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Florrie - Late

"Happiness don't mean a thing until you let it in."

Florrie vuelve a la carga. Y va a por todas, consciente de que ella lo vale. Nuevo EP, el último de hecho, porque a pesar del éxito cosechado como artista autosuficiente, ya era hora de probar nuevos horizontes. Florrie ficha al fin con una discográfica y lanzará su álbum debut en 2013. Siempre viene bien un punto de ambición.


Y ambición es precisamente lo que rezuman estas cuatro canciones. Ha afianzado su estilo: letras hipnóticas, casi repetitivas, pocas frases que vienen y van para definir toda una historia. Confía en su voz hasta el punto de probar nuevos registros. Florrie ya no es sólo la chica monísima que canta, ahora también dispara y da en el blanco.

Se nota más que nunca la herencia de Xenomania. Las canciones de Late mutan, explotan, te arrollan, vuelven a sorprender... Tantas melodías darían para unos cuantos temas pero ella los concentra en apenas cuatro minutos de canción. Atento a la locura ochentera de Every Inch, por ejemplo. O a los mil puentes de I'm Gonna Get You Back.


Si en Experiments tanteaba varios terrenos, aquí Florrie suena simplemente triunfal. Puede permitírselo, te tiene conquistado. Por eso, antes de irse una noche más por la puerta, se gira y repite lo que está por venir: mucho y muy bueno. Ganaremos, te dice. Paciencia pues. Tus brazos bien abiertos, que toda espera tiene su recompensa.


I will only bring you happiness
Boy you're always wanting more
But if only you'd let
Just a little bit of happiness
Into your eyes
Then we can compromise


(Puedes escuchar gratis todo el EP y comprarlo en Florrie.com)

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Kings of Convenience (Sheer Simplicity)

Mi cama huele a incienso. De musgo o aqua, incienso japonés, suave, sin humo. Es el que utilizo cuando escribo o leo o sencillamente quiero relajarme. Y en momentos así, Kings of Convenience son la compañía perfecta. Su vocecilla flota como el humo invisible, sus guitarras me abrazan. Es de noche y estoy a salvo. No necesito más.


Empecé a escucharlos el año pasado. Buscaba un refugio y ellos me lo dieron. Luego se sumaron grupos como Noah & The Whale o Cocoon. Cantan caricias más que canciones. Y cómo me gustan las caricias. Con ellas, canción a canción, construyo refugios en mi cama. Es pequeñita pero de noche, y también algunas mañanas, cabemos los dos.

Me gustaron sus títulos, de ecos casi mitológicos: resistencias en tiempos de paz, declaraciones de dependencia, protestas en calles vacías, oro en el aire de verano. Evocan balanzas en eterno equilibrio, piezas que encajan. Te desprendes de lo que no funcionaba y abrazas lo que sí te hace crecer. Encuentras al fin tu centro.


Kings of Convenience actúan por partida triple en este Primavera Sound y, si tengo suerte, espero disfrutarlos, y además bien acompañado. Pero pase lo que pase, con prima o sin ella, hoy más que nunca, me apetecía compartir contigo estas 13 canciones. Deseo que te acaricien como a mí, que te acompañen mientras buscas tu centro o te sumerges en él si ya lo has encontrado. Todo irá bien.


Know-How (feat. Feist) (Radio Mix)
I'd Rather Dance With You (Radio Mix)
Rule My World
Peacetime Resistance
Misread
Boat Behind
Homesick
Me In You
Gold In The Air Of Summer
I Don't Know What I Can Save You From (Röyksopp Remix)
Love Is No Big Truth
The Build Up (feat. Feist)
Winning A Battle, Losing The War


What is there to know?
All this is what it is
You and me alone
Sheer simplicity.

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Summer son, he burns my skin

Llega el calor y no te lo crees. Mantienes la chaqueta con un punto de orgullo, tú sabes más que el tiempo. No durará nada. Nunca lo hace. Una primera noche fresca parece darte la razón y sin embargo, pronto el calor vuelve para quedarse. Renuncias al fin a la chaqueta, qué remedio, intuyes que lo mejor será dejarse llevar. Ni siquiera te abrigas ya cuando se levanta junto al mar algo de brisa. Confías en el buen tiempo.


Pero qué fácil era comprar chocolate y helado, consolarte antes que disfrutar, soñar con lo que vivían otros en las películas en vez de sentirte su cómplice. Qué fácil estar seguro de saberlo ya todo. Te construiste un refugio y ahora toca salir. De viaje, de vacaciones, de paseo. Hacer fotos a cosas nuevas y conservarlas, descubrir nuevas canciones. Volver a aprender, sobre todo.

Todo el invierno quejándote del frío, lo que darías por un poco de sol, y cuando por fin el ansiado calor se instala sin remedio, pasas entonces a quejarte de los aires acondicionados. Del sudor y de los mosquitos y de la arena de la playa, como si hubieras sabido desde el principio que el verano conllevaba todas esas cosas. Qué cómodo era el sofá y, aun así, qué tentador parece ahora ese trampolín. Saltemos.


En el fondo, deseabas también sentir la arena, aunque fuera de rebote, por el mero placer de sacudirla de la toalla. Querías calor, pues aquí lo tienes. Quítate la chaqueta. Abraza el verano, abrázalo con todas sus consecuencias. Es la imagen perfecta: sudar al final del trayecto. Significa que has sobrevivido. Que no estás solo.

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Are you qualified for life?

Estamos dejándoles ganar la partida. Miradles las caras, salen en los periódicos y en sus ruedas de prensa: siempre ojerosos, con canas prematuras, las operaciones excesivas de quien está a disgusto con su cuerpo. Pero sobre todo lánguidos, infelices, la única sonrisa que conocen es la de los cretinos. Poco a poco, nos estamos convirtiendo en ellos. En sus sombras, al menos.


Eso noto últimamente. La gente pasea por las tiendas con el miedo del niño al que le han dicho demasiadas veces que romperá algo si lo toca. El desánimo hace mella y nadie sonríe ni siquiera ahora que llega el buen tiempo. Calma tensa. Y se entiende, claro que se entiende. Se critica mucho a Sálvame, pero peores son los telediarios con su catastrofismo. Ya no informan, sólo asustan, porque saben muy bien que quien tiene miedo, agachará la cabeza.

Y no. La cabeza hay que levantarla. Bien alto, hasta las nubes si es necesario, porque las nubes jamás podrán recortarlas. Gastemos, pero no en lo que anuncian sino en lo que de verdad nos llena. Convirtamos los caprichos en gastos productivos. Llevemos camisetas de colores, que los trajes grises se los queden ellos. Y las corbatas, que se ahorquen con ellas si quieren, yo prefiero desabrocharme dos botones de la camisa. Enseñar, seducir, porque puedo hacerlo. Que vayan otros a los entierros.


Compartamos el entusiasmo por las pequeñas cosas. Los besos, los paseos, el sol reflejado en un coche y la lluvia limpiando el balcón, las manos amigas, el baile, la risa, los puentes cruzados, las canciones en la ducha, un abrazo antes de desayunar. Son las mejores cosas porque son gratis y además son sólo nuestras. Ellos, instalados en sus tronos altísimos, ni siquiera pueden apreciarlas, les parecen minúsculas.

Protestemos siendo gente feliz. Quien es feliz necesita menos; necesita tan poco que, para empezar, no los necesita a ellos. Échemosles a sonrisas mejor que a patadas. Sé que acabaremos ganando porque cuando sonríes cada día, por fin entiendes que importas más tú que cualquier prima fea. Sonríes y eliges mejor.

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Pastora - Una Altra Galàxia

Historias que se quedan en el limbo para dejar espacio a que empiecen otras. Esta temporada de How I Met Your Mother, hubo una escena muy emocionante en la que el protagonista, Ted Mosby, por fin pasaba página a una vieja historia y, al salir a la calle, se vio inmerso en un mar de paraguas amarillos. Las posibilidades infinitas que aparecen cuando por fin echas a andar. Otras galaxias, en palabras de Pastora, porque de eso va este disco.


De imaginarte a ti mismo sin un después, fluir por fin, acariciar, cambiar la nostalgia por cosas que hacer y los malos hábitos por efervescencia, admitir que sí, entender que cada día es un regalo de Navidad, tener suficiente humor para no exigir lo perfecto sino lo que va llegando a tu vida, abrazarlo tal cual es, saber que con la compañía adecuada uno y uno pueden sumar mil. Incluso cantando en catalán, Pastora mantienen su habilidad para dar con las frases exactas.

Hay 6 temas nuevos, hay canciones rescatadas de otros discos pero revestidas para la ocasión (Planetes Marins y la siempre perfecta Dolços Somnis), hay versiones (Quan Es Faci Fosc de Sopa de Cabra, Wonferful Life de Black, adaptada al catalán con mucho acierto), pero sorprendentemente, el disco es muy homogéneo. En temática y en sonidos. No queda claro si la otra galaxia simboliza el cambio de idioma; de ser así, han llegado a buen puerto. Están más que cómodos: contentos.


En la festiva Quan La Mercè Està Contenta!, Mercè es Lola en una nueva verbena, ya no se esconde bajo un pseudónimo porque ya no busca follones. Ahora le basta con sonreír y dar palmas. El grueso del álbum recuerda en cambio a los Pastora de la La Vida Moderna, aquel pop electrónico de atmósferas intimistas que tan bien se les da. Carícies, por ejemplo, te hace volar como las caricias que usa por título. Mals Hàbits podría ser de Carlos Jean, con esa guitarrita a la que pronto acompañará un hipnótico bajo.

El pop-rock luminoso de Semblava Mentida (¿Natalie Imbruglia un día de sol?) convive con el dance cósmicamente sabio de Una Altra Galàxia; la psicodelia de Penso En Tu abre paso a las estanterías desnudas y las sábanas y las ganas de seguir de 1+1=1000. Y es que hay veces que dejas de necesitar calculadora en la cama. Una tarde alguien te hace sonreír y las cuentas salen solas.


He fet pastís de poma i l'he mossegat a estones
He volgut ficar-me dins la rentadora
He sortit al pati i he tornat a entrar
He mirat enrere i cap endavant
He demanat molt més, he dit no hi ha dret
He canviat nostàlgia per coses a fer
He cridat al bon temps i ha sortit de cop
Una mena d'energia que em convida a ser millor

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L'art d'aimer

"No hay amor sin música."

Hay muchas formas de enamorarse pero al hacerlo todos escuchamos música. No necesariamente violines, ni siquiera literalmente notas musicales, pero sí una sensación de que por fin todo encaja, armonía que fluye y nos calma. Y la música es eso, al fin y al cabo. No lo tienen fácil los compositores: tienen que enamorarnos con cada nota de piano, incluso si ellos todavía no han descubierto el amor. De eso trata la primera de las historias de El arte de amor.


"No debemos rechazar lo que nos ofrecen."

Vidas cruzadas, personajes que mienten y se desnudan. Amar a extraños a oscuras, besar a una recién llegada, reencontrarte con tu marido, compartir, esperar al momento propicio. Hay muchas formas de amar y todas son correctas. Eso parece decirte, recordarte la película. Ama como quieras, pero ama. Todo en un tono de comedia ligera, tan ligera que a veces se convierte en drama. Los disgustos de la vida, pero a veces los disgustos se transforman en sorpresas, bien lo sabes.

"Es difícil dar como uno quisiera."

En fin: sigue conquistándome el cine francés. Y no debo ser el único al que le pasa, porque parece que cada vez se estrenan más películas rodadas en Francia. Las claves: un humor muy nuestro, nunca zafio, un buen equilibrio de drama y romance. Y los actores y actrices, claro, porque menudos repartos gastan. Encantadores todos y, lo más importante, con mucha química entre ellos. Por eso los diálogos brillan.


"Paciencia."

La venden como comedia romántica y es mucho más que eso. "Una mirada a las relaciones en el siglo XXI" sonaría pretencioso pero la película es justamente eso. Nunca como ahora habían tenido tanta importancia términos como follamigos, infidelidades, parejas abiertas, monogamia, ir despacio, conocer gente nueva en un mundo donde parece que todos estamos relacionados. El arte de amar: damos muchas vueltas para acabar volviendo a lo que siempre habíamos deseado. Besos y abrazos mientras suena música. En la minicadena o en nuestra cabeza

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Gracias, Glee

De pequeño me apunté a clases de teatro. Tenía 10 años, acababa de llegar a ese colegio y pensé que gracias a aquella actividad extraescolar conocería a gente afín con la que sentirme un poco más ubicado. La primera tarde esperé y esperé, y no llegó nadie, ni siquiera el profesor. Habían cancelado el taller porque sólo yo estaba apuntado. No consideraron oportuno avisarme. Casualidad o no, desde entonces me encerré en mí mismo, en mis lecturas.


Comprendí que estaba solo. Tendría que sobrevivir por mi cuenta, soportar las burlas como quien limpia el barro de los pantalones después de un día lluvioso. Empecé a escribir porque eso lo hacía para mí, era mi refugio. Qué distintas habrían sido las cosas si alguien más se hubiera apuntado a teatro. Quizá ahora seríamos actores. Pero estoy orgulloso del camino recorrido. Primero tuve que ser un chico introvertido para acabar convirtiéndome en alguien capaz de dar saltos.

Glee es irreal, un cuento de hadas pop, exagerado, entrañable. El Edén de los desubicados. Es esa clase de teatro que te gustaría haber tenido, ese lugar en el que podrás ser tú mismo. Y reinterpretarte, redescubrirte. Porque no eres quien te dicen que eres, un poca-cosa al que lanzar batidos, eres esa persona que deslumbra en un escenario. Subes y cantas los temas pop que te gustan y lo haces con un vozarrón y algún día te enamorarás y llegarás a Broadway y te aplaudirán. No mereces menos.


Sí, me gusta Glee. Me gusta que reinvente el sueño americano en su vertiente más Disney y marica. Seas gordo, gay, judía, paralítico, bailarín cuando los demás cantan, maniática compulsiva, negra, libanesa, pobre, estés embarazada, pretendas combinar el futbol con el canto, pienses que nadie te va a querer jamás, creas en los unicornios, prefieras las mujeres mayores o tu imagen en el espejo... En el instituto McKinley hay un pequeño auditorio donde otros te escuchan. Y cantan contigo.

No hay serie de televisión que haya hecho más por la normalización ni (más importante) por dar cobijo. Que te sientas acompañado, que sonrías cada semana, canción a canción. Saber que en alguna parte hay más desubicados como tú y que acabarás conociéndoles. En la adolescencia esto parece una quimera. It gets better, todo es posible, pero mientras tanto ven con nosotros.


Para mí Glee termina aquí. Yo ya sé lo que me esperaba después del instituto. Sé que hay vida. Pero me alegro de que para otros la serie siga adelante. Deseo que gracias a Glee se atrevan a cantar, se apunten a teatro, escriban, arriesguen, se acuesten con quien de verdad les gusta (y siempre hay alguien que de verdad nos gusta). Ser uno mismo, siempre y en abierto: no existe otra forma de sobrevivir. Después de muchos tumbos, al final todos llegamos a nuestro Nueva York particular.

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Retornar a la belleza de las cosas inconexas

"Porque si estás ahora aquí no es para escoger, tú ya elegiste.
Has venido a intentar comprender por qué lo hiciste."
(The Matrix)

Los paneles de visualización. En lo que va de año, ya son dos las series que les dedican un capítulo; el caso más reciente, el de 2 Broke Girls (comedia feroz que recomiendo a todo el mundo). Los esquemas son parecidos: un personaje le enseña a otro esa pizarra en la que va pegando imágenes y frases motivadoras, un resumen visual de todo lo que quiere atraer a su vida. El otro al principio se lo toma a coña, cómo va a funcionar eso.


Pero entonces suena el teléfono con un encargo o aparece alguien nuevo dispuesto a ayudar y piensas: vaya, pues sí. Y cuelgas una foto en la pared, un "por si acaso" inocente. Así jugando, descubres que los "por si acaso" también funcionan. Y es que cualquier gesto mínimo atrae cosas buenas. No es magia. Es ponerte en movimiento. Porque siempre llega un día que te das cuenta: tú eras tu único enemigo.

Tú quien mantenía las puertas cerradas, quien boicoteaba relaciones justo cuando se encarrilaban, quien decía "no" a todo. Y culpabas a los demás, a las circunstancias, al equipaje pesado y a la mala suerte pero eras tú quien pisaba el freno. Sí, en cuanto empezabas a sentirte bien, no hacías más que buscar excusas que justificasen ese frenazo en seco de tus pies. Como si estuvieras convencido de que no merecías ser feliz. Que era mejor consuelo el del negro constante.


Lo bueno es que eso significa que también está en tu mano activar, trabajar, crecer. Porque no se trata del panel: eres tú quien pone en marcha la suerte, quien ajusta tu frecuencia. Sólo tienes que encontrar un sistema que te funcione. Me siento afortunado de tener alrededor gente afín que cree en estas cosas. No sé si el fin del mundo nos tiene a todos más místicos o si será cierto que compartir sirve de imán. El caso es que me puse en serio con este blog, me compré un cuaderno, visualicé en ellos. Me atreví a desear. Y por eso estás ahora aquí. Más, por favor.

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It always comes as a surprise

Proyectaban la película sólo para mí. Entré en la sala de cine vacía y para mi sorpresa la pantalla estaba encendida, daban los tráilers con completa normalidad. Una vez me contaron que las proyecciones están programadas. Tomé asiento con una sensación rara, pensando que quizá si no hubiera entrado o que si ahora me levantaba y salía, la pantalla se apagaría, no habría película. Más que privilegiado, me sentí intruso. Luego la película empezó y pude disfrutarla tranquilo, casi como en mi habitación (es decir, si mi habitación se hubiera convertido por una tarde en una inmensa sala de cine).


Con 10 u 11 años, e incluso más tarde, ya de adolescente, estaba convencido de que el mundo iba construyéndose a medida que mi mirada se giraba, que después todo desaparecía en cuanto le daba la espalda. Así que a cada paso, me sorprendía de que el mundo estuviera allí. Era una sensación extraña. No exactamente de estar en el Show de Truman, sino de cosa efímera. De fallo en el sistema, como un videojuego: matrices y texturas sin cargar. ¿Y si algún día me daba por girarme demasiado deprisa y descubría entonces la nada blanca que se extendía detrás de las cosas? Todo podía desvanecerse, me quedaría atrapado, no habría nadie.

Quizá por eso me esfuerzo tanto en que las cosas existan, en que tengan nombre. Sí, no creo que aquel trauma infantil esté superado del todo. Sigo sin estar muy convencido de que las cosas existan cuando yo no estoy o yo no las veo. Y a veces siento que estoy en un bosque solitario y enseguida echo a correr, por si acaso a los árboles les da por caer y descubro que no hacen ruido. Necesito tocar las cosas, agarrarme a ellas, cerciorarme de que existen. Fluyo agarrándome a las rocas.


Pero poco a poco, me suelto, no te creas. Tengo casi 30 años y he descubierto que, aunque entre a un cine vacío, proyectarán la película sólo para mí. Empiezo a confiar en las cosas, ahora puedo verlas y convencerme de que son sólidas sin necesidad de tocarlas. Por eso, sé que un día, muy pronto, cuando por fin durmamos juntos, me despertaré por la mañana y, como el dinosaurio del microcuento, todavía seguirás aquí. Pero me gustará hacerme el sorprendido.

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We'll see daylight through the blinds

En el visor de la cámara todo parece más lejos. Caminas por la calle, algo te impacta, quieres capturarlo y entonces, al mirar por el visor, la imagen se deforma: el horizonte lo ves ahora inalcanzable, la calzada más ancha, la ventana entreabierta que pretendías fotografiar se ha vuelto diminuta, aparecen ramas y obstáculos donde para tus ojos no había nada. Haces la foto igualmente pero no te quedas satisfecho, porque no es como la habías imaginado. Días después la pasarás al ordenador y sólo entonces, al verla en todo su esplendor, descubrirás que la foto te gusta, que es buena, que lo que parecía una distorsión de la realidad era de hecho el resultado perfecto.


Son curiosos estos cambios de percepción. Recuerdo cuando el año pasado participé en la carrera del Corte Inglés. Como no estoy acostumbrado a correr, el primer kilómetro se me hizo eterno; no por difícil, simplemente mis pies no calculaban bien las distancias. Luego vi que aguantaba bien y los siguientes tres kilómetros fueron muy amenos. Llegaron las cuestas y con ellas aumentó mi agotamiento, los carteles que indicaban el número de kilómetro parecían no llegar nunca. Pero a partir del Estadi Olímpic, el subidón de energía y felicidad y saber que llegaría a la meta sin problemas ayudaron a que la mitad de la carrera restante pasase como un suspiro.

En realidad todos los kilómetros medían lo mismo, se habían instalado las señalizaciones perfectamente. Quien cambiaba era yo, o mi mente, las ansias de llegar antes o cansarme menos. Y lo que para mí fue una hazaña, correr nada menos que diez kilómetros, para otros como Murakami es su entrenamiento diario. Igual que otros se sorprenden con el ritmo al que actualizo este blog, cuando yo lo utilizo como estiramientos para meterme de lleno a escribir la novela. A mí lo que me parece irrealizable es cantar bien o componer música, por ejemplo.

Durante esa fase en la que dos personas "sólo" están conociéndose, sorprende hablar con ellas. Para uno, las cosas irán a toda velocidad, no está acostumbrado a lanzarse a la piscina, y aunque le da un poco de vértigo, como montado en un avión hipersónico, lo está disfrutando sin pensar en la posible meta. Para el otro, en cambio, todo avanzará muy despacio, le gustaría dar un salto y decir más cosas, atreverse a cogerle la mano o darle más besos, llegar por fin a ese destino que imagina, pero es paciente, le bastan esos momentos compartidos semana tras semana. Las sonrisas son su punto de unión. Las sonrisas y las conversaciones de las que aprender y las cenas y el cine y la música. Todo lo demás ya se verá.


Las embarazadas prefieren esperar al cuarto mes para hacerlo público y no es que hasta ese momento no hayan estado contentas, incluso habrán pensado ya algún nombre para el bebé. Todo son efectos ópticos, percepciones distintas de una misma cosa. Las cosas, en realidad, no están lejos ni cerca: simplemente están; no van deprisa ni despacio: van, ni más ni menos. Por eso, en cuanto veas una imagen que te gustaría conservar, coge la cámara, sin miedo, y dispara. Da igual lo que muestre el visor. Click. La foto saldrá bien.

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Words and Music by Saint Etienne

"But in the end, the conversation always turned to music."

La emoción de escuchar el primer disco que compré con mi dinero. Entonces los discos no eran tan caros. Los nervios durante esas silenciosas milésimas de segundo después de pulsar play. Aquel primer concierto de Madonna al que fui solo, y las personas que me hablaron allí, desconocidos con los que durante hora y media compartí el placer de la música. Todos los conciertos que llegaron después, siempre especiales. Las canciones que me hacen temblar, las canciones que me recuerdan al olor del agua caliente cuando de pequeño me zambullía cada domingo en la bañera, las canciones de cada amor y las de cada amigo, la banda sonora de una excursión escolar, esa canción que me daba ánimos de camino a mi primer trabajo basura.


"I used Top of the Pops as my world atlas."

La música es tu museo de momentos especiales. Dicen que hay personas que pueden vivir sin música, pero tú no conoces a ninguna. Ni quieres: te gusta rodearte de gente con la que compartir música, que te descubran grupos nuevos y que reciclen los recuerdos de las canciones que ya conocías. Cada día tienes que escuchar música. Compartir una canción en Facebook, sacar humo a Spotify, llevar encima el mp3 siempre que sales de casa (puedes dejarte otras cosas, pero el mp3 nunca), bailar cuantas más noches mejor, ver vídeos en la tele o en YouTube, que te envíen canciones (el símbolo rojo de Spotify te hace sonreír).

Por eso, Saint Etienne han grabado este disco para ti. A ellos también les pasa, no conciben un día sin música, para ellos sería como no comer. Se enamoran bailando música disco en Last Days of Disco, se preparan para el concierto de su grupo favorito en Tonight, homenajean a los auriculares que tan buenos momentos les dan cuando andan por la calle en I've Got Your Music, dan las gracias a esas personas que tienen el don de recomendar la canción adecuada en Record Doctor, bailan al son del DJ en la canción homónima...


Los desenfrenos bailables se mezclan con los momentos introspectivos a oscuras en la cama, y a veces ocurre dentro de un mismo tema, porque la voz suave de Sarah Cracknell se presta a estos saltos. Y eso es el amor por la música: cruzar fronteras, mezclar géneros, la mente siempre abierta. Ir a conciertos de grupos que apenas conoces y poner una estrella a esa canción sorprendente que acaban de mandarte. Abrazar los discos de gente que ama a la música, quizá no sean discos perfectos, pero hablan de ti. La música como religión: "I didn't go to church, I didn't need to." No, no había título más definitorio para este disco. Words and Music by Saint Etienne.


It would be there for me
When I was married
And when I had kids
I'd grow old
And music would still be so important 

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Seis puntos sobre Emma

"De vez en cuando, yo también necesito
que alguien me diga que todo va a salir bien."

Emma es ciega y reparte esperanza y es optimista y siempre anima a los demás y les recuerda su valía y se expresa sin tapujos y pase lo que pase ella sigue adelante. Vive y sobrevive. Prefiere ir de pie que sentada en el transporte público porque no es frágil. Pero aún así, debajo de esa fachada toda sonrisas y gorritos monos, a veces Emma necesita que alguien la abrace. Aunque ella lo disfrace de búsqueda maternal, porque estas cosas las disfrazas, así son más llevaderas, es como si estuvieras jugando.


El poder de los abrazos. Creerte absolutamente independiente y descubrirte de pronto en los brazos de alguien. Dos brazos intensos que te rodean y para hablar de los pequeños temas importantes. Y confiesas las necesidades que hasta ahora escondías, se las cuentas a quien te está abrazando, porque él te escucha. Lo sabes. Lo sientes. Todo va a salir bien, te dicen esos brazos. (¡Y cómo no va a salir bien si son los brazos de Álex García!) La película es un repaso a los descubrimientos que hace Emma, punto por punto. Porque ella también tiene mucho que aprender, aunque empiece creyéndose de vuelta de todo. Eso sí, la debería de haberse titulado Siete puntos sobre Emma, porque falta un último punto, el séptimo. Pero dejaremos que sea Emma la que abra los ojos en el futuro.

A la hora de la verdad todos queremos encontrar a alguien que nos valore. No sólo por las cosas buenas, también (y sobre todo) por todas esas vergüenzas que nos gustaría ser capaces de esconder y no podemos. Seis puntos sobre Emma acierta de pleno al explorar las necesidades emocionales de un grupo de outsiders: la chica sorda y lesbiana (llorarás cuando explique su cita), la tetrapléjica, la depresiva, el subnormal que con sus comentarios fuera de lugar es el más listo de todos, la chica que perdió varios dedos... Verles enamorarse, descubrir que a veces sólo hace falta alguien que te empuje haciendo zig-zag o que te haga reír con un chiste malo, es asistir al germen del amor. Incipiente, ingenuo y gracioso.


Una película bonita, personajes encantadores e interpretaciones a la altura, una música que realza los sentimientos y los paisajes de Tenerife con cada nota de piano. Como la francesa Intocable, Seis puntos sobre Emma rompe sin contemplaciones las tópicos y los tabús de eso que llamamos "minusvalías", como si alguien estuviera a salvo, como si no tuviéramos todos algo que querríamos cambiar. Porque la auténtica ceguera es negar las evidencias. Te gusta el olor y el tacto de un chaqueta porque te gusta su dueño. Tan fácil como eso.

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You mix it all together in your dreams

"No hay receta para lo nuestro, tendremos que improvisar."
(Bon Appétit)

Mejorar la receta. Deberías aprovechar todas las oportunidades para hacerlo. No acomodarte, no dar por hecho que como a todos les gusta tu plato estrella, ya siempre acertarás. Mejorar la receta es también improvisar. Mi escena favorita de Bon Appétit es cuando él tiene que preparar una cena con cuatro ingredientes: espaguetis, huevos, una naranja y un caramelo de menta. Y triunfa. Claro que él es cocinero profesional, pero la vida te sorprende con ingredientes que parece imposible mezclar y puedes cocinarlos. Sólo tienes que atreverte.


Me salían muy bien las hamburguesas. Estaba contento con mi receta. Tampoco tenía gran complicación: lechuga, champiñones, queso y mostaza. Y un panecillo mejor que el típico pan de hamburguesa industrial que no hay quien se lo coma. Todos los amigos las devoraban encantados. Me las prometía felices con mi plato, tan rápido de preparar y tan rico. Hasta que llegó ese chico que, al comerla, simplemente se encogió de hombros. Nos reímos mucho. Quedaba claro que no era la mejor hamburguesa de su vida, y yo tampoco lo pretendía, ojo, pero me frustré.

Al principio lo achaqué a su paladar: siempre es más fácil culpar al otro. Durante una semana no repetí la receta, cociné otras cosas. No quería recordar aquel encogimiento de hombros, y eso que el resto de la cena había ido bien. Al final me animé: "por mis huevos que esta noche voy a cenar hamburguesa". Esa valentía que te entra cuando quieres demostrarle al mundo que no te equivocas, que los locos son los demás. Y tenía la hamburguesa a medio preparar cuando me acordé del chico y pensé en que me gustaría que la disfrutase como todos y decidí que igual añadiendo un par de ingredientes tendría más sabor: aceitunas negras y una rodaja de tomate. Así fue. Ahora estaba mucho más buena, tuve que reconocerlo. Siempre le había faltado eso, pero confiado como estaba en mi vieja receta, no me di cuenta hasta que ese chico se encogió de hombros.


Comprendí que cada encogimiento de hombros es una invitación a mejorar. Y desde entonces, no me acomodo. Pruebo nuevas recetas. Y ahora sé que gustan más, que toda alabanza es sincera. Creemos tenerlo todo y todavía hay espacio para mejoras. Así aprendes a improvisar, sí. Improvisar para que incluso cuando no elijas tú los ingredientes, como el protagonista de Bon Appétit, puedas preparar la mejor de las cenas. Ahí está la gracia de los juegos (y la vida es el mejor de todos): en ganar con las cartas que otros te reparten.

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Well, that's just me before we met

Eres tú. Cuesta creerlo, pero lo eres. Resulta que Fotolog sigue abierto y ahí están tus fotos. Tus fotos y tus textos. Tampoco hace tanto, las últimas entradas son de 2009, hace apenas 3 años, pero ya no te reconoces. Es como cuando relees textos que escribiste de adolescente (y más recientemente, incluso: entradas de este blog, respuestas dejadas en los blogs de otros): te sonrojas, qué ingenuo eras, cómo te las dabas de maduro, qué poco mundo, cuántas hostias te quedaban por delante.


Pero eso es bueno, síntoma de que evolucionas. Imagínate quedarte encallado, ser el mismo que 10 años atrás, una anomalía espaciotemporal, un fantasma atrapado y ridículo. Nada como adquirir nuevas perspectivas. Moldearte con cada decisión que tomas, conocer gente nueva que te enseñe lo que desconocías, y aceptar que, llegados a cierto punto, quienes no tienen nada más que aportarte quedarán atrás. Aprender. Volverte más guapo, también. El peinado que te queda mejor, la barba con la que te sientes cómodo, la ropa que te ayuda a caminar con más ímpetu. Y la sonrisa: ya estaba en esa foto que tu madre tiene en el comedor de su casa, pero se perdió por el camino y ahora la has recuperado. Los cambios también tienen un poco de selección, quedarte con lo mejor porque en el fondo es imposible convertirte en alguien completamente nuevo.

Eso sí: con las redes sociales y la vida 2.0, tu evolución queda documentada hasta el último detalle y para siempre. Y a veces tienes miedo, porque todas esas fotos antiguas pueden ser muy traicioneras. Tan bien que te gusta venderte y ahí están las pruebas de que antes eras un crío, y tenías cara de pan y más barriguita, y vestías con menos gusto, y sabías menos de música, y sólo veías películas palomiteras, y te expresabas como el crío que eras. Tienes miedo: seguro que ese chico, el chico que te gusta, si lo descubre, pensará que ahora llevas muchas máscaras, dejará de verte como eres ahora y verá en su lugar a quien eras antes, ¿y cómo le vas a gustar así?


Temías que se rompiera el hechizo y al final ocurre justo lo contrario. Lo descubres al ver sus fotos. De repente, sonríes al verle tan niño hace apenas 3 o 4 años, con esos pelos y esos comentarios despreocupados. Pues claro, también él tuvo que crecer. ¿Cuándo dejó de ser así, qué le impulsó a cambiar, qué decisiones? Ya lo irás descubriendo. Sonríes porque estás orgulloso de que haya encontrado su estilo, ese con el que te deslumbró; orgulloso también de que haya descubierto que el mundo es mucho más grande y de que ahora valore las mismas cosas que a ti te parecen importantes. Comprendes que no somos máscaras sino precisamente el resultado de cada evolución. El camino recorrido es un valor añadido. Cuántos más kilómetros y más cambios hayamos atravesado, más mérito tendrá ser quienes somos en el presente. Tienes que estar orgulloso.

"Antes yo no era así."

"Yo tampoco. Por eso nos hemos conocido ahora."

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Adiós, Mujeres Desesperadas

"Even the most desperate life is oh so wonderful."

Parece un sitio perfecto para vivir. Su nombre sale flotando de la boca de la agente inmobiliaria como el humo de una taza de café: Wisteria Lane. Con sus casitas de colores pastel, todas bien alineadas a lado y lado de una calle por la que apenas pasan coches. Quieres vivir ahí, entre vecinos que te saludarán desde la distancia cuando saquen al perro, jardines con el césped perfectamente cortado, periódicos que se repartirán solos y pan recién hecho siempre en el horno.


Wisteria Lane, sí. Ese lugar ideal para esconder secretos o compartirlos. Correrás de buena mañana, organizarás una partida de póker con tus amigas, montarás un grupo de música o un restaurante italiano, conocerás al hombre de tu vida mientras te quedas desnuda fuera de casa, obsequiarás con tus propias madalenas a los nuevos vecinos. Porque todo es posible en esa zona residencial. Todo, incluso volver a empezar. De eso trataba Mujeres Desesperadas, en definitiva: de nuevas oportunidades. Las que damos y las que nos dan. Las que encontramos por el camino, las que sudamos por conseguir.

Muchas personas volvieron a empezar allí, pero sobre todo lo hicieron sus mejores vecinas: Susan, Lynette, Gabrielle y Bree. Una y otra vez, siempre levantaron cabeza cuando todo se les había ido de las manos, confiaron en las manos amigas y las sonrisas de desconocidos, aprendieron a amar bien y a volver a enamorarse, descubrieron sus vocaciones, se ayudaron unas a otras. Anoche las despedí para siempre. Cuesta creer que ya no me reiré con las torpezas de Susan, ya no sentiré cariño por la sonrisa impertérrita de Bree, ya no sufriré con la incapacidad de Lynette por pasar página, ya no me quejaré de la superficialidad de Gabrielle. Tampoco aplaudiré ya con las frases tajantes de Reneé o Edie, ni lloraré más con Karen McCluskey.

Desde Lost no esperaba tanto el final de una serie. Lo de esperar es un decir porque con las series pasa como con los buenos libros: de repente te das cuenta de que quedan 3 capítulos para el final y las ganas de conocer el desenlace se mezclan con la tristeza prematura. Tendrás que despedirte de esos personajes con los que has vivido tanto. Las audiencias, los contratos, el desgaste: factores externos que conducen a esa despedida. Y querrías demorarlo, pero ahí está la fecha en la app con el calendario de series. Afortunadamente, al igual que el de Lost, el final de Desperate Housewives estuvo a la altura. Se volvió a la comedia de las primeras temporadas, se cerraron todas las historias importantes, hubo de todo y más (juicio, boda, parto, muerte...), el sabor a despedida se mezcló con el de celebración.


Echas la vista atrás y te entra vértigo al comprobar cuánto han cambiado ellas cuatro, ya no sólo físicamente: han crecido, y no es que fueran unas niñas cuando empezaron. De todo se aprende, todo te moldea, y al final tiene sentido. Incluso la vida más desesperada es maravillosa, nos recuerda Mary Alice. Disfrutemos, pues, volviendo a empezar tras cada caída, siempre encontraremos una casa en las afueras y alguien con quien compartirla. Gracias, mujeres desesperadas.

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Mejor si estás encima, mejor escuchar al pumpum

De pequeño, inventabas idiomas y tus muñecos protagonizaban películas invisibles. Luego creciste y acataste las reglas del mundo adulto. Aceptaste que sólo existen las palabras del diccionario de la Real Academia o las que puntúan en el Apalabrados. Que esos papeles con los que pagas se llaman dinero. Quizá un día, pronto, los críticos se reúnan sesudamente y acuerden insertar las páginas inéditas de El Principito recién encontradas; entonces, el libro oficial cambiará, el que tienes en la estantería ya no será válido, será otro tesoro perdido, una anomalía.  Nuestra sociedad depende de estas convenciones. De lo que otros deciden que es real.


Por eso admiro a la gente que se crea sus propios mundos. No sé si llamarlos rebeldes, para mí son héroes. El Principito veía serpientes haciendo la digestión donde otros sólo veían sombreros. Tolkien creó una mitología entera, una lengua, una historia. Más modesto, hubo un niño que se inventó su propio calendario. Leí un artículo acerca de él hace tiempo, parecía un capítulo sacado del libro El curioso incidente del perro a medianoche,  El niño no entendía por qué Febrero era tan corto, así que le añadió dos días más, y desplazó el resto de fechas para que encajasen. Mientras sus compañeros viven en el 14 de mayo, para él todavía es día 12.

Todos los cantantes hacen algo parecido al subirse al escenario. Tocando la guitarra, desgranando canciones entre sonrisa y sonrisa, dejan de ser ese chico apocado, con gafas y una bolsa de la compra a cuestas, que una hora antes del concierto llamaba al timbre del local para que le dejasen entrar. Freddie Mercury aseguraba ser muy tímido, pero jamás lo dirías porque cantando era ese hombre poderoso y carismático y hasta guapo que había decidido ser.

No sé si los cantantes son conscientes de que el proceso es doble y el público se adueña de sus canciones.  O quizá sí lo saben, quizá lo buscaban al componerlas: que con ellas bautices historias y transmitas sensaciones y vueles a casas que no existen todavía. El caso es que, ahora mismo, para ti esa canción es especial porque habla de ti, de tu historia actual, de una broma privada, de los besos que has dado y el baile que compartiste junto al mar. Es más que tu canción: es vuestra canción. Intimidad en un recinto abarrotado.


Te das cuenta entonces de que todavía conservas el poder de crear mundos, como cuando eras niño. Pero ahora sólo lo aplicas a las cosas pequeñas. A hacer tuyas frases y canciones. Es hora de creer en la magia, de replantearte perspectivas, entender que el mundo funciona así porque es tuyo. ¿Quién ha dicho que todos ven el color azul con el mismo tono de azul que tú? Quizá para otra persona su azul se parezca más a tu rojo, y está bien que así sea, lo antinatural es que otros estandaricen un código para que captemos igual esos pigmentos. Piensa, haz, di, crea, comparte las cosas que te hacen único. Tu azul es tuyo, tatúatelo.

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Wear it like a crown

Hay que reciclar recuerdos. No hay que tenerles miedo, no hay que mitificarlos ni mucho menos permitir que se conviertan en esa caja de fotos antiguas que un día, limpiando el armario, se caerá al suelo y se abrirá y te golpeará con todas esas instantáneas de momentos y compañías que no querías recordar. Hay que tener las fotos a la vista, atreverse a compartirlas, que inspiren nuevas risas con gente igualmente nueva.


Tu peluche, por ejemplo. Lo abrazas cada noche. Fue el último regalo de tu ex; bueno, en realidad hubo otros regalos después, pero sí fue el último antes de la debacle. Le tienes especial cariño y lo abrazas más como símbolo que como último resto de una relación perdida. Sólo hay una regla: nadie lo toca. Es tuyo. Hasta que un día, un chico, ese chico, viene a casa porque lo has invitado a cenar y a ver una película y como en tu casa no hay cojines le ofreces abrazarse al peluche. Lo haces porque la noche de la primera cita te fijaste en que lo miró con cierto cariño mientras lo apartabas de un manotazo para hacer sitio en la cama. Esa mirada se merece un voto de confianza.

Así que hoy le das el peluche. Enseguida pierdes cualquier miedo porque ves que lo abraza como lo abrazas tú por las noches. Él no sabe, él sólo actúa. Y juega con los bracitos del muñeco, se lo cuelga del hombro, lo hace bailar, le da esos besos cariñosos que todavía le cuesta dártelos a ti, son cómplices él y el peluche, se diría que en el sofá sólo están ellos dos viendo la película. En el fondo, para él eres el peluche. Y sonríes. Porque sabes que te acabarás enamorando de ese chico que se atreve a jugar con peluches y, sobre todo, porque esa figura de felpa ha crecido al reciclar su recuerdo. Ya no es el peluche de una infidelidad pasadísima sino el peluche del chico con el que ahora te gusta compartir momentos. Y en adelante, lo abrazarás porque tendrá el rastro de su colonia, la que te hace reír al pronunciarla. Chu-uan-chu.


O esa canción. La que te emociona cuando de repente salta en el reproductor porque te recuerda a alguien que ya no está ahí, una historia que quedó a medias. Y él lo nota, nota que estás ausente o que bailas para ocultar escalofríos. Por eso te gira la cara hacia él y te besa, "estás muy mono", dice. En adelante, la canción será la del beso en el sofá o el abrazo al aire libre. Reciclar recuerdos no es traicionar el pasado. Es tenderle un puente desde el presente, reconocer el recorrido que te ha traído hasta aquí, hasta la felicidad de ahora. Construir nuevas vivencias para sobrevivir. Mereció la pena porque merece la pena.

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Historias cortas de Satoshi Kon

Adoro a Satoshi Kon desde que vi Millenium Actress. Es una de esas escasas películas que sólo sería posible en formato animación pero al mismo tiempo viéndola te olvidas de que son dibujos, tanto empatizas con la protagonista. Entonces descubrí que de Satoshi Kon también era el responsable de Perfect Blue, ese impactante thriller animado con el que tanto se comparó después Cisne Negro. Por desgracia, Satoshi Kon falleció hace dos años y, como suele ocurrir, esto le ha dado un empujón de notoriedad a su obra.


Este volumen recopila quince historias cortas que publicó en varias revistas a finales de los 80 antes de dar el salto a la animación. Como curiosidad, son además las únicas obras en las que él es el único autor, sin colaborar con otros guionistas o dibujantes. Pero al terminar de leerlo tienes la sensación de que el verdadero Satoshi Kon aparecía precisamente en las colaboraciones, al dar forma a ideas ajenas o enriquecer las suyas con las aportaciones externas.

La primera mitad del tomo son casi proyectos autodidactas en los que el autor aprendía los mecanismos de la narrativa manga. A partir de la historia Los visitantes, humorística vuelta de tuerca a los cuentos de casas encantadas, la recopilación toma enjundia y llegan las obras más interesantes. Destaco por ejemplo Waira, la batalla de unos samuráis contra un monstruo esquivo: espectacular en dibujo, ritmo y narración.


La verdad es que las películas de Satoshi Kon me gustan por su profundidad, están sujetas a interpretaciones diversas, los personajes son humanísimo y a menudo se juega con el mundo de los sueños y las visiones. Y precisamente todo esto es lo que he echado de menos en la mayoría de historias del volumen. Algo más de calado y ambición. Pero es interesante recorrer los orígenes de un genio. Gracias a David, lector habitual de este blog, por el regalo.

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New Girl

Es el mejor estreno del año. Tampoco es que haya visto muchas series nuevas esta temporada, lo confieso. Pero adoro New Girl por encima de todas las cosas. Adoro a sus personajes, adoro cómo mejora capítulo tras capítulo, adoro ese humor gafapasta que raya lo absurdo, adoro la cabecera en plan vídeoclip. Y por supuesto, la adoro a ella: Zooey Deschanel. La serie está hecha para su lucimiento, sólo ella podría interpretar a la despendolada de Jess.


Supongo que me siento identificado con ella. Como yo el año pasado (bueno... yo más a menudo de lo que pienso), Jess empieza la serie enfrentándose al mundo como una niña de 30 años: estrena soltería, es loca, impulsiva, optimista, soñadora, idealista. Canta cuando nadie lo haría y pone voces raras durante cualquier conversación (puede pronunciar "pene" de dos cientas formas distintas). Se las da de moderna: amigurumis, cupcakes, gafas de pasta, el grupo más indie, nada se le resiste.

Un maremoto que irrumpe en un apartamento hasta ahora habitado por chicos acostumbrados a la rutina más aburrida. Los secundarios son todos encantadores: Schmidt (que algún día saldrá del armario; al actor ya lo adoraba en Veronica Mars), Cece diva inmediata, Winston que en la recta final de la serie consigue que olvidemos a otro personaje del piloto más divertidos (interpretado por Brad de Happy Endings), los diversos ligues que le buscan a Jess... A todos ellos, Jess les contagiará su alegría ingenua y a cambio ella aprenderá a desenvolverse de nuevo en el mundo real.


Pero sobre todo está Nick. El típico vecino de la puerta de al lado: sexy sin saberlo, con un potencial que no se atreve a aprovechar. Jess y él comparten una tensión sexual innegable pero jamás resuelta. Son polos opuestos y por eso se complementan tan bien. Él es realista, cuando no catastrofista, no se ilusiona, cree que las cosas saldrán siempre mal. Ella, en cambio, cree en la magia. Juntos encuentran un punto intermedio. Caminar por las nubes con los pies en la tierra, cruzar puentes frágiles para convertirlos en baldosas amarillas. Y les funciona.

En fin, si te gustan las series sin pretensiones, que sólo buscan dejarte con una sonrisa de oreja a oreja cada semana, si te gusta Zooey Deschanel, si te gustan los personajes extremos que te hacen reír con el comentario inesperado, si quieres aprender nuevas perspectivas, si quieres recordar cómo era aquello de creer que te comerías el mundo... no busques más, ya tienes nueva compañera de piso. Dale una oportunidad para encandilarte.


Who's that girl? It's Jess!

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Gossip - A Joyful Noise

"It's not perfect but it's getting closer."

Éste es el disco rock que Madonna debería haberse atrevido a grabar. Esto leía en la crítica de la BBC; y sí, algo de eso hay. Perfect World te la imaginas perfectamente cantada por ella, madura y etérea, reinventada y segura de sí misma. Convincente, cantando sobre un mundo perfecto que no lo es todavía (We can be more than before), y esas baterías que insisten, que te atrapan como el mejor de los abrazos, y las florituras de synthpop sutil acariciándote, y los gorgoritos místicos mientras cae la ropa al suelo. En el fondo es normal que Gossip grabasen el vídeoclip en una iglesia, porque hay algo de sagrado en la canción.


Beth Ditto asegura que durante un año sólo escuchó a ABBA para inspirarse. No se nota esa inspiración, pero sí que el grupo se ha mantenido al margen de las modas. Ante todo, el suyo es un disco atemporal. Así se explica una canción como Get A Job, que empieza como algo chungo de los 90, a medio camino entre rap y techno, acaba convirtiéndose en el clásico himno para veinteañeros cabreados, para luego caer en un interludio que podría ser un sample de Lady Gaga. Esta mezcla extraña ocurre más veces a lo largo del disco. Y funciona, igual que funcionan canciones más convencionales como la casi-balada Casualties Of War.

Brian Higgins ha hecho los deberes. Sabe revitalizar el sonido de Gossip sin que dejen de sonar a ellos; camufla sus trucos y sus loops bajo un sonido de banda, envuelve de plástico las guitarras para crear canciones pegadizas y sofisticadas al mismo tiempo. Get Lost, además de ser una joya con un estribillo noventero, en el fondo no suena tan diferente a Pop Goes The world. El bajo de I Won't Play es hipnótico. Los mejores versos del disco llegan con el desgarro digno de Involved: casi te imaginas a Freddie Mercury cantando eso de "I'm not in love with you, I'm just involved". Y si con el final épico de Love In A Foreign Place no te entran ganas de saltar al vacío es que estás muerto.


La declaración de intenciones llega sin duda con Move In The Right Direction. Quizá titular así el disco habría sido una sobrada pero no había título más definitorio. La canción es enérgica, bailable sin ser facilona, futurista, con palmadas (siempre bienvenidas) y el punto justo de descaro. Se lo están pasando bien y quieren que te unas. Será single: tan seguro como que acabará convirtiéndose en tu favorita. Porque transmite confianza absoluta en ese futuro al que, paso a paso, día a día, te acercas. En la dirección correcta, ahora sí.


Never say never, starting over 
It's not perfect but it's getting closer 

I will hold back tears 
So I can move in the right direction 
I have faced my fears
Now I can move in the right direction 

I'm doing fine
One step closer, every day at the time

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Where have you been all my life?

Las conexiones perdidas. Elvira Lindo las mencionaba en su libro, citándolas como el paradigma neoyorkino de las relaciones humanas. Hacía referencia a una famosa portada de The New Yorker: una chica ve en el metro a un chico que está leyendo el mismo libro que ella, intuyen que son personas afines (lo de almas gemelas suena muy fuerte), pero van en convoyes distintos así que todo lo que pueden compartir es una última mirada antes de alejarse en direcciones opuestas.


Hay hasta nombre para estos flechazos: Missed Connections, y servicios dedicados a intentar unir a esas personas: una sección de Craiglist o, en España, el proyecto Veove. Pero eso le quita la magia al asunto ¿no? La gracia es que se den de forma natural las circunstancias para que la conexión perdure: coincidir en asientos contiguos como en Antes del amanecer o que, después de pulular durante un tiempo uno alrededor del otro sin saberlo, un amigo os presente por casualidad.

"¿Dónde estaba él antes?", te preguntarás. Y, a base de hablar y contaros anécdotas, descubriréis que estuvisteis en el mismo concierto, en la misma fiesta (a la que tú fuiste de rebote y en la que él trabajaba), que compartís conocidos, que ya habías visto cosas de su trabajo, que esas canciones que tanto te gustaban llegaban indirectamente a través de él porque se las recomendaba a un amigo común... "¿Por qué no hemos coincido hasta ahora?". Acuérdate de How I Met Your Mother: cuando por fin conozcamos a la madre, confirmaremos todas las veces que estuvieron a punto de conocerse, y creo que por eso me gusta tanto la serie, porque nos habla de todas las conexiones perdidas que desembocaron en ese encuentro futuro, justo cuando tenían que conocerse y no antes.


Así que sonríe: puede que ahora él se haya marchado en el otro vagón de metro, quizá incluso no lo viste saltar a tu lado durante la misma canción de Florrie, pero os acabaréis conociendo, no lo dudes. Hasta entonces, sigue leyendo los libros que te llenan, sigue compartiendo música, sigue contando tus aventuras en el gimnasio en los estados de Facebook, sigue aceptando invitaciones para ir a conciertos, plántate en fiestas inesperadas, comenta en los blogs de amigos y de desconocidos, déjate barba, sal a la calle como si te fueras a comer el mundo. Sonríe y comparte tu talento, que algún día, gracias a alguna de esas cosas que haces, te dirá un amigo: "Mira, os presento, éste es..." y no harán falta los nombres ni un paraguas amarillo para que las mariposas nazcan. Dibujarás la primera de muchas sonrisas al verle llegar.

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El sexo de los ángeles

"No te necesito. Quiero estar contigo."

Me cayó en gracia el póster. No sólo por los colorines o los maromos (que también) sino por el título. Uno de mis libros favoritos de Terenci Moix se titula El sexo de los ángeles. Sabía perfectamente que la película no tendría nada que ver con esa sátira de la cultura catalana de los años 60/70, ni mucho menos con las aventuras de Lleonard Pler, el escritorzuelo y enfant terrible protagonista del libro, cuyo nombre tomé para mi alter-ego virtual. Pero me gustó la coincidencia.


Así que sí: El sexo de los ángeles. ¿Hay algo más allá de las escenas de sexo (muchas, y bastante explícitas), de los morreos apasionados entre tíos buenorros sin camiseta y del morbo de la temática? Pues algo debe de haber, porque la película consiguió removerme por dentro temas en los que, generalmente, prefiero no pensar. Las infidelidades (las espontáneas y, peor, las consentidas), los celos, los tríos y el sexo moderno, la sensación de necesitar a alguien.

La película está curiosa, entretiene porque te recreas la vista, pero no puedes evitar pensar lo que mejoraría con unos personajes algo mayores, capaces de plantearse en profundidad las implicaciones de su situación. Mejores actores también, y esto lo digo sobre todo por la chica, Astrid Bergés-Frisbey, que a ratos roza la parodia; ellos cumplen mucho mejor,  también hay que reconocer que sus personajes son más sencillos: el sexérrimo Álvaro Cervantes (su mirada es sexo) y el sorprendente Llorenç González (su sonrisa es amor). Pero merece la pena verla porque, más allá de los aspectos mejorables, hace reír e invita a reflexionar.


Creo que en el fondo no somos tan modernos como nos venden que hay que ser. Nadie. Ni los abanderados de los follamigos y las parejas abiertas. A la hora de la verdad, todos buscamos alguien especial que nos abrace. Todo lo demás son artificios y vestidos del emperador para disimularlo, para mentirnos, para sentirnos a salvo. A mí no me pasará, yo no me ilusionaré, yo no necesito, a mí no me harás daño. Soy libre y follo. Pero abrázame.

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Michel Coquet - Iaido. El arte de cortar el ego

"Desea el fruto de tu acto
y te conviertes inmediatamente en esclavo de ese deseo."

El arte de cortar el ego. Título potente. Los libros llegan a ti y éste llegó a mis manos gracias a un cliente de la tienda. Estábamos hablando sobre textos clásicos de samuráis, mi favorito, el Hagakure, el que él estaba comprándome, el Libro de los Cinco Anillos, lo que tenían que aportar todos, y acabó recomendándome este título. Más moderno, de un autor francés que recogía las enseñanzas de un maestro japonés anónimo al que se le da el nombre en clave Takeuchi.


¿Qué es cortar el ego? No es negar su existencia. No es rechazar sus necesidades y deseos. Es justo lo contrario: aceptarlos como tales, comprenderlos para comprenderte, reconocerte como ese niño que reclama atención constante, hasta que nada de todo eso importa. Sólo ser ahora. Y disfrutarlo. "La naturaleza humana desea demasiadas cosas. Siempre quiere más y se olvida  de ser", dice el maestro Takeuchi a su alumno, y con el libro en las manos jurarías que se dirige a ti. Para alguien que está aprendiendo a fluir de verdad, no había libro más conveniente.

Es una falta de intuición y de respeto decidir los sentimientos de quien te guía. Es una afrenta porque es demostrarle una total falta de confianza. El ego no acepta ser excluido, no ser nada. Trata siempre de atraer la atención sobre él, busca siempre ser apreciado y recompensado. No quiere morir y se agarra desesperadamente a las formas y a los sentimientos que le relegan a su limitado universo. Has sido débil, pues ¿qué te importa quien te guía? Tienes tu sable ¿no es suficiente?

Ejemplos muy visuales que iban desmontando (reconstruyendo con las mismas piezas, en realidad, como si todo aprendizaje fuera un juego de LEGO) todo lo que dabas por indiscutible. Te tienes por alguien que se fija mucho en los pequeños detalles, como un aprendiz de Sherlock Holmes y entonces encuentras frases como éstas y entiendes al fin por qué Sherlock Holmes era tan bueno:

El detalle no cuenta, dice, sólo tiene importancia el conjunto de detalles. El detalle
nos confunde, pues se refiere a un solo aspecto del problema.

Piensas que es bueno fijarte en la belleza de todo, amas las cosas bellas, repartes sonrisas y canciones felices como quien regala autoayuda, todo es bello, pero ¿podrías ser fan de Madonna si la vieras, ya no usando el baño, sino como el conjunto de músculos y piel y sangre y vísceras que en realidad es y no la idea que representa? ¿Podrías amar a alguien hasta el punto de abrazarlo como un simple ser humano?

Hay que admirar el jardín por lo que es y no por lo que parece en un breve instante. Aprecia lo que va a cambiar, adora lo que es eterno. Observa a un niño pero déjalo convertirse en hombre. Contempla las nubes pero déjales seguir su curso; contempla las flores, pero no te apenes cuando sus pétalos sean arrastrados por el viento.

Comprender que quieres ser agua y de momento eres hielo. El mismo elemento en etapas distintas.


Tu mente se cristaliza a menudo cuando debería ser constantemente como el agua, el agua que toma la forma del recipiente en que se encuentre sin oponerle ninguna resistencia. Por el contrario, has sido como un bloque de hielo cuya forma fue la de tu propio ego.

Como cuando preparas una copa y los cubitos son demasiado anchos para el vaso, y en vez de esperar a que se ablanden o rociarlos con un poco de agua tibia, los incrustas a la fuerza, un golpe, otro, y acabas por romper el vaso. Los cubitos cabían en el vaso, sólo tenías que esperar. Paciencia, sin prisa, sin pausa: pasito a pasito, baldosa a baldosa, aprenderás a brillar. Comprenderás que existe una empuñadura porque tienes dos manos para sostenerla. Y cortarás.


El hombre es como una bombilla cubierta de varias capas de pintura. La luz está allí, pero las diversas capas de pintura impiden que se irradie. Ni somos las capas de pintura ni la bombilla de cristal. Únicamente somos la luz.