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Víctor Balcells Matas - Yo mataré monstruos por ti

"Y me besabas en todos los sitios menos en la boca,
porque no sabíamos que las bocas servían para besar."

Quise comprarlo el viernes, y allí estaba. Encima del mostrador de la primera librería en la que entré. Descubrí la existencia de "Yo mataré monstruos por ti" en la reseña que le dedicó el blog Deborahlibros, recuerdo que sentí ese "Tengo que leer este libro y no otro" revoloteando en el estómago, sensación que precede siempre a los buenos libros. Después corroboré esas vibraciones al flipar con el relato "Pizarnik", transcrito aquí. Pasaron los meses y al final el libro apareció cuando tenía que aparecer. El viernes, ya lo he dicho. Día 13. Claro.


Tenía pensada la crítica perfecta mientras lo leía este fin de semana. Pensaba: diré que en el amor somos como esta portada, que nos creemos todopoderosos, capaces de matar monstruos con nuestros bíceps transparentes. Diré que el libro habla de un primer amor, luego llega el cuarto, como Pastora en Un pedazo de tierra. Porque el título está extraído de una canción de Love of Lesbian pero yo pensaba en Pastora. Archivo de palabras tristes, Desolado, No entiendo el mapa. Y es que estaba maravillado ante el arte -a veces poético, a veces sucio, pero siempre arte- que desborda de cada página de este libro. Diré tantas cosas. Hablaré de ese desfile de amores corruptos, luminosos, divertidos, trágicos, monstruosos.

Y entonces llega el último relato, el que comparte título con el libro, y Víctor Balcells Matas te desmonta una vez más. La definitiva. Como estás en público, intentas no llorar. Así que era eso. ¿Y ahora qué puedes decir? ¿Qué coño escribes? Pues por ejemplo, que cada página de "Yo mataré monstruos por ti" está llena de poemas disfrazados de relato. Que hay puñetazos agazapados tras cada palabra, tras cada frase. Son palabras seleccionadas a traición, que eso también es un talento, puede que el mejor: impactar al lector. Impactarlo a puñetazos hablándole del enamoramiento y las despedidas, los juegos, la muerte, la ausencia, el vértigo, la sorpresa, el vacío, los celos, el sexo basto y la compañía.


En fin: que disfrutas de un golpe tras otro, hasta que llegas al final, veintiseis relatos después, y el libro te da un último mordisco, ñam, y ya no sabes si Víctor ha estado matando monstruos o te ha matado a ti, con ese bracito heroico de la portada, todo ufano él pues ha conseguido que compres y leas esta maravilla suya, pero el caso es que cierras el libro cubierto de moratones, algunos metáforicos, y te sientes más vivo que nunca, así que sonríes y das las gracias porque alguien ha vuelto a contar las pequeñas cosas como nadie, y es por eso, por todas las cosas, historias, personas y derrotas que habitan a lo largo y ancho de estas 141 páginas punzantes, que la vida merece la pena. Yo también quiero escribir un libro cuadrado.

¿Dónde estás?, gritó él. Ella contestó desde el otro lado. Nadó hacia allí y la encontró en medio, flotando, su cabeza era como una pelota apoyada sobre el césped. Se va a hacer de noche, dijo él. No me digas, dijo ella. No se dijeron nada más. El barco flotaba junto a ellos. Sólo pensaron, flotando boca arriba, con los brazos extendidos. Él piensa: Cuántas estrellas veremos esta noche, pero no sé si llegaremos a mañana. Ella pensaba lo mismo. Morir descifrando las constelaciones. Estar junto a alguien que piensa lo mismo y no saberlo. No volvieron a tocarse. Sólo cuando ella empezó a desfallecer y a ahogarse él se giró y la miró, ya sin fuerzas para socorrerla, la mira y piensa: Tú te vas primero, como cuando nos queríamos en secreto y salías del baño la primera, ajustándote las faldas, prometiéndome que nos encontraríamos al otro lado. Pero esta vez no me has prometido nada.
(Relato "Nostalgia de lo duro")

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