Hoy hay luna llena... y un hombre camina por ella
Anoche, con la excusa de la súper luna salí a dar una "vuelta al perejil" (que habría dicho mi abuela). Uno de esos paseos sin rumbo ni duración concretos, puedes acabar dando la vuelta a la manzana o la vuelta al mundo, pensando en todo o en nada. Necesitaba despejarme. Llevaba casi todo el día escribiendo, horas y horas vertiendo párrafos tan intensos que me costaba releerlos porque algunas frases casi me hacían llorar. Y eso jamás me pasa con algo que haya escrito yo. No eran párrafos especialmente dramáticos, pero supongo que la sinceridad puede ser peor que el drama. Es curioso porque después de escribir estos párrafos, me salieron otros absolutamente anodinos, como si ya hubiera volcado suficientes sentimientos por hoy. En fin: cogí mi chaqueta y mi flamante mp3/walkman nuevo y me dispuse a recorrer mi barrio con "On The Floor" en repeat. Un poco de frivolidad nunca viene mal.
Llevaba un rato paseando, sin encontrar la luna ni la "súper luna" ni nada que se le pareciera, sólo un cielo muy negro, con alguna que otra estrella escondida entre las nubes de polución, cuando me llamó la atención que dentro de todos los bares por los que pasaba la gente estaba inmóvil en sus sillas. Todos boquiabiertos, los ojos como platos, en absoluto silencio. Hasta los vasos y los cubiertos parecían congelados en el aire, a medio camino del plato o de la boca. Se ignoraban unos a otros. Observaban ensimismados las pantallas de televisión. Era una escena ciertamente siniestra. Por un momento, pensé que nos invadían los extraterrestres o se acababa de anunciar el fin del mundo inminente. Quizá había explotado la central nuclear de Japón y una descomunal nube radioactiva amenazaba al planeta. Pero no: simplemente estaba jugando el Barça. Se nota que no suelo pasear los "días que hay futbol".
A los cinco minutos, giré una esquina y por fin vi la luna, que surcaba como si nada los edificios del Paseo Sant Joan. No la noté más grande, sólo un poco más blanca, más intensa. Más alcanzable, quizá. Casi parecía que podías alargar la mano y cogerla. Bajé por el paseo un rato, con la vista fija en el cielo. Ella, coqueta, parecía empeñada en esconderse detrás de las azoteas más altas y los árboles más frondosos, pero al final siempre acababa reapareciendo en lo alto del cielo, rodeada de la misma negrura de cada noche. Así suelen ser las cosas, ¿no? A veces parece que se escapan, pero si insistes, si tienes paciencia, siempre vuelven a estar a tu alcance. Anoche la luna siempre volvía. Su imagen me calmaba.
Satisfecho, a punto de dar la vuelta, me fijé en cierta farola junto a unos columpios. Era todo lo opuesto a la súper luna, porque su bombilla estaba a punto de fundirse: parpadeaba de vez en cuando, pero ya se pasaba más rato a oscuras que encendida. Estaba presenciando sus últimos estertores. A sus pies, había una moto de juguete abandonada. Cuando la farola se encendía, por unos segundos podías ver que la moto era roja y tenía una pegatina de Gormiti en una de las ruedas. Estuve a punto de hacerle una foto, pero me pareció una imagen demasiado triste. Miré la súper luna una última vez y volví a casa a ver una película que me habían recomendado.
1 comentarios:
"Así suelen ser las cosas, ¿no? A veces parece que se escapan, pero si insistes, si tienes paciencia, siempre vuelven a estar a tu alcance".
Me ha encantantado esa frase. Que lo sepas ;)
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