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So call in the submarine, round the world we'll go

Siempre he pensado que no se me da bien consolar a los amigos. Siento que no sé qué decir y, en vez de callar, a menudo recurro a tópicos, frases de ánimo que podría decirles alguien que no les conoce, y me siento aún peor que si no hubiera dicho nada. Y me da rabia, porque sé y aprecio lo mucho que me ayudan mis amigos cuando yo estoy mal. Ahora que tengo la suerte de encontrarme en una etapa muy positiva, me fastidia aún más sentir que no soy capaz de consolar como se merecen a esos amigos que están de bajón.


Gracias a las maravillas de la vida 2.0, últimamente recurro también a enviar canciones mediante links de YouTube o Spotify. A veces la letra de una canción transmite perfectamente lo que querías decir. Otros con más arte han pensado por ti lo que tú no eres capaz de expresar, le han dado forma de poesía y han acompañado esas frases poderosas de música. Pero una canción, por muy bonita que sea, por mucha buena voluntad que le pongas al dedicarla, nunca puede ser suficiente.

Estas últimas semanas, tres amigos distintos me han dado las gracias por animarles, escucharles o, simplemente, estar ahí. Y me he sentido inmensamente afortunado. No sé si afortunado es la palabra. Honrado. Honrado por su amistad, por descubrir que, en contra de lo que siempre creo, he sido capaz de ayudarles aunque fuera un poco, del mismo modo que ellos me han ayudado a mí otras veces. Supongo que, al fin y al cabo, en eso se basa toda amistad: en estar ahí. Estar ahí incluso en la distancia.

Seguiré esforzándome en mejorar mis frases de ánimo, pero no olvidaré que a menudo lo más importante es escuchar.


Para animar a un amigo en dificultades el secreto a revelarse es el siguiente: un verdadero Samurai no debe pavonearse ni perder confianza. Debe ir siempre hacia delante, sino no avanzará y será totalmente inútil. 
Si queréis sondear el corazón de un amigo, caed enfermo. 
(Yamamoto Tsunetomo, "Hagakure")

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3 comentarios:

kuroratsu dijo...

Suposo que a tots ens passa aixo... A vegades em trobo igual, però bé... al final tot va com te que anar...

Z dijo...

el valor de la amistad se descubre en la pérdida. Bien porque la has perdido, en cuyo caso la añoras cuando descubres que no la habías calibrado en su justa medida, bien cuando estás perdido, en cuyo caso vendrá a tí a entregarse sin pedir nada a cambio. Triste verdad es esa de que para encontrar una alegría debamos pasar primero por una penuria!

Y en esto pasa como con todo, el valor de cada amistad está en los ojos del que la recibe, no es algo objetivable. A tí a lo mejor te parecía que no decías cosas brilantes, pero a veces simplemente estar ahí es más importante que decir grandilocuentes frases. Y la prueba la tienes en esas tres gratitudes. :)

Alex Pler dijo...

Marc, pensava que només em passava a mi però amb aquesta entrada he descobert que no...

Z, como siempre, muchas gracias por tus reflexiones. "El valor de cada amistad está en los ojos del que la recibe". Totalmente cierto. Quizá por eso este fin de semana me he esforzado en demostrar a la gente que me hace feliz con su amistad, que tienen ese poder sobre mí. Hay que dar gracias por el cariño que recibes.

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