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Elvira Lindo - Lugares que no quiero compartir con nadie

"Todo siempre en su sitio. Sólo eres tú quien cambias."

Me gustó el título. Y por eso me lo regalé en Sant Jordi. Por eso y porque los lugares eran de Nueva York, claro. Siempre he pensado que escribes tu diario con la esperanza inconfesable de que alguien, algún día, sin permiso, lo lea: te enfadarás, claro, pero en el fondo te sentirás halagado. Lugares que no quiero compartir con nadie me evocaba algo de ese impudor coqueto.


La comprendo muy bien, a Elvira. A veces llegas a un punto de tu vida en el que cobijas cosas, lugares que has conquistado para ti mismo, y te los guardarías dentro, los sientes tan tuyos que, de alguna manera, se despierta el cosquilleo de compartirlos. Como si guardarte para ti eso tan valioso lo anulara y solo una segunda mirada confirmase que merece la pena. Que te merece la pena.

El placer y el riesgo de compartir. De eso va este libro. Hacer públicos los refugios íntimos de una Nueva York en la que todos nos sentimos nómadas. La necesidad de refugios en esa ciudad inabarcable. Lugares en los que alguien te espera, en los que echar raíces. Les llamas "casa", ya sean una casa real, un parquecito con sombra, un paseo junto al río donde hacer fotos o recoger tornillos, o cierto bar de buenas copas y mejor música. Todos necesitamos esos refugios, sí, incluso los que nos tenemos por autosuficientes, o nosotros más que nadie.


"¿Cómo escribir un libro sobre una ciudad que se pierde cada día?", se pregunta Elvira. Los locales que cierran. Hay que rendirles homenaje, para que recordemos que existieron. Los que ya desaparecieron, los que cambiaron de manos y por tanto se volvieron en otra cosa. Pero sobre todo los lugares que podrían desaparecer pronto, porque es una ciudad en perpetúa transformación, parches sobre parches, siempre en busca de la novedad, de lo mejor, como si eso garantizase algo. Hay una nostalgia que impregna todo el libro: el miedo a perder lo que se ha alcanzado, lo que ahora disfrutas, tus refugios. Pero encontrarás otros, no puede ser de otra manera. No estarás solo. Y menos en Nueva York. 


Echaremos de menos el parque. El río. Y esa excusa que se tiene a mano siempre para decir que no a una propuesta: lo siento mucho, no estoy en España. Nuestra vida tranquila está aquí. También donde, por alguna razón misteriosa, uno se vuelve más curioso y tiene afán por visitar lugares que aún no conoce. Tal vez porque en el fondo se sabe, sabemos, que esto tiene fecha de caducidad.

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2 comentarios:

Jorge dijo...

¿Cómo puede ser que muchas de las entradas de tu blog -como es este caso- sean cosas sobre las que también he reflexionado a menudo? Como siempre unos post estupendos. Salu2 y ánimo con el libro.

Alex Pler dijo...

A la hora de la verdad creo que en la intimidad muchos nos preguntamos las mismas cosas pero parecen tan íntimas o tan extrañas que nos las guardamos. Por eso cuando alguien las vuelca en público, piensas: "¡Creía que era el único!".

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