espaciales y espejos antiguos junto a la figura de un santo. Bailar house a las nueve de la noche, con gente que ya llevaba unas cuantas cervezas encima. Y lo mejor: descubrir que el local tiene un balconcito que da al río y a la Alhambra, ya iluminada. Así que alcé los brazos y me dejé penetrar por los pum-pum-pum-pum del DJ. Y entendí que después de cada "¿Y ahora qué?", sales a flote con una fuerza inusitada.

El día siguiente ya fue otra cosa. No seguí las señales sino mis intuiciones, no me sentí solo sino libre, la gente giraba por una esquina y yo esperaba a la siguiente, tras la que parecía que no habría nada y yo siempre descubría una plaza, unas vistas, un recoveco, un paseo entero, un detalle que lo significaban todo. Subí una cuesta y a medio camino vi un cartel indicando que en lo alto me esperaba la Alhambra. No tenía la intención de entrar, pero seguí subiendo. La pierna me dolía, pero eso contribuía a que cada paso se sintiera como una pequeña conquista. Ya arriba, otro "¿Y ahora qué?", así que me animé a entrar.


Nada más entrar me dieron un mapa. Acabé tirándolo porque no lo entendía. Llevaba dos días enteros orientándome por instintos y siempre había llegado a alguna parte, así que ahora esos dibujos no me decían nada. Trece años atrás, estuve en la Alhambra y apenas vi cosas porque P y yo llegamos tarde. El domingo comprendí que todo se había confabulado para que la explorase entera ahora, con 29 años, los ojos predispuestos a ver y una novela a medio escribir. Ahora y no entonces, claro. Pero es que las cosas solo tienen sentido cuando por fin ocurren.

Tuve mis recompensas. Ya me iba, después de un último vino blanco en un balcón medio escondido del Albaicín y el mejor tapeo en la Carrera del Darro, alargaba la despedida por las calles del centro. Callejeando alrededor de la Catedral, me encontré a un chico que tocaba un instrumento mágico. Era como un platillo volador y llenaba de encanto aquella plaza, parecía que estuviéramos en un templo budista. Le pregunté el nombre: hang. Con esa melodía mágica todavía resonando, en la penúltima calle antes de la estación encontré un trébol de cuatro hojas. De fieltro, así que durará siempre. Al final no necesité mapas para encontrarme. Bastó con ir a Granada y explorarnos juntos, ella a mí y yo a ella. Ahora tengo mi centro, tengo mi libro, y tengo mi trébol: todo irá bien.