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You won't catch me running, I cherish the day

Solo pensamos en la meta. Desde que nacemos, nos programan para ello, para pensar en el futuro. Estudiamos para encontrar trabajo, comemos solo para alimentarnos, trabajamos para ganar dinero, jugamos para competir (y, a ser posible, ganar), salimos de fiesta para ligar, follamos para corrernos, subimos al tren para llegar a nuestro destino (y más le vale que no se retrase). Somos niños glotones a los que el Universo está obligado a satisfacer. Así lo exigimos. Olvidamos lo esencial: disfrutar del camino.


Yo presumía de fluir, pero solo lo hacía de boquilla. Fluía al principio, qué otra cosa pueden hacer las cascadas que precipitarse, mientras dura el impulso dejarse llevar es fácil, pero en cuanto llegaban los primeros meandros y el agua avanzaba más despacio, como deteniéndose a contemplar el paisaje, yo me impacientaba. Quería llegar ya a la desembocadura, a la amplitud del océano, porque me merecía llegar allí cuanto antes (eso pensaba). Comportándome así no era yo el agua sino una de las muchas piedras que ésta arrastra.

Pero a veces tienes suerte. A veces conoces a alguien que, cuando le exiges que te señale en el mapa la posición exacta de la desembocadura y que, ya puestos, te calcule la distancia exacta que os separa de la misma, en vez de tomar el primer desvío, como hicieron otros, te tiende la mano. Quiero seguir aprendiendo, te dice. Te manda un regalo que contiene este lema: "No tienen grandes metas, solo pequeños objetivos". Y te hace abrir los ojos. Creías que le ibas a enseñar tú y es al revés, o mejor dicho es mútuo: aprendéis los dos. De eso se trata, de aprender los dos encontrando un ritmo que se acomode a ambos (y siempre existe ese ritmo). Quién mejor para enseñarme.


De tanto pensar en lo que podrías conseguir mañana, olvidabas disfrutar de lo que ya tienes hoy. Por exigir un futuro, no dabas las gracias por cada momento presente que te ofrecen. Las cosas buenas que vas viviendo día a día. Cosas sencillas, porque ésas son las mejores. Un cupcake bajo la lluvia, una botella de vino acompañando una buena película, un abrazo intenso, el aviso rojo de una canción nueva en Spotify, cada sonrisa de bienvenida, encontrar sitio en ese bar, las conversaciones sobre todo lo que compartimos y todo lo que no. Esas cosas, las nuestras. Gracias. Ahora lo entiendo. Dar pasos, pequeños o largos, qué más da, por el mero placer de darlos. Seamos agua.

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5 comentarios:

Fernando Bside dijo...

Me levanto y doy un aplauso. El resto del público lo hace y se convierte en una ovación en toda regla. Se ven hasta algunas lágrimas en los ojos. Finalmente todo consiste en disfrutar, pasarlo bien, compartir, aprender y fluir.

¡Olé!

IreneAlSa dijo...

Seamos nubes, y escribamos la trilogía:seamos agua, seamos nubes, seamos lluvia.
O sea, pero es que ya de por sí, la parte de las nubes puuuf sería tan amplia, cual biblia en manos de un niño. Quizá sea porque me encantan las nubes, pero creo que son el reflejo de metáforas de nuestro día a día, de nuestra huella en vidas ajenas, de la imagen de la sociedad, del efecto de los gestos involuntarios. No sé; simplemente, seamos agua para poder ser nubes y acabar en lluvia, y así, nacer de nuevo. No siempre se tiene esa oportunidad.

Alex Pler dijo...

No se merece el aplauso, Fer. Con saber que te ha gustado me doy por más que satisfecho. Todo va en la línea de lo que comentábamos esta mañana, ya has visto. Fluir zen.

Gracias por poner aquí también el mensaje, Irene, tu respuesta merecía que no se perdiera en los archivos de FB. Ahora la tendré aquí para recordarla. Seamos agua, seamos nubes, seamos lluvia. Gran trilogía. Tienes que ampliarme la historia de las nubes, estoy intrigado.

Anónimo dijo...

¿Seremos capaces de re-educarnos? Quiero decir, en el sentido de no pensar sólo en el fin y disfrutar del camino, de sus dificultades, de sus alegrías. Al fin y al cabo, la vida es para vivirla y no para "morirla".
Me encanta (una vez más). Be water!

Alex Pler dijo...

¿Re-educarnos? Seguro. Será cuestión de encontrar el profesor adecuado. El que no corra sino que te dé la mano. Y armarse de paciencia.

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